viernes, 16 de septiembre de 2016

EL CUMPLE DE MINIP: EL DRAMA DE LOS PERIQUITOS




Sobre la relatividad del tiempo ya desarrolló una teoría Albert Einstein, aunque yo, particularmente, aún no la entiendo muy bien. No la entiendo pero la padezco. Porque, no sé cómo, desde aquel día en que recibí en mis brazos a una bebé pequeñita y con cara de perdida hasta hoy han pasado ya seis años. ¡Seis! Increíble.

El cambio, evidentemente, es notable. Ya no solo habla, sino que mantiene conversaciones más que coherentes con cualquiera. Ya es una personita, con su carácter (a veces demasiado), con sus gustos, sus preferencias.

Y hay preferencias que mantiene desde hace varios años, como puede ser, por ejemplo, el amor por los animales. Ya con dos años (¡con dos!) decía que de mayor iba a ser doctora de animales. Ahora ya dice veterinaria, que quiere ser veterinaria, y si sigue deseándolo su padre y yo le pondremos todos los medios posibles a su alcance para que lo consiga. 

Atendiendo al amor por todo bichito viviente (exceptuando quizás a las arañas), decidimos regalarle por su cumpleaños una mascota. Teniendo en cuenta que ya tenemos un gato, optamos por unos animalillos que no anduvieran sueltos, y que no fueran territoriales. Nos decantamos por los periquitos.

Es difícil decidir cómo hacer este tipo de regalo. Son animales, no cosas, por lo que no nos valía la opción de comprarlos y esconderlos hasta el día del cumple. Tampoco era muy viable envolverlos. De modo que el día de su cumpleaños nos la llevamos de compras, le dijimos que necesitaba zapatos, y la metimos en la tienda de animales. Su cara fue memorable. Al entrar nos dijo: aquí no venden zapatos. Le dijimos que teníamos que comprar comida al gato. Y, una vez dentro, la llevamos a la zona de los periquitos y le dijimos: escoge dos. Nos miró a ambos, primero a uno y luego al otro, con una gran sonrisa en su cara. “Ya lo sabía”, nos dijo. Al preguntarle desde cuándo, respondió: “Desde que entramos aquí.”

Eligió a un macho y a una hembra, ambos jóvenes. Azul él, blanca ella. En un alarde de originalidad les llamó Blue y Blanqui. Nos los llevamos a casa, les dejamos encerrados en una habitación y nos fuimos a comer por ahí. Ese día le tocaba elegir a ella. Para eso era su día.
Blue y Blanqui originales


Ya por la tarde les tuvimos con nosotros en el comedor. Extasiados los cuatro frente a la jaula, los tres humanos intentando atenderles de la forma más correcta posible, el gato observando cada uno de los movimientos de los alados, y arrimándose a mi cada vez que atendía a los pericos. Pocas veces he visto a mi gato celoso, ni siquiera cuando llegó MiniP a casa hace seis años. Quizás ahora que es más viejito lo note más, no sé.

De forma provisional dejamos a los periquitos por la noche encerrados en la biblioteca, no fuera a ser que aprovechando que no vigilábamos, el gato decidiera saltar a atacar la jaula. Nos fuimos a dormir tres humanos y tres animales, pero tuvimos la mala suerte de que al despertar nos fallaran las cuentas. Uno de los periquitos se nos había quedado en el otro mundo durante la noche.

¡Qué disgusto! ¿Y ahora cómo se lo decíamos a MiniP? Como soy muy pragmática, decidí hacerlo sin darle más vueltas. Lo primero que hizo al despertarse fue preguntar por sus periquitos. Y le dije: hay una mala noticia. Blue se ha muerto.

Esperaba llantos. Esperaba gritos. Pero no esperaba un encogimiento de hombros, que es lo que obtuve. Y un: ¿lo puedo ver? 

Aquí no sé si obré bien o mal, pero ya había recogido el cadáver del pobre animalito, y no me apetecía andar mostrándoselo, de modo que negué la petición.

Nos resultó curioso que fuera el macho el que muriera. Fue el que más exploró la jaula, el que comió del palo de golosina que le pusimos, el que se subió al columpio; mientras que la hembra se quedó en uno de los palos, sin moverse, piando de vez en cuando como reclamando al macho que no la dejara sola. 

Por suerte, o por desgracia, este tipo de eventualidades la tienda ya las tenía previstas, y si te fallecía alguno de los animalitos en un plazo de quince días, te daban otro. De modo que fuimos la misma tarde con el cadáver de Blue a “descambiarlo”. Qué frío suena. Y que mal. Pero es la política que se gastan. 

MiniP escogió a otro macho azul. Y también le llamó Blue. Le llevamos a casa y le metimos con la periquita, que seguía tan quieta y callada como el día anterior. 

A este macho ya se le veía con otra energía. En el camino a casa ya estuvo poniéndonos la banda sonora, quejándose a gritos. También lo hizo en la jaula. 

Para evitarles corrientes, o altas temperaturas, o qué se yo, estudiamos los posibles sitios donde ubicar la jaula. Y encontré uno que creía que era óptimo: estaba en alto, y Yoda (el gato) no podía subir ni de un salto ni trepando por otras baldas. Justo encima del mueble de la tele, aunque no justo sobre la tele. Estaban también a salvo de radiación.

Nos fuimos a dormir. Pero esa noche ni papá en apuros ni yo descansamos tranquilos. A cada rato nos asomábamos a los periquitos. Y de paso, a vigilar a Yoda, que se había olvidado de que estaba celoso y de que quería estar conmigo a cada segundo, porque se plantó en el sofá vigilando a los pericos, no fuera a ser que se escaparan (y se los pudiera comer). 

