miércoles, 26 de octubre de 2011

The Beats (Novela Gráfica)


The Beats en el caos de mi biblioteca
Esta novela gráfica hace un repaso por las biografías de los principales representantes del movimiento Beat, que surgió sobre los años cincuenta. Según la contraportada: “la generación beat desafió lo establecido e impuso una nueva forma de vivir y de hacer literatura.”

Es la primera novela gráfica que me leo, y como tal lo primero que he de decir es que me tendría que haber estrenado con otra. No me ha gustado mucho, la verdad. Los dibujos me han parecido poco agraciados, por decirlo de una manera suave, y además, estaban de adorno. Sobre todo en la primera mitad de la novela, que se centra en las tres principales figuras de la generación: Jack Kerouac, William S, Burroughs y Allen Ginsberg. En la segunda mitad, que trata sobre figuras más “secundarias”, o sobre el movimiento en Nueva York o en San Francisco, sí que ha habido algunos “capítulos” que me han gustado. El que más, el de Beatnik Chicks, acerca de las mujeres beats, que, tal y como dice en las viñetas, eran pocas, pero había. Y no sólo de adorno para estar al ladito de un beat, toda mona ella, vestida de negro y calladita. Hubo verdaderas chicas beats que escribieron y crearon arte, igual o mejor que el de los hombres. (Lo siento, me sale la vena feminista).
Otra cosa que no me ha gustado mucho es el texto. La información que ofrecen la dan con cuenta gotas, de una manera robótica, con saltos entre las informaciones, y encima, repetitiva. Como Kerouac, Burroughs y Gingsberg no solo fueron iconos beats, sino además, amigos, en cada uno de los capítulos de cada cual salen los datos más relevantes de los demás, y de otros amigos comunes. Con lo que lees lo mismo por lo menos tres veces.
Pero no todo va a ser malo. Pese a que el dibujo no me ha parecido agradable, y la narración repetitiva de datos aparentemente inconexos entre sí, la temática me ha parecido fascinante. He aprendido mucho de la generación beat, y he sacado mis propias conclusiones, también.
Jack Kerouac y Neil Cassidy, del que estuvo enamorado hasta su muerte
He de admitir que, como con muchas otras temáticas, la generación beat era algo que me tenía fascinada pero de la que sabía verdaderamente poco. Me había limitado a leer la novela más famosa de Kerouac, y de ahí a fantasear sobre una vida bohemia, viviendo entre arte, y mal comiendo de él. Ese era el imaginario que yo tenía de los verdaderos artistas, de los verdaderos escritores. Aquellos que buscaban la apertura de las mentes a través de las formas que fueran necesarias: drogas, sexo, violencia... Pero, gracias a este libro, he visto la verdad escondida detrás del mito.
Y no es que fueran grandes artistas, que lo fueron. De hecho fueron los pioneros, los padres de toda una forma de arte. Fueron los que abrieron las puertas a otras formas de pensar, los que pusieron sobre la mesa temas que antes no se tocaban, y mucho menos en la literatura. Los precursores de los hippies. Pero fueron también unos borrachos, violentos, y drogadictos. Los precursores también (creo yo) del sexo, drogas y rockandroll. (Lema, que, quitando las drogas, a mi me encanta, todo hay que decirlo).
El dato que más me ha perturbado ha sido el de William S. Burroughs, que mató a su mujer por jugar a Guillermo Tell. Ambos estaban borrachos y alguno de ellos pensó que sería divertido que Joan se pusiera una manzana en la cabeza para que William le disparara. Erró el tiro, que fue a dar en la frente de Joan. Ella murió al instante, y él se fue de rositas por un chanchullo que hizo con la justicia.
Y el siguiente dato perturbador de la lista es referente a Kerouac, que era homosexual, pero también homófobo. Mi pobre cabecita aún se está planteando cómo puede ser eso posible. ¿Cómo se las apañaba para no odiarse a sí mismo, para engañarse diciéndose que él no era homosexual, sólo lo era el que se la estaba chupando?
Conclusión: La novela tiene datos resumidos suficientes como para interesarte sobre la generación beat, y descubrirte el maravilloso (sub) mundo de los artistas de los cincuenta. Todo eso hace que en el recuerdo haya obviado la penosa narración y una ilustración poco favorecida.

