viernes, 18 de septiembre de 2015

Mamá en apuros vs Bicho Asqueroso




El despertador sonó a las 5 y cuarto. Lo apagué y me di la vuelta, tranquila porque ya sabía que al cabo de otros cinco minutos volvería a insistir. Esta segunda vez sí que me levanté, despacio. Primero bajé las piernas, luego apoyé las manos y me incorporé. Hice mis ejercicios de cuello con los ojos aún cerrados. 

Me levanté dejando parte de mi durmiendo en la cama, la parte más importante. Rutinas. Gracias a las rutinas funciono por las mañanas tan temprano. Al baño, a lavarse la cara. Después me cuento las arrugas nuevas en el espejo. A estas horas me veo muchas. Enciendo la cafetera, y mientras espero a que se ponga la luz verde aprovecho para hacer un par de movimientos de yoga que me ayudan a estirar mi cuerpo.

Café, bollos, libro y a la mesa. A desayunar. Gracias al café recupero algo de mí ser, del que se quedó durmiendo en la cama. No mucho, pero parece que una neurona se despierta. Levanto la vista del libro y observo al gato. Hace guardia junto al mueble del comedor.

Me levanto a por un ibuprofeno, parece que hoy el dolor de cabeza está conmigo desde primera hora. El gato olisquea por debajo del mueble e intenta meter una pata. Pienso que habrá un bicho por ahí, una mosca o algo así. Espero que no sea una cucaracha. No son frecuentes en casa y me dan muchísimo asco. Le dejo a su rollo, confío en que lo cace para no tener que hacerlo yo.

Me vuelvo a sentar, el café y el libro me llaman. El felino hace un ruido de los suyos, una especie de gemido que indica que está cazando y cambia la posición. Levanto la cabeza, con una medio sonrisa en la boca, para observarle. 

─ ¿No puedes cazarle, guapo? – le digo a Yoda, el gato.

El gato me mira, como si me quisiera contestar, y avanza la pata con cautela como para tocar algo. Entonces lo veo. De la impresión echo la silla hacia atrás y ahogo un grito. Son como las cinco y media de la mañana, no es cuestión de despertar a nadie.

Odio los bichos. Es un hecho. Es algo irracional, lo sé, pero es que los miedos irracionales, o fobias, son así. Sé que son más pequeños que yo, que no quepo en su estómago, que de hecho la mayoría son herbívoros y todo el rollo, pero los sigo odiando. Me dan asco, y solo verlos me ponen los pelos de punta (creo que está relacionado con mi tanatofobia y lo que hacen los bichos con tu cuerpo una vez mueres).

Pues detrás de la televisión, agarrado a la madera trasera del mueble de la televisión estaba el objeto de deseo, juguete y comida a la par, de mi querido gatito. Un saltamontes del tamaño de una langosta*. Marrón y gigantesco. Asqueroso. Me da repelús solo de recordarlo.
"Tú a mi tampoco me gustas, y tu gato menos"

Yoda cambió de estrategia mientras yo intentaba no gritar, manteniendo las distancias con el bicho. Vale, la mesa donde desayuno está alejada del mueble de la tele, pero yo pegué la silla a la pared y casi ni me atrevía a tocar la taza de café por si acaso. Por si acaso el saltamontes (casi, casi una langosta, ya digo que era gigante) me podía tocar de manera telepática. Se metió por detrás de la televisión y se puso a incordiar al bicho. Este, supongo que hasta las patas traseras de que un monstruo con bigotes se le intentase merendar, dio un salto y se plantó en el suelo del salón. A mi casi me da un pasmo.

Ya debía llevar un rato atacando el gato a su presa, porque el salto fue la verdad bastante pobre. El saltamontes parecía cojo, aunque una inspección ocular me confirmó que conservaba las dos patas. 

Lo observé bien desde mi posición. En el mismo momento en que el saltamontes ocupó mi salón, abandoné la silla y me planté, de pie, en la otra esquina de la habitación. 

¿Y ahora qué? No podía dejarlo en las zarpas de Yoda. No le iba a matar a la velocidad que yo quería que lo hiciera. No podía permitir que se colase en el sofá, o peor, que de un salto me rozara o algo. Paseé mi vista por la habitación, sopesando mis opciones. Estaban las zapatillas de Papá en Apuros. Podía darle un zapatillazo, pero haría ruido y no había certeza de que lo matara de un golpe. Son zapatillas de suela de goma bastante endeble. Las mías, por supuesto, estaban descartadas. 

