viernes, 31 de octubre de 2014

Noviembre: el mes de la novela.



Lo descubrí hace un par de años, por casualidad. Vi el nombre en las redes y me llamó la atención: NANOWRIMO. ¿Nanoqué? Pensé. NANOWRIMO: lo leí como una niña pequeña, juntando las letras: la n con la a naaaa, la n con la o noooo y así: NA-NO-WRI-MO. Luego investigué un poco más y me fascinó la idea.

El nombre es un acrónimo: NAtional NOvel WRIting MOnth: el mes nacional de la escritura de novela. La iniciativa nació en Estados Unidos (dónde si no...), hace unos dieciséis años, para dar prioridad a la creatividad, pero no es exclusivo de ese país. Puedes participar vivas donde vivas.

La idea es bien sencilla (al menos aparentemente): consiste en escribir una novela en un mes. El mínimo de palabras que tienes que escribir son 50.000, que es el mínimo exigible para una novela corta (unas 175 páginas, he leído por ahí). Y ahí te apañas tú, te planificas como veas y vas subiendo la cantidad de palabras a la web. Y el 30 de noviembre validas tu novela, para ver si has superado la cantidad. Si es así, enhorabuena, has ganado Nanowrimo.

La idea es escribir sin pararse a comprobar si está bien o está mal, si es material del bueno o es pura bazofia. Escribir como si no hubiera un mañana, para llegar al 30 de noviembre con 50000 palabras en una novela. De mierda, una novela de mierda, vale, pero ya tienes una base que editar más tarde. Y quién sabe, lo mismo de ese germen medio pocho sale un súper ventas.


Lo que me parece más divertido del asunto es que no lo haces solo. Escribir es una tarea muy solitaria, y además bastante incomprendida. Entre mis conocidos veo caras raras cuando digo que escribo, y eso que no se lo digo a todo el mundo. Pero en Nanowrimo hay foros, hay herramientas de ayuda y hay quedadas por regiones para hacerte sentir en compañía.

En Madrid quedarán esta noche, sobre las once, para cuando el reloj marque la media noche ponerse cada uno a escribir. A mi me parece una manera muy divertida de celebrar Halloween.

Hace dos años, cuando lo descubrí, me apunté, y fue un fracaso total. ¿Y por qué no me apunto otra vez, si me parece tan divertido e interesante? Pues porque sé que no voy a poder conseguirlo. O mejor, sé que si lo consigo será a costa de dejar atrás otro tipo de cosas, como el blog o mi proyecto. Que, por cierto, casi llevo las cincuenta mil palabras que piden en Nanowrimo, pero desde enero, es decir... ¡en diez meses!

No lo descarto para más adelante, pero ahora sé que no es mi momento. Sin embargo animo a cualquiera que sienta el cosquilleo de las palabras en las puntas de los dedos a que participe, porque no hay nada que perder y sí mucho que ganar. Podeis visitar la página aquí.

Y aprovecho para desearos un feliz Halloween. Yo veré una vez más la peli que luego veo también por Navidad, una de mis favoritas. Y para muestra, un botón:

 

martes, 28 de octubre de 2014

El océano al final del camino, Neil Gaiman




Contraportada: «-No sé. ¿Por qué crees que le tiene miedo a algo? Es una adulta, ¿no? Y los adultos y los monstruos no tienen miedo.

-Oh, los monstruos sí que tienen miedo -dijo Lettie-. Por eso son monstruos. Y en cuanto a los adultos... -Dejó de hablar y se frotó su pecosa nariz con un dedo-. Te voy a decir algo muy importante: por dentro, los adultos tampoco parecen adultos. Por fuera son grandes y desconsiderados y siempre parece que saben lo que hacen. Por dentro, siguen siendo exactamente igual que han sido siempre. Como cuando tenían tu edad. La verdad es que los adultos no existen. Ni uno solo, en todo el mundo. -Se quedó pensando un momento. Luego sonrió-. Solo mi abuela, claro está.»



Neil Gaiman no necesita presentación como autor, es, por derecho propio, uno de los grandes. Siempre es oscuro, y sus historias nunca son simples. Y es un excelente narrador. Aquí podría acabar mi reseña, pero como cuando leí Coraline no me terminó de gustar, quisiera explicar por qué este libro no solo me ha gustado sino que me ha encantado.