The Beats
Harvey Pekar, de Piskor
(Editor: Paul Buhle)
451 Editores
198 páginas




viernes, 21 de octubre de 2011

Rock and Literature Dreams: La Resistencia #1

Lo primero de todo es explicar: este relato está basado en mi vida. Es real. Pero no todo. Cuando escribo tomo la realidad y la exprimo, convirtiéndola en ficción. Por lo que, aunque hay algunas situaciones que son reales, los personajes no lo son del todo. Es decir: cualquier parecido con la realidad es pura mala leche.

LA RESISTENCIA: CAPÍTULO 1. EL RETORNO

Tengo un nudo en el estómago, y solo soy capaz de mirar la hora del reloj del coche. Metida en un atasco importante, y en el primer día de trabajo. Avanzo unos metros. Miro por el retrovisor. De nuevo el reloj. Menos mal que siempre he sido muy nerviosa, y para no llegar tarde he salido con mucho tiempo de antelación. Pero de pronto vamos a hacer tarde como esto no avance. Malditas obras de la nacional.
Miro de nuevo el reloj, suspiro, y toco el paquete de tabaco. Como esto no vaya un poco más deprisa no me va a dar tiempo a fumarme uno antes de entrar. Y lo necesito. No me gusta fumar en el coche, pero... Antes de darme cuenta, y tras otro vistazo al retrovisor, ya he cogido un cigarro y lo estoy encendiendo nerviosa.
Ocho meses sin trabajar. Entre la baja en el embarazo y el tiempo de maternidad. Y justo después de lo que en mi mente llamo “el incidente”. Lo denomino así porque aún no soy capaz de analizarlo. Ni las causas, ni qué pasó en realidad. Si fui tan mala como dicen o fue un cúmulo de circunstancias creado por manos ajenas a mi. Pero de pensarlo se me encoge algo dentro, y no quiero más nervios de los que ya tengo. Avanzamos aún más, ya casi estoy en la intersección que tengo que coger.
Tiro la ceniza por la ventanilla y sigo dándole vueltas a la cabeza. No sé cómo me van a recibir. No sé qué tarea me van a mandar hacer. Tengo una ligera, bueno, más que ligera en realidad, sospecha, pero en el fondo no quiero pensar que vaya a ser así. Supongo que se reunirán conmigo, me contarán qué es lo que va a ser de mi a partir de ahora, el puesto que voy a ocupar y las labores que voy a desempeñar. Tiro el cigarro justo en el stop donde tengo que girar y enfilo ya sin atascos hacia la nave donde está la empresa. Al final sí que me va a dar tiempo a fumar otro cigarro después de todo.
Cuando cruzo la puerta de la empresa una sonrisa se pone en mi cara. Es falsa, por supuesto, provocada por los nervios, pero nadie parece darse cuenta. No hay mucha gente en recepción, sólo el guarda de seguridad (segurata para los amigos), y Mentxu, la recepcionista. Ambos me saludan con efusividad, me preguntan por mi pequeña, y por mi. Tras las mentiras habituales (todo bien, todo estupendo, genial, me alegro de verte, estás más delgada), me apunto la hora de entrada y me dispongo a cruzar la puerta hacia el infierno. Casi puedo ver las llamas saliendo por debajo de la puerta.
Antes de que pueda cruzarla, y de que en mi mente me convenza de que no es el infierno, que tan solo es un almacén más como otros tantos, baja por las escaleras Leticia, de Recursos Humanos. O Recursos Inhumanos, como a mi me gusta llamar al departamento que lleva ella. Departamento por llamarlo algo, porque están ella y su ordenador. Me sonríe, mostrando mucho los dientes. Casi me hace creer que se alegra de verme y todo.

- ¡Valen! ¡Qué alegría! ¿Cómo va todo? ¿Qué tal tu peque?
- Bien, gracias – creo que mi sonrisa también consigue colar. - Está enorme ya.
- ¿Ya empiezas? Qué pronto se ha pasado... ¡Bienvenida!
- Gracias.

Y tras la breve conversación, ella se mete al despacho y yo al infier..., digo, al almacén.
Es curioso, la última vez que hablé con Leticia, las dos sentadas una a cada lado de una mesa, ella me amenazó sutilmente con una “carta” que llevaba mi nombre. Sería genial como actriz, casi me trago que se alegraba de verme y todo.
Dentro del almacén veo más caras conocidas. Todas se sorprenden de verme. Y algunas hasta se alegran, pero esta vez de verdad. Saludo con la mano a algunas, y voy directamente hacia Geli (absurdo diminutivo de Ángeles), que ahora es mi jefa intermedia.

