miércoles, 24 de noviembre de 2010

Semana 1 (Mi reto de las 12 semanas)


He de decir que la primera semana no ha ido tan mal. También es verdad que he empezado poniéndole mucho empeño, pero aún así me he mantenido firme y no he "pecado". Me siento especialmente orgullosa de haber tenido la tentación frente a mis narices y haberlo superado. Me explico: el viernes fui a ver a mi hermana, (la mayor, que tiene dos niños), y cuando llegó mi cuñado sugirió ir a merendar a la churrería, chocolate con churros. Mis sobrinos, sobre todo el mayor que tiene 3 años, aceptaron encantados. Y yo me tomé un zumo mientras los dos niños se ponían hasta las cejas de chocolate y churros. El pequeño, con diez meses, se los comía con especial alegría, y cuando se terminaron casi se pilla un berrinche. Y yo con mi zumo. Ni uno sólo me tomé. Medalla de oro a la fuerza de voluntad para mi.
Eso en el aspecto de la alimentación. La parte física es otro cantar. El lunes salí a andar, pero aún tengo las rodillas algo tocadas y me han estado doliendo toda la semana. Además, y juro que no es una excusa, ha estado lloviendo. Y yo, si es para salir a correr lo admito, pero para andar paso. No me gusta andar bajo la lluvia, qué le vamos a hacer. Por otra parte, y esto sí que es una excusa, la lluvia me vuelve melancólica, y no me apetece salir. Me provoca quedarme en el sofá, arrebujada con una manta leyendo un libro. O, actualmente, jugando con mi bebé. O, que también se ha dado el caso, consolando a mi bebé de un llanto provocado por sueño, dolor de tripa, aburrimiento o incomodidad. Vamos, que no he salido a andar ni a correr ni a nada. Mal por mi.
Pero como la dieta la seguí a rajatabla, el domingo me premié. Para cenar preparamos una pizza. Eso sí, light. El pan era casero, y P. lo hizo con harina integral. Y de ingredientes utilizamos: atún, espárragos verdes, ajetes, setas y champiñones. No estaba mala, pero para otra vez no le echaremos los espárragos y sí un poco de jamón serrano.
Conclusión de la semana: pese a haber seguido la dieta, me pesé el lunes y el resultado fue el mismo que al inicio. 81,5 kilos. Un horror. Lo cierto es que me deprimí un poco, lo que provocó un desastre. Pero ese desastre forma parte de la semana 2, de modo que lo dejaré para otro post.
Continuará...

martes, 16 de noviembre de 2010

Mi plan de 12 semanas

Me gusta comprarme las revistas de deporte, porque es una manera de motivarme. La semana pasada me compré el Sport Life Mujer, y venía un especial "perder peso". Te ofrecen tres alternativas: perder tres kilos, perder cinco kilos o perder diez. La base es ejercicio y una dieta, pero no una restrictiva, sino una en la que abundan la fruta, la verdura y el pescado. Estudiándola bien me di cuenta de que si seguía esa dieta iba a comer más cantidad de lo que acostumbro, pero de otro tipo de comida. Y el plan de ejercicio es progresivo, sin agobios, empiezas a andar tres veces por semana, subiendo los tiempos dependiendo del día, para continuar con carreras suaves, aumentar un día más a la semana, hasta terminar corriendo una hora y cuarto (en la semana doce).
Me gustó el plan, así que me he animado a seguirlo. A rajatabla, además. Debido a mi embarazo me he quedado con cinco kilos de más, y antes de quedarme embarazada ya me sobraban otros cinco, de modo que voy a seguir el plan 10 kilos en doce semanas. Estoy convencida, más de lo que he estado nunca, de seguirlo, así que confío en poder terminarlo con éxito.
Las razones que me llevan a esto son evidentes. Me miro en el espejo y no me gusta la imagen que refleja. No me gustan los pliegues que me hace la ropa, los bultos que se escapan de la cinturilla de los pantalones. Quiero que al final del plan me haya reconciliado con el espejo y me pruebe la ropa con desenfadada alegría. Eso por la parte superficial, de imagen.
Por la parte de salud, creo que a estas alturas nadie debe desconocer que el sobrepeso no es bueno. Las grasas pueden provocar colesterol, saturación de las arterias, etc. Me encuentro pesada al moverme, al agacharme al suelo, y esas sensaciones son las que quiero cambiar. Hace apenas dos semanas me provoqué un esguince en una rodilla y tendinitis en la otra sólo por ir a correr. Mis propias rodillas no soportaron el peso de mi cuerpo.
Por eso en la cuestión física comenzaré andando, para recuperar mis rodillas y coger un poco de forma antes de volver a intentar correr. No quiero tirarme otras dos semanas sentada con las piernas en alto porque no soy capaz de esperar un poco. También tengo intención de apuntarme a pilates dos días en semana, para completar.
Todo esto también depende un poco de lo que me deje la pequeña, claro, pero estoy muy positiva porque P. me está apoyando, y también tengo el apoyo de los abuelos de mini-P, que me han dicho que no tienen ningún problema en cuidarla mientras yo hago gimnasia.
Empiezo el plan con 81,5 kilos. Para motivarme más, y no decaer en el intento (no olvidemos que están las navidades en medio) he pensado en escribir un post semanal con los avances. Este es el post de presentación, si consigo terminar el reto deberé haber escrito 13 post. De modo que:

¡¡ÁNIMO Y CON FUERZA!!

(Me animo a mi misma).
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martes, 2 de noviembre de 2010

12 de Octubre de 2007...