Me lo regaló mi hermana. Bueno, para hacer honor a la verdad y no desmontar la magia, me lo regalaron los Reyes Magos a través de mi hermana Lady Boheme. Cuando abrí el paquete, pensando que podría ser un balón de fútbol (sí, con un paquete rectangular no hay mucho misterio), me sonrió y me dijo, muy segura ella: "Lo tienes que leer. Te va a ENCANTAR." No sé cómo, pero hasta se apañó para poner las mayúsculas.

Y no le faltó razón. Me ENCANTÓ. Con mayúsculas y todo.

En la contraportada no han puesto una sinopsis, sino una conversación del libro que ilustra muy bien lo que te vas a encontrar. Supongo que no habrá habido nadie que haya sido capaz de hacer una sinopsis decente sin reventar parte de la trama, y a la vez, haciendo atractivo el libro para el lector. Yo tampoco sabría. Por eso he copiado la contraportada.

Puedo contar que el protagonista vuelve de mayor a su pueblo natal, y se acerca al final del camino de su casa. Según va llegando, y descubriendo la casa que hay allí, recuerda a una amiga de su infancia, Lettie. Decide pasar a saludarla. Y es allí, atendido por la madre de Lettie, ya anciana, cuando recuerda una parte de su pasado que estaba enterrada en lo más profundo de su mente. Recuerda contemplando el lago que hay tras la casa, el lago que Lettie llamaba Océano, y aseguraba que por allí llegaron ella y su familia al pueblo.

La trama que cuenta cada vez se va haciendo más oscura e intrigante, manteniendo la atención del lector. Habla del miedo, de lo sobrenatural, pero, sobre todo, de lo natural. Es increíble cómo este hombre retuerce lo más inocente, y lo usa como base para adornar lo más horrible. Y con una prosa sencilla, evocadora, pero genial. Las palabras te absorben y te introducen dentro de ese mundo oscuro, de ese mundo aparte que no haces más que atisbar.

Me parece más que interesante la conversación de la contraportada, en la que Lettie afirma que los monstruos lo son porque tienen miedo, y que no hay ningún adulto en la faz de la tierra, por dentro todos son niños, porque es verdad. Creo que ninguno superamos los miedos de la infancia, los dejamos a un lado o los disfrazamos de incredulidad, pero ahí siguen. Por eso no sacamos las manos de debajo de las sábanas cuando nos desvelamos a las tres de la madrugada. Por eso encendemos todas las luces cuando llegamos de noche, y solos a casa. Por eso dormimos con un ojo abierto y otro cerrado cuando tenemos un bebé en casa. El miedo forma parte de nosotros, aunque no lo admitamos, y una parte de nuestro cerebro, o de nuestra conciencia, no lo ha superado aún.

Esta novela te hace disfrutar, te hace pasar miedo y te hace plantearte si hay algo de cuando eras niño que has relegado al olvido. Algo importante.


Por si os apetece, os dejo el enlace a la entrevista que le hicieron en Página 2. He intentado colgarlo aquí, pero debo tener el día torpe. Merece la pena echarle un vistazo. La tenéis aquí.

viernes, 24 de octubre de 2014

Mamá en apuros: Yo me lo guiso... (Proyecto Agenda)



Soy la persona más desorganizada del mundo. No me he presentado nunca al Libro Guiness, porque en el fondo me da un poco de vergüenza, pero sé que lo soy. Es que eso de tener aquí a dos jueces suizos, tomando notas, fotos y mediciones de los montones de ropa que tengo repartidos por la casa (soy una desorganizada con mucha ropa), de los montones de libros que hay dispersados, y de los montones de notas, papeles y cosas varias que reinan en mi hogar no me hace demasiada gracia. Prefiero decir que lo soy, y que cada uno se imagine lo que quiera. Supongo que nunca podrán imaginar la totalidad del caos que hay detrás de las puertas del armario...

El caso es que con esto del blog, necesitaba organización. Para saber qué reseñas he colgado, qué entradas offtopic, qué día es hoy, etc. Me convencí de que necesitaba una agenda. Me fui a donde se compran las agendas y me cogí una mona, pequeña, mitad de cuartilla. Y con esa estuve funcionando todo el año pasado.


Pero era una agenda escolar. Cualquiera que lo lea, que no sea usuario de agendas pensará que da igual, pero no es cierto. Primero: ocupa de septiembre a agosto. Esto no fue problema porque la compré en el mes que empieza el cole, pero cuando llegó julio me encontré con que tenía un recuadrito por día del mes, en lugar de una hoja entera. Y luego está la cantidad de hojas adicionales que no me valen para nada: el horario de clase, el mapa mundi, comunicaciones entre padres y profesores, justificantes... A algunos les di otro uso, pero siempre borrando o ignorando lo que venía de serie.