- Hombre, Valen, ¿qué tal? ¿Preparada?
- No. - ¿Para qué voy a mentir?
- Geli se ríe. 
- Bueno, mujer, no será para tanto. No sé si lo sabrás, pero vas a preparar pedidos. Hoy te voy a poner con África, que te va a hacer un pequeño recuerdo de cómo va ésto, y luego ya tú sola. Si necesitas algo, puedes contar conmigo.
Su mirada era intensa, como evaluándome. Y como queriendo decir más de lo que decía con las palabras. Era lo que me temía, pero no esperaba que me lo dijera Geli. Esperaba a Leticia, que ha tenido la oportunidad en la recepción. O a José Miguel, el actual jefe de almacén, al que aún no he visto.

- Espera aquí mientras llamamos a África. Y dime, ¿sorprendida?
- Si te digo la verdad, no. Me lo esperaba. Pero nadie me ha dicho nada.

Mientras espero, aparece José Miguel, que me saluda. Otro falso que parece que se alegra.

- Luego hablamos – Me dice, y se va con prisas.

Pero la realidad es que no hablamos. El día transcurre rápido. Casi ni me entero de los minutos. Mucho menos de las horas, y son sólo cinco las que tengo que hacer. África me recuerda cómo se hace el trabajo, y me mira con cara de circunstancias.

- No puedo evitar sentirme extraña enseñándote – me dice.

Y no es raro. Hace un año era su jefa intermedia y ahora ella me enseña a hacer lo que yo dirigía. Mientras, las compañeras se acercan a saludar y hacen la pregunta de rigor. “¿Cómo es que estás preparando? Qué fuerte...”
Yo sonrío como si no me importara. Aunque la verdad es que sí me importa. Cuando por fín llega la hora de irme no puedo evitar una lágrima. Eso sí, en el coche, donde nadie me ve. Me fumo un cigarro con la mano temblorosa y reprimo más lágrimas.
De momento tengo que aguantar. Me digo a mi misma que tengo que aguantar, hasta que salga otra cosa al menos. Tiro el cigarro, y cuando me voy a sentar en el coche advierto que hay un papel enganchado en el limpiaparabrisas. Es una nota, lleva mi nombre. Abro el papel y leo:

“Ha sido un día difícil para tí, lo sabemos. Pero también sabemos que eres fuerte. Y no estás sola. La resistencia está contigo.” 

Está escrito a mano, con una caligrafía cuidada. Debajo de esas pocas palabras, en letras de imprenta dice lo siguiente:

“El mundo ha cambiado. Lo estamos viviendo, o sufriendo más bien. Todos los avances que la humanidad había conseguido en los ámbitos de igualdad social, de bienestar social y de estabilidad se desmoronan poco a poco. Unos pocos provocan el cambio y otros muchos lo consentimos. Porque se aprovechan. Se aprovechan de la debilidad, de la necesidad de sacar adelante a nuestras familias, de la necesidad que supone un techo para vivir. Se aprovechan de la ignorancia, en algunos casos, de la apatía que nos entra al sentirnos oprimidos. Se aprovechan y sacan partido, y así, mientras la gran mayoría nos empobrecemos, nos vemos obligados a endeudarnos hasta límites casi de ciencia ficción, ellos, ese gran ente simbólico que son los empresarios, salen beneficiados y se enriquecen. De este modo, pisándonos a los demás consiguen más dinero, y mucho más poder.
Este es el engranaje que mueve nuestra sociedad actual. Los de arriba pisan a los que tienen inmediatamente debajo. Y éstos a su vez pisan a los que tienen debajo. Y así sigue la cadena. Lo importante es tener a alguien a quien pisar. Y si miras hacia abajo y descubres que no hay nadie, entonces estás bien jodido. Tienes que agachar la cabeza, y decir que sí a todo. Sí a un sueldo miserable. Sí a aceptar horas extras sin pagar. Sí a unas condiciones de trabajo infrahumanas. Sí a barrer el suelo con la lengua si hace falta si con eso consigo llevar un mendrugo de pan a mi casa.
Pero ya está bien. Hasta aquí hemos llegado. Algunas voces se alzan en el silencio para protestar. Aunque inmediatamente son acalladas con amenazas de despidos, o incluso despidos improcedentes. Por eso hay que tomar otros caminos.
Somos los que vemos la situación y queremos denunciarla. Somos los que estamos hartos de mentiras, de filosofías de empresa tan utópicas como irreales. Somos los que, ante los gritos injustos de nuestros superiores, levantamos la barbilla y defendemos nuestra inocencia. Somos los que decimos “hasta mañana” justo a nuestra hora de salida. Somos los que todavía pedimos que nuestros derechos como trabajadores, y como personas, sean reconocidos. Somos el cambio silencioso.
Somos la resistencia.”

