viernes, 23 de septiembre de 2016

Mamá en apuros: ¡VUELTA AL COLE!




Por fín llega el cumpleaños de MiniP, que es a finales de agosto (a tres días de acabar el mes), y a mi se me pone una medio sonrisilla tonta en la boca. No solo por comprobar lo mucho (y demasiado rápido) que está creciendo mi retoña, no. Porque pasado el cumpleaños llega septiembre, y con septiembre, la vuelta al cole.

Soy firme defensora de los tres meses de vacaciones. No me molesta mi hija por mucho que haya días en los que me tiro de los pelos, pero es que esos días los tengo en verano y en invierno también. La miro a ella con su verano infinito y me da envidia. Recuerdo mis veranos eternos de cuando era pequeña, cuando tenías todo el tiempo del mundo por delante y un pueblo por explorar. Veranos de ríos, de piscina, de explorar cañadas inundadas de vegetación. De pincharme con ortigas, y ya finalizando el verano, cuando los días se iban haciendo más cortos, de ir a coger moras. En un verano cabía una vida entera, y aunque parecía no tener fin al comienzo, siempre me maravillaba de lo rápido que había pasado el tiempo cuando terminaba.

Pero eso era mi infancia. En la que me dejaban en el pueblo, con mi abuela y con todos o casi todos mis primos. Siete niños y niñas que nos íbamos juntando por días y por edades, para buscar el entretenimiento. 

La infancia de MiniP es algo distinta. Para empezar no tiene cinco primos más, sino dos. Eso limita las opciones de juego. No tiene pueblo, y cuando se va a la sierra lo hace con la rama de la familia por la que es nieta única, con lo que no tiene más niños o niñas para jugar. Mucho espacio, muchas posibilidades, pero solo adultos con los que compartirlas. Y con adultos no es lo mismo.

Tuvimos la suerte de coincidir con más personitas de su edad en las vacaciones, tal como os conté aquí, pero eso tan solo supuso una semana de los casi tres meses estivales. Eso sí, esa semana le supo a gloria, la disfrutó al máximo.

Luego de las vacaciones nuestras volvimos a lo mismo: a llevarla por la mañana con los abuelos o la abuela, y por la tarde a la piscina. Para ella un poco aburrido, para mi una locura. Voy corriendo para todos lados, que si tarde a dejarla, tarde al trabajo, que se me hace tarde para recogerla, comer corriendo porque si no se hace tarde para ir a la piscina. Parezco el conejo blanco, mirando su reloj de bolsillo: ¡tarde, tarde, tarde! 

Y MiniP, como digo, aburrida. No digo que pasara cada minuto de cada día aburrida, pero en conjunto sí. Por la mañana los abuelos la bajaban al parque, con el bañador, y la dejaban jugar con las distintas fuentes que tienen a pie de acera en su barrio. La recogía empapada, pero contenta. Y por la tarde, en la piscina, se lo pasaba bien. Disfruta como una enana en el agua.

Pero su cuerpito le pide rutina. Le pide levantarse temprano, tener cosas que hacer, de distinta índole, que la mantengan entretenida. Su cuerpito le pedía ya colegio.

Por eso, cuando tras su cumple ya le fuimos anunciando que en apenas diez días empezaba el cole, se puso loca de contenta. Hicimos cuenta atrás, sin tachar días en el calendario porque siempre se nos olvida, y cuando nos acordamos no tenemos el rotu a mano, pero de viva voz. ¿Cuántos días quedan hoy? ¿Y hoy? ¿Y hoy?

Una semana antes del cole me puse yo mala de la tripa. Mala no, malísima. Perdí tres kilos en dos días, ya os podéis hacer una idea. Por la cabeza me rondó la duda: ¿se lo pegaré a MiniP? Quizás, pero eché cuentas y me dije que probablemente para cuando empezara el cole ya estaría bien. 

Acerté y me equivoqué. 

Acerté porque, efectivamente, le pegué el virus o lo que fuera, solo que a ella le afecto algo menos que a mi, y no perdió mucho peso. Y menos mal, que si la pobre mía adelgaza un kilo desaparece de la vista. Pero erré en el cálculo. Llegó la víspera del cole y todavía seguía mala. Ya casi bien, pero no del todo.

Así fue lo de MiniP, pero al revés...

Le dije que así no podría ir al cole, y ya empezó el drama. 

Llorando, que quería ir, que quería ir al cole y ver a su amiga del alma que hacía mucho que no la veía. Y quería ir al cole.

Tan insistente se puso que cedí: si se levantaba bien, la llevaba al colegio. 

Se acostó temprano, le costó dormirse, pero he de decir en su defensa que lo intentó. Se levantó aparentemente bien, le puse el desayuno y todo iba correcto. En el último trago de colacao le dio una arcada y vomitó en la misma mesa. 

Yo, muerta del asco, y aguantándome las ganas de vomitar, le dije que no iba al cole y no había más que hablar.

Me juró y perjuró que había sido que le había dado asco una cosa del bollo del desayuno. La hipótesis podría resultar cierta, porque la verdad es que es una niña bastante asquerosita en ese sentido, pero no me la iba a jugar. Era el primer día, con profesora nueva y no podía arriesgarme a que se pusiera mala en mitad de la clase y no le diera tiempo a llegar al baño. Llamé a mi madre y la llevé con ella.

MiniP lloró todo el proceso. Lloró mientras la vestía. Lloró mientras se calzaba. Seguía llorando camino al coche, y durante el trayecto. Hubo un momento en que se calmó, que estuvimos hablando tranquilamente, pero fue ver a mi madre y echarse a llorar de nuevo. El salmo era el mismo: yo quiero ir al cole, yo quiero ir al cole… 

Le prometí que si seguía bien todo el día al día siguiente la llevaría al cole, y la dejé como una magdalena llorando a moco tendido.

Me fui al trabajo pensando en qué clase de hija tengo. La pobre mía, llorando porque quería ir al cole. Me alegro que aún no se le haya inoculado el virus ese que te hace ver el cole como algo negativo. Me encanta que vaya ilusionada y con ganas, espero que le dure mucho tiempo.

Por suerte pasó el día fenomenal, sin ningún síntoma de enfermedad, y al día siguiente la pude llevar al cole. Tan contenta iba que casi ni me da un beso de despedida para irse a la fila. Y de tantas ganas que tenía, que ni siquiera ha notado el cambio que supone pasar a primero, cambiar de profesora y empezar a estudiar como si pasado mañana fuera a hacer la selectividad. Para ella ha sido la vuelta al cole, nada más, lo de todos los años. 

Tan natural como la vida misma.



3 comentarios:

  1. La pobre... Ays, sí, todavía son esos días de alegría por ir al cole. A mi hija se le ha quitado la alegría por volver este año, que primero de eso ha sido un gran cambio para ella. De estudiar, de asignaturas, de deberes, de trabajos... Así que este año está ahí temerosa de cómo va a ser 2º...
    Besotes!!!

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  2. Sí, pobrecilla. Ahí sigue, tan contenta. Otra cosa es cuando tenemos que hacer deberes en casa, que no hay manera...
    Espero que a la tuya le vaya genial este año. Es que los cambios son muy bruscos, pero la educación seguirá así "de bien" mientras la ley educativa la redacten políticos y no educadores... Pero ese ya es otro debate...
    Lo dicho, suerte para MiniMargari también.
    ¡Besotes!

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  3. Ay, mi niña... Qué penita que no pudiera ir el primer día de cole con la ilusión que le hacía. Bueno, esperemos que la ilusión de ir al cole le dure muchos años...

    ¡Besines!

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