Miré, encima del radiador, el flus flus mata bichos (¿a que no soy la única que lo llama así?), pero lo descarté de inmediato. Se suponía que mataba bichos varios, entre ellos moscas, pero tengo un par de ellas viviendo en casa desde hace un par de meses, y pese a que fumigo de vez en cuando (alguna vez directamente a ellas), ahí siguen. No sé si son radioactivas, o clones que se van turnando, pero no consigo deshacerme de ellas. Cariño no las hemos cogido, porque son muy pesadas, pero les hemos puesto nombre porque ya hay una cierta confianza. Se llaman Zumbín y Alitas, por si le interesa a alguien.

Me giré hacia la cocina, con una semilla de idea creciendo en mi cerebro. ¿Y si…? ¿Y con qué…? Busqué en la alacena, tras de mí, y la idea tomó su forma.

Cogí de la cocina un tupper. No tengo ninguno con la tapa plana, pero me valdría igual. Lo primero era inmovilizar al agresor. Le puse el tupper por encima, boca abajo, impidiéndole salir. Pese a que lo hice desde la distancia de un par de pasos (de los míos, no del saltamontes), acerté a la primera. Para poder cogerle sin que escapara, deslicé un folio por debajo, atrapando tupper y saltamones, y lo cogí.

Ahí me falló un poco la idea, porque por poco se escapa. Con la fuerza de un titán, el saltamontes intentó huir, y un folio apenas ofrecía resistencia. Reconozco, con vergüenza, que se me escapó un grito bastante ridículo, porque nada más salir lo intenté amortiguar.

- Nonononono...

Corriendo fui hasta la cocina, saqué el cacharro por la ventana, y tiré al patio al bicho. El primer impulso fue de tirarlo con tupper y todo, pero reaccioné en el último momento. Al cabo de unos segundos sonó un cloc, ruido que hizo el saltamontes al caer al suelo. Ignoro si fue capaz de sobrevivir a la caída de un tercero, pero la verdad es que no me preocupa. Bastante suerte que tuvo de sobrevivir al ataque de un gato y a la posibilidad de un zapatillazo. Ambas suponían la muerte segura. Con la caída aún tenía una posibilidad de sobrevivir. 

Pero que lo haga lejos de mi casa, por favor.
*Langostas de las que invaden campos y arrasan con todo, no de las de mar o río, que se comen... Yo creía que se llamaban mangostas, de hecho una búsqueda en google te da resultados para mangosta insecto, pero según la RAE una mangosta es sólo un mamífero.  

16 comentarios:

  1. Me ha encantado la nota al pie, lo de "sólo un mamífero", que, por cierto, te lo dije yo y no la RAE!! Nos da miedo todo lo que no entendemos y los bichos son muy diferentes a nosotros. Pájaros o peces todavía, pero bichos... eks!

    En mi barrio hay un cojón de cucarachas en verano, es exagerado (me dijeron que antes, hace un porrón de años, era un vertedero) y en verano lloro al volver a casa de noche porque están por todas partes.

    Aquí de momento no se ha colado ningún bicho de ese calibre, pero Zowy ya se encargaría de cazarlo. Me dan un poco de pena, excepto las moscas, que son demasiado plastas para merecer mi misericordia (y que no hay manera de echarlas una vez que entran)

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    1. Sí, LADY BOHEME, tú me dijiste que era un mamífero, pero como no te creía lo busqué yo misma, y la Rae no da otra acepción. Aunque he oído en varios sitios lo de mangosta para referirse a la invasión de los campos por hordas de saltamontes... En fin...
      Qué asco de cucarachas, por favor. A esas no puedo ni matarlas, me da grima el ruido que hacen. E inevitablemente me acuerdo de Kafka cuando veo una....
      ¡Besotes!

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  2. Bichos.Solo leer sobre ellos ya hace que me suden las manos.
    Créeme,yo hubiera gritado,llorado y hasta reptado por la pared para escapar.
    Ahora me pica todo....