IMG Toda historia tiene un comienzo, y el de ésta se sitúa unos meses antes del día en cuestión. Creo que era enero cuando me enteré de la noticia: Los Héroes se volvían a juntar para un único concierto, que sería el 12 de octubre en Zaragoza. Inmediatamente informé a P. Le dije: "Los Héroes dan un concierto, y yo voy a ir."
Reconozco que tuve muchísima suerte. Las entradas se pusieron a la venta por internet y en las tiendas Tipo. Se abrían las taquillas a las doce de la noche. A las dos de la mañana se cerraron porque internet colapsó. Se volverían a poner las entradas a la venta el 1 de marzo a las doce de la mañana en un único número de teléfono.
El 1 de marzo estaba de visita en Sevilla. A las once y cincuenta y nueve minutos estaba bajando la Giralda. Abrí el móvil y marqué el número. Comunicaba. Corté y marqué rellamada. No dió ni tono. Llamando y rellamando bajé la giralda, y entré en la tienda de regalos. Como si el karma se riera de mi, en el hilo musical sonaba La Herida. Yo me estaba mosqueando porque el teléfono comunicaba o colapsaba. Pero no me rendía. Después de una hora (y no es una exageración, fue una hora) marcando, cortando y volviendo a marcar, me cogieron el teléfono. Como una posesa pregunté: "¿Todavía te quedan entradas?" La teleoperadora, que ya debía de haber escuchado de todo, me respondió que sí, pero que sólo de las de patio. "Me da igual", le indiqué, "quiero tres". No se podían comprar más de cuatro entradas, pero yo sólo necesitaba la mía, la de P. y la de mi hermana pequeña, que también se apuntó. Después de eso pude seguir disfrutando de la visita a Sevilla con otro ánimo.
Lo que comenzó como un único concierto se convirtió en una gira. Y, debido a la gran demanda de entradas, añadieron otra fecha más en Zaragoza. Pero yo ya tenía las entradas que ansiaba, las del día grande, el 12 de octubre. El día del Pilar, mi santo. Para mi era una señal.
Tachamos los días en el calendario, y tras recoger las entradas en la tienda Tipo de Montera (donde, inocente de mi, no reconocí a las putas), llegó el día. La aventura.
Lo que iba a ser un viaje con mi marido y mi hermana se convirtió en una reunión de chicas. Mi mejor amiga convenció a P. para que le cediera su entrada (no precisó mucho tiempo, todo sea dicho). De modo que el día 12 de octubre de 2007 recogí a Calamar y a mi hermana y pusimos rumbo a Zaragoza.
En el cd del coche el disco en directo "Para Siempre". Vestíamos camisetas de merchandising. Emocionadas nos cruzamos con otro coche que tenía banderas y bufandas de Héroes en las ventanillas y pitamos como locas, saludando.
A la altura de Calatayud le cedí el volante a mi hermana. Se acababa de sacar el carné, y quería que cogiera un poco de experiencia. El viaje se convirtió en una peli de terror, porque cuando cambiaba de marcha el volante se le iba hacia un lado, y luego corregía dando un pequeño volantazo hacia el otro lado. Decidimos que parara y volviera a cambiar cuando nos encontramos con una zona de obras, donde los coches habían parado del todo. Mi hermana no bajaba la velocidad. "Frena", le dije, con delicadeza. "Frena", continué, porque no me hacía caso. "¡¡¡¡FRENA!!!", tuvimos que gritar a la par Calamar y yo, y gracias al cielo, frenó. Justo a tiempo, ya que pude contar los mosquitos de la matrícula del coche de delante. El resto del viaje conduje yo.
Cuando llegamos a Zaragoza nos falló el gps, pero aún así encontramos el estadio a la primera. Preguntamos a un policía por un aparcamiento, y nos indicó que podíamos meterlo en el subterráneo, aunque había coches esperando. No tardamos ni diez minutos en aparcar. La suerte nos seguía acompañando.
Allí nos encontramos con mi prima, que había cambiado sus entradas del concierto de Valencia por las de Zaragoza. Hicimos sentanda para esperar la apertura de puertas. Nos turnamos para comer un bocadillo, que compramos en el centro comercial cercano a la Romareda. El ambiente era espectacular. Todos estábamos emocionados, porque lo que tanto habíamos esperado se había cumplido. La mayoría de la gente era de mi generación o incluso mayores que yo. No puedo decir que todo el mundo rondara esa edad, porque yo llevaba al yogurín de mi hermana (nos llevamos 8 años de edad), y mi prima es tan sólo un par de años mayor que mi hermana, pero salvo excepciones de este estilo, era como una reunión de antiguos alumnos de instituto.
Cuando se abrieron las puertas llegó la verdadera emoción, la espera ahora sería menos. El escenario era espectacular, con cuatro pantallas gigantes en el centro, y dos más a los lados, para asegurarse de que nadie se perdiera detalle.
Nosotras buscamos sitio en las gradas. Encontramos uno que para mi era perfecto: estaba centrado y quedaba bastante abajo. No es que les viéramos los granos de la cara, pero no nos apetecía esperar de pie hasta el inicio del concierto, y tampoco queríamos estar a disgusto, aplastados por la multitud. Sin embargo, mi prima lo primero que hizo fue bajar al campo, quería estar lo más cerca posible del escenario. A los diez minutos volvió. "Soy bajita", se quejó. Y vio el concierto a nuestro lado.
Pero más que verlo, lo vivimos. Vibramos con la música, con el ambiente. Las canciones, todas antiguas, fueron coreadas por todos, letra a letra. Y quedó a fuego grabada esa noche en nuestra memoria, inolvidable, como una de las mejores noches de nuestra vida.
Entre dos Tierras