martes, 28 de abril de 2015

Mini Reseñas: Darth Vader y su princesita, Jeffrey Brown y Sandman Tomo 1, Neil Gaiman



DARTH VADER y su princesita

Este cómic se lo regalaron a P. por su cumpleaños, porque le gusta Star Wars (aunque algo menos de lo que se piensan), y porque tenemos a nuestra propia princesita en casa. No se llama Leia, pero es igual de peligrosa. O más.

En una serie de viñetas cómicas te muestra lo que hubiera sido de Vader y de Leia si hubieran tenido una vida normal. Desde que era pequeñita y sacaba la mejor parte de su padre cuando le daba un achuchón, hasta la adolescencia, donde saca la peor parte del señor oscuro.

En general me ha gustado, me ha sacado alguna sonrisa, pero no es el tipo de humor que a mi me gusta. Yo soy mucho más pragmática, y no he podido quitarme de la cabeza la idea de que la historia no era así, que Leia no se crió con Vader, y que cuando nació la niña el Darth aún no tenía el casco negro. En fin, así soy yo, la alegría de la fiesta.

Es una lectura más curiosa que interesante.


SANDMAN TOMO 1

Por fin me he dejado tentar por mi hermana, y pese a que no suelo leer cómics, le he pedido prestada su edición de Sandman. Grave error. Primero porque me lo está dejando a cuenta gotas, y segundo porque cada vez que me da un tomo viene envuelto en plástico de burbujas. Y no es una exageración literaria, no. Envuelto en plástico de burbujas. Tanto miedo me ha metido con que no lo estropee que me ha costado cogerlo casi un mes. Nunca encontraba un momento, yo que suelo leer como complemento a otra actividad, frecuentemente comer, no era capaz de encontrar el momento de cogerlo y leerlo tranquilamente.

Al final superé el miedo y lo leí. Me ha parecido interesante. La historia del primer tomo se refiere tan solo a Sueño, y a una búsqueda de venganza. El dibujo es muy potente, juega mucho con las sombras, con las difuminaciones y el negro abunda, tanto físicamente, como color de fondo, como metafóricamente, como parte de la historia.

Lo que más me gustó fue el final, cuando conocemos a una de las hermanas de Sueño, a Muerte. Ha sido la parte que más interés despertó en mi y gracias a la que voy a continuar con la saga. Ahí tengo el segundo tomo, esperando a que me ponga los guantes para leerlo...

viernes, 24 de abril de 2015

Mamá en apuros: Madres ejemplares






ADVERTENCIA: NO HE SIDO CAPAZ DE ENCONTRAR EL HUMOR EN ESTE ASUNTO, DE MODO QUE ME HA QUEDADO UN POST ALGO SERIOTE. EL PRÓXIMO LO COMPENSARÁ (ESPERO).

Hace poco tuvimos la reunión trimestral del cole, donde las profesoras (se hace conjunto con las dos clases) nos explican cómo está funcionando el grupo, qué materia van a dar y nos suelen regañar bastante, cada vez por una cosa. Que si los padres que se agolpan en las puertas, que los niños tienen que ser autónomos para ciertas cosas, que si los abrigos deben llevar el nombre puesto y cintas para colgarlos (ahí entono el mea culpa...). El caso es que la reunión de este trimestre ha resultado ser de lo más entretenida, aunque si tengo que decir la verdad no me ha hecho ni pizca de gracia.

Por una parte, y esto sí que fue gracioso, tenemos el caso de una madre que no se ha ocupado de sus hijos durante el transcurso de este año ni el año pasado, y que ha decidido hacer acto de presencia en esta reunión. Y no estoy cotilleando, que conste, que ella no se limitó a sentarse y a escuchar, no. Tuvo que intervenir en todos y cada uno de los puntos que se trataban, aunque no se pidiera su intervención. Ni la suya ni la de nadie, vaya.

Que las profesoras decían:

- Hay que traer los abrigos con el nombre puesto y una cinta para colgarlos.

Ella respondía:

- Pues yo, por mi parte, se lo voy a decir a su abuela, porque los niños están con ella, pero ya me encargaré de recordárselo.

En dos veces que habló ya nos puso al día al resto de padres de que ella no se encargaba del cuidado de sus hijos, que éstos vivían con su abuela y que había conocido a las profesoras el día de antes. Lo que no nos dijo fueron los motivos, dejándonos a la concurrencia con las palomitas a medio comer, esperando el final del culebrón.

