lunes, 30 de junio de 2014

Resumen II Readathon From Isi


Ya pasó el fin de semana, y con él el Readathon de From Isi llegó a su fin. Dos días de locura total entre letras inglesas y (lo más importante) súper desayunos calóricos.
En este segundo Readathon estoy más contenta que con mi fracaso del primero. No he alcanzado todos los objetivos, pero me he esforzado, y he conseguido terminar dos de los tres libros que tenía programados. Os cuento:

Sábado, 5:15 de la mañana
Me suena el despertador y me levanto con las legañas pegadas y con ganas de matar a alguien. (Principalmente a quien puso estos horarios en mi trabajo). Con el café se van las legañas y se mitigan (aunque no desaparecen del todo) las ganas de matar. Y, como viene siendo mi costumbre de un año a esta parte, mientras desayuno, leo. Abro el primer libro que he elegido para el Readathon, Six American Story.


Sábado, 11:30 de la mañana
Consigo, tras mucho suplicar, salir una hora antes de mi trabajo, y acudo a la cita con mi hermana, que quería ir de compras. Cuando llego al portal ella aún no ha llegado, con lo que espero pacientemente. Saco de mi bolso el librito y me pongo a continuar my english reading, y me siento orgullosa de mi misma. No tengo mucho tiempo, pero lo aprovecho a tope.


Sábado, 12:45 de la mañana
Estamos en Decathlon, mi hermana ha cogido unas cuantas mallas y ha entrado en el probador. Me siento en un banco a esperarla, ¿y qué hago? Saco mi libro y me pongo a leer. Y, para rematar, le hago una foto al libro. Había una pareja sentada junto a mi y se cambiaron de banco. A saber qué debieron pensar, pero yo feliz porque avanzaba en el Readathon. 


Sábado, 23:20 de la noche
Antes de dormir (y bastante duré, que no me eché siesta ni nada), otro poquito más del libro. No quedé muy contenta porque no conseguí terminar el primero, pero por lo menos habia leído todo lo que había podido.

Domingo, desayuno (sobre las 9 de la mañana)
Ya con mi peque desayunamos dos cup cakes que me habían quedado de la última tanda que hice, que los había reservado para el Readathon, y unos cereales. Lo sé, mi desayuno no estuvo muy trabajado, pero ya habéis leído la cronología de mi sábado, no di para mucho más. Eso sí, como ya viene siendo mi ritual (uno de "mis momentos"), durante el desayuno seguí avanzando con my english reading.

Luego nos fuimos a comprar, y pese a que no tenía muchas esperanzas, eché el libro al bolso. Soy optimista ya lo sabéis. Pero estuvimos entretenidos toda la mañana, y luego comimos por ahí, y luego llegamos a casa reventados y, por qué no decirlo, algo enfadados, y me quedé frita en el sofá.


Domingo, hora de acostarse (sobre las 23:30 de la noche, se me hizo tarde también, qué trajín llevo...)
Pese a que ya era tarde, no perdono lo de leer antes de dormir, aunque sean cinco minutos tengo que hacerlo. Para entonces ya había terminado con el de Six American Story y había comenzado The Importance of Being Earnest, pero lo he terminado hoy después de comer. Aún así lo cuento como hecho para el Readathon (porque yo lo valgo...)

De modo que acabo contenta, he leído dos libros más para mi reto Keep Calm, con lo cual ya llevo cuatro. Sólo me quedan seis para terminarlo, a dos libros por Readathon, me hacen falta tres Readathones más para completarlo. Así que, Isi, ya sabes... ;-)

viernes, 27 de junio de 2014

II Readathon en From Isi


Isi nos ha vuelto a convocar para leer como locos en inglés durante un fin de semana, y yo, ante los cantos de sirena, soy incapaz de negarme. Para saber mejor de qué va la historia, podéis pinchar aquí.
Llevo fatal el reto, para qué nos vamos a engañar, así que no me viene mal un fin de semana de locura inglesa. Como siempre, ando algo liada, no creo que pueda leer mucho, pero esta vez, y visto mi estrepitoso fracaso en el anterior readathon, me voy a poner metas más asequibles.
El Readathon son dos días: sábado y domingo. Pero el sábado trabajo por la mañana, y por la tarde (según salga de trabajar, de hecho) ya he quedado con mi hermana Lady para ir de compras. Es decir, pocas oportunidades de lectura, a no ser que contemos las etiquetas del Primark y del H&M como lectura en inglés... Y el domingo, día familiar, queremos irnos a la piscina. Pero bueno, ahí a lo mejor puedo arañar un ratito mientras MiniP y su padre juegan un poquito... Me encanta leer en la piscina, al fresquito.
Lo dicho, un objetivo asequible: he escogido tres libros de nivel, eso sí, de nivel tres.

