viernes, 13 de octubre de 2017

Mamá en Apuros: La batería del coche



Hoy me he dado cuenta de que es cierto que hay experiencias que te cambian. Hoy he tenido una de esas vivencias que hubiera sido totalmente diferente antes de mi enfermedad (A.V: antes de Voldemort).

Llevaba una semana para llevar el coche al taller. Me había saltado un aviso en la pantalla, como que había algo que no funcionaba muy bien con la mecánica. Como ya sospechaba lo que podía ser, lo iba alargando. Pero como intento volverme una persona organizada, o lo máximo de organizada que pueda (tampoco será mucho, pero es un intento), me había anotado en mi bullet journal (un invento genial para quien se deja las agendas casi en blanco) que hoy tenía que llevar el coche al taller.

Vale, genial, ya está anotado. Me miro el bullet esta mañana y veo: correr y llevar el coche al taller. Como podéis comprobar, mi prioridad no era el coche. 

Tras dejar a la peque en el cole, he ido a correr. Lo llamo correr porque me hace ilusión, pero en realidad camino más que corro. Cuando termino y llego a casa estoy un tanto fastidiada, porque también me tocaba ejercicio de fuerza, para ponerme a tono, pero como no lo había agendado y lo del coche sí… En fin, que decido irme como las cochinas, sin ducharme, porque he decidido que si llego pronto voy a hacer la rutina de fuerza. Pero no me lo apunto en la agenda porque tampoco estoy muy segura…


Bajo al coche. He cogido mi mochila «de batalla», una de cuerdas que tengo desde hace cinco años, que es de una marca deportiva. No digo la marca porque me cae fatal y no quiero nada de ellos, esta mochila la tengo porque me la regalaron. La he cargado con lo necesario para la espera en el taller: mi monedero (si no, no pago), la agenda, una bolsita con cuatro bolis de colores y la tablet. ¿Veis cómo me he vuelto organizada? Llevaba todo eso para aprovechar la espera organizándome (aún más), y para leer una novela que tengo en formato pdf. Normalmente usaría el kindle, pero para el pdf me resulta muy incómodo. Creo que me estoy enrollando.

Me meto en el coche, dejo la mochila y la chaqueta que he decidido erróneamente llevarme, meto la llave en el contacto, giro y… nada. Giro otra vez y… nada.

No hace ni tos. El coche está muerto.

Como ya tengo experiencia, pero esta vez no estoy en la playa, mantengo la calma y busco el número de mi seguro. Llamo. Ese no era. Busco de nuevo. Vuelvo a llamar. Esta vez sí.

Tras una primera toma de contacto con un contestador que te da las opciones, me pasan a una operadora a la que le cuento que el coche no me arranca. Sin problema, me envían un taller móvil para que me lo dejen arrancado y si quiero, me pueden cambiar la batería en el momento, ya que siempre llevan baterías en la furgoneta. Tardarán unos cuarenta minutos.

He cogido mis cosas y he subido a casa. Según he abierto la puerta recibo un mensaje de mi seguro, dándome una estimación de 40 minutos de espera y con un enlace para saber dónde se encuentra mi asistencia en ese momento.

Me ha parecido fantástico. Me ha dado tiempo a hacer mi tabla de ejercicios (todo súper sencillo, aún no tengo el cuerpo yo para muchos trotes), y a ducharme. Cuando he terminado de secarme el pelo he vuelto a consultar el mensaje y ponía que estaba a 4 minutos.

Por un momento he mirado a mi alrededor, dudando de que estuviera en la existencia correcta. Tal vez habría saltado a un universo paralelo y no me había dado cuenta. No podía ser que todo hubiera sido tan sencillo y tan rápido. A ver, que soy Mamá en Apuros, que estas cosas me suelen pasar con un millón de giros en la historia, con cinco problemas a la vez, y no estoy acostumbrada a que el inconveniente se transforme en salvación: me dio tiempo de hacer el ejercicio, ducharme, bajar a tiempo y que me dejen cambiada la batería sin haber movido el coche de sitio.

Ah, pero claro que no podía ser…

El señor de la asistencia se ha perdido, y en lugar de girar a la derecha, giró a la izquierda. Sin embargo, soy capaz de darle indicaciones de cómo llegar hasta donde estoy yo sin mayores problemas. Se baja de la furgo, saca una maleta redonda con pinzas, le abro el capó y me arranca el coche. Pero no, no todo iba a ser un camino de rosas. Resulta que no llevaba baterías en la furgoneta. Se excusa, dice que no le habían avisado, que le habían dicho que tan solo era arrancar el coche. Evidentemente, no le culpo. Ha sido un malentendido. Me dice que tengo que mover el coche para que se cargue un poco, y le cuento que lo llevo al taller directo, que la intención había sido llevarlo antes, para cambiarle la batería, pero que no me ha dado tiempo.

Voy con un poco de canguelo, por si se me cala el coche. No me suele pasar, pero basta que no quiera pararlo por si no vuelve a arrancar para encontrarme en un ceda, se me vaya el pie y adiós muy buenas. No se me cala, pero se me enciende la reserva. Pues nada, bonito, vas a esperar a que te vean en el taller. Me veía en la gasolinera llamando de nuevo a la asistencia en carretera, y no. Que una aprende de sus apuros pasados.

En el taller me llevo otra sorpresa. Pero de las buenas, también. La batería es más barata de lo que imaginaba. Aún recuerdo la factura de la del Hyundai, que poco más y nos arruina las vacaciones… Pero no, es menos de la mitad de lo que pagué entonces. Allí nos acuchillaron pero bien.

Otra suerte: me cogen el coche enseguida. Entre unas cosas y otras me he plantado en el taller a las 12 del medio día. Si llegan a tener afluencia, o es una cosa de más tiempo, me habría supuesto un problema. Tenía a mi madre avisada por si me retrasaba, para que me llevara a mi casa o en su defecto, fuera ella al colegio a por mi hija, pero mi hermana también la necesitaba de apoyo logístico a la salida del cole. Pueblos distintos y coles distintos, mi madre ha entrado en barrena porque no se podía dividir. Afortunadamente, antes de que le explotara la cabeza y antes de movilizar al ejército para la «operación extracción» me han entregado el coche. Con tiempo más que de sobra: que he pasado a comprar y aún he podido dejar la compra en casa.

Soy dos yoes, pero sin pistolas. En ningún multiverso tendría buena puntería


Y ahora sigo mirando bien a mi alrededor. Sé de sobra, porque he leído mucho terror y mucha ciencia ficción, que si te encuentras en un universo paralelo todo parece igual, pero siempre hay un detalle que lo delata todo. Una nimiedad. He mirado mi casa y está todo exactamente igual, el desorden no se ha convertido en orden, ni el polvo ha desaparecido. MiniP tiene todos sus lunares, los tres que tiene, en su sitio. Yo tengo ojeras, pero también están en su sitio.

De modo que debe ser el universo correcto. ¿Habré aprendido a tomarme las cosas con más calma, y por eso parece que todo va sobre ruedas? ¿O es que ya no estoy tan en apuros?

2 comentarios:

  1. Seguramente has aprendido a tomarte las cosas con más calma. Y eso es bueno. Te da más tranquilidad e incluso te da más tiempo!
    Besotes!!!

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  2. Yo creo que lo que as aprendido es a solucionar los problemas según vienen, y no pensar en los que te vendrán a continuación.

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