domingo, 1 de noviembre de 2015

Día de todos los santos...


Me acuerdo que yo de pequeña no me disfrazaba en Halloween. De hecho, apenas nombrábamos Halloween a no ser como curiosidad que hacían los yankis, y que nos llegaba en las películas y las series, pero a mucha menor escala que ahora. 
Se celebraba el día de todos los santos, y lo que se hacía era casi lo contrario a una fiesta. No se podía poner música, no se celebraba nada. Se compraban flores y se iba de visita al cementerio a recordar a nuestros muertos, gente que para mi poco significaba. Luego sí, nos daban huesitos de santo y buñuelos para merendar, pero te tenías que tragar primero el rollazo de visitar un cacho de mármol que hacía llorar a tu abuela, y tú no entendías por qué.
Luego, cuando fuimos un poco más mayores, nos libramos de ir a cementerios y aprovechábamos para ir "de calbotes": a asar castañas al campo. Eso sí que era divertido y poníamos música, y reíamos, olvidados los cementerios y lo que significaban.
Ahora, de más mayor todavía, desgraciadamente tengo un cacho de mármol que visitar que me hace llorar (aún cuatro años después), y que no quiero dejar en el olvido por mucho que sepa que allí ya no está mi ser querido. No sé dónde estará, pero está claro que ahí no.

Lo que no he cambiado en todos estos años es una tradición muy propia, quizás me viene de familia, tenemos una rama macabra (creo que por parte de madre), y que me encanta: contar o leer historias de fantasmas.
Lo suelo hacer todo el año, pero el día de difuntos es el más propicio para ello. Da igual qué se celebre, si el superficial Halloween, si el colorido día de los muertos mejicano, o nuestro sobrio día de difuntos, que la premisa es la misma: la delgada línea que separa el mundo terrenal con el espiritual desaparece y se entremezclan ambos mundos, pudiendo ser que te encuentres con fantasmas aún sin saberlo. Es mágico y terrorífico, y por eso me encanta.
Un infalible es siempre Bécquer. El otro día, en el cuenta cuentos de sus leyendas, me di cuenta de que hacía mucho que no lo leía, así que he tenido que ponerle remedio. Os dejo el primer fragmento de El monte de las Ánimas, a ver si os animáis y lo leéis vosotros también...

"La noche de difuntos me despertó a no sé qué hora el doblar de las campanas. Su tañido monótono y eterno me trajo a las mientes esa tradición que oí hace poco en Soria.
Intenté dormir de nuevo. ¡Imposible! Una vez aguijoneada la imaginación, es un caballo que se desboca, y al que no sirve tirarle de la rienda. Por pasar el rato me decidí a escribirla, como en efecto lo hice.
Yo la oí en el mismo lugar en que acaeció, y la he escrito volviendo algunas veces la cabeza con miedo cuando sentía crujir los cristales de mi balcón, estremecidos por el aire frío de la noche. 
Sea de ello lo que quiera, "ahí va", como el caballo de copas.
[...]"

3 comentarios:

  1. Ay, los cachos de mármol. Yo hoy no, pero de vez en cuando sí que ¿me gusta? visitarlo. No sé si es la palabra adecuada, porque evidentemente no hay una fiesta, pero no sé, voy. De hecho quiero ir pero hoy no. Cualquier día menos hoy.

    Los calbotes molan. Quiero comprar castañas y asarlas al horno, que no tengo sartén adecuada para ello...

    Besicos, abrazos y un par de lagrimicas también.

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  2. De pequeña también hacía la visita obligada al cementerio con mi familia. Y me sorprendía la cantidad de gente que iba ese día, porque con mi padre iba todas las semanas y éramos siempre la misma poquita gente.
    Y aparte de esa costumbre, ninguna otra tenemos en nuestra familia. Lo de contar historias de fantasmas no, y menos mal, que siempre he sido muy miedica. Esta leyenda de Bécquer la leí de pequeña en una edición que tenía mi hermano y lo pasé muy mal...
    Besotes!!!

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  3. Me ha gustado mucho el post de hoy. Tienes razón, esta es una fecha para hablar de esa delgada línea entre vivos y muertos, pero al mismo tiempo para festejar cosechas recogidas y prepararse para las largas noches de invierno. Las tradiciones de Halloween son mezclas de otras (el Samhain celta, las de la cosecha romanas, el día de difuntos cristiano...) que están cruzando el Atlántico ora hacia allá ora hacia acá desde hace siglos. Pero en el fondo todas celebran lo mismo: ese punto de inflexión entre un momento del año vital y fértil y otro, casero y de recogida.
    El cuento de Bécquer es de los mejores. Siempre me ha gustado.
    Un abrazo.

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