Y si se me hacen cortos, tengo en reserva otros tres de nivel uno.


 Si lo consigo estaré a un paso de conseguir mi reto, que eran diez libros en inglés. Deseadme suerte, no soy mucho de conseguir retos.
La gracia también consiste en editar la entrada para ir contando los avances, pero como estaré casi todo el día fuera no sé si podré hacerlo. Lo intentaré, no obstante. Y si no, haré una entrada resumen el lunes contando toda mi experiencia lectora in english, en plan: sábado, morning: a las cinco de la mañana mi cerebro está tan dormido que no consigo leer ni en español, mucho menos enterarme de algo en inglés...
Como veis, estoy llena de optimismo.
¡Y me olvidaba del desayuno! El motivo por el que nos apuntamos la mayoría de nosotros (no nos engañemos) es para desayunar el domingo como un lord inglés. Es decir, una excusa para ponernos hasta las patas de algo típico inglés (americano también vale). Aunque yo creo que esta vez optaré por unos donuts, por la falta de tiempo.
Por cierto, podréis seguir los avances en twitter, con el hangstag: #ReadathonFromIsi, y en el grupo de Facebook.
¡Suerte a todos los readathonianos!

Mamá en apuros: el adiós al amigo peludo.



Hoy no sé si será por el tiempo (está lloviendo) o qué, pero ando meláncolica. Estoy en un sinvivir. Quiero hacer muchas cosas y a la vez no me apetece hacer ninguna. Tengo dos libros a medio empezar y sin ganas de cogerlos. Mil historias en la cabeza que no sé cómo darles salida.

Es la nostalgia que me invade. Puede que solo sea cuestión de hormonas (pero que a nadie se le ocurra decírmelo), o puede simplemente que tenga un día tonto. Pero cuando tienes recuerdos tristes a los que acudir los días tontos se convierten en una tortura.

Y cuando ya creía que lo podría tener controlado, ha sonado el teléfono. Una corazonada me ha invadido antes de cogerlo, ya sabía qué pasaba. Eran mis suegros. El perro, Gun, ha muerto.

Había quedado con mi suegro esta tarde para ir a por el coche, que está en el taller, y me ha llamado el hombre, compungido, que no puede venir. El perro ha sucumbido a la edad, ya eran quince años los que tenía, y no quería dejar sola a mi suegra con él, mientras van a recogerlo.

La verdad es que tampoco ha sido una sorpresa, ya este fin de semana le hemos visto muy mal, pero me he puesto muy triste. Sólo los que amen a los animales serán capaces de entender el sentimiento. Se convierten en parte de la familia. Hacen compañía, comparten juegos. De hecho, mientras escribo ésto tengo a mi gato durmiendo junto a mi, que no me deja sola en ningún momento. Se acurrucó junto a mi cuando murió mi abuela, y estuvo a mi lado cuando lloré a mi padre. Es otro miembro más de mi familia, compuesto por papá, mamá, nena y gato. Y, en el caso de los abuelos, abuelo, abuela y perro.

El mayor problema, donde me convierto de verdad en una mamá en apuros, está en contárselo a MiniP. Sé que hay que normalizar la muerte, al fín y al cabo es parte de la vida. No se entiende la una sin la otra. Pero para MiniP el perro era su perro. Era su Gun, le cogía de la correa para pasearlo, jugaba a darle pastel de tierra y a leerle cuentos (también se los lee al gato, aunque aún no sabe leer). Va a ser su primera gran pérdida, porque no dudo que para ella era uno más de su familia, sin distinguir si era humano o no. Era demasiado pequeña cuando se fue su abuelo (mi padre), por lo que no lo recuerda. Y sé que esta pérdida la superará, pero me gustaría ahorrarle el sufrimiento por más que sepa que debe aprender a sufrir, porque esta vida está hecha de alegrías, pero también de dolor. Aunque no soy muy creyente, lo que me causa numerosos desconsuelos, espero de corazón que haya un sitio mejor para los perros, y que nuestro peludo, nuestro Gun, esté descansando con un gran hueso en el cielo de los perros.