Y un día, navegando por internet, me encontré con un blog sobre la creación de blogs. Vino a iluminarme, porque vendía una agenda, realizada por la bloguera y que personalizaba con el nombre del blog del cliente. No me convenció por dos cosas: primero, era de colores pastel y de estilo muy romántico, que no me va para nada; y segundo: el precio. Vendía la mitad de la agenda, ya que estábamos en junio, a 5 euros, o cosa así, una completa eran 9,99€. En tamaño folio, pero lo que te enviaba era el pdf, lo tenías que imprimir y encuadernar tú mismo.

Me pareció excesivo. No voy a menospreciar el trabajo que conlleva, que es mucho, pero no estoy pagando por un producto final. No sé cuánto puede costar encuadernarlo, pero ya tienes que invertir algo más. Y de todos modos, como he dicho, el diseño no iba conmigo para nada.


Sin embargo lo que hizo fue darme la idea. Para que me la hagan... me la hago yo. Siempre me ha gustado lo que ahora llaman DIY (hazlo tú mismo), y es que vengo de una familia en la que si algo lo podías hacer tú no pagabas por ello. Tenía las herramientas: impresora, papel y encuadernadora. Sí, cosas de friki de la papelería, tengo una encuadernadora en casa (también una plastificadora, aunque para esto no lo necesité). De modo que me puse manos a la obra. ¿Quién mejor que yo para saber las necesidades de mi propia agenda? Y ni qué decir sobre mi gusto sobre los colores. Copié alguna idea que me pareció muy buena de su agenda y me armé con excel (openoffice, más bien) y picmonkey. Para quien no lo conozca, Picmonkey es una herramienta de edición de fotos en web, con la que yo retoco todas mis fotos. Es fantástica.


Tardé algo más de lo que pretendía, de hecho cuando la imprimí ya obvié el mes de septiembre, pero estoy muy contenta con los resultados. Está hecha a mi medida, tengo los meses, los días y algunas hojas adicionales en las que puedo apuntar los libros que me he leído, las ideas que se me pueden ocurrir para el blog, los libros que me apunto de los blogs que sigo... Llevo usándola este mes, y estoy encantada.









martes, 21 de octubre de 2014

Jesús me quiere, David Safier



Sinopsis (Casa del Libro): Marie tiene un gran talento para enamorase del hombre equivocado. Poco después de que su boda haya sido cancelada, conoce a un carpintero. Es un hombre diferente a todos los que ha conocido antes: sensible, atento, desinteresado. Desafortunadamente, en su primera cita él le confiesa que es Jesús. Al principio, Marie piensa que está completamente loco, pero poco a poco se da cuenta de que su historia es cierta. Se ha enamorado del Mesías, que ha venido a la Tierra poco antes del Juicio Final. Marie deberá hacer frente no sólo al fi n del mundo, previsto para el próximo martes, sino a la historia de amor más descabellada de todas las que ha vivido.

Este es un libro divertido desde el minuto uno. Cuando conocemos a la protagonista, que acaba de dejar plantado al novio en el altar, y piensa que éste se lo puede tomar bien. Ella se hunde, cree que nunca encontrará al hombre adecuado y entonces aparece él. El carpintero. Enseguida surge una chispa entre ellos y Marie se deja llevar luchando contra sí misma, contra su propia negatividad.

Lo genial de este libro no sólo es el argumento, que es loco y disparatado y por eso es tan fantástico, sino la cantidad de personajes secundarios que le dan a la historia profundidad. Tenemos a los padres de Marie, divorciados. Ella no está muy apegada a sus hijas y siempre ha estado volcada en su trabajo. Él vive con su nueva novia, una joven bielorrusa que tiene una hija y a la que conoció por internet. Esto no le hace mucha gracia a Marie. También está el padre Gabriel, que en realidad es el Arcángel San Gabriel, que se ha jubilado y al que no le hace gracia que Jesús tenga una cita con Marie. Y también está Kata, su hermana, que es dibujante y cuyas viñetas amenizan una lectura ya de por sí divertida.

El apocalipsis que se desata es demencial, los jinetes que recluta Satán no tienen desperdicio ninguno, cada cual más hilarante, y Marie, quien primero pensará que Jesús es un loco, otro más a su lista de novios no adecuados, luego se dará cuenta de que lo que pasa es real y que tiene que tomar una decisión. Escoger entre su amor, el amor que siente por Jesús y el bien común.

