martes, 26 de agosto de 2014

Nubes de Ketchup, de Annabel Pitcher


Una chica comienza a escribir a un preso, que está esperando su ejecución en el corredor de la muerte, y en la primera carta le confiesa que le escribe porque ella también ha matado a alguien. Con esta confesión, dura pero nada fría comienza una novela que devoré en un par de días.
Y es que es adictiva. Es una novela epistolar, únicamente conocemos lo que Zoe (nombre ficticio) le confiesa en las cartas al preso. Los hechos, el mal que ella hizo, que sucedió casi un año atrás. El lenguaje, juvenil, está muy conseguido, nada de artificial ni artificioso. De los personajes conoces poco, tan sólo la visión parcial de Zoe, pero sólo con eso consigue crear una atmósfera de realismo, de personas que bien podrían ser reales.
Todo eso unido a la dosificación de información consigue hacer de esta novela una adicción. Esta novela trabaja muy bien este punto, en cada capítulo vas descubriendo un poquito más, una esquinita, un pequeño atisbo. Hasta que llegas al final no sabes bien a quién ha matado y qué es lo que ha pasado.
Y el final... Tan agridulce... No defrauda, de hecho he empatizado tanto que alguna lagrimilla sí que eché. Es triste, muy triste, aunque esperanzador. Pero sí me he quedado con las ganas de... bueno, de otra vertiente, que tampoco puedo decir nada para no reventarle el final a nadie.
He oído por ahí (y con eso quiero decir que me lo ha dicho mi hermana) que es mejor la primera obra de la autora, Mi hermana vive sobre la repisa de la chimenea, pero como yo ése aún no me lo he leído no puedo comparar. Y quizás sea mejor. Porque así he podido disfrutar de esta novela, que me ha entretenido y me ha conmovido, ofreciendo ésto de una manera original.
Por supuesto, lo recomiendo.

viernes, 15 de agosto de 2014

Mamá en apuros: vacaciones en la playa (I)

Llegan las vacaciones, un período ansiado por todo el mundo. Para descansar, para disfrutar, para hacer lo que a uno le venga en gana. O, para ser más exactos, lo que nos dejen, porque para una mamá en apuros como yo las vacaciones son para que la peque disfrute, independientemente de que lo hagamos los mayores o no.

Una semana al año salimos fuera. Solemos ir a algún sitio de playa, pero antes de tener a la peque, buscábamos hoteles con piscina porque la playa la pisábamos apenas diez minutos. No teníamos ni sombrilla, ni sillas, ni ningún aparejo playero por excelencia. NO NOS GUSTA LA PLAYA. Y lo digo así, con mayúsculas y sin taparme los ojos para que no se me reconozca. El plural nos incluye a mi y a papá en apuros.

Pero la cosa cambió cuando tuvimos a MiniP. El primer año, de bebé, nos libramos porque nació a finales de agosto, y nos fuimos una semana en noviembre. Pero a partir de ahí todos los años ha tocado playa, y no me refiero a playa como un genérico que indica que voy a un lugar de costa aunque no me arrime a la arena ni aunque me peguen. Me refiero a que nos hemos comprado sillas, sombrilla, y hasta la tienda de campaña partida por la mitad que venden en Decathlon, y que, digamos la verdad, viene de lujo para echarse la siesta.

No sé qué tiene la arena que los mayores la aborrecemos pero los pequeños la adoran. Desde que la llevamos por primera vez con un añito recién cumplido (ese año fuimos en septiembre), hasta este mismo año que cumplirá los cuatro, a MiniP le ha perdido la arena.

Se reboza, hace agujeros, la pone en un cubo, la quita del cubo... Con las manos, con los pies, con las palas de plástico... Le encanta la arena. Y quiere compartir su alegría y alborozo con sus padres. Nosotros nos miramos, yo le enseño el libro que estoy leyendo y le digo: "muy bonito, cariño". Papá en apuros suele transigir y acaba haciendo castillos con ella, sentado en la arena. Soportando esos granitos del infierno que se cuelan por todos los sitios en los que encuentra hueco, y por donde no hay hueco, también.

