viernes, 15 de septiembre de 2017

Mamá en apuros: La espera final



Si de algo me he dado cuenta durante el tiempo que ha pasado desde que me diagnosticaron hasta ahora, es que el cáncer es una enfermedad que te enseña a esperar.

Los enfermos en los hospitales se llaman pacientes y no creo que sea casualidad que se utilice ese término.

Yo, que de la paciencia sé lo que pone en el diccionario, estoy aprendiendo mucho y a marchas forzadas sobre ello. ¿Cuántas veces he hablado aquí acerca de esperar, de tomárselo con calma, de ir despacito? Para mi gusto demasiadas, pero aún no se ha terminado.

Porque ahora ya he terminado todo el tratamiento. Ahora estoy despertando, por así decirlo. Esperaba estar en plena forma ya a estas alturas, pero en lugar de ello estoy recuperando poco a poco algo de mi energía vital. Al menos ya no me duele pestañear, y me levanto de la cama con ganas de hacer cosas. 

Ahora, ya con esa energía, miro hacia atrás y veo la lucha encarnizada que ha tenido lugar en mi cuerpo. La quimio, la radio externa, la interna… Ha sido una guerra cuyo escenario ha sido mi cuerpo, y ahora está arrasado. Me doy cuenta que esperaba que fuera como en un constipado: que cuando ya se te pasa la fiebre estás operativa al instante. Yo esperaba poder correr, poder hacer mi vida normal, y poder descansar tranquila psicológicamente hablando.

Pero no.

Para empezar, tengo algunos efectos secundarios que son un poco desagradables y que no parece que quieran marcharse. Me duelen las piernas, me pesan como si llevara bloques de hormigón en ellas. Me imagino con una escafandra andando por debajo del mar, porque es así como me siento. También me duelen los tendones de Aquiles. Hablando con otra superviviente de cáncer de mama me dice que a ella le pasa lo mismo, y en ese momento no me sentí tan mal. Mal de muchos, consuelo de tontos, que me solía decir mi abuela. Y sí, abuela, soy tonta, pero me sentí acompañada, por así decirlo.

La energía ha vuelto, pero no toda la que tuve. A veces me pregunto si voy a poder volver a ser la que era. Si voy a poder levantarme, tener un día ajetreado y acostarme tarde estando cansada, sí, pero cansada normal, no cansada nivel me acaba de pasar una apisonadora por encima. Y sí, he tenido algún que otro día ajetreado (por ejemplo, cuando celebramos el cumple de MiniP en el parque de bolas), pero durante el cual he tenido que hacer muchas pausas para subir las piernas, y por el que terminé cansada ese día y los dos posteriores. Nunca había tenido una resaca de cansancio. Ni siquiera cuando hice la Media Maratón estuve así de cansada al día siguiente. 

Y lo peor de lo peor. Con lo que me ha castigado el karma. Durante toda mi vida me he burlado de un síntoma que solemos tener las mujeres durante la menopausia. Desde jovencita, cuando alguien de mi alrededor tenía calores hacía la típica broma: será la menopausia. Cuando los tenía yo también lo decía. Y ahora, que parece que la quimio ha convencido a mis hormonas para que descansen un ratito, estoy teniendo esos calores. Y no me gustan nada.

Por un lado está muy bien no sangrar una vez al mes. Sobre todo teniendo en cuenta lo que llevaba ya sangrado de más desde enero hasta junio. Al principio supuse que mi cuerpo había hecho balance de beneficios y que estaba ahorrando ahora todos los recursos que había gastado entonces. La idea no era mala, ¿no? 

Pero parece ser que no. Se lo comenté a mi oncóloga y la mujer se rió un rato a mi costa. No en mi cara, pero se lo vi en los ojos. Me dijo que eso era un efecto secundario de la quimioterapia, y que la menstruación podría volver o no. Y yo, si no fuera por los calores, le diría que se quedara donde está. Pero es que lo de los calores no me gusta nada.

Aparecen de repente. Se habían camuflado porque han hecho temperaturas muy altas en Madrid, pero cuando el termómetro nos dio un respiro salieron a la luz. Llegan de repente: me sube un calor hacia la parte de arriba del cuerpo, cara, brazos y pecho que va aumentando de intensidad gradualmente. Después empiezo a sudar, la frente se llena de pequeñas perlas de sudor que, junto con las del resto del cuerpo, ayudan a que la temperatura baje. En alguna ocasión he pensado que acabaría en combustión espontánea. Quien inventó a Antorcha Humana (de los 4 Fantásticos) seguro que tenía estos sofocos.

Claro, que ahora tengo más tiempo para fijarme en estas cosas, porque ya no tengo citas médicas. No tengo que ir cada día al hospital, ni cada viernes, ni nada hasta dentro de dos meses. Tres meses desde que se termina el tratamiento. Yo lo he llamado: LA GRAN ESPERA. Lo sé, los títulos se me dan fatal.

¡Pero es que son tres meses! Tres meses sin saber nada de nada. Y con lo que me gusta a mi esperar…

En noviembre descubriremos si el tratamiento ha sido efectivo. Los médicos me han dado buenas expectativas, pero tampoco se mojan mucho, por eso de las ilusiones que nos solemos hacer los pacientes. Nos dicen: tal vez no sea nada; o: hay un 80 por ciento de probabilidades de curarse (o un noventa, o un noventa y nueve), y nosotros escuchamos: ¡no es nada en absoluto! ¡No tienes de qué preocuparte! ¡Contrata un crucero! Y luego llega el día del crucero, no puedes ir porque estás en tratamiento, y la culpa es del pobre doctor que tan solo te había dicho lo que por su experiencia sabía. Nunca una certeza.

Por suerte yo no contraté un crucero. Yo quise creer que podría ir a la piscina en agosto, con lo que imaginé que podría ir todos los días y disfrutar de nadar y tumbarme a la sombra a leer, pero esto último suele ser imposible con MiniP, y lo primero resultó no ser cierto. No tuve cuerpo para ir a la piscina nada más que un par de veces, y ya casi a finales de mes.

Pero debo tener pensamiento positivo: ya ha pasado un mes de los tres de espera. Ahora solo me quedan sesenta días que tachar del calendario para saber si esto por fin se ha terminado o todavía nos queda algún fleco que cortar. No quiero pensarlo. 

Pero y si…

No quiero pensarlo. Me taparé los oídos y cantaré muy fuerte cuando me venga algún pensamiento de esos. 

¡La la la laaaaaa!

2 comentarios:

  1. Mejor no pensar, sí, mejor no pensar. Ahora a reponerte, a coger fuerzas, a disfrutar. Y cuando menos te lo esperes, esos dos meses que te faltan ya ha pasado y ya te enterarás de cómo le va a tu cuerpo. Pero mejor intentar no comerse el coco. Que es difícil, lo sé, pero hay que intentarlo.
    Besotes!!!
    Pd: los sofocos es una cosa "muuu mala".
    Más besotes!!!

    ResponderEliminar
  2. Es complicado, MARGARI, pero parece que lo voy consiguiendo. Espero que el tiempo pase rápido.
    Lo de los sofocos es lo peor!!
    ¡Besotes!

    ResponderEliminar

Te invito a comentar, pero siempre desde el RESPETO. Me guardo el derecho a borrar cualquier comentario que considere que falta al respeto de cualquier manera. ¡GRACIAS!