Pese a ser un libro ligero, entretenido y desternillante, guarda algo más debajo de la piel cómica con que se tapa. Es un libro que realmente llama a la reflexión, a no juzgar por las apariencias, a conocer a alguien antes de etiquetarle, y a pensar bien nuestros actos, porque de ellos dependerán muchas cosas.

A mi me ha entretenido, es un libro que dura un suspiro, y con el que te ríes de verdad. Lo dejo como libro - botiquín: algo a lo que acudir cuando necesito desconectar y poner un poco de humor de verdad en mi vida.

Y apuntados quedan los demás libros del autor.

viernes, 17 de octubre de 2014

Mamá en apuros: La vacuna



Debo confesar una cosa. Por favor, modifiquen mi voz electrónicamente y tapen mis ojos con un cartón rectangular negro. Me vale que me pixelen la cara. ¿Ya estamos? Gracias.

Soy una mala madre.

Ya está, ya lo he dicho.

Y no es por todas las perrerías que le he podido hacer a mi pequeña, que son unas pocas... Aún me acuerdo cuando, siendo un bebé de apenas un año, le fui a cortar las uñas con un cortauñas en lugar de con las tijeras habituales, se me escapó, y le dejé el dedito con una media luna que poco a poco se fue llenando de sangre. Ella no lloró, pero yo sí, y al verme a mi asustada, fue cuando arrancó las lágrimas. Papá en apuros vino corriendo a ver qué pasaba y al ver el panorama, se echó a reir. Por supuesto después de comprobar que lo de la peque fue una herida superficial. No, no es por nada parecido. Soy una mala madre porque el otro día engañé a mi hija. Mentira por omisión.

El caso es que MiniP está dejando de ser tan mini, sin permiso materno, que todo hay que decirlo. Disfruto de cada día de mi hija, pero me da mucha congoja comprobar que va creciendo. En agosto cumplió cuatro años y le tocaba revisión con la enfermera. Y esta revisión viene con regalo: la vacuna.

La última revisión a la que tuvimos que ir fue la de los dieciocho meses. Han pasado dos años y medio desde entonces, y si yo no me acuerdo, ella menos. Aquella vez lo pasamos un poco mal, porque MiniP desde los seis meses cogió aversión a ir al médico. Todo iba bien hasta entonces, pero en la revisión del medio año no me pudieron dar las dos citas el mismo día, enfermera y médico, y me dieron primero la del pinchazo. Con la doctora al día siguiente no quiso colaborar, se acordaba demasiado bien del dolor del día anterior.

Este miedo (no quería ni abrir la boca con el palito de madera) se le fue pasando, y de un año a esta parte va más contenta al médico. Claro, nunca ha dolido. De hecho, ya ni se acuerda de lo que es un inyección, y mucho menos asocia la palabra vacuna con pinchazo.

De modo que cogí la cita para la revisión de los cuatro años, y sólo le dije que teníamos que ir a hacerle un chequeo, como la muñeca de sus dibujos favoritos hace con los juguetes. Y ella, tan contenta. A todo el mundo se lo decía.

- Voy a la enfermera a hacerme un chequeo.

- La revisión de los cuatro años - aclaraba yo a la mirada interrogante que todos me echaban.

- ¿Entonces...?

- Shhhh, calla, que no lo sabe... - no permitía bajo ningún concepto que nadie le dijera que la iban a pinchar.

¿Lo veis? Mala madre.

El caso es que no quería que me montara un pifostio (palabra inventada por Forges que la RAE ya contempla) antes de tiempo. Prefería enfrentarme a ello en la consulta directamente.

Y allí fuimos, mi nena hecha una campeona obedeciendo las órdenes de la enfermera. Que si ponte aquí que te mida, que si súbete que te pese, ahora anda descalza, súbete a la camilla que te tomo la tensión... Le hicieron hasta un exámen de la vista, donde le pidieron que dijera los colores que mostraba... y alguno acertó. Menos mal que la enfermera me dijo que estaba todo correcto.

MiniP estaba exultante, sabía que lo estaba haciendo muy bien y que se llevaría una pegatina como premio. (Siempre que se porta bien en el médico le ponen una graciosa pegatina en la mano). Me miraba y sonreía, orgullosa. Yo procuraba no hincharme demasiado, el amor de madre a veces se comporta como el helio que rellena un globo, y temía salir volando por la habitación.

Pero llegó el temido momento. La enfermera preparó la vacuna. Se dio la vuelta y sonrió a MiniP.

- ¡Mira, sin aguja!

MiniP me miró a mi, sin entender nada.