Pero la conversación se tornó más seria y lo que me parecieron intervenciones chistosas se convirtieron en molestas. Las profesoras pedían colaboración en casa para que los niños se comportaran bien, porque parece ser que son un poco revoltosos. El caso es que la conversación derivó hacia la importante polémica: ¿quién se debe ocupar de poner normas? ¿Dónde está el problema? En los padres. Lo dijo claro una de las profesoras. En los padres. En el aula les pueden ayudar a seguir las normas, y pueden llegar a conseguir que se porten bien, pero si hay un comportamiento vicioso que los padres no corrigen, no hay nada que hacer. "No me puedo ir a vivir con cada niño", sentenció la profesora.

- ¿Y qué pasa con los niños que pegan? -preguntó un padre- Porque mi hijo viene a casa todos los días que le ha pegado un niño, y siempre es el mismo.

Y ahí se lió. Entre ese padre y la madre de otro niño levantaron la polémica. Hubo preguntas, también hubo gritos. ¿Qué le tengo que decir a mi hija cuando le pegue un niño? Que se lo diga a su profesora. Ante esa cuestión, la madre de los gemelos, que no se caracterizan por ser unos angelitos precisamente, también metió baza.

- Es que a lo mejor lo que pasa es que los niños son tímidos, porque mi X es más lanzado, pero mi Y es muy tímido, el pobre, y se corta a la hora de quejarse a la profesora.

Todos los padres presentes pusimos cara de circunstancias. Apenas conozco a los niños, MiniP no se junta mucho con ellos, pero son de todo menos tímidos.

A la que no le hizo nada de gracia fue a la madre que se quejaba de que a su hijo le pegaban. Siempre el mismo niño, que ya no quería ir al colegio. Y qué iba a pasar. Porque no se estaba logrando nada, y algo había que hacer.

El caso es que el asunto se fue de madre. Sin nombrar las palabras exactas, la verdad es que al niño, al que en ningún momento se nombró, se le criminalizó. La mayoría de padres que allí estábamos se transformó en la típica muchedumbre de las películas de terror, que persiguen al vampiro con antorchas y sogas. Y estamos hablando de un niño de cuatro años, no sé si habrá cumplido ya los cinco. Pero no deja de ser un niño, que tendrá sus problemas y habrá que tratarlos. Porque no creo que haya que retirarlo de la sociedad porque suelte la mano. A todos los niños, porque MiniP también a veces dice que a ella también la intenta pegar.

Si vemos el problema en la superficie, es muy fácil: el niño es el malo y hay que corregirlo. Pero es mucho más complejo que eso. Para empezar, el niño no es malo. El niño tiene un mal comportamiento, y la profesora, me consta, lo está tratando con los padres. Que ellos hagan algo con su hijo o no, lo ignoro, pero parece ser que el niño no evoluciona a más violencia.

Pero es que aquí hay otro punto de vista, y es qué hacer tú, como madre, en caso de que peguen a tu hijo. Porque es muy fácil hacerse la madre coraje y sacar los dientes para defender a tu polluelo, pero no le estás beneficiando. Hay que enseñarle a defenderse, a no juntarse con niños que le ofenden o le pegan, y a ignorar los comentarios maliciosos. Es muy complicado, pero si no le dejas defenderse solo jamás lo hará.

Y luego está otro tema: ¿es el niño víctima inocente del todo? No digo que sea el caso, porque no lo sé de cierto, pero sí sé que hay otros casos en los que el niño A pega al niño B siempre. Pero lo que no se ve es que el niño B está siempre buscándole las cosquillas al niño A, que resulta que no tiene picardía y se defiende soltando la mano a la primera y a la vista de todos.

Ya digo que el caso este concreto no lo conozco, sé lo que me cuenta MiniP, que ha pasado de quedarse con cara de tonta cuando la pegaban en el parque a defenderse, según sus propias palabras, con un cubo cuando el niño del cole le ha intentado pegar. Lo que sí sé es que el caso ha derivado en la mayor de las vergüenzas.

