viernes, 17 de abril de 2015

Mamá en apuros: Flash back

El sábado que viene nos han invitado a un bautizo y eso me ha hecho recordar cuando MiniP tenía un mes. Era finales de septiembre, y teníamos un bautizo y una boda el mismo día. Y ese sábado estaba yo sola con mi bebé recién estrenado y una valentía rozando la inconsciencia, como luego se demostró. 
Quería compartir aquí lo que escribí entonces, cuando era Mamá en Apuros aún con la L de novata colgada del cuello...
 


Sé que no soy la primera ni la última que es madre primeriza. No pretendo aquí hacer apología del sufrimiento de la maternidad, entre otras cosas porque en general lo estoy llevando muy bien. De hecho, mejor de lo que había esperado. La verdad es que mi peque me pone las cosas muy fáciles, porque prácticamente se dedica a comer y a dormir. Y aunque es agotador estar con el pecho fuera día y noche más o menos cada dos o tres horas, sí que es verdad que entretanto tengo eso, dos o tres horas, para descansar entre medias. Y para lo que no requiere irremediablemente mi presencia, como es el caso de alimentarla, tengo otras dos manos más que dispuestas a hacer lo que sea necesario.

Por esa razón, por lo buena que es y la poca guerra que da, me hice la valiente el sábado y rechacé ayuda. P. trabajaba, por lo que no podíamos ir a la misa de la boda. Debido a eso pude ir al bautizo de mi sobrino. Era a las cinco y media, me daba tiempo a descansar todo el sábado para afrontar después un obligado trasnoche. Porque cuando P. saliera a las 7 de trabajar nos íbamos para el convite de la boda. Y yo lo había previsto todo.

Por la mañana preparé concienzudamente lo que teníamos que llevarnos. Planché el traje de P. (si es que me tiene como una esclava...), preparé ropa de recambio para Mini-P., porque con los bebés nunca se sabe, y también preparé ropa de recambio para mi, por la misma razón. Mientras tanto la peque dormía. Cada par de horas protestaba pidiendo su ración y volvía a dormir. Pero cuando me llegó la hora de prepararme, se despertó. Y ahí comenzó mi estrés.

Si me paro a pensarlo tampoco es que fuera para tanto. Lo que pasa es que me estreso enseguida.

A eso de las tres y media, antes de ducharme, bajé el chasis de la silla. Vivo en un tercero sin ascensor, y no me quejo, pero supone llevar una logística un poco distinta que si tuviera ascensor. Según subí me metí en la ducha. Y no hago más que cerrar la mampara cuando Mini-P. comienza a protestar. Bendita tecnología, el escucha-bebés me permite hablarle y se tranquiliza un poco. Pero no duró mucho. Tengo otras dos interrupciones antes de poder terminar mi ducha.

Visita al moisés. El análisis básico: ¿Hay hambre? ¿Calor? ¿Frío? ¿Pañal sucio? Si no es algo de esto ya estoy perdida. Encuentro el diagnóstico que creo correcto y la peque se calma. Me pongo mi medallita imaginaria por haber acertado y continúo arreglándome. Toca chapa y pintura. Saco y despliego todo el material en el cuarto de baño. Comienzo por un ojo. Termino con él y paso al otro. La niña llora. Esta vez parece hambre.

En ropa interior y a medio maquillar, le doy el pecho. Mientras, miro el reloj. Sé que no debo, pero estoy empezando a estresarme. Menos mal que había empezado con tiempo, porque el minutero parece que corre más de lo que debe. La nena se sacia y puedo continuar con el maquillaje. Pero cuando voy a ponerme el vestido, llanto de nuevo. Mi niña, que generalmente no da ni un ruido porque duerme como una bendita, ha decidido darme guerra cuando tenemos que prepararnos para irnos. Después de un breve pero concienzudo análisis parece que encontré el problema: gases. Después de un eructo que le asusta hasta a ella, se tranquiliza y vuelve a dormir.

Y yo paso la última prueba antes de salir de casa: el vestido. Es precioso, pero se abrocha a la espalda. Cinco minutos tardo en abrochar el corchete, y otros cinco en subir la cremallera. Y en el esfuerzo creo que me he descoyuntado un hombro. Movimientos circulares. No, parece que ha sido solo un susto. Miro el reloj. Tengo el tiempo justo para llegar a la iglesia.

Por las escaleras tengo especial cuidado, ya que llevo el bolso, el cuco con Mini-P dentro y, detalle esencial, los tacones. Prueba superada, he llegado al portal, luego al coche, y - oh, milagro - a la iglesia justo cuando llegaba el resto de la familia.

El resto de la jornada transcurre sin el menor problema. Como ya me había estresado a la hora de prepararme, parece que la peque ya se quedó a gusto y no da ni un minuto de guerra tanto en el bautizo como en la boda, durante la cual parecía que llevábamos un carrito vacío, ya que ni se movió.

Moraleja: aceptar siempre toda la ayuda posible.





3 comentarios:

  1. Yo también soy de las que se hace la valiente en plan dejarme sola que puedo con todo pero luego me arrepiento porque me agobio con cualquier tontería. Entre otras muchas cosas el peque me ha enseñado a aceptar ayuda y sobre todo a pedirla que para mí es lo más difícil. Muchos besos.

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  2. Si es que aprendemos muchas cosas con los bebés... Hasta a pedir ayuda... Pero también es verdad que a veces hacemos de un granito de arena una montaña...
    Besotes!!!

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  3. Poco has aprendido porque sigues sin pedir apenas ayuda, maja. xD

    ¿Cuándo dejó MiniP. de ser una niña que dormía estupendamente? Ö

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