- Es la vacuna - le dije, como si eso lo explicara todo. Para ella no, claro, porque no tenía ni idea de lo que significaba esa palabra.

- Ahora sopla.

MiniP sopló y la aguja entró en su brazo. Hasta ahí todo sin problemas. Pero cuando la enfermera apretó y el líquido comenzó a entrar se echó a llorar. Era dolor mezclado con sorpresa lo que destilaban sus lágrimas y a mi se me formó un agujero en el pecho.

Afortunadamente la enfermera era muy hábil con los niños. Enseguida, bromeando, le preguntó si quería una tirita. MiniP dijo que sí. Le puso un esparadrapo en el brazo.

- Y ahora lo vamos a poner bonito - destapó un edding - Como te has portado muy bien, una carita sonriente.

MiniP sonreía. Cogió su perro de peluche.

- ¿A Guagua también?

- Claro. Mira, como Guagua ha llorado un poco, le vamos a poner una carita triste.

Y le puso un poco de esparadrapo con un trocito de gasa. MiniP cogió a su perrito y me lo enseñó.

- Mira, mami, Guagua tiene uno igual.

Su carita iluminada con una sonrisa deshizo el agujero que se me había formado antes, aunque dejó una pequeña cicatriz. La de mala madre, que no avisó a su pequeña de que le iban a hacer daño.

La tarde acabó bien. Salimos muy contentas de la consulta, yo porque ella se había portado fenomenal, y ella porque tenía una tirita con una cara sonriente en el brazo. Se lo enseñaba a todos los conocidos que nos encontramos por la calle, y fue lo primero que le enseñó a su padre cuando llegó a casa. Tampoco nos dejó que se lo quitáramos para enseñárselo a su profe al día siguiente.

Era el orgullo de mostrar su herida de guerra. Ese orgullo que decía: mira, me han hecho daño pero he sido una valiente.
Mi pequeña guerrera.

martes, 14 de octubre de 2014

LA BOMBA NÚMERO SEIS Y OTROS RELATOS, Paolo Bacigalupi




Tuve la suerte de asistir, el año pasado, a la presentación del sello Fantascy en la feria del libro, y a los asistentes nos obsequiaron con los tres primeros libros publicados bajo ese nombre. Fueron La corte de los espejos, de Concepción Perea, que ya reseñé aquí (y de la que espero la segunda parte como agua de mayo), Embassytown, de China Meville y este recopilatorio de relatos de Paolo Bacigalupi.

A fecha de hoy, y habiendo leído dos de los tres, puedo afirmar que la firma apuesta por la calidad sin temor a equivocarme.

Este autor de apellido no apto para disléxicos (me cuesta mucho leerlo, la verdad), era ya conocido por La chica mecánica, y ha sido galardonado con infinidad de premios. Vale, a lo mejor infinidad no son, pero son tantos que me da mucha pereza contarlos aquí. De cualquier modo no me extraña que los haya recibido, es un autor de mucha calidad.

Me encantan los libros de relatos. Disfruto con las historias cortas tanto o más que con una novela larga, y ésta Bomba número seis me ha fascinado. Sólo tengo una pega, y es que los relatos se me acababan demasiado pronto. La parte positiva es que muchos de ellos parecían pertenecer al mismo universo, y mi imaginación unía los puntos más allá de donde estaban señalados. Me he inventado conexiones y enlaces, y cuando había signos evidentes de ellos casi saltaba de alegría.

Once relatos componen el libro, y todos tienen algo en común. Todos están ubicados en un futuro postapocalíptico. En realidad no parece haber existido un cataclismo como tal, pero el futuro en algún punto se ha torcido y el panorama que ha quedado es desolador. No hay recursos energéticos, bien por culpa de la sequía o, como pasa en la mayoría de las ocasiones, por culpa de la codicia humana. La población tienen problemas de concepción (en algunos relatos), y hay uno en el que se observa cierto problema con la evolución. Todo ello se deriva de alimentos transgénicos, de tratamientos químicos para el agua, y de la polución del ambiente.

También trata, en casi todos los relatos, el tema de la codicia. Hay escasez de comida porque las semillas para plantar se han privatizado, y además las han modificado genéticamente para que no den más frutos. El agua está controlada por empresas privadas, y quien no pueda pagarla, pues no bebe. Un futuro en el que la imagen se modifica a golpe de bisturí y de lo que haga falta, y en el que están presentes los robots.