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    1. Ainss, ISHTAR, será ruín, pero yo me alegro de no ser la única a la que no le gustan los bichos. Lo de la pared lo tuve en cuenta, pero creo que mi nivel de histeria aún no llegó a tanto. Si en vez de un saltamontes (que me dan asco pero no miedo) hubiera sido una araña en plan gigante, en vez de contarlo por el blog habría salido en las noticias...
      ¡Besotes!

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  3. Pobrecito saltamontes, con lo rico que tiene q estar recubierto de chocolate

    May

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    1. Pues no te he visto comer ninguno, MAY... Y respondiendo a tu cuestión, esa que me hiciste en persona, sí, de pequeña cazaba saltamontes y lagartijas, pero los saltamontes del pueblo eran mucho más pequeños que el monstruo que se coló en casa, y de pequeña yo era mucho más valiente que ahora. Si hasta alguna vez conseguí no gritar cuando vi a una araña....
      A quien quiero engañar... Las arañas siempre me han hecho gritar....

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  4. Ahhhhhh, cómo nos parecemos en estooooo!!!!!!!!!! Yo solté el manillar de mi vespino cuando iba al Instituto porque un saltamontes se me puso en el suéter y me escoñé. Luego en casa , chillando , tuvo que sacarme mi madre el suéter porque me daba asco que me tocara la cara! jajajaja. Te voy a mandar al mariden Don Manfredo. Te invito a que leas "Fumigadores don Manfredo" y entenderás por qué cuando lo leas, jajajaja.
    Yo también tengo un par de mosquititos pequeños en la cocina que no se van ni de coña. Tendré que ponerles nombre como tú! Jajaja
    Besos

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    1. Ainss, ESPAÑOLA EN VIENA, no he podido evitar reírme imaginándome la escena: tú saltando de la vespino y en tu casa incapaz de quitarte el jersey....
      Tomo nota de tu recomendación, ya te contaré cuando lo lea. Y ten cuidado, el problema de ponerle nombre a las moscas es que luego cuando fumigas te da penica... Pero son tan molestas que al final ni pena ni nada...
      ¡Besotes!

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  5. Me alegra saber que no soy la única que tiene moscas asiduas, las mías solo vienen a la hora de la comida.

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    1. Qué suerte, ISA, que solo vayan en las comidas, porque Zumbín y Alitas se divierten molestándome mientras estoy en el sofá leyendo o viendo la tele... Por supuesto, después de darse el festín en la hora de la comida. Qué ganas de que llegue el frío y se vayan donde quiera que se vayan las moscas en invierno... (sospecho que al cielo de las moscas)
      ¡Besotes!

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  6. No puedo con las cucarachas y tengo aracnofobia pero los demás bichos poco a poco los voy tolerando. Antes todos me daban un asco tremendo. Muchos besos.

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    1. Me alegro que vayas tolerando bichos, GOIZEDER. Yo a veces me contengo por la niña, porque ya voy viendo mis miedos en ella, pero la mayoría del tiempo no soy capaz. Y las arañas es el peor invento que ha habido en la historia de la vida. Si lo hacen aposta no les sale un bicho tan asqueroso... (a quien quiera que se lo ocurrió, quiero la hoja de reclamaciones....)
      ¡Besotes!

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  7. Ays, que estas entradas me consuelan. Que yo también tengo una insectofobia de campeonato. En mi caso te juro que yo hubiera despertado a mi casa entera del grito que pego...
    Besotes!!!

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    1. Me alegro de no ser la única, MARGARI, y aún me alegro más de ofrecer consuelo. La verdad es que lo hubiera pasado peor si despierto a P. y a MiniP... Entonces no habría salido vivo el saltamontes, ni yo, claro... Aunque me costó ahogar el grito... Como he dicho más arriba, si en vez de un saltamontes llega a ser una araña (gigante), otro gallo nos hubiera cantado...
      ¡Besotes!

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  8. Yo le tengo tanto miedo a las cucarachas que ni las nombro. Las llamo "guachinangas".

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    1. Qué gracia, JANE! ¿Y por qué tendremos estos miedos? A mi me cuesta nombrarlas, mirarlas y, por supuesto, matarlas (ese ruido asqueroso que hacen)... En fin, hay cosas peores, pero me apunto el nombre, que me ha hecho gracia...
      ¡Besotes!

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