Pues sí, lo reconozco, me gusta el jaleo. Me apunto a un bombardeo. Y después de dos años preparando el baile de carnaval para los peques, este año lo esperaba con ansia.
Y no fui la única, varias mamás de la clase de MiniP ya andaban preguntando que cuándo sería, que qué haríamos. Queríamos cerrar a lo grande, ya que creíamos que iba a ser el último año. Porque esto lo hacían solo para el ciclo de infantil, y MiniP, con todas sus compañeras y compañeros, pasa ya a primaria.
Esta es la historia, en tres actos y conclusión final, del carnaval de este año.
Primer acto: ensayos, reuniones y comparsas.
La semana fue de locura. Recién aterrizada en el AMPA, habíamos programado dos reuniones para la misma semana que teníamos que ensayar el baile de carnaval. Por casualidad (o no), casi todas las del AMPA también bailábamos, y como ya se sabe que mal de muchos, consuelo de tontos, al menos no fui tonta yo sola.
Quedamos las mamás (que no sé por qué los papás no se apuntan a estas cosas), y nos costó decidirnos, pero lo conseguimos. Sacamos canción, un mix que me costó remezclar lo que no está escrito, y acordamos ensayar todas las tardes de la semana, de lunes a jueves, ya que el viernes era la actuación.
Este año había dos novedades: la primera, que además de bailar para los peques, podríamos participar en la comparsa. El cole había decidido sacar al ciclo infantil y al primer ciclo de primaria a la calle (tenemos una calle peatonal junto al cole), para hacer ruido y reclamar el sitio de nuestro cole en el pueblo. Y la segunda, que también se bailaría para el primer ciclo de primaria, que hasta ahora se lo habían vetado por ser (supuestamente) ya mayores para estas cosas.
Con lo que tuvimos que compartir zona de ensayo con las mamás de 3 y 4 años, y además, con las de primaria.
Con las de 4 no había problema, eran pocas y bien avenidas (con nosotras), pero con las de 3... Se juntaron varias mamás de 3 años que a su vez eran mamás de 6 años, con las que coincidimos en años anteriores, y pudimos comprobar que la estupidez suele aumentar con los años. Siempre han ido de glamurosas, de finas (¡¡que vivimos en un pueblo, por favor!!), y lo de este año ya fue tremendo. No consintieron en compartir espacio de ensayo, por lo que se quedaron después de que nosotras nos fuéramos, y no empezaron hasta que no salimos todas por la puerta. De hecho, una mamá que se olvidó algo tuvo que volver, y las muy petardas pararon la música, dejaron de bailar, y, molestas, no comenzaron hasta que se vieron de nuevo solas.
Hay que ser ridículas.
Segundo acto: el día de la comparsa
Cuando tienes todos los días ocupados, el tiempo pasa volando, y así fue la semana de carnaval. Antes de que nos diéramos cuenta, ya estábamos a viernes. Yo, como siempre, dejé mi disfraz y el de MiniP para el último momento, aunque en esta ocasión tuve suerte y no sufrí ningún percance. A MiniP la vestí de gimnasta, con mayas, calentadores, cinta en la cabeza, y el brazalete de mi móvil, y yo metí mi disfraz del baile en una bolsa, y me vestí con mi ropa más llamativa de correr. Y, creedme, que llama la atención: mayas negras (que hacía frío), y unas cortas encima, naranja fosforito. Y para arriba, un cortavientos también naranja, que además me queda pelín ajustado. Lo que tiene comprarse la ropa cuando más delgada se está, que luego engordas y ya no entras. Para rematar me prestaron una peluca rosa de rizos. Iba monísima. Y, a excepción de la peluca, así me fui para el colegio.
Pasamos el día entero allí, ya que saldríamos en comparsa sobre las diez. Sin apenas notar el frío esperamos pacientemente a que salieran los pequeños. Los colocaron por clases en filas, cada uno de ellos disfrazado de un tema, y nos miraban alucinados. Claro, vieron un grupo de
Tercer acto: Por fin, el baile
En principio, tras el desfile y la quema de la sardina, tendríamos libre hasta después del recreo, que era cuando bailábamos para los nuestros. Pero no pudimos resistirnos a ayudar a las mamás de primaria, que de las dos clases de 7 años se habían presentado tres madres. Una tercera, monitora de zumba, iba a acudir, pero en el último momento le cambiaron el turno en el trabajo, y dejó a las otras sin nada preparado. Nos ofrecimos a hacer nuestro baile, ya que no coincidía el público, y de ese modo acabamos bailando dos veces. Pensábamos que no iba a gustar, ya que eran niños más mayores, pero les encantó.