Casi por inercia guardé el papel en el bolso y me fui a casa. Cuando llegué, a mi bebé se le iluminó la cara al verme. En ese instante se me olvidó todo lo del día, y comenzó mi verdadera vida.

miércoles, 19 de octubre de 2011

Tokio Blues (Norwegian Wood), de Haruki Murakami



Sinopsis (de anobii):
Toru Watanabe, un ejecutivo de 37 años, escucha casualmente mientras aterriza en un aeropuerto europeo una vieja canción de los Beatles, y la música le hace retroceder a su juventud, al turbulento Tokio de finales de los sesenta. Toru recuerda, con una mezcla de melancolía y desasosiego, a la inestable y misteriosa Naoko, la novia de su mejor –y único– amigo de la adolescencia, Kizuki. El suicidio de éste les distancia durante un año hasta que se reencuentran en la universidad. Inician allí una relación íntima; sin embargo, la frágil salud mental de Naoko se resiente y la internan en un centro de reposo. Al poco, Toru se enamora de Midori, una joven activa y resuelta. Indeciso, sumido en dudas y temores, experimenta el deslumbramiento y el desengaño allá donde todo parece cobrar sentido: el sexo, el amor y la muerte. La situación, para él, para los tres, se ha vuelto insostenible; ninguno parece capaz de alcanzar el delicado equilibrio entre las esperanzas juveniles y la necesidad de encontrar un lugar en el mundo.

A veces me pasa, como es este el caso, que un libro me gusta tanto que, aún después de haberlo terminado, tengo pegada a mi piel, a mi alma, su esencia. Es lo que me ha pasado con este libro. No es que me haya gustado, es que me ha enamorado.
Es el segundo libro que leo de este autor, aunque el primero, De qué hablo cuando hablo de correr, no es ficción. Es una mezcla de autobiografía y diario, en el que Murakami cuenta cómo se aficionó a correr, (ha llegado a correr ultra-maratones, es decir, carreras de 100 km), pero a la vez va contando cómo se convirtió en escritor. Para él ambas cosas están unidas. Lo recomiendo para quienes hayan leído a Murakami y les haya gustado, es una forma de conocerle más “íntimamente”. Pero, aunque me gustó, no es ficción, y ahí no sabes si su estilo de prosa, las historias que cuenta o los personajes que habitan en ellas te van a convencer. Pero, afortunadamente, sí que me ha convencido. Y mucho.

La historia comienza en un avión. Toru Watanabe aterriza en Alemania y en el avión suena Norwegian Wood, de los Beatles. Gracias a esa canción Watanabe se ve arrastrado, casi físicamente, al pasado. A sus años de universidad. Allí se reencontró con Naoko, la novia de su mejor y único amigo, que se suicidó a los 17 años sin dejar una nota. La relación que les une, a Naoko y a él, es extraña, pero irremediable. Comparten una muerte. Pero Naoko es muy frágil, le acosan más fantasmas además de Kizuki, su novio muerto, y tiene que ser ingresada en un hospital. Watanabe no se olvida de ella, le escribe, va a visitarla. Pero mientras tanto, en la universidad, conoce a Midori, una extraordinaria chica que le hará dudar de su amor incondicional por Naoko.
Lo cierto es que me costó un poco meterme en la lectura. Pero tardé dos páginas, literales, en hacerlo. Porque es como intentar salir de la autopista hacia un sendero: irremediablemente tienes que frenar. Es un libro para leer sosegadamente, para saborear cada palabra, para recrearte en las sensaciones que te deja. Y el ruido de mi cabeza, provocado por el ritmo de vida que llevo, al principio no me dejó disfrutar. Pero pasadas esas dos páginas coger el libro para mi era como un escape hacia otro mundo. Hacia Tokio, con Watanabe, Naoko y Midori. Me lo he tomado con calma, lo he leído tranquilamente, disfrutando de cada momento.
La historia es una historia muy triste. Es melancolía pura. Pero Murakami ha sabido transmitir esa tristeza, el dolor de perder a un ser querido sin explicación, sin caer en sentimentalismos absurdos ni frases manidas. Lo ha sabido contar como la cosa natural que en realidad es. Tanto, que he vivido ese dolor, esa melancolía, como si fuera mía. Era tan cercana, siendo en realidad tan lejana en el tiempo y en el espacio. (Ocurría en Tokio a finales de los 60).
Haruki Murakami
El estilo de Murakami me ha encantado. La prosa es muy sencilla, pero a la vez muy profunda. No sé por qué, pero tiendo a pensar que la profundidad está reñida con la sencillez, pero en esta novela el autor nos da una lección maestra. Y me he enamorado de cada uno de los personajes, hasta de los más desagradables. Todos ellos son reales, no es que lo parezcan, es que lo son. Con sus complejidades, sus problemas, su vida. Cada uno de ellos con su propia forma de pensar, su propio lugar en el mundo.
He señalado algunos pasajes que me han encantado. Si por mi fuera pondría aquí todo el libro, pero no procede. Es para leerlo en la intimidad. Pero aquí van un par de esos fragmentos, a ver si convencen a alguien:

El único recuerdo que conservo de 1969 es el de un lodazal inmenso. Un profundo lodazal, viscoso y pesado, donde cada vez que daba un paso se me hundían los pies. Y yo lo cruzaba haciendo un esfuerzo sobrehumano. No veía nada, ni delante ni detrás de mi. Sólo un cenagal de tientes oscuros extendiéndose hasta el infinito.

Cuando murió Kizuki aprendí una cosa. Quizá me resigné a hacerla mía: “La muerte no se opone a la vida, la muerte está incluida en nuestra vida”.
Es una realidad. Mientras vivimos, vamos criando la muerte al mismo tiempo. Pero ésta es sólo una parte de la verdad que debemos conocer. (…) El conocimiento de la verdad no alivia la tristeza que sentimos al perder a un ser querido. Ni la verdad, ni la sinceridad, ni la fuerza, ni el cariño son capaces de curar esta tristeza. Lo único que puede hacerse es atravesar este dolor esperando aprender algo de él, aunque todo lo que uno haya aprendido no le sirva para nada la próxima vez que la tristeza lo visite de improviso”

Me ha gustado tanto que no sólo leeré más títulos de Murakami (tengo varios en el kindle), sino que algún día releeré Tokio Blues, para volver a este pasado de Watanabe, con tintes sepia. Tengo curiosidad por saber si la segunda lectura me gustará tanto como la primera. El tiempo dirá.

Tokio Blues (Norwegian Wood)
Haruki Murakami
Editorial Tusquets
384 páginas


jueves, 13 de octubre de 2011

Espía de Dios, de Juan Gómez-Jurado


Sinopsis (de anobii):
La elección de un nuevo Papa, tras el fallecimiento de Juan Pablo II, se ve enturbiada por los asesinatos de dos cardenales muy bien situados para la sucesión del Pontífice. Roma, 2 de abril de 2005. El papa Juan Pablo II acaba de morir y la plaza de San Pedro está llena de fieles esperando el último adiós. Mientras se inician los preparativos para el cónclave del que ha de salir un nuevo Pontífice, dos cardenales liberales de la Iglesia aparecen asesinados siguiendo un mismo y macabro ritual que incluye la mutilación de miembros y mensajes escritos con simbología religiosa. Durante la investigación, la inspectora Dicanti se adentra en los oscuros secretos del Vaticano, aquellos que hablan de conspiraciones nada decorosas y de un centro de rehabilitación para sacerdotes con historial de abusos sexuales.
Espía de Dios es un thriller trepidante plagado de acción, violencia y misterio, en el que la realidad y la ficción se mezclan para inquietarnos con lo que, sin ser cierto, bien podría serlo.