martes, 24 de junio de 2014

Cómo seducir a un hetero, Diego Manuel Béjar



Supuestamente basado en hechos reales (y digo supuestamente porque ya sabéis cómo soy de escéptica), cómo seducir a un hetero cuenta en primera persona el cuelgue de Diego con el kioskero de su barrio, Jorge, hasta el punto de llegar a engañarlo e irse a compartir piso con él pese a estar pagando su propia hipoteca. Todo empieza a complicarse y a caer en una espiral aparentemente imparable con la que al final se estrella.

Me enviaron este ejemplar de la editorial, es literatura gay, por etiquetarlo de alguna manera (que somos mucho de etiquetar), pero yo, aunque heterosexual, no tengo prejucio ninguno (o eso me gusta creer) y me dispuse a leerlo con la mejor de mis intenciones.

En una visión global la novela no está mal. Pero no supera un análisis más profundo. Me gusta ser sincera en mis reseñas y ésta no va a ser la excepción. Empezaré por lo positivo, y seguiré por lo que menos me ha gustado.

La historia engancha, eso hay que concedérselo. Empieza de menos a más, e incluso llega a tener momentos de vergüenza ajena en las que te entran ganas de gritarle al libro, al protagonista, aún a sabiendas que no te puede escuchar.

La narración está en primera persona, un tipo narrativo supuestamente sencillo pero con el que es muy fácil cansar, sin embargo aquí el autor lo sabe llevar muy bien, incluso cuando hay cosas evidentes para todos menos para él. El tono que ha elegido para el libro es muy jocoso, el autor/protagonista se sitúa siempre desde la ironía, riéndose de sí mismo y de lo estúpido que fue. Pretende ser una narrativa fresca, fácil de leer y con algún poso de moraleja. Pero no termina de ser tan fresca como desea.

El primer punto donde me suelo fijar, antes incluso que en los personajes es, si los hay, en los diálogos. Y todos los diálogos de este libro son forzados. Puede ser que esté basada en hechos reales, pero los diálogos no lo son. O por lo menos no lo parecen. Es lo que más frescura le quita a la novela. Y luego los exabruptos exagerados tampoco ayudan. Yo no dudo que entre sí los gays se llamen a sí mismos maricones y cosas varias, pero aquí no lo han sabido plasmar de forma natural (o de manera que alguien ajeno al mundo gay lo considere natural).

Y segundo punto, los personajes. No están bien profundizados. Al protagonista lo conocemos por sí mismo, pero no es capaz de transmitirnos algo transcendente de los que le rodean. Ni siquiera del kioskero, o de su mejor amigo, que son los contrapuntos del principal. Al kioskero no hay quien le entienda, que yo no digo que no haya tíos así, pero qué mínimo que una explicación, y el amigo se tira toda la novela como si supiera algo importante y luego se lo queda para él mismo.

Y esto me lleva a la historia. Que no está mal, es adictiva y tiene un punto final que me dejó con la boca abierta y el corazón encogido, pero que se deja hilos suculentos sin rematar.Sin embargo, como lectura light, cumple su función. No es de lo mejor que he leído pero también hay que reconocer que es una ópera prima, y en este caso se nota mucho. Como lectura intermedia, o como lectura de piscina (o playa si hay suerte) puede pasar. Ahora, no esperes que te cambie la vida, porque es una novela muy pasable.

Gracias a la editorial Stonewall por enviarme el ejemplar.

martes, 17 de junio de 2014

Las aventuras de Tom Sawyer, de Mark Twain



¿Hay alguien que no conozca el argumento de esta novela? Está ya considerado un clásico de la literatura, y no me extraña. Relata las aventuras de Tom Sawyer, un muchacho intrépido y algo desobediente que siempre anda metiéndose en líos. Está ambientada en la época del antebellum, es decir, la época en la que el secesionismo estaba creciendo en Estados Unidos y que acabó desembocando en la guerra de Secesión. El lugar, un pueblecito pequeño junto al río Missisipi, llamado San Petersburgo, que parece ser una adaptación del lugar natal de Twain, Hannibal. (Sí, me he leído la wikipedia).

