viernes, 2 de diciembre de 2016

Mamá en Apuros: Visita a la Casa-Museo del Ratoncito Pérez



Quisimos hacer una excursión chula, y como a MiniP se le cayó otro diente (el primero se le cayó el curso pasado), aprovechamos para visitar La Casa Museo del Ratoncito Pérez, que está en Madrid, en la calle Arenal.

Era una visita que teníamos pendiente, la he visto recomendada por varios sitios, por lo que elegimos un día (como cualquier otro) para bajar a Madrid.

Es curioso, no sé si realmente se baja o se sube, pero toda la vida lo he escuchado, eso de bajar a Madrid. Por suerte vivimos relativamente cerca, de modo que cogimos el coche, y nos plantamos en la capital en unos veinte minutos. Dejamos el coche en un parking cercano y nos acercamos andando a la calle Arenal. 

No estaba muy lejos, caminamos tranquilamente. Bueno, Papá en Apuros caminaba tranquilamente, MiniP iba dando saltitos y yo iba como la loca histérica que suelo ser cuando MiniP no me da la mano y estamos en un sitio donde hay mucha gente. Y sí, había gente como para una guerra, que no sé por qué todo el mundo tiene que decidir bajar a Madrid cuando lo hacemos nosotros. Debería ser una norma establecida que si voy yo, el resto del mundo debería quedarse en casa: así tendríamos sitio para aparcar y MiniP no tendría que soportar ni mis gritos ni mis uñas clavadas en sus manos para que no se suelte (Nota: son uñas metafóricas, no le hago daño a mi hija adrede).

Llegamos a Sol y ahí sí que tuvimos un problema. Atajamos por el pez, a MiniP le llamó la atención la estatua del Oso y el Madroño (que por cierto es osa y no oso), y se iba a acercar, pero había gente haciéndose fotos y otras personas esperando su turno de forma educada. Le íbamos a decir a MiniP que teníamos que esperar, y que si quería le hacíamos una foto, cuando hizo contacto visual con una persona disfrazada de Pikachu que vendía globos. Y ahí comenzó el drama. 

Corrió a esconderse detrás de su padre, para lo que se soltó de mi mano de manera brusca, lo que hizo que yo me asustara por si le daba por salir corriendo o algo. Si se pone a correr en una plaza con tanta gente, la pierdo seguro. Eso pensó mi cerebro en un milisegundo, y antes de poder reaccionar mi brazo se activó cogiendo a MiniP del suyo. Por suerte, segundos después me percaté de que solo se había refugiado tras la figura de su padre, con lo que relajé la tensión y no le rompí el hueso. (Nota de nuevo: es una clara exageración, no le dejé ni marca).

Imagen de aquí


El Picachu hizo amago de acercarse, pero se lo debió pensar mejor al ver mi cara de mala hostia, porque hizo un quiebro y se arrimó a un grupo de familia que pasaba por allí. Papá en Apuros, como siempre tranquilo en situaciones tensas, le ofreció a MiniP cogerla a hombros. Parece un ofrecimiento sin valor, pero en realidad hace mucho que no la carga de esa manera: desde que MiniP está tan grande, que son 6 años ya, y 22 kilos. Ella, por supuesto, encantada, de manera que se la subió, ella se tapó la cara con las manos apoyándose en la cabeza de su padre, y así cruzamos Sol, como tres fugitivos, sin mirar a los lados y lo más sigilosamente posible para no llamar la atención de los vende-globos disfrazados.

Quizá debimos haberlo previsto, ya que MiniP tiene problemas con los disfrazados desde bien pequeña. No le gustan, le dan miedo. No sé por qué, en realidad, porque ella sabe perfectamente que es una persona que lleva un traje con mucha tela, pero no lo soporta. Luego se divierte con los disfraces de Halloween. Y cuanta más sangre, más se divierte, no lo entiendo.