Y luego, cuando toca irse, toca limpiar a la peque. Ella está tan feliz, rebozada como una croqueta, pasándote sus manos llenas de barro por tus piernas, tus brazos y hasta por tu cabeza, porque, qué le vamos a hacer, tengo una niña un tanto inquieta. Me la llevo, cogida por dos dedos, a la orilla de la playa, y le quito el bañador. De primeras sale como un kilo de arena comprimida y mojada del bañador. Y otro medio kilo repartido por todo el cuerpito de MiniP. No me quiero agachar mucho, porque ya estoy seca y no me quiero mojar el culo, pero eso a MiniP le importa poco y se divierte salpicándome agua. En venganza le echo agua desde el cuello hasta el culo, con poca delicadeza, todo hay que decirlo, porque no soporto que me salpiquen agua cuando lo que quiero es estar seca. Ella lloriquea y yo me pongo más frenética, lo que hace de una mañana de playa algo muy estresante.


Lo peor es cuando salimos del agua. Con todo el cuidado del mundo la cojo en brazos (pese a que eso signifique que acabe algo más mojada todavía), y la dejo en la esterilla para secarla. Me giro a por la toalla, y a la que vuelvo me encuentro a la niña, desnuda, haciendo la croqueta en la arena. Mi grito de ¡MiniP! se escucha hasta en las montañas de Madrid, y, de nuevo con dos dedos, la cojo del brazo y la llevo de muy mala hostia a la orilla a limpiarla. Yo voy que echo humo mientras MiniP, y los demás bañistas, se parten de risa a mi costa.

Pero no es sólo la arena lo que odio de la playa. Otra cosa que no soporto es la gente. Sí, es lo que tiene ser asocial, si no soporto a las personas de una en una, cuando hay una playa entera para mí es insoportable. Porque además, la gente, así en general, es idiota y maleducada.

Llegamos más o menos temprano a la playa, y escogemos un sitio por detrás de las miles de sombrillas que ya están plantadas desde las seis de la mañana. No estamos demasiado lejos del agua, para poder ver a la peque si se va a jugar, y hemos dejado espacio suficiente entre los demás vecinos, para no molestar. Pues no falla, todos los días, y cuando digo todos quiero decir TODOS LOS PUTOS DÍAS, llega alguien una o dos horas después que nosotros, y se planta en un hueco minúsculo que queda entre las sombrillas que ya estaban y la orilla. No tengo muy claro si es porque quieren estar cerca del agua a pesar de que no quieren madrugar o porque sufren un tipo de horror vacui playero. En una ocasión me plantaron una sombrilla entre los pies mientras estaba tumbada leyendo. Me incorporé a mirar al que había invadido mi espacio y no mostró ni una pizca de arrepentimiento. Ni, por supuesto intención de cambiar la sombrilla de sitio. Yo tampoco me moví, por supuesto. Ese día hubiera estado dispuesta a requemarme por no dar mi brazo a torcer. Pero Papá en Apuros, que tiene muy mala leche, pero que en momentos como ese evita enfrentamientos, me convenció para ir al agua primero y a casa después sin quemar entre medias la sombrilla asesina (ni a su dueño, que era lo que de verdad me apetecía).

A pesar de todo seguimos yendo a la playa todos los años. Y el año que viene iremos de nuevo. Porque cuando te metes al agua con MiniP, y la ves nadar con una sonrisa en la cara de oreja a oreja merece la pena. Cuando la ves disfrutar poniéndose de arena hasta las orejas, merece la pena. Y es que su alegría es la mía.

Aunque, eso sí, las tardes las pasamos en la piscina, que ella disfruta mucho en el agua, y yo también (sin arena).



martes, 5 de agosto de 2014

Chavs, la demonización de la clase obrera, Owen Jones



Contraportada: En la Gran Bretaña actual, la clase trabajadora se ha convertido en objeto de miedo y escarnio. Desde la Vicky Pollard de Little Britain a la demonización de Jade Goody, los medios de comunciación y los políticos desechan por irresponsable, delincuente e ignorante a un vasto y desfavorecido sector de la sociedad cuyos miembros se han estereotipado en una sola palbra cargada de odio: chavs. En este aclaado estudio, Owen Jones analiza cómo la clase trabajadora ha pasado de ser "la sal de la tierra" a la "escoria de la tierra". Desvelando la ignorancia y el prejuicio que están en el centr de la caricatura chav, retrata una realidad mucho más compleja: el estereotipo chaav, dice, es utilizado por los gobiernos como pantalla para evitar comprometerse de verdad con los problemas sociales y económicos y justificar el aumento de la desigualdad. Basado en una investigación eshausiva y original, este libro es una crítica irrefutable de los medios de counicación y de la clase dirigente, y un retrato esclarecedor e inquietante de la desigualdad y el odio de clases en la Gran Bretaña actual.

