martes, 12 de febrero de 2013

La vida frenética de Kate, Allison Pearson

Este podría ser un libro típico de chick-lit, pero no lo es. La protagonista no es una joven en busca del amor, sino una madre de dos hijos casada y con un trabajo agotador. Trabaja en la City londinense, para una empresa que se dedica a invertir en bolsa para otros. Es buena en lo que hace, pero no es tan buena repartiendo el tiempo entre el trabajo (un monstruo que exige mucho), el marido y los dos niños. Se siente como si estuviera en todas partes y en ninguna a la vez. A través de su propia visión asistimos a un año de su vida, en el que parece vivir siempre en una cuerda de funambulista.

La novela está escrita en primera persona, es Kate la que cuenta su propia experiencia, lo que hace que empatices con ella y lo veas todo desde su punto de vista. Aunque a veces no estés de acuerdo. No tiene mucho artificio, nada de lenguaje sofisticado ni de giros sorpresa de argumento (quizás uno, pero se veía venir...), pero ofrece una historia amena con personajes muy realistas. Sobre todo los niños. Mira que veo complicado dibujar a los niños en las novelas, pero aquí aparecen como lo que son: dos pequeños monstruitos que demandan tiempo y cariño de su madre.

Se lee en un suspiro, quizás no tanto por lo adictivo de la historia (que también), sino por esa vena macabra que tenemos todos los humanos, y que nos hace aminorar cuando vemos un accidente. Porque vivir la vida de Kate es como ver un accidente estrepitoso a cámara lenta. No puedes hacer nada por evitarlo pero tampoco puedes dejar de mirar. Ni siquiera quieres hacerlo.

Kate es una madre muy inteligente que intenta mantener las prioridades de su vida en equilibrio. El problema (tal como lo veo yo) es que no las tiene en el orden correcto. Pero me encanta su ironía fina y su manera de solventar los problemas que se le vienen encima. Y, por encima de todo, me ha encantado su visión de la maternidad y de las otras madres.

No mitifica la maternidad. Tan solo le gusta ser madre, aunque a veces no le gusten los niños. O como se portan, para ser exactos. Y por qué, se pregunta, tiene que demostrar ante las otras madres que a pesar de trabajar puede ser una buena madre.
MiniP y yo mirando a los patos

Eso me ha dado que pensar. Está ambientada en Londres, pero bien podría ser Madrid. Mientras leía la novela repasaba mentalmente a las madres que he conocido y que conozco y creo que al menos he descubierto una por cada una del libro. Real cien por cien. A veces triste, pero siempre cierto. Me ha hecho recapacitar mucho sobre la maternidad, la mía, y he llegado a la conclusión de que me gusta ser madre, y que estoy bastante satisfecha con cómo lo estoy haciendo. Aunque yo no soy Kate, porque para empezar yo no tengo una carrera sino un trabajo. Pero aún así me enfrento día a día a la vida frenética de Kate: madrugar, trabajar, ocuparte de tu peque e intentar participar en actos sociales no por tí, sino por ella. Y ahí te encuentras lo mismo que se encuenta Kate. Miradas de extrañeza cuando no coincides con la opinión de otras madres “extremistas”. Porque mi nena toma zumos de súper y otros solo naturales, por ejemplo. O porque no la he llevado al médico por unos simples moquetes. O porque no la regaño si se está subiendo a una piedra. Quizás sea mala madre porque soy pasota, pero prefiero eso que meter a mi niña en una burbuja y que no viva una infancia normal. O porque la hablo como si fuera una persona y no un niño tonto. Y luego está la gran incógnita, lo más importante a la edad que tiene la mía (dos años y medio): la cuestión del colegio y la educación. Tardes y tardes en el parque debatiendo qué colegio es mejor, si es mejor que hagan muchos deberes o pocos, y si la peque no sabe los colores o contar se quedará atrás en el cole. Por no decir la cara de lástima de algunas porque no la llevo a guardería. “Uy, pobre, se va a quedar atrasada”. Y mi cara de incredulidad, porque estamos hablando de niños tan pequeños que su cerebro prácticamente es plastilina en nuestras manos. 
 