Una vez a salvo, en la calle Arenal, Papá en Apuros se libró de su carga y nos dispusimos a buscar la casa del Ratón Pérez. Dimos la vuelta cuando se acabó la calle, pues nos habíamos pasado. De vuelta nos pasamos de nuevo, por lo que al final acudimos a internet. Gracias a eso, por fin lo encontramos, dentro de un centro comercial, en su primera planta. Subimos, entramos en la tienda, que estaba llena de cosas chulas, como cuentos, cajitas para dientes, juegos de mesa… Allí nos informaron de que el siguiente pase sería en 30 minutos. Compramos las entradas y nos fuimos a dar una vuelta.

Aproveché, porque había visto una librería muy pequeña, pero que tenía fuera unas mesas y ahí perdimos un rato… Bueno, yo me sumergí en el olor, el tacto, los títulos de los libros, mientras Papá en Apuros esperaba pacientemente y MiniP petardeaba por allí cerca… 

La casa del Ratón Pérez es pequeña, pero muy bonita. La entrada cuesta poco, y te hacen una visita guiada que dura unos quince minutos, pero en el que la cara de los niños y las niñas es un poema. 


Entras a la sala de estar, atestada de cosas, de cuadros, de dientes. La decoración está muy cuidada, y la atención de la guía es genial. La que nos tocó tenía la voz muy dulce, y contaba la historia rápido, pero de manera divertida. Hizo participar a todos los peques, que salieron encantados.

Después de contarnos el origen del cuento del Ratón Pérez, nos hicieron pasar por la puerta mágica a su casa. La puerta mágica estaba a ras de suelo y había que gatear para entrar. Según abrió la puerta nuestra guía MiniP retrocedió. Supongo que aún le quedaba en el cuerpo la impresión de los disfrazados, pero esta vez la pude convencer para que pasara… delante de mí. De modo que me agaché y recorrí un pequeño pasillo cubierto de purpurina, que, por supuesto se me quedó en toda la ropa, para aparecer en la biblioteca del señor Pérez. Como el destino fue muy agradable, decidí olvidar el tema y alegrarme. Me puse a mirar los libros. Había estantes hasta encima de la puerta. Tomé nota para modificar mi propia biblioteca.

Con la visita a su biblioteca, y a una maqueta de la vivienda completa del Ratón Pérez se terminó la visita. He de decir que la historia en algún punto cojea (si aparecemos en la biblioteca del Ratón Pérez por qué luego vemos la casa entera en maqueta), pero la verdad es que visto desde la perspectiva infantil es simplemente mágica. MiniP salió encantada de allí, y su padre y yo, también. 

Terminada la visita tan solo quedaba volver al coche. Decidimos cruzar a la acera contraria para evitar el drama con los disfrazados, y aún así MiniP se colocó en el lado más alejado, escondiéndose tras su padre, pero vigilando, controlando a los disfrazados, no fueran a cruzar y a perseguirla con los globos…




6 comentarios:

  1. A ver, Pi, que pareces nueva: magia, siempre magia. Cruzasteis un portal mágico para llegar a la biblioteca ;)

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    1. Querida LADY BOHEME, ya se que era magia, pero era una magia un pelín cutre. Los niños y las niñas más espabilad@s se hacen los tont@s para no romper el corazón a sus padres...
      Aún así fue bonito.
      Besotes!

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  2. Como se nota que ya no crees en el ratoncito: es magia!!

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    1. Bueno, con la edad que tengo ya si se me cae un diente el Ratón Pérez no me trae un regalo, si no que me pega una colleja... Es difícil tenerle cariño así...
      Gracias por comentar! Besotes!

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  3. Mi hija también se asustaba con la gente disfrazada. Si cuando celebrábamos los cumples siempre decíamos que la mascota por favor no saliera, que lo pasaba fatal. No se puede evitar. Tiene que estar chulísima la casa del ratoncito Pérez, pero ya me parece que no voy a visitarla, que ya está mi hija mayor.
    Besotes!!!

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    1. Se suele decir que mal de muchos consuelo de tontos, MARGARI, pero a mi me ayuda saber que no soy la única que pasa por estas cosas... Cuando hicimos la visita había algunos niños ya mayorcitos, de los que han cambiado ya todos los dientes y les cuesta creer en la magia y disfrutaron también. Si algún día te pilla cerca dale una oportunidad, que seguro os sorprendéis las dos.
      Gracias por comentar.
      Besotes!

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