La reunión fue el miércoles. El viernes las dos madres, la del niño que pega y la que se quejó tan alto y fuerte en la reunión, llegaron a las manos. Una le recriminó a la otra que hubiera hablado de su hijo en términos de delicuente, la otra, que ya estaba muy alterada desde la reunión, no se achantó, y acabaron como el rosario de la aurora, que no sé qué pasaría ahí, pero aquí hubo hasta mechones de pelo arrancados.Y, de esta manera, quieren ejemplarizar a sus hijos. Lo de una ya es grave si quiere enseñarle a su hijo que no se pega. Pero lo de la otra no es menos grave, puesto que ha defendido, a golpes, que está mal que peguen a su hijo. Y la verdad es que me da igual quién empezara y quién no, dos no se pegan si uno no quiere. Yo si fuera la profesora reuniría a los padres con sus hijos y les haría que dieran explicaciones. A ver cómo se las apañaban.

martes, 21 de abril de 2015

El galáctico, pirático y alienígena viaje de mi padre, de Neil Gaiman



Sinopsis (Contraportada): Ya sabéis lo que pasa cuando vuestra madre se va de viaje de trabajo y vuestro padre se queda a cargo. Normalmente, ella le deja una lista de cosas que hacer y lo más importante es siempre que NO SE OLVIDE DE LA LECHE. Pero, desafortunadamente, se le suele olvidar. Así que, a la mañana siguiente, antes de desayunar, tiene que salir a la tienda de al lado. Y esta que tenéis en las manos es la historia de por qué le lleva tanto, tanto tiempo volver con la leche.

Como estrellas invitadas: el profesor Steg (un dinosaurio viajero en el tiempo); unos bichos verdes y viscosos; la Reina de los Piratas; una joya muy famosa que está incrustada en el ojo de una estatua en un volcán... Y una botella de leche perfectamente ordinaria pero muy importante.



Fui a la biblioteca con la peque, a que cogiera sus cuentos habituales, y junto al mostrador tienen la estantería de novedades. Mientras esperábamos que nos atendieran giré la cabeza y lo vi ahí, expuesto. Con esa portada tan llamativa. Mi mano actuó por su cuenta y lo cogió. Me lo llevé para casa.

Poco me importa que sea literatura infantil, a la hora de leer no tengo prejuicios, era de Neil Gaiman, que aunque no me gustó su Coraline, todo lo demás me ha fascinado. Además, estoy ahora leyendo su cómic Sandman, prestado por mi hermana (aunque tengo que utilizar guantes para tocarlo, lo que dificulta la tarea), así que fue como una señal.

La historia de este libro es sencilla, pero trepidante. Los niños se quedan solos con su padre porque su madre sale de viaje, y se quedan sin leche. El padre sale a comprar leche y tarda una eternidad. Y cuando vuelve cuenta a sus hijos una disparatada historia sobre qué ha sucedido en todo ese tiempo.

El ritmo es muy rápido, las cosas se suceden una tras otras, pero sin perder sentido y con una unión entre sí. Pero lo mejor, lo que más me ha gustado, que es un libro que no solo se lee, sino que se experimenta. Juega con la tipografía, con las imágenes e incluso con el color de fondo de la página, ayudándote a introducirte en la historia.

Lo he disfrutado como si fuera una niña, para ser Gaiman no tiene un lado oscuro, o si lo tiene yo no lo he visto, pero sí un final interrogante. De los que piensas: ¿será cierto todo lo que te han contado, o no? Yo se lo pienso recomendar a todos los niños que tengo alrededor, empezando por mi sobrino, que es un ávido lector, y aunque MiniP es aún muy pequeña, también se lo leeré. Recomendado también para grandes que quieran recordar lo mejor de la infancia: la imaginación.

viernes, 17 de abril de 2015

Mamá en apuros: Flash back

El sábado que viene nos han invitado a un bautizo y eso me ha hecho recordar cuando MiniP tenía un mes. Era finales de septiembre, y teníamos un bautizo y una boda el mismo día. Y ese sábado estaba yo sola con mi bebé recién estrenado y una valentía rozando la inconsciencia, como luego se demostró. 
Quería compartir aquí lo que escribí entonces, cuando era Mamá en Apuros aún con la L de novata colgada del cuello...
 


Sé que no soy la primera ni la última que es madre primeriza. No pretendo aquí hacer apología del sufrimiento de la maternidad, entre otras cosas porque en general lo estoy llevando muy bien. De hecho, mejor de lo que había esperado. La verdad es que mi peque me pone las cosas muy fáciles, porque prácticamente se dedica a comer y a dormir. Y aunque es agotador estar con el pecho fuera día y noche más o menos cada dos o tres horas, sí que es verdad que entretanto tengo eso, dos o tres horas, para descansar entre medias. Y para lo que no requiere irremediablemente mi presencia, como es el caso de alimentarla, tengo otras dos manos más que dispuestas a hacer lo que sea necesario.