Todo un universo paralelo creado con una narrativa excelente. Deliciosa. Las palabras van fluyendo hacia tu mente suavemente, dibujando el retrato fiel de esos terribles mundos. Y es tan real la experiencia que sientes asfixia en un mundo sin esperanza. En un futuro que, tal vez, y solo tal vez, sea el que nos espera.

Hay mucho encerrado en esos relatos, no son solo narraciones para entretener. Puedo ver, subyacente, la protesta muda, la advertencia de que nos encaminamos hacia un punto sin retorno, hacia lo peor de nosotros mismos.

Yo recomendaría este libro incluso a los que no les gustara la ciencia ficción. Porque tiene unas historias fascinantes, y porque la ciencia ficción que tiene de fondo es tan natural, tan posible evolución de lo que tenemos, que no necesitas esforzarte para imaginarlo.
 
Por mi parte, apunto a Paolo Bacigalupi en mi lista de escritores imprescindibles.

sábado, 11 de octubre de 2014

Rock and Roll Dreams cumple... ¡4 años!



Fue hace poco más de cuatro años.

Yo estaba de visita en casa de mis padres, con mi bebé de apenas mes y medio, #mamáenapuros recién estrenada. Mi hermana mayor estaba encantada, ella madre de dos niños, el pequeño de ocho meses, de poder hablar de maternidad conmigo. Y la pequeña, la que conocéis como Lady Boheme, cada vez que me veía siempre decía lo mismo: "Aún no me creo que seas madre", arrugaba la nariz y añadía: "no te pega".

Pues después de decirme la frasecita de rigor, me llevó a un aparte y me confesó, como quien confiesa que ha robado: "he decidido abrir un blog de reseñas". Después de que me explicara de qué iba el tema, la animé como casi siempre hago. Pero un poso se quedó en mi cerebro, algo se encendió y no quería volver a dormir.

Ya en casa la lucecita de mi cerebro seguía encendida, pensaba en los blogs que ya había abierto, ahora cerrados. Casi sin seguidores, y, gracias a mi poca constancia, con muy pocas entradas. Pero, a pesar de tener muchas cosas en contra, como por ejemplo un bebé al que todavía estaba conociendo, decidí que era hora de volver la tortilla y de imitar a mi hermana pequeña como ella me había imitado hasta entonces.

No recuerdo si fue por mensaje o por correo, pero se lo dije. "Voy a abrir un blog yo también". Y me contestó: "copiota".

Desde entonces hasta ahora el camino no ha sido fácil pero siempre ha sido satisfactorio. En estos cuatro años he seguido una mínima constancia (ha habido épocas mejores y peores), y me ha ayudado a mantenerme activa con la escritura.

He conocido a autores que sé que no hubiera conocido si no hubiera tenido el blog, y he conocido a otros blogueros, a otros lectores, con mis mismos gustos o con gustos opuestos, pero con un nexo en común: el amor por los libros.

Sólo puedo tener un GRACIAS enorme para los 109 seguidores que tengo ahora mismo, y para los que leen el blog sin haber pulsado el botón de "seguir". Los comentarios siempre me sorprenden, me alegran el día.

Y gracias a mi hermana, sin su Leo, luego existo, ese fantástico rincón de internet, nunca me habría decidido a abrir el mío. Las ideas fluyen y llegan donde tienen que llegar, cuando tienen que hacerlo.

Ahora mismo estoy viviendo un momento fantástico con el blog. He conseguido establecer una rutina de una reseña por semana, y he ampliado con las entradas de los viernes de #mamáenapuros. Espero seguir así, seguir creciendo y que el blog me de tantas satisfacciones como hasta ahora.

Os espero en la entrada del quinto aniversario. ;-P

martes, 7 de octubre de 2014

Pequeñas Mentirosas, Sara Shepard



Sinopsis (Contraportada): Alison, Aria, Emily, Hanna y Spencer eran las mejores amigas hasta que Alison, la reina del instituto, desapareción sin dejar rastro. Tres años después, sus vidas vuelven a cruzarse cuando empiezan a recibir misteriosos mensajes firmados pur "A". Unos mensajes que cuentan más de lo que a ellas les gustaría, cosas que solo la desparecida Alison sabía.

Pero cuando el cuerpo sin vida de la reina el baile aparece, y las amenazas continúan, comienzan las preguntas: ¿Quién es A? ¿Cuánto sabe en realidad? ¿Y qué pueden hacer cuatro pequeñas mentirosas para protegerse de la verdad?