Y las peores madres de todas son las que parecen abundar más, por lo menos bajo mi punto de vista. Son las que hablan de sus hijos como si fueran un estorbo, un castigo estar con ellos. Y curiosamente se da más en casos en los que las susodichas han removido cielo y tierra para quedar embarazadas. Son las madres sufridoras, y me miran, a mi que disfruto haciendo el tonto con mi hija, que hasta cuando me saca de quicio no la veo como un elemento que sufrir, sino como una persona a la que amar, me miran, digo, como si yo fuera la loca y la posición correcta fuera la suya. O como si me tomara esto de la maternidad como la cosa más normal del mundo, cuando en realidad es más complicado que la física cuántica. Kate hace malabarismos, pero no física cuántica. Sabe que la fórmula es sencilla.

Todas tenemos un poco de Kate dentro. O de alguna de las otras madres, aunque yo prefiero ser como Kate. Porque aunque no lo tiene muy claro a veces, siempre lo intenta. Y, quién sabe, a lo mejor alguna vez le sale bien para variar, ¿no?

Me ha gustado, lo recomiendo aunque solo sea para satisfacer el lado más macabro de nuestra naturaleza. No es un clásico, pero entretiene y hace sentir emociones. ¿No es ese el motivo por el que leemos?



martes, 5 de febrero de 2013

Transmutación, de Sergio G. Ros


Conocí las letras de Sergio gracias a una lectura conjunta de su novela El Ladrón de Compresas. Me gustó mucho la prosa, los diálogos y la historia, y decidí investigar un poquito más. Descubrí que tenía más novelas publicadas y algunas de la temática que más me gusta: el terror. Decidí que tenía que leer más de este novelista, y en cuanto tuve hueco así lo hice.
Etiquetar una novela como Transmutación es muy complicado. De hecho la sinopsis de Amazon se limita a una línea. Todo comienza cuando Daniel, un chico universitario y hasta el momento totalmente anodino, decide robar un coche que encuentra arrancado en mitad de la calle. Ese coche pertenece a Jumba Jud, un enorme congoleño, y cambia la vida de ambos de una forma que ninguno es capaz de imaginar.
Comienza fuerte, pero con una simpleza: el robo de un coche. Pero eso no es más que el extremo de un hilo, que el autor se encarga de que cojas y tires de él. Te engancha con su estilo narrativo aparentemente sencillo, de lectura fácil, que te pone en situación enseguida y te atrapa en la historia de manera que estás ahí dentro, como un espectador invisible. Te engatusa para que sigas tirando, y cuando te quieres dar cuenta lo que tienes ante tí es una madeja enorme de una lana que jamás hubieras imaginado. Porque la historia no es sencilla, y abarca una inmensidad no solo espacial, des España, pasando por Congo y Maine, sino también sensorial, con la magia, el realismo y los sucesos extraños.
Hablar de Maine a mi siempre me evoca a Stephen King. Y creo que aquí no es casualidad que haya sido precisamente ese estado del pais norteamericano el elegido. Porque se nota que al autor le gusta el rey del terror, incluso le hace un guiño llamándole cuatro ojos a través de uno de sus personajes.
La narración es a dos voces, una voz te cuenta la historia en tercera persona desde el punto de vista de Jumba Jud, y la otra es la del propio Daniel. Vas alternando de uno a otro, del otro al uno, del presente de Daniel al presente de Jumba, y también a su pasado, parte muy importante para entender toda la historia. Porque al final todo se entiende, todos los hilos encuentran su final, su remate, lo que a mi, personalmente, me encanta.
De la calidad de la narración quería destacar los diálogos. Son excelentes. Dinámicos, reales, creíbles. Es algo muy complicado de conseguir, pero Sergio G. Ros lo tiene dominado. El resto acompaña, completando una novela muy completa. Todos los personajes tienen su profundidad, la labor de documentación se hace patente también, pero sin apabullar. Habla de armas, de artes marciales, de lugares y aunque no entiendas de ello o no hayas estado no hace falta, Sergio te lo expone de tal modo que lo ves, lo palpas, lo sufres.
Aunque es una novela compleja de etiquetar, que abarca un poco de todo, yo sí la recomendaría. A no ser que lo único que te guste sea el realismo puro, que entonces no te va a gustar. Porque aquí hay violencia, pero también hay magia, elementos sobrenaturales, y mucha acción y misterio.
Está en Amazon a un precio de risa. Y si lo preferís en papel, también lo teneis disponible.
No os arrepentiréis.