Me despertó Papá en Apuros, apurado, diciéndome: “se nos ha muerto el otro periquito”. Tras el exabrupto de rigor, me fui directa a la jaula a ver qué pasaba. El macho estaba en una barra. Pero la hembra, Blanqui, estaba en el suelo, aunque no tirada. La llamé, silbándola suavemente y levantó la cabeza. Pero enseguida la bajó. No, no estaba muerta, pero muy bien tampoco estaba.

Nos tuvimos que ir, ya que el trabajo no entiende de periquitos enfermos, y cuando volví a casa entré yo primero, no fuera a ser que se encontrara MiniP a la periquita muerta. No, no estaba muerta, pero la situación no había cambiado. La cogí y le di agua con una jeringuilla. Ya lo había hecho por la mañana y le había sentado bien. También llamé a la veterinaria, para pedirle una cita. Le estuve preguntando y me dijo que le intentara dar de comer. De modo que preparé otra jeringuilla con avena, y se la intenté dar, pero tuve menos suerte que con el agua. La cita nos la dieron a las ocho de la tarde, y según colgué, mi objetivo fue mantenerla con vida por lo menos hasta entonces.

En la clínica (la de la tienda) la miraron y comprobaron que, efectivamente, muy bien no estaba. Le pincharon vitaminas y antibiótico, y se quedaron con los dos allí en el hospital para vigilarlos. Nos fuimos a casa con sentimiento de fracaso. Un regalo que le habíamos hecho a MiniP con tantísima ilusión, y se nos había fastidiado: uno muerto y la otra enferma. Y encima, no habían pasado ni dos días y nos volvíamos a casa sin ellos. 

MiniP me preguntó por los periquitos nada más levantarse, de nuevo. Si sabía algo de ellos. Estaba esperando llamada de la clínica, pero no tan pronto. Lo hicieron por la tarde y no con buenas noticias: Blanqui no lo había superado. 

La verdad es que me tocó. Había estado mandando todas mis energías positivas a la pobre periquita, pero no pudo ser. Al otro lo dejaron algunos días en observación, por si había sido algo infeccioso, pero al comprobar que no, nos lo devolvieron. También pudimos elegir otra hembra en sustitución de Blanqui. Como no, MiniP eligió a otra blanca, aunque con tintes amarillos, y la llamó igual. 
Blue y Blanqui Segundos, vigilados por Yoda


Y ya llevamos con ellos en casa una semana, afortunadamente sin problemas. Se notó la diferencia prácticamente desde el primer día, ya que los Blue y Blanqui originales no comieron ni bebieron nada, y los segundos sí que lo hicieron desde el primer momento. Son más ruidosos, pero ya nos hemos acostumbrado todos, incluido Yoda, que ya no hace guardia desde el sofá. Aunque sí que se arrima cada vez que bajamos la jaula.

Esperemos que nos duren muchos años, aunque no sé si volveré a regalar un ser vivo para un cumpleaños.

Por cierto, cuando les consigamos amaestrar prometo subir algún vídeo.

5 comentarios:

  1. Qué fuerte! Y qué mala suerte! Igual es que tenían alguna epidemia y se contagiaron el uno al otro. Yo tuve dos periquitos, uno de ellos volaba suelto por casa y tenía columpios y todo, era una delicia. Murió al darse contra una pared :(
    Besos y feliz fin de semana, María José.

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    1. Eso es lo que pensamos nosotros, CELIA, que venían ya algo malitos de la tienda, porque vendieron otro que también se murió (tres periquitos muertos de la misma tienda da que pensar). De hecho la hembra la recogimos de otra tienda de la misma franquicia, por si acaso.
      Pobre periquito tuyo, qué terrible. Yo tuve uno cuando vivía con mis padres que también estaba amaestrado. Comía de nuestra mano y se posaba en el hombro. Una vez casi le arranco la cabeza mientras comía chicle, porque él veía que yo masticaba y no le daba comida... Era tremendo. Murió de viejo, el pobre, pero duró muchos años.
      Tengo que decirte que mi nombre no es María José, aunque no sé que ha pasado que el otro día iba a rellenar datos con el móvil y me salía para autorrellenar ese mismo nombre, cosa que me extrañó un poco. ¿Será una señal del universo para que me cambie de nombre? El mío no me gustaba antes, pero ya me he acostumbrado. Es Pilar, por cierto. De Pilar, Pi, y de Pi, 3,1415....
      ¡Gracias por pasarte!
      ¡Besotes!

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  2. Yo le regalé a mi hija de pequeña un canario y lo pusimos en la terraza (vivíamos entonces en un noveno piso). Ante los ojos aterrorizados de la niña vino un cernícalo y se lo comió. Si mi hija superó eso, se puede superar todo...

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    1. Jolín, JANE, vaya drama. Tu hija lo superó, pero a mi me has dejado traumatizada con la historia... No me lo imagino...
      El otro día MiniP pasó la noche fuera de casa, con los abuelos, y lo primero que me preguntó cuando la recogí fue: ¿se han muerto los periquitos? Así que creo que algo sí que le afectó.
      Pero sí, si tu hija superó lo del cernícalo, supera cualquier cosa. Y vaya tela con el cernícalo, y eso que se supone que son tontos...
      ¡Gracias por comentar!
      ¡Besotes!

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  3. Yo creo que te dieron periquitos defectuosos porque es un malvado plan de la tienda para traumatizar niños y dominar el mundo. ¿Cómo? AAAAAAAAH...

    Me alegro que los periquitos nuevos no se hayan muerto, si conseguís amaestrarlos será un puntazo. Echo de menos a Elvis :(

    ¡Besos!

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