Estaba de vacaciones en Vera, Almería, y me llevé unos tres o cuatro libritos de relatos cortos para leer en una semana. Pero por la tarde nos íbamos por el paseo marítimo hasta Garrucha, y allí, cerca del puerto, descubrí mi perdición. Había un puesto de libros donde había de todo: libros de bolsillo, tapas duras, infantiles. Y vi una edición de Espía de Dios, de Juan Gómez-Jurado por 4 euros. No pude resistirme. Lo empecé la misma noche, y lo terminé al día siguiente de llegar a casa.
Esta novela aúna varios elementos: un asesino en serie, un cónclave de la iglesia católica, pederastia, un amor imposible... Y todo ello narrado de una forma ágil, creando expectación sobre la trama, y, además, dando datos reales acerca del gran problema que ha sido la pederastia entre los curas católicos.
La verdad es que es una lectura que he disfrutado, porque me ha entretenido durante el tiempo que lo he leído, pero no es un libro que recordaré. Está en la línea de El Código Da Vinci de Dan Brown, o El Ángel Perdido de Javier Sierra. Son libros que tratan de misterios, en este caso es un asesino en serie que se dedica a eliminar cardenales que optan al puesto de Santo Padre, y que tienen también el punto romántico, además de una trama que juega con la veracidad o no de lo que expone. Cada capítulo te acerca más al final, pero todo es como una carrera, como una maraña que hay que desenredar, y que queda completamente despejada hacia el final.
Los personajes no es que sean de lo más profundo, pero se dejan imaginar. Y hasta creer, en algunos casos. Lo malo es que para conocerlos lo que hace el autor es contarnos cosas de ellos, no hacernos sentir lo que sienten. Lo que hace difícil meterse en su piel, sentir su angustia o su ansia por coger al asesino, de modo que no me he sentido muy empatizada con ellos.
Mi nena y yo en la playita
La historia la cuenta un narrador omnisciente, hablando en ocasiones por un personaje, o por otro, y en algunos momentos ha habido un cambio de estilo que me ha descolocado. Sobre todo me ha parecido poco acertado, porque el autor cambia de perspectiva sobre todo para hacernos ver la relación de Paola con su jefe, y la que tendrá con el investigador especial que le envían desde el FBI. Pero no ha conseguido hacerme creer ninguna de las dos. Con la primera, al principio del libro parece una cosa, y al final se ha convertido en otra más profunda. Y con la segunda lo que parece es que ha metido un elemento romántico con calzador, es la parte del argumento que más me ha fallado. No me he creído que fuera real, ha quedado muy artificial.
Con respecto al resto del argumento, quitando ese elemento romántico que no he conseguido creerme, es muy coherente, e interesante. A pesar de que conocemos la identidad del asesino desde el primer capítulo la intriga no desaparece. Más bien al contrario. Aumenta porque, intercalados con los capítulos del presente, el autor introduce capítulos donde conocemos el pasado del asesino, su turbulento pasado de clérigo católico que abusó de niños con (casi) el beneplácito de sus superiores, que miraron para otro lado y compraron el silencio de las familias.
Y esa es la parte que más interesante me ha parecido del libro: los datos reales del gran problema de pederastia que hubo (o hay) en la iglesia católica. Aquí se nota que Juan Gómez-Jurado se ha documentado exhaustivamente, y el libro está plagado de notas a pie de página que me han encandilado y horrorizado a partes iguales. (Encandilado por asimilar nueva información interesante, horrorizado por el contenido de esa información).
Conclusión: la novela me ha entretenido, que era lo que quería en vacaciones. Hay cosas que no me han convencido, pero no le restan valor al libro. Cumple su función, con el añadido de recibir información acerca de un tema controvertido.
Lo recomiendo para quien busque evadirse un rato con una buena historia de asesinatos.


Espía de Dios
Juan Gómez-Jurado
Roca Editorial
318 páginas

viernes, 7 de octubre de 2011

Rock and Literature Dreams...

Bajo este título quiero inaugurar una nueva sección donde daré a conocer mis modestos escarceos con la literatura. Para esta primera semana he elegido rescatar un relato antiguo, que ya publiqué en mi otro blog, porque tenía pensado otra cosa, pero me ha pillado el toro. 
Este relato se titula: "El Tapón de Jack Daniels" y lo escribí a petición de un amigo. Él lo había escrito desde el punto de vista de un chico, y me pidió que escribiera el punto de vista de la chica. Espero que lo disfrutéis, y que no seáis muy malos conmigo.
¡Feliz Viernes!