He tardado mucho tiempo en leerme este libro, porque lo iba intercalando con otros. Pero no porque no me gustara ni porque no fuera entretenido, que lo era. Creo más bien que no era mi momento, porque los libros que intercalé fueron en su mayoría chick-lit, literatura fácil de digerir, y aún más fácil de leer y seguir el hilo.

Supongo que una de las causas de que me diera pereza continuar con Tom Sawyer era que la historia está ya muy manida. Hay película, serie y homenajes varios que hacen que sepas al dedillo todo lo que ocurre en la novela. Hasta hay un episodio de Los Simpsons en la que Bart es Tom Sawyer y Nelson Huck Finn...

Pero me lo tomé con tranquilidad (con mucha tranquilidad) y fui terminando la historia poco a poco, y debo decir que no me extraña que sea un clásico, de tan genial que es. Todo trata, básicamente, de las travesuras de Tom, que no son pocas, y contado desde su punto de vista.

Lo más genial de todo es la visión de niño que tiene la novela. Ahí reside la gran maestría de Twain. Es sumamente realista, nada de un niño desde la visión del adulto, no. Es la visión de un niño contada por un niño. Las supersticiones (tontas cada una de ellas, como lo de repetir tres veces una palabra en el claro de luna a las doce de la noche y resucita un gato), los juegos, la visión de la vida. Sawyer es un niño travieso, pero no es fundamentalmente malo. Lo que pasa es que es libre. Y tiene unas ocurrencias terribles.

También tiene cierto grado de tensión, con toda la historia de Joe el Indio, y las escapadas de Sawyer con Finn, pero lo que más predomina en la novela es el costumbrismo. Es un fiel reflejo de la sociedad de entonces, vista desde el prisma de un niño.

De modo que, pese a todo el tiempo que me costó leérmelo, es una novela que me ha encantado, que me ha dejado poso traspasando la barrera que me suponía que fuera una historia tan conocida y que al final he disfrutado como una enana. Es una de esas lecturas imprescindibles...

viernes, 6 de junio de 2014

Mamá en apuros: complicaciones



Es de todos sabido que a las mamás en apuros se nos complica la vida. Si no, no seríamos mamás en apuros, obviamente. Pero en el momento mismo de la complicación no te paras a pensar en el significado de los nombres, te cagas en la madre que parió al destino que te juega la mala pasada, y si tienes suerte te quedas tranquila con un par de veces.

Resulta que a mi marido lo mandaron una semana fuera, a hacer un curso. Ni más ni menos que a Italia, cerca de Módena (sí, de donde es el famoso vinagre, aunque no viene a cuento). Pasado el momento de envidia, la fase de “me voy contigo, ya veré qué me invento para el trabajo”, y por último la fase de aceptación, llegó la hora del pragmatismo y de planear. Porque, ¿qué hacer con la pequeña? Una semana entera de madre soltera con todas las tareas para mí requería más de un plan de acción. Por suerte tenía dos, ya que al final tuve que acudir al plan B.

El plan A

El plan A era muy sencillo. Mi mayor problema era llevar a MiniP al cole. Porque yo entro a trabajar muy pronto y no coinciden mis horarios con los primeros del colegio. Había dos soluciones: que la niña se fuera a dormir con los abuelos (mis suegros) o que la abuela T (mi madre) se viniera a dormir a casa. Casi todas las madres me entenderán en mi decisión: mi madre preparó una maleta y se vino a casa a dormir, empezando el domingo por la noche, ya que el lunes salía el avión muy temprano.

El lunes transcurrió tranquilo. MiniP asistió al cole puntual, mi madre se fue para casa después de dejarla y volvió para comer con nosotras. Estuvimos hablando de un regalo para una amiguita de MiniP, que la invitó a su cumpleaños, y mi madre sugirió que le podía comprar un ramillete hecho de chuches, que compraría ella y me daría al día siguiente a la hora de comer.

