viernes, 17 de noviembre de 2017

Mamá en apuros: ¡Vida social! Concierto y Visita



Las entradas para el concierto de Amaral las tenía desde principios de marzo, más o menos. Sé que fue antes de que me dieran el diagnóstico, y lo sé porque si hubiera sido después no las hubiera cogido. No quise hacer planes a corto plazo, por el tema del tratamiento, y pasé todo el verano cruzando los dedos para que a finales de octubre me pudiera mantener en pie sin querer morirme al menos dos horas.

No solo lo conseguí, sino que lo conseguí con nota, y llegó finales de octubre. Se me juntó un poco con las pruebas de la primera revisión, en el que veríamos si Voldemort había muerto o solo lo había fingido, de modo que para mí el concierto se convirtió en una especie de símbolo, el de la sanación. 

Además, con la escenografía que le dio el grupo, Amaral, con la luna iluminándose, y con la luna yéndose como en un eclipse, o como en una fase acelerada de decrecimiento, me animó mucho. Fue como si, con ese eclipse de luna, también se eclipsara mi enfermedad. La dejé atrás, vencida por la medicina. Como debe ser.


Pero el concierto acabó, y fue muy triste, pero había que seguir. Cerró una semana de vacaciones mentales que agradecimos mucho, ya que al día siguiente recogimos a la peque, que llevábamos sin verla desde el sábado anterior. 

Debe ser que todo lo bueno tiende a acumularse en los mismos días, ya que, en esa semana, recibí un mensaje de Isi: iba a pasar por Madrid de manera fugaz y preguntó si podíamos quedar a comer. Solo estaba de paso, estaría unas horas, más o menos a la hora de comer y sobremesa, y aunque sé que le hubiera gustado hacer una macroquedada, no pudo. Me siento muy afortunada de que preguntara si podíamos quedar…

Yo, a pesar de que no había visto a mi hija en una semana entera, y de que la recogí el domingo, acepté gustosa. No todos los días viene una bloguera de León, una persona achuchable como pocas, de visita a los madriles, así que ni me lo pensé. MiniP se mosqueó, porque ella también quería conocerla, pero tenía que ir al cole. Ya había perdido demasiadas clases…

Llegué pronto, por si por algún casual se adelantaba. También había contactado con mi hermana pequeña (anteriormente conocida como Lady Boheme, ahora Crazy Cat Nunu, autora de los blogs Leo, luego existo y ...y todo lo demás), y fui hablando con ella por el móvil según iba en metro. Esto de que haya cobertura bajo tierra aún me flipa. Me iba diciendo, toda misteriosa ella, que saliera por la salida del pez de cristal, que era muy fácil de encontrar, pero es que yo, si es fácil, no lo encuentro. Cogí una salida, y sorpresa, no era la correcta. Dio igual, crucé la plaza de Sol, y ahí la vi, esperando frente a la boca de metro, tal y como esperaba, aunque ella no me había dicho que estaría allí.

Ella tenía que volver a su trabajo, pero la acompañé. No porque sea buena hermana, que no lo soy, es que necesitaba un baño con urgencia y me aseguró que podría utilizar uno allí. De camino pasé por un edificio, que tenía una placa oficial que ponía: «Registro de la Propiedad Intelectual». Creo que estaba claro para qué era, pero yo no pienso bien con la vejiga llena y me dije: «¿Será aquí donde tengo que traer a registrar una obra?». 

Visité el baño del trabajo de mi hermana, y me dejaron estar un ratito por allí con ella. Fueron todos muy amables. Pero cuando Isi avisó de que cogía el metro, decidí irme a Sol a esperar, para ir adelantando. 

Pero tenía un plan en la cabeza.

Volví a pasar junto al edificio oficial, y me decidí a entrar. El portal daba acceso a un hall, con dos puertas de cristal: una a mano derecha y otra a izquierda. Había carteles grandes por todas partes, pero aún así me costó un rato asimilar dónde tenía que ir. Al final seguí un cartel que ponía: «Registro de obras». Pensé que era el camino correcto, y no me equivoqué.

Había un detector de metales y una vigilante de seguridad que muy amablemente me preguntó si venía a registrar una obra y me indicó que cogiera un número de espera. Como no había nadie, apenas tuve que esperar dos minutos, y me hicieron pasar. Pedí la información pertinente, me indicaron cómo tenía que presentar la documentación y salí de allí feliz.