He de reconocer que nunca me habría leído este libro si no llega a ser por mi hermana. Y a ella se lo recomendó @silviabroom, así que desde aquí doy las gracias a ambas, porque no solo me ha gustado, si no que ha ayudado a que algo terminara de hacer clic en mi cabeza y ahora tengo las cosas un poco más claras.

El ensayo estudia el odio que existe hacia la clase obrera en Gran Bretaña, pero es tan extrapolable a lo que está pasando en España ahora que asusta. Y asusta por lo fácilmente manipulables que somos como sociedad, por nuestros gobiernos, y sobre todo, por los medios de comunicación de los que nos fiamos a pies juntillas. Si sale en la tele debe ser cierto, y así se ha ido ampliando el abanico de lo que puede salir y de lo que no. De modo que lo que hace algunos años era impensable, como el arremeter contra la clase obrera, que con su sudor y su trabajo sostenía la mayor parte de la economía del pais, hoy día es casi obligatorio.

En el ensayo Owen Jones nos muestra de dónde vienen estos lodos: la política de Tatcher, que en los ochenta se decidió a ganar una lucha de clases que negaba hasta la saciedad que existiera. Y una de las mejores tácticas consistió justamente en negar que existiera tal lucha, y en convencer a todo el mundo para que quisieran ser de clase media. Continuaron eliminando el trabajo industrial del que podían sentirse orgullosos los obreros, y sustituyéndolo por trabajo precario y mal pagado la mayor parte en sector servicios. ¿Nos va sonando algo?
Owen Jones

Por lo que he leído, la denominación Chav podría equipararse a nuestro Cani o Choni. Nos metemos con ellos porque son de bajo estrato y sin cultura, sin profundizar en por qué no tienen cultura o no quieren tenerla, en muchos casos. Jones profundiza en eso y en muchos más prejuicios, como la maternidad adolescente, los abusos de las ayudas del Estado, y nos muestra cómo, de manera hábil y sibilina, nos hacen creer a toda la sociedad que la culpa del sufrimiento de la clase obrera es individual, de cada uno. Si uno no tiene trabajo, es culpa suya, por no buscarlo o no desearlo con suficientes ganas. Si un joven no tiene estudios ni trabajo es porque es un vago y no le apetece hacer otra cosa que vagar por las calles haciendo el gamberro. Pero nos niegan la evidencia, que somos una sociedad y que las cosas en sociedad no se consiguen con individualismos. Los mayores logros en la historia de las sociedades se han conseguido aunando esfuerzos. Lo que los gobiernos hacen es practicar el divide y vencerás. Y lo están logrando, están venciendo.

La narración es amena, con un lenguaje claro y conciso. Es un ensayo muy bien documentado y eso se nota, no sólo en las notas explicativas, que hay muchas, si no también en las entrevistas, y en todo el discurso del ensayo. Lo único que no me ha gustado mucho es que da muchas vueltas para un mismo tema, pone infinidad de ejemplos y explicaciones para dejar clara una sola idea. Quizás sin tantas vueltas la idea se hubiera entendido igual y hubiera sido una lectura algo más amena.

Aunque lenta (me ha durado como dos meses, intercalando otras lecturas), me ha gustado mucho. Aunque pueda parecer que no nos toca nada, porque trata un problema de Gran Bretaña, recomiendo la lectura porque es más común a nosotros de lo que podamos imaginar. Y es que la globalización no sólo es económica o mercantil. También hemos logrado la globalización de los gobiernos, y da igual que sea aquí que en Inglaterra, todos los políticos se parecen, y sus ideas ya no es que sean similares, es que son las mismas.Eso sí, si eres un poco encendido con el tema político, mejor que lo dejes pasar, porque no es una lectura que deje indiferente a nadie. Avisados quedáis.

viernes, 1 de agosto de 2014

Resultado Sorteo Expres, Alguien dice tu nombre


Hoy es viernes, y como había anunciado a las 14:00 h he cerrado el concurso. Los participantes han sido:
  • Susana Palacios, números 1,2 y 3
  • Carmina, números 4, 5 y 6
  • La Hierba Roja, números 7, 8 y 9.
La mano inocente ha sido Random.org y el ganador ha sido:

Tachán, tachán, REDOBLE DE TAMBORES...

¡Enhorabuena!
Ponte en contacto conmigo por mail, o por el MD de Twitter para hacerte llegar el libro.
Siento no haber podido sortear tres libros, pero la nueva temporada traerá más sorteos. Suerte la próxima vez...