El tapón de Jack Daniels

Salimos de allí algo aburridos, yo estaba hasta las tetas de todos aquellos gilipollas babosos diciendo chorradas. El alcohol, ya se sabe, a ellos les hacía parecer más idiotas de lo que eran y a mi más intransigente y arisca de lo normal. Él sacó una botella, no sé de dónde, siempre me sorprendía así, sin saber cómo. Sacaba botellas de todas partes. Si le hubieran dado una chistera habría sacado una paloma, o un conejo… u otra botella. Como un mago.
Me caía bien. Sí, y eso que estaba en mi peor época, y además borracha. En aquellos momentos no había nadie bueno para mí, pero él me caía bien. Aunque no pasé por alto el hecho de que había perdido el negro tapón de Jack´s Daniels, claro que ahora que lo pienso, cualquiera encontraba un tapón negro iluminado tan sólo por la enfermiza luz de la Luna.
Me encendí un cigarro. Me quedaban pocos, pensé que después me acercaría a comprar otro paquete. Cada día estaban más caros, y yo sin un puto duro… Nos sentamos en un banco, en el respaldo con las piernas apoyadas en el asiento. No hay manera de estar cómodo en un jodido banco de madera. Le di una calada al cigarro. Él me miraba. Solté el humo. Él me seguía mirando. Levanté la mano y volví a llevarme el cigarro a los labios. Sus ojos clavados en mi cara. Mis ojos buscando apoyo en las estrellas. De nuevo el humo sale de mis pulmones. Es una putada esto del tabaco. Él sigue mirándome. El caso es que a mí me gusta fumar. ¿Se decidirá a hablar o seguirá como un búho, sus ojos clavados en mí? Coño, que no soy tan guapa, lo sé, l tengo asumido. Tío, me caes bien, pero como sigas así voy a tener que darte una foto…
- Para ti… ¿qué es la amistad? – Me quedé flipada mientras él bebía, para variar, mirándome.
Y éste tío de qué va. A estas horas mi cerebro no funciona bien. El alcohol, el tabaco, el ruido y los gilipollas que me sacan temas transcendentales de conversación, lo atrofian.
- No sé… ¿Y para ti?
- Yo pregunté primero.
Pues vaya.
- Y yo después, ¿qué más da?
Antes de contestarme, volvió a beber. Lo tomé como un intento de aunar fuerzas, así que me preparé para un golpe de profundidad absoluta. Abrí bien los ojos, valiente estupidez, como si las palabras se pudieran ver, y los clavé en los suyos.
- Creo que la amistad es la relación entre dos personas a las que no les importa perder el tiempo juntos y además comparten algo, por muy pequeño o nimio que sea.
Ya, y yo me creo que me lo dices para impresionarme. Le seguí mirando, por si se estaba riendo de mí, y mientras, intenté digerirlo…
Dos personas a las que no les importa perder el tiempo juntas… Bueno, por ahí va bien, estamos perdiendo el tiempo juntos, pero preferiría ir a por un cigarro, ya se me acabó el paquete. Que comparten algo… Hasta las tetas estoy yo de compartir novios con mis amigas… Y por ahí le veo que cojea.
- No está mal…
- ¿Qué?
Supuse que habría cambiado de pensamiento.
- Digo tu definición. Está muy bien y todo eso, pero…
- Pero, ¿qué?
Vaya, se ha puesto a la defensiva.
- Pero que no tienes en cuenta algunas cosas.
- ¿Cómo qué?
- Como esto.
Le di un beso en la boca. Un pequeño pico. Fue muy dulce, la verdad, él apenas me rozó con sus labios, todavía no acababa de creerlo. Sabía que él lo deseaba desde hace bastante, sabía que yo le iba, y eso que lo disimulaba muy bien. Una tiene instintos, qué se le va a hacer.
Una amistad tiene cosas, por nimias que sean, que no se deben compartir.
Unos minutos más tarde intentó volver a besarme. ¡Mierda! Debí haberlo imaginado. Hay regalos que no se entienden. No me gustaba, simplemente me caía bien y me apeteció darle un beso.
- ¡¿Qué haces?!
- ¿Cómo que qué hago?
Pobrecito, se había perdido entre la niebla. Claro, si ya lo decía mi madre, que no hay que ser tan imprevisible, que no fuera tan loca por la vida.
- Estate quieto, ¡joder!
- Y tú, ¿qué coño te pasa?
Perdido totalmente. Esto te pasa por juntarte conmigo, chaval, asume las consecuencias. Claro, que tampoco vengo con un cartel advirtiendo de los peligros que corres al juntarte conmigo.
- Sólo te estaba demostrando que a tu definición le faltaba algo. Hay cosas que no se pueden compartir…
- Ahhh… Sí… Bueno… ¡Joder!
Más perdido que un pingüino en un jacuzzi.
Tiró la botella contra un árbol, y ambos la observamos en silencio mientras se burlaba de nosotros al no romperse. ¿De qué hacen hoy día éstas botellas? ¿De hormigón armado? Volvió a mirarme.
Yo ya sabía que le gustaba, pero odio las demostraciones. Esa noche no estaba para demostraciones.
- Me piro.
- ¡Haz lo que te de la puta gana!
Pedazo de borde. Si empezaste tú.
- ¡Que te jodan! ¡Vale!
- ¿No te ibas?
Cada día más borde. A cada momento crece tu bordería, majo. No haber preguntado.
- Sí. Hasta luego.
Volví al local. Pero no volví para quedarme. Me pillé un litro de vodka con limón, y un paquete de tabaco. Me encendí un cigarro enseguida, y me marché, a ver si lograba perderme.
Esa noche no estaba para demostraciones.
Me acababan de demostrar algo muy importante, algo que me dejó hecha trizas. La amistad no es nada. Se rompe con mucha facilidad.
Me caía bien, pero no habría amistad entre nosotros.