Decidí darle una segunda oportunidad a la literatura juvenil, después del fiasco que supuso Nada es para siempre, y le quité este libro a mi hermana de su estantería. Estoy enferma, lo sé, tengo muchísimos libros en casa sin tocar y se me antoja uno que no tengo yo... Quizá fue culpa del calor, era agosto y tenía ya las neuronas refritas, me apetecía algo ligero... Y es lo que obtuve.

Pequeñas mentirosas se ha hecho muy famoso porque adaptaron el libro a serie de televisión, aunque no puedo opinar de ésta porque no la he visto. Pero sé que ha tenido mucho éxito.

El libro se deja leer. Estamos frente a un narrador omnisciente con lo que nos cuenta lo que sucede en tercera persona, y con capítulos cortos que hacen crecer la tensión y la curiosidad. El contenido queda claro en la sinopsis, de hecho creo que se pasan de información, porque el final último de Alison no se revela hasta mediado el libro.

Pese a que la narración es muy sosa, sin chispa ni ingenio, no abandoné la lectura porque quería saber. Ahí la autora supo jugar sus cartas, y primero te quedas para saber qué pasó con Alison y luego para saber qué cosa le hicieron a Jenna que fue tan horrible. Y te preguntas a cada momento quién narices es ese o esa "A" que firma las notas y que manda mensajes, y que además parece dios porque está en todas partes.

Pero me quedé con las ganas de saberlo, porque en esta primera entrega de la serie (sí, Pequeñas Mentirosas es una saga también) queda en el aire. De hecho "A" se permite la licencia de dedicarnos unas palabras directamente a los lectores. Promete más venganzas. Pese a la insulsa narración me habría empezado el segundo libro nada más terminar el primero, no puedo con la curiosidad insatisfecha, pero ya reposado, pasados casi dos meses, no creo que lo lea. Al menos hasta otra época en que la sienta la neurona derretida.

Está bien para pasar un rato, pero no me hizo empatizar con las protagonistas, sólo lo leí por la curiosidad que me provocaba (ya es un buen motivo, no digo que no). Pero lo mismo tampoco era mi momento, quién sabe...

viernes, 3 de octubre de 2014

Mamá en apuros: Primera Carrera de la Temporada



Estaba en forma. Llevaba corriendo ya un año, era el segundo que tenía rutina, y mi estado físico estaba mejorando muchísimo. Pero llegó el cole de MiniP, el primer año, y con él los mocos, los constipados y las anginas. Se puso enferma cada dos semanas, más o menos, y le duraba tres días. Lo mucho, cuatro. Pero luego me tocaba mi turno. Pese a que yo ya fui al colegio hace muchísimos años, parece ser que no me había inmunizado del todo. No sé muy bien si es porque los virus son nuevos, o porque si mi sistema inmunitario se había olvidado de ellos, pero lo que para MiniP eran tres días de fiebre y atontamiento, a mi me duraba una semana. He llegado a tener anginas, con fiebre altísima incluida, hasta en tres ocasiones. Viendo dragones en el sofá estaba, tiritando tan a gusto... La última vez fue en junio, con la ventaja que supone sufrir fiebres de 40º en el calor del inicio del verano.

Con este panorama, una semana haciendo de sofá para mi pequeña enferma y la siguiente fusionándome con el chaislongue sufriendo los malditos virus, perdí la rutina de correr. Salía un día, y luego dos semanas en barbecho. Como además una tiene tendencia tripera, y pico por ansiedad, cuando me quise dar cuenta comencé el verano con un par de kilos de más encima.

Pero con el calor soy incapaz de hacer nada. Me aplatana. Me envenena. No puedo ni moverme. Sin la rutina grabada a fuego como la tenía el año anterior, me tentaba más una cervecita en la terraza de un bar que salir a morir licuada sobre el asfalto. Hay que entender que en el bar al que me refiero han puesto, con muy buena visión de comercio, un sistema de aspersión de agua que suelta cada cinco segundos una vaporización del líquido elemento para refrescar el ambiente, que te entran ganas de dormir allí.

De modo que pasó el verano, sin un moquete, ni un triste estornudo, pero con un calor de mil demonios y mi cuerpo poseído por un ente vago devorachuches. La ropa cada vez me queda más ajustada, y me desespero frente al espejo, pero a la hora de elegir entre zapatillas de deporte o sandalias para tomarla, elijo lo segundo.

Lo reconozco, me lo he buscado. En tres meses me he metido para el cuerpo otros tres kilos y medio. He pasado de estar en buena forma a estar en forma redonda.