Eso sí, ahí estaban las petardas también, madres de los de 6 y los de 3, e hicieron ese baile ultra secreto que guardaban con tanto celo. Era entretenido y movido, pero no dejaba de ser una coreografía de zumba. Para nosotras, sin mérito, ya que seguro que se la habían aprendido de alguna clase del gimnasio.
Lo nuestro sí que tenía mérito: utilizamos tres canciones que unimos, nos inventamos el baile desde cero, y no lo escondimos como si fuese el código de la bomba nuclear.
Tras el ensayo que nos supuso bailar para los mayores, tuvimos, al fin, un momento de respiro. Hasta después del recreo no volvíamos a actuar (esta vez el de verdad), y decidimos irnos a tomar un café. ¿Cómo? Pues como íbamos vestidas. Tal cual. Tutú, camisa blanca, tirantes, dos coletas y coloretes exageradamente rojos. Colegialas de casi cuarenta. Casi no llamamos la atención. De hecho, el dueño de la cafetería nos pidió una foto grupal para su facebook. Por supuesto que dijimos que... sí. Nos faltó tiempo, vaya.
Y, por fin, llegó el gran momento. Bailábamos para nuestros pequeños. Como cerrábamos actuación, habíamos previsto llevar serpentinas para tirarles a los niños, y más música para bailar después. Después de tantos nervios, tanto ensayo, tanto tiempo para prepararlo, el momento llegó, y en cuestión de dos minutos, ya había pasado. Ya habíamos bailado y nos estaban aplaudiendo. El confeti volaba, y los niños como locos querían atraparlo. Fui a abrazar a MiniP, que estaba loca de contenta, cuando sentí que me llamaban…
Las petardas tenían que ser. Habían decidido, entre todas, que repetirían su baile, pero todas juntas. Nos miramos las mamás de 5 años, y algunas de las de 4, con ganas de abalanzarnos sobre ellas y tirarlas de los pelos, pero un gesto nos hizo acordarnos de que había menores delante y que no sería un buen ejemplo para ellos... Pero no nos gustó. Si querían que repitiéramos su baile (¿y por qué el suyo, y no el nuestro?), no tendrían que haberlo tratado como asunto de estado.
Para no liarla accedimos, no sin echarles algunas miradas asesinas, y comenzó la canción. Ellas bailaron tan bien y glamurosas como siempre, como si lo hubieran ensayado mil veces, claro. Y las demás... Las demás hicimos lo que pudimos con lo que teníamos. Para compensar, a mitad de la canción sacamos a los niños y ahí ya se disimuló todo.
Conclusión final: la diversión.
Pese a la locura que supuso esa semana en mi vida, pese a los nervios, al acostarse tarde por acomodar las canciones, y pese a las madres petardas (y a algunas cosas que me he dejado en el tintero por no extenderme aún más), fue algo maravilloso. Tan solo la sonrisa de MiniP al verme disfrazada, y luego su felicidad al venir a bailar conmigo lo compensan todo. Y además de eso, no lo olvidemos, hubo mucha, pero mucha diversión.
Muy divertido, aunque con un poco de retraso, me quedo con la canción del pollito.
ResponderEliminarSí, ISA, la verdad es que no voy de rabiosa actualidad... Lo intento, pero creo que si lo consiguiera no sería Mamá en Apuros... XD
EliminarMe alegro de que te haya divertido. La canción del pollito está muy bien, aunque después de tanto ensayo, se me ha atragantado un poco...
¡Besotes!
Lo importante es eso, que lo habéis disfrutado y os habéis divertido mucho, a pesar de las petardas...
ResponderEliminarBesotes!!!
¡Gracias, MARGARI! La verdad es que sí, fue muy divertido. Y de las petardas volveréis a saber... Vaya tela...
Eliminar¡Besotes!