Mi madre suele ser muy voluble. La quiero mucho y tal, pero es así. No dice que no quiere hacer las cosas, y suele buscarse mil excusas hasta que, desmontadas todas, no le queda más remedio que, o hacer lo que no quería, o decirte a las claras que no quiere hacerlo. Esto se traduce en un montón de tiempo perdido y planes que se vienen abajo porque a última hora mi madre decide que no va a hacer lo que sea que habías planeado.
Lo que más me irritó fue que el día anterior me había jurado y perjurado que vendría, iríamos juntas a por MiniP y comeríamos en casa. Pero ya tenía decidido que no, seguro, porque tenía que hacer cosas y le apetecía hacerlas. A mi me parece perfecto que quiera hacer cosas, pero, por favor, que no me maree con los planes que tengo que hacer malabarismos cada vez que necesito algo de ella.

Que no viniera a comer no fue algo importante, pero quizás, echando la vista atrás, fue el punto de inflexión. Porque no vino a comer, y MiniP salió del cole con fiebre.

Primera complicación

Al salir de trabajar vi una llamada perdida en el móvil, con un número que parecía procedente de mi población. Pensé que podría ser del colegio, pero lo descarté al instante. Porque a principio de curso dimos una lista con cinco teléfonos a los que llamar, en orden de preferencia, y mi número de móvil es el último de ellos. Porque no tengo la opción de llevar el móvil encima mientras trabajo. Y me dije, bueno, será de algún gimnasio, porque si fuera del colegio habrían llamado a P. Como P. está fuera, habrían llamado a mis suegros, (segunda opción), a mi madre (tercera opción) o al número de mi empresa (cuarta opción), y no habrían llamado simplemente a mi número móvil personal (quinta y última opción).

Pero cuando llegué a la puerta del colegio me confirmaron mi primera sospecha: habían sido ellos los que me habían llamado. Primera complicación: en todo el curso escolar no habían tenido necesidad de llamarme y al primer día que falta mi marido me llaman porque la peque tiene fiebre. Iba a decirles lo del teléfono, pero (segunda complicación), la profesora de MiniP no estaba, había una suplente que no sabía muy bien cómo iba ese tema. Lo aplacé para contárselo a su profe cuando volviera.

Pedí cita en el médico, que milagrosamente obtuve (normalmente la tengo que llevar de urgencias), y prometí a MiniP que si salíamos pronto y estaba bien, la llevaría al cumpleaños. Tardamos poco, y apenas cinco minutos después de salir de la consulta llegó mi madre, que como ya he dicho en el último momento decidió que haría su vida. Como salió sin fiebre (con la medicina haciendo efecto), acudimos al cumpleaños, donde la peque se lo pasó en grande. (Y yo me puse hasta arriba de dulces caseros saltándome mi día de running).

Pese a la sensación de ir corriendo a todas partes, el día acabó normal, con la peque en la cama pronto, y sin protestar. Como mi madre estaba en casa, al día siguiente (miércoles), se quedaría con ella y no la llevaría al cole.

Llamó P, como todos los días. Ante la pregunta de: “¿Qué tal todo?” Respuesta: “Bueeeenoooo, la peque se ha puesto mala”. “Joder, para una semana que me voy fuera”.
 

La madre de las complicaciones

La gran complicación llegó de madrugada. Yo dormía con un ojo abierto y otro cerrado, pendiente de que no le subiera mucho más la fiebre a la peque, pero a las cuatro de la mañana fue mi madre la que me llamó. “¿Me puedes llevar al hospital?”

Me incorporé de un salto, aún casi sin saber dónde estaba, pero en pie y vestida casi en un mismo acto. “¿La niña está bien?” “Sí, sí, la peque duerme.” Me froté los ojos, para espabilarme. “¿Qué te pasa?” “Me late muy rápido el corazón” .
Nos vestimos las dos, en silencio. A mi madre la operaron hace dos años para cambiarle una válvula en el corazón, el mismo año (unos meses más tarde) que murió mi padre de un infarto. El fantasma del dolor y del miedo se hizo presente entre nosotras, como otra persona más. Escuchaba los latidos de mi madre, debido a la válvula mecánica sonaba como un reloj revolucionado. No se me ocurrió en ese momento tomarle el pulso, con las neuronas aún pegadas a la subconsciencia, pero iba demasiado rápido. Mi madre estaba sentada en el sofá, con la mano en el corazón y cara desencajada, y yo permanecía en pie a su lado. Pero por dentro, como si tuviera doble personalidad, corría de un lado a otro con las manos agarrándome el pelo y chillando como una loca. Lo primero era lo primero: para llevar a mi madre al hospital debía hacer algo con la pequeña. Dormía tranquilamente sin fiebre. Podía levantarla y llevármela, pero me daba mucha pena tener que molestarla. Finalmente opté por molestar a mis suegros, que como ya son mayores tienen el sueño ligero, y vinieron para casa a quedarse con ella.