Por esa razón, por lo buena que es y la poca guerra que da, me hice la valiente el sábado y rechacé ayuda. P. trabajaba, por lo que no podíamos ir a la misa de la boda. Debido a eso pude ir al bautizo de mi sobrino. Era a las cinco y media, me daba tiempo a descansar todo el sábado para afrontar después un obligado trasnoche. Porque cuando P. saliera a las 7 de trabajar nos íbamos para el convite de la boda. Y yo lo había previsto todo.

Por la mañana preparé concienzudamente lo que teníamos que llevarnos. Planché el traje de P. (si es que me tiene como una esclava...), preparé ropa de recambio para Mini-P., porque con los bebés nunca se sabe, y también preparé ropa de recambio para mi, por la misma razón. Mientras tanto la peque dormía. Cada par de horas protestaba pidiendo su ración y volvía a dormir. Pero cuando me llegó la hora de prepararme, se despertó. Y ahí comenzó mi estrés.

Si me paro a pensarlo tampoco es que fuera para tanto. Lo que pasa es que me estreso enseguida.

A eso de las tres y media, antes de ducharme, bajé el chasis de la silla. Vivo en un tercero sin ascensor, y no me quejo, pero supone llevar una logística un poco distinta que si tuviera ascensor. Según subí me metí en la ducha. Y no hago más que cerrar la mampara cuando Mini-P. comienza a protestar. Bendita tecnología, el escucha-bebés me permite hablarle y se tranquiliza un poco. Pero no duró mucho. Tengo otras dos interrupciones antes de poder terminar mi ducha.

Visita al moisés. El análisis básico: ¿Hay hambre? ¿Calor? ¿Frío? ¿Pañal sucio? Si no es algo de esto ya estoy perdida. Encuentro el diagnóstico que creo correcto y la peque se calma. Me pongo mi medallita imaginaria por haber acertado y continúo arreglándome. Toca chapa y pintura. Saco y despliego todo el material en el cuarto de baño. Comienzo por un ojo. Termino con él y paso al otro. La niña llora. Esta vez parece hambre.

En ropa interior y a medio maquillar, le doy el pecho. Mientras, miro el reloj. Sé que no debo, pero estoy empezando a estresarme. Menos mal que había empezado con tiempo, porque el minutero parece que corre más de lo que debe. La nena se sacia y puedo continuar con el maquillaje. Pero cuando voy a ponerme el vestido, llanto de nuevo. Mi niña, que generalmente no da ni un ruido porque duerme como una bendita, ha decidido darme guerra cuando tenemos que prepararnos para irnos. Después de un breve pero concienzudo análisis parece que encontré el problema: gases. Después de un eructo que le asusta hasta a ella, se tranquiliza y vuelve a dormir.

Y yo paso la última prueba antes de salir de casa: el vestido. Es precioso, pero se abrocha a la espalda. Cinco minutos tardo en abrochar el corchete, y otros cinco en subir la cremallera. Y en el esfuerzo creo que me he descoyuntado un hombro. Movimientos circulares. No, parece que ha sido solo un susto. Miro el reloj. Tengo el tiempo justo para llegar a la iglesia.

Por las escaleras tengo especial cuidado, ya que llevo el bolso, el cuco con Mini-P dentro y, detalle esencial, los tacones. Prueba superada, he llegado al portal, luego al coche, y - oh, milagro - a la iglesia justo cuando llegaba el resto de la familia.

El resto de la jornada transcurre sin el menor problema. Como ya me había estresado a la hora de prepararme, parece que la peque ya se quedó a gusto y no da ni un minuto de guerra tanto en el bautizo como en la boda, durante la cual parecía que llevábamos un carrito vacío, ya que ni se movió.

Moraleja: aceptar siempre toda la ayuda posible.





martes, 14 de abril de 2015

Martes... sin reseña




No sé si le habrá pasado a alguien de por aquí alguna vez, pero ha llegado el martes y resulta que no tengo reseña. Ha ocurrido sin que me diera cuenta, a mi, que en los años anteriores me dejaba libros sin reseñar por falta de tiempo. Ignoro si es porque ha bajado mi velocidad lectora, o si, por el contrario, lo que ha subido es mi rapidez reseñando, el caso es que no es la primera semana que sucede y no quería dejar en blanco el blog, sin publicar, otra semana más.
 