martes, 4 de octubre de 2011

Reckless. Carne de Piedra, de Cornelia Funke


Jacob Reckless tiene catorce años y su padre ha desaparecido hace tan solo uno. Pero a él le encanta entrar en su despacho vacío y fingir que le está esperando. Hasta que un día encuentra un papel entre las hojas de un libro que le muestra la llave para entrar en el espejo. Así descubre un mundo mágico en el que se adentra cada vez más. Doce años después comete un grave error, permite que su hermano le siga. Y en el mundo extraño, Will, su hermano pequeño, es herido por un goyl. La carne de piedra se extiende por su cuerpo, transformándole, y en ese mundo mágico y oscuro no hay ninguna magia capaz de curarlo. Pero Jacob está dispuesto a hacer lo que haga falta para salvar a Will.

Carne de Piedra es el primer libro de una nueva trilogía de la autora de libros infantiles y juveniles, ilustradora de sus propios libros Cornelia Funke, más famosa por otra trilogía, Mundo de Tinta. En este caso concreto, por lo que he leído por internet, Cornelia se ha inspirado en los cuentos de los hermanos Grimm para crear un mundo fantástico, al que viaja Jacob Reckless con la esperanza secreta de encontrar a su padre, y en el que tiene que salvar a su hermano de un final peor que la muerte. Pero en los cuentos todo está dulcificado, y el mundo tras el espejo es mucho más siniestro. No hay finales felices. No hay un “comerán perdices”. Hay magia, hay oscuridad, y hay muchos peligros. Jacob lleva doce años haciendo de ese mundo su mundo, y con la ayuda de Zorro, una niña que se transforma en zorra, ha conseguido muchos tesoros para la reina. Incluso sobrevivió a un Hada. Pero no está preparado para enfrentarse a la pérdida de su hermano, porque aún no ha superado la pérdida de su padre. Por eso hará honor a su nombre, Reckless (temerario) y se embarcará en una aventura plagada de fantasía.
Cuando me enteré de que era trilogía ya llevaba la mitad del libro (espabilada que es una...), y me temí lo peor: que la aventura no concluyese. Pero me equivoqué. La aventura concluye dejando un par de líneas argumentales abiertas para continuar con la trilogía.
Este libro es un libro de aventuras, un libro de magia. Tiene todos los elementos clásicos de los cuentos de los hermanos Grimm, está impecablemente escrito, con un gran estilo narrativo, y unos personajes que no son del todo clichés. Pero no me ha convencido. No ha conseguido engancharme a la historia, de hecho había capítulos en los que me desesperaba porque llegaran ya donde tenían que llegar e hicieran lo que tenían que hacer. Para ser de aventuras, tiene un ritmo algo irregular. O quizás no sea por el ritmo, quizás es que la narración es demasiado espesa como para darle ese toque de velocidad que necesita. Por más que le doy vueltas no consigo concretar por qué no consiguió engancharme.
Lo mejor de la historia es la ambientación. Funke reúne todos los cuentos de los hermanos Grimm, que ya de por sí son algo más duros que las versiones disney, y los transforma en algo oscuro. Por poner un ejemplo, La Bella Durmiente nunca ha despertado. Además, es un mundo que está adoptando algunas tecnologías de nuestro mundo, con lo que hay una mezcla extraña entre magia e industrialización.
Lo peor de la historia quizás sean los personajes. Se muestran de repente, sin apenas presentaciones, y vas descubriendo poco a poco cómo han llegado allí. Jacob tiene un diálogo consigo mismo en ocasiones, que no me ha gustado nada. Y los “malos” son aburridos. Son seres de piedra que no dan todo el juego que pretende la autora con las persecuciones.
En fin, supongo que si alguien ha leído a Funke anteriormente y le ha gustado, le gustará éste. O por lo menos probará. Mi conclusión es que no continuaré con la trilogía, porque se me ha quedado soso este libro, y no tengo ni curiosidad por cómo continuará su aventura.


Reckless. Carne de Piedra
Cornelia Funke
Editorial Siruela
358 páginas