Durante la espera, me senté junto a mi madre y le sugerí hacer respiraciones profundas. La veía nerviosa (normal, por otro lado), y no soy médico, pero siempre he creído que una respiración tranquila ayuda a recuperar unas pulsaciones normales. Aparté de mi mente, a dos manos y con mucha fuerza, los pensamientos que me llevaban al día de la repentina muerte de mi padre. No aquí y no ahora, me dije. Mi madre me hacía caso y respiraba profundamente, y, de repente, gritó: “¡Se me ha parado! ¡No lo siento!” No dudé un instante en coger el teléfono para llamar a emergencias. Mientras sonaba, y hablaba con mi madre, me di cuenta de que era imposible que se le hubiera parado el corazón sin desmayarse, lo que ayudó a mis propias pulsaciones a volver a la normalidad. Una doctora muy amable me atendió, me hizo preguntas y me dijo que mi madre había tenido una arritmia y que esa parada instantánea era normal. El corazón necesitaba unos segundos para reiniciarse y volver a latir a su ritmo. No obstante, había que llevar a la paciente (mi madre) a un médico para hacerle las pruebas pertinentes.

Desde las cuatro y media que llegamos a urgencias estuvo hasta la mañana del día siguiente, haciéndole un montón de pruebas y monitorizada en todo momento.

Llamó P. ese día y a la pregunta de: “¿Qué tal?” Respuesta: “Bueeenoooo, estoy con mi madre en urgencias” “Jooooder, ¿podría pasar algo más?” 
 

Última complicación


Pues la verdad es que sí. Estando mi madre ingresada en urgencias llamó mi prima, porque su padre (mi tío) había tenido un accidente con el camión del trabajo y estaba en la uvi.

Llamada de P.: “¿Cómo está tu madre?” Respuesta: “Bien, pero mi tío está en la uvi”. “Joooder...”

Afortunadamente la historia tiene final feliz. Mi madre no tiene nada en el corazón, le funciona perfectamente, aunque no saben por qué le pudo venir la arritmia. Ha estado otras dos veces en urgencias, en todas le han hecho pruebas, y todas han salido bien. La arritmia no se ha vuelto a repetir, aunque sospecho que a la mujer le ha quedado un poco de miedo, y a la mínima que se nota rara se asusta (la hipocondría creo que es hereditaria). Y mi tío ya está en casa, con dolores y muchas costillas rotas, pero recuperándose satisfactoriamente.

Le he dicho a P. que ni se le ocurra volver a salir fuera del país. Al menos sin mí.

martes, 3 de junio de 2014

El Baile de los Secretos, de Jesús Cañadas



Seis amigos se reúnen en la casa de la única chica, que cuida a su abuela enferma de alzheimer, para continuar una partida de rol que se quedó a medias hace seis meses, cuando algo pasó que desunió al grupo. El motivo de la separación se irá descubriendo poco a poco, a medida que avanza la partida de rol, que también iremos descubriendo. Hasta que comprobamos que la partida puede que no sea tan imaginaria como esperábamos.

En esta novela confluyen dos historias. Por un lado la realidad, la casa donde se reúne la antigua pandilla, ahora con novedades, la abuela enferma y la pandilla misma. Por otro, el mundo de la partida de rol, que conocemos ya empezada, y sus personajes, los álter ego de los chicos y algunos más que iremos conociendo. Al principio son dos historias diferentes, cada una con sus claroscuros, con sus motivaciones y sus devenires, pero en un momento dado, un instante de no retorno, se mezclan ambos mundos. Como no podía ser de otra manera, al final entiendes que el uno no podría existir sin el otro y viceversa.

Los personajes, todos, tienen profundidad y realismo. Tanto los de la realidad como los del rol. Y, además, no se parecen entre sí los