Tengo dos libros en proceso de lectura. El primero más bien diría que lo tengo un poco abandonado, es La Saga de los Forsytes, de John Galsworthy. No es que me disgustara, aunque la versión que yo tengo, que fue traducida en los años cincuenta, no es que sea muy fácil de leer. Están traducidos hasta los nombres, cosa que me pone muy nerviosa, y la narración es algo espesa.

Decidí compaginarlo con la lectura de Revival, de Stephen King, que estoy leyendo en inglés junto con mi hermana, pero enseguida le ganó la partida a los Forsytes y me dediqué de lleno a éste. No solo me está gustando, sino que lo estoy entendiendo y además me apetece leerlo, no me da pereza cogerlo, cosa que me suele suceder cuando leo en el idioma de Shakespeare.

Se me ocurrió que podría coger un libro corto, una novella, para leerla en un par de días y así poder traer una reseña, pero me resisto a dejar Revival o a compaginarlo con otro. Soy toda suya. Es que es el King, no lo puedo evitar...

Espero poder traer la semana que viene la reseña que toca (probablemente la de Revival), mientras tanto... ¡Nos leemos!

viernes, 10 de abril de 2015

Mamá en Apuros: ¿ama de casa?



El otro día, hablando con una perfec-mamá, me dijo que estaba agobiada porque en un día de vacaciones no le había dado tiempo a hacer nada. Que tenía la casa hecha un desastre.

- Es que no soy buena ama de casa.

Mis ojos se salieron de las órbitas. Vale que está mal juzgar a la gente por su apariencia, pero me imagino la casa de esta mamá como las que salen en las revistas, con todo conjuntando, todo en su sitio, y si quieres buscar polvo te tienes que agenciar un microscopio atómico.

Ella jura y perjura que no, y quién soy yo para no creerla (aunque me cueste), pero eso me hizo exclamar:

- Yo es que no soy ama de casa.

Es un término que, la verdad, no me gusta nada. Me evoca imágenes de carteles estilo años sesenta, donde una mujer con un vestido perfecto, maquillaje y peinado perfectos, con un delantal perfecto, saca del horno magdalenas perfectas mientras su marido perfecto lee el periódico sentado a la mesa. A eso me evoca la expresión ama de casa, a lo más casposo del machismo, donde es la mujer la que se encarga de todo lo relacionado con la casa y los niños y el hombre se limita a traer el dinero a casa. Un pacto que yo veo desequilibrado, pero que si sigo por ahí me voy a tirar hablando de ello líneas y líneas. Pues no me enciende a mi ni nada el tema machismo...

El caso es que, además, soy una mamá en apuros. ¿Alguien se imagina mi casa perfecta e inmaculada? ¿Quién ha levantado la mano, aquel del fondo? ¿La señorita de delante? Esperad un momento, que me da un ataque de risa...

A ver, que si algo tengo son excusas. Las tengo a cientos. Os cuento: no me da tiempo, y priorizo otras cosas. ¿A que es una excusa fantástica? Pero es que, además, es cierta. Trabajo por las mañanas, llego con el tiempo justo para hacer la comida y recoger a la niña del cole. Atiendo a la peque, que no es poco, pero además escribo, leo y salgo a correr.

Sé que las perfec-mamás dejarían de lado lo de leer, o lo de escribir (cuando lo cuento algunas me miran con cara rara), y priorizarían lo de barrer o limpiar el polvo, pero yo hace tiempo que decidí que vida solo hay una y que no voy a pasarla limpiando, planchando o fregando. Hago lo justo, recojo un poco en la media hora que tengo entre que llego a casa del trabajo y voy a buscar a MiniP al cole, y el suelo lo barro cuando las pelusas me saludan al pasar por el pasillo. Es que suelen tener una voz profunda y rasgada que me da un poco de miedo cuando dicen: "hola, guapa", como si fueran travelos ofreciendo servicio. Hasta el gato a veces parece asustado cuando se encuentra frente a frente con alguna, sobre todo si le doblan el tamaño.

La ropa la plancho si ocurren dos cosas: si no tengo nada que ponerme, o nada que ponerle a MiniP, en el armario, o si ha invadido mi sillón de escribir. Es que soy persona de costumbres, y mi sillón es sagrado...