Pero llegado septiembre, la normalidad, el colegio, las rutinas, he decidido volver a retomar los buenos hábitos. Echo de menos correr, me hace sentir muy bien, además sin esos kilos de más soy más feliz, he de reconocerlo. Ya no es sólo la estética, es que con sobrepeso me duelen la espalda y las rodillas, y me noto menos ágil.

La primera semana conseguí salir dos días, pero aún con muchísimo calor. Lo pasé fatal. Me deprime tener que parar a andar en un circuito que antes me hacía casi sin pestañear, y lo lenta que voy me desespera. Pero me repito como un mantra: si no salgo no mejoro, para mejorar hay que correr, y pongo un pie delante del otro contando hasta ocho una y otra vez para impedir a mi cerebro que me gane, utilizando los trucos que ya me conozco: si tampoco estoy tan mal, de verdad que no puedo más, párate que me duelen las piernas, vete a casa y deja de hacer el ridículo...

Para motivarme me apunté a una carrera nocturna en el pueblo donde vivo. Tan solo eran tres kilómetros, ¿qué es eso para mi? Fue un sábado a las diez de la noche.

Mis tiempos no son muy buenos, y los días anteriores de entrenamiento me hacían pensar que no aguantaría ni los tres, y menos en la cuesta arriba, que es donde la gravedad hace más mella en mi y no me deja avanzar. El mismo día de la carrera estuve a punto de arrepentirme, tuve que hacer un esfuerzo mental para convencerme que correr tres kilómetros a las diez de la noche era lo que más me apetecía en el mundo, que cenar y dormir estaban sobrevalorados, y, qué demonios, que íba a inaugurar temporada runnera con una carrerita.

Cuando llegué a la salida me sorprendió la cantidad de gente que estaba esperando para correr. La mayoría con ropa de deporte, pero algunos disfrazados, dando a la cita un ambiente muy festivo. Saludé a mis compañeras runners, las chicas con las que suelo ir a correr y a las que hacía mucho que no veía, y a la mamá del parque con la que me inicié en esto de correr, que no participaba porque estaba convaleciente de una operación de los ojos. Me notaba nerviosa, pero ya la sensación era distinta. Estaba en la calle, con las zapatillas y la ropa de deporte, rodeada de apasionados runners y me apetecía correr.

Papá en Apuros se había quedado en casa terminando la cena de MiniP, pero prometieron venir a verme a la meta. Yo no hacía más que buscarles, pero ni rastro. Nos pusimos de las últimas casi en el mismo momento que daban el pistoletazo de salida.

Me lo tomé con tranquilidad. Era una carrera, sí, pero no estaba yo como para ir a hacer tiempo. Fui a disfrutar, y si podía ser, a no pararme a andar. A los ciento cincuenta metros escuché mi nombre, era la mamá del parque, con el amiguito de MiniP, que aplaudían y animaban. Saludé, riendo, y continué.

Escasos cincuenta metros más, mis dos amores, Papá en Apuros y MiniP, me jaleaban desde la acera. MiniP gritaba: "¡mamá, gánalos a todos!". Y yo pensando: como si pudiera...

Una calle cuesta abajo y, al doblar una esquina, vi a otra compañera runnera, ahora de baja por futura maternidad. Aplaudían y coreaban mi nombre. Eso me dió fuerzas para afrontar la cuesta arriba, medio kilómetro en continua ascensión, que ya sé que no era el Tourmalet, pero las grasas tiran hacia abajo. Pero todo lo que sube, baja, y coronado el ascenso, dimos la vuelta en una rotonda para volver al punto de partida. Ahí me dejé llevar y aceleré. Me encontraba bien, no era una carrera larga, y ver tanta gente animando, tanto en el circuito como en los márgenes me hacía sentir mejor todavía.

Volví a escuchar mi nombre. De hecho, lo que escuché fue mi segundo nombre. Una voz infantil gritaba: "¡mamá de MiniP!", y aplaudía. Era una compañera del cole de la peque, que le hacía ilusión verme correr, y a mi me hizo más ilusión que a ella que lo hiciera.

Llegaba a la meta con las fuerzas justas. La última calle y la misma entrada a meta eran subida, pero al ver a la gente animando me hizo venirme arriba. Ante todo, postureo, que no me vean sufrir por tres kilómetros de nada. Cuando vi a papá en apuros, justo tras la línea de llegada, con MiniP a hombros y con la luz del flash del móvil encendida, enderecé la espalda y sonreí. Crucé la meta como si no costara, y a punto estaba de desfallecer.Quedó inaugurada la temporada running con una carrera, que si bien no era muy larga ni costosa, me recordó lo importante: lo feliz que me hace correr.