Feliz, porque me sentía una escritora de verdad. 

Después fui a Sol directa, donde me encontré con Isi.

Hay personas a las que no has conocido en persona nunca, pero cuando te ves por primera vez, es como si te hubieras criado con ellas. Isi es una de esas personas. Es puro amor, casi le salen arcoiris y unicornios por las orejas. La conversación con ella es sencilla, fluye, no hay silencios incómodos. 

Nos fuimos a la plaza Mayor, a curiosear por la Feria del Libro, y nos fuimos de allí antes de comprarnos todos los ejemplares que veíamos.


Nos tomamos un capuccino cerca de Sol, y enseguida llegó la hora de recoger a mi hermana y llegar al sitio donde habíamos quedado con Loque, autora de la gran Edwina, libro que no se llama exactamente así, pero que hay que leer se llame como se llame, para comer. Fuimos a que nos cuidara una tal Olivia, un lugar muy chulo para comer, con un menú muy sano y sabroso, pero en el que había que compartir mesa, lo cual me resultó muy curioso. También es muy pequeño, pero sí que merece la pena probarlo. 



Belén hizo de cicerone, y nos organizó una pequeña ruta, que tenía tres paradas: una papelería muy molona que nos hacía ilusión a todas, una librería igualmente apasionante y un bar de cereales. El último era por rebajar el tono cultureta de la visita, claro, no porque nos encante el azúcar con formas de colores.

Nos llevamos un chasco, la papelería solo abría de martes a domingo, por lo que después de un rato en el que estuvimos las cuatro con la cara pegada al cristal, Belén nos arrancó de allí con la promesa de ver libros.

Aviso: nunca lleves a cuatro blogueras literarias a una librería. Te pueden dar las uvas. Las cuatro estuvimos viendo libros, tocando lomos, leyendo sinopsis y comentándonos las lecturas que nos habían entusiasmado y las que habíamos aborrecido. Yo, que parezco una abuela, tuve que sentarme un rato, pero es que la librería es tan fabulosa que tenía un silloncito bastante cómodo por ahí. Nos alternamos Belén y yo en el asiento. Por cierto, Belén, necesito que me recuerdes el nombre del autor que me recomendaste, el de la serie de detectives…

Para rematar la excursión, fuimos al bar de cereales. Y allí casi sufro un síndrome de Stendhal, pero en lugar por la belleza, por los colores. No podía imaginar que hubiera tantos cereales en el mundo. Y además distinguían por nacionales y de importación, como con los whiskies. Cada una hizo su elección y nos atiborramos a azúcar entre risas y más y más conversación.


Aprovechamos para escribir una postalita que enviamos con todo nuestro cariño a Mónica. (*)

Se hizo de noche en Madrid. Acabábamos de cambiar la hora por lo que todavía nos sorprendió que anocheciera tan pronto, pero es que también se hizo tarde. Isi debía continuar su viaje, y yo debía recoger a mi hija, que como mala madre que soy la dejé con su abuela y sus primos… 

A pesar de que acabé reventada (mi reloj casi hecha humo), repetiría ese día cien veces. Las cosas fluyen cuando estás con personas bonitas, y te alegran no solo el día, ni la semana, sino el mes entero.

Gracias por los buenos ratos, y nos vemos pronto, chicas.

(*) Me acaban de chivar por el pinganillo que la postal la escribimos donde Olivia. Pero me permitís una pequeña licencia, ¿verdad? 


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3 comentarios:

  1. Pero qué envidia de día! Y totalmente de acuerdo. No se nos puede llevar de librerías. Mi madre me ha preguntado alguna vez si me lleva el costo... Entro y no me acuerdo de la hora. Y no es un decir, que un día llegué tarde a recoger a mi hija en el colegio porque se me fue el santo al cielo mirando libros...
    Y está genial poder conocer a amigas blogueras! Me dais envidia!
    Besotes!!!

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  2. Ay, qué bonito recuerdo!!! Yo lo pasé genial y es verdad, de la librería nos hubieran tenido que sacar a la fuerza si no llega a ser por la vuelta de Isi a su tierra.

    El autor es Alexander McCall Smith y su detective se llama Mma Ramotswe.

    El primer libro de la serie se llama "La primera agencia de mujeres detectives"

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  3. Me apunto el autor.
    Y me apunto también a la próxima, aunque no sea bloggera.

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