Pero eso sí, cuando me pongo (pausa dramática), me pongo. Además, nunca suele ser el día planeado. A lo mejor me levanto un día, la niña tiene cole pero yo, por lo que sea, libro. No tengo planeado nada especial, por eso llevo a la niña al cole y cuando vuelvo a casa (si no me he entretenido marujeando, que a veces pasa), empiezo con lo básico: abrir las ventanas, hacer las camas, recoger lo de la cena. Y, de repente, sucede: veo una manchita pequeña que no puedo evitar limpiar. Pero al limpiar esa manchita pongo al descubierto toda la guarrería que hay alrededor, con un círculo blanco y reluciente donde antes había mugre. Pues ya se me cruza el cable, hace corto en el cerebro, y me convierto en Mr. Propper versión femenina y sin músculos.

La hora de recoger a la peque me pilla con el trapo en la mano, los cacharros fuera de los muebles, tres bolsas de basura para tirar, y la comida sin hacer. Menos mal que como no soy buena cocinera (eso es territorio de Papá en Apuros), con un filete a la plancha y ensalada lo he solucionado. [*]

Cuando esto sucede, suelo recoger lo que he dejado fuera de su sitio, tiro la basura, y me prometo a mi misma que al día siguiente terminaré lo que he dejado pendiente (sacar la nevera para limpiar por detrás, o darle a las juntas del baño con un cepillo de dientes (que luego tiro, no soy tan inconsciente), pero nunca lo cumplo. A fecha de hoy, por lo menos, no ha sucedido nunca. La constancia, como tantas otras cosas, nunca ha sido una de mis virtudes.

Y yo me pregunto, ¿por qué no tengo dinero para tener gente a mi servicio que me haga este tipo de cosas? Juro que los trataría como a alguien de la familia, no los miraría por encima del hombro, o solo lo haría cuando no me vieran, y no dejaría guarrería tirada por ahí aposta. ¿No me puede tocar una lotería o algo? ¿Qué pasó para que yo no naciera marquesa? Esas son las cuestiones importantes de la vida, sí señor.

Mientras se soluciona lo de tener servicio en casa, si alguien sabe trucos para que esto de la casa no se haga pesado, por favor, agradecería que los compartiera en los comentarios. No os guardéis la sabiduría para vosotros solos. Pero no me digáis que vosotros tenéis quien os lo haga, eso no vale. Es trampa.
 
PD: No he hablado de Papá en Apuros, de forma completamente consciente. Papá en Apuros y yo tenemos divididas las tareas y cada cual cumple y descumple las suyas a voluntad. Entre los dos tenemos épocas frenéticas que la casa funciona como un cuartel, y otras (las más) en que la desidia nos puede y hacemos lo justo para no morirnos ni de hambre ni de una infección. En eso (y en otras muchas cosas) hacemos un gran equipo.
 
[*]:  La gente suele alucinar cuando ve a MiniP comiendo ensalada. Pregunta, asombrada: "¿Cómo es que le gusta la ensalada a esta niña? ¡Es increíble!" Yo, con cara de circunstancias, respondo: "a la pobre no le queda otra, es lo único que sé cocinar. Es eso o morirse de hambre..."

miércoles, 8 de abril de 2015

Confesiones de una heredera... Con demasiado tiempo libre, Belén Barroso



Sinopsis: Querida lectora, lector, o dependiente de la librería que está colocando el libro: 

¿Eres tú una de esas miles de personas que se emocionan cuando se habla de tacitas de té, vestidos de corte imperio y damas de compañía? ¿Te gustaría tener una tenacilla para los rizos y poner «Mr. Darcy» en todas las hojas de tu carnet de baile? ¿Dónde se podrá encontrar hoy en día un carnet de baile? ¿Y un Mr. Darcy?

¿Qué te parecería entonces una historia que transcurre en Pasley Manors, una mansión en medio de la campiña inglesa (¿dónde si no?), protagonizada por una joven y rica heredera que ahora mismo está escribiendo una carta sentada frente a la ventana, a través de la cual cree vislumbrar su futuro y al lechero aguando su mercancía?

Aquí la tienes, servida, por supuesto, en bandeja de plata abrillantada hasta hacer daño en los ojos por el imponente mayordomo de Pasley Manors. Gracias, Branson, eso es todo, puede retirarse. 



Fue la propia autora la que me ofreció su novela. Belén Barroso es la bloguera que hay detrás de Lo que me ahorro en psicoanálisis, un espacio genial en el que planea dominar el mundo, si se deja, o en su defecto un polígono mal vigilado. Pero por lo que más conozco a Loque (también conocida como Belén Barroso) es por las inumerables lecturas conjuntas en las que hemos participado. Pese a que su espacio no está dedicado a reseñas literarias, ella se apunta a un bombardeo. Y no solo se apunta, sino que también a veces lo instiga, y publica sus impresiones en Facebook o en blogs de amigas (como, por ejemplo, Isi o Mónica).

Quien haya leído su blog habrá podido notar ya el estilo peculiar de contar que tiene Belén Barroso. Cada oración cargada de ironía, de segundas intenciones, y con una visión de la vida tan peculiar, y peculiar la forma de plasmarla también. Es muy de humor inglés, que aunque no sé muy bien cómo es, siempre me dicen que es el que yo gasto, por eso será que me gusta el estilo de la autora. Y por eso acepté sin pensarlo el ofrecimiento, y me apunté a la lectura conjunta que precisamente organizan Isi y Mónica.

Por motivos técnicos hubo un retraso en la entrega de los libros, pero como yo no me enteré, lo empecé en la fecha supuesta y... Y ya no pude parar. Así de adictivo es este Confesiones de una heredera.
Está estructurada en capítulos cortos, es una novela espistolar, donde la señorita de apellido casi impronunciable (¿algún valiente que se atreva a decirlo en voz alta? Yo no he sido capaz ni de leerlo entero), le escribe a su amiga del colegio sus vicisitudes para encontrar marido. Ya es casi una vieja, diecinueve años, y si no se da prisa se le va a pasar el arroz.

Tiene un corte que recuerda a los clásicos, a la eterna Jane Austen, a la campiña inglesa y al té de las cinco. La historia es sencilla, la niña va en busca de pretendientes y tiene dos o tres, pero la cosa que parece simple nunca lo es, y todo se enreda de manera espectacular. Ella es tonta o se lo hace muy bien, y nos va contando (bueno, a nosotros no, a Edwina, pero como somos unos cotillas nos vamos enterando de todo) de manera desternillante lo que le sucede.

El humor es el protagonista de toda la historia. Desde la primera página hasta la última no hay frase que no esté bien pensada para conseguir su objetivo, que es hacer reir.Lo recomiendo sin dudar, tanto si se es amante de las novelas de Austen (a la que homenajea sin pudor) como si no. Es una novela que se lee rápido, con la que te ríes sí o sí, y con la que disfrutas.

viernes, 3 de abril de 2015

Ese coche enamorado de Mamá en Apuros




Debo decir que seré Mamá en Apuros, pero a veces tengo cierta mano con las cosas. Vamos, que no soy un desastre total para todo. Ocurre pocas veces, pero cuando ocurre me gusta regodearme. En contadas ocasiones es Papá en Apuros quien está más en apuros que yo. Lo malo es que siempre me afecta.

Ya sabéis que estuve tres meses de baja porque me rompí la muñeca. Nosotros, como la mayoría de las parejas en los que trabajan los dos, debemos tener dos coches, puesto que ni nuestros horarios ni nuestros lugares de trabajo coinciden en lo más mínimo. El tiempo que estuve con la escayola mi marido dijo, cargado de buenas intenciones, que se llevaría un día cada coche, para mover el mío también, pero al final se lo llevó un día nada más.

Cuando por fin me quitaron la escayola y, semanas después, pude conducir, el coche había perdido algo de flow y no arrancaba bien. Arrancaba, pero le costaba. Yo lo dejé pasar, sería cosa del frío, de haber estado parado tanto tiempo, mientras al final se pusiera en marcha a mi me iba bien. Un día, solo un día, una vez me dieron el alta, me falló a la salida del trabajo. No quiso arrancar, lo hizo después de tres intentos y cuando ya me veía atrapada en el almacén para siempre... (Ahí está, señoras y señores: mi tendencia al drama). Creo que el coche Car, tal como lo bautizó MiniP (en esta familia somos de ponerle nombres a todo, el otro coche se llama Leoncio porque es un Peugeot), me sintió desesperada y se apiadó de mi.

El caso es que a Papá en Apuros le dio por pensar (malo), y decidió que como Car era más viejo que Leoncio, y que él hacía más kilómetros para ir a trabajar, nos los íbamos a cambiar. Yo, reticente, me encogía de hombros. Sí, es lógico lo que planteaba, por eso no daba una negativa tajante, pero mi Hyundai es mi gordete, le tengo mucho cariño. Vale que a lo mejor no lo lavo todo lo que debería, que todavía llevo en el maletero el cubo y las palas de la playa del año pasado (con tierra y todo), y que si no fuera por mi marido ni le cambiaría el aceite, pero me gusta mucho como va. Para ser un coche con diez años va como un tiro, y la verdad es que en estos diez años nunca ha dado un problema de motor (excepto una vez, pero no fue culpa suya y casi prefiero contarlo en otro post).

Luego está el tema de la música. Tengo un ipod desde hace cinco años y me acompaña a todas partes. Tenía un cacharro para ponerlo en el coche, con el que podías escuchar su música (o de cualquier dispositivo mp3) a través de la radio. Estuve funcionando con él algo más de un año, hasta que se rompió (y de paso me rompió también el mechero del coche, pobre Car, lo que ha tenido que aguantar). Un buen día, de sorpresa, Papá en Apuros se llevó el Hyundai y me lo devolvió con una radio súper chula a la que le podía conectar el ipod. Y hasta hoy sigue funcionando como el primer día, yo llego, enchufo mi ipod a la radio y a volverme loca con el aleatorio canciones. Tengo más de quinientas en el cacharro.

El caso es que Leoncio en teoría sí que lee el ipod, pero algo va mal con su enchufe y me lee cuatro canciones, sin aleatorio y luego se bloquea, cosa que me da mucha rabia. No hemos empezado con buen pie Leoncio yo... Es verdad que no es lo mismo conducir un coche con dos años que uno con diez, además tiene un montón de pijadas, como la velocidad de crucero y (lo mejor del coche) el techo panorámico, pero aún me sigo pegando con él porque tiene seis velocidades y cuando tengo que reducir la neurona se me colapsa y voy directamente a tercera, punto muerto, cuarta, de nuevo tercera, de ahí a segunda, acelerón y por fín punto muerto y su-puta-madre-te-quedas-en-cuarta.

Pero parece ser que no soy la única que echa de menos al Hyundai. Parece ser que Car también me echa de menos a mi. O, por lo menos, que Papá en Apuros no le gusta.

Una mañana, cuando ya nos lo habíamos cambiado, al salir Papá en Apuros a trabajar, no arrancó. Se negó. Él jura y perjura que lo intentó varias veces y ninguna de ellas consiguió que se pusiera en marcha. Tras preparar la logística necesaria para poder ir al trabajo (llamar a su padre, que viniera con su hermano para que le dejaran un coche y ellos se fueran en el otro) me llamó para que me quedara encargada de llevar el coche al taller por la tarde.

Fue sentarme, meter la llave y arrancar a la primera. Mi marido torció el gesto cuando se lo conté, pero lo dejamos en observación unos días. Que no llegó a uno, pues al día siguiente le arrancó pero a punto estuvo de no hacerlo una vez en su lugar de trabajo. Lo llevamos al taller. Le cambiamos una pieza.

El coche sigue igual.

El lunes de esta semana, en la que MiniP no tiene cole, me llamó para decirme que le había dejado tirado en el bar donde toma café por las mañanas. Es parte de su rutina: llega al bar, se toma el café y luego enfila para la nave donde trabaja. Pues ese día, además, lo dejó en una curva, mal aparcado, se tomó su café, y cuando fue a coger a Car, no arrancó. Entre su jefe y él lo tuvieron que empujar para aparcarlo correctamente, y después de comer fui yo con Leoncio a recogerlo.

La idea era que si arrancaba me lo llevaba. Y si no... pues esperaba a la grúa.

Me senté tras el volante, la puerta abierta. Papá en Apuros apoyado en la puerta del copiloto, también abierta, pues hacía un calor aplastante. Giré la llave, la expectación era máxima. El motor de arranque giró con fuerza (cómo no, si era nuevo), y tras lo que no llegó ni a diez segundos, arrancó.

- ¡Me cago en su puta madre! - Papá en Apuros le dio un golpe al techo - ¡Te juro que lo he intentado un buen rato y no me arrancaba! ¡Está mi jefe de testigo!

- Te creo, te creo...

No pude evitar reirme, aunque de verdad que le creía. Al final me llevé el coche al taller, sin ningún problema en el trayecto, y una vez llegué lo paré y lo arranqué varias veces y todas ellas funcionaba. Se lo dejé al mecánico, advirtiéndole que podría ser un problema de conductor, en lugar de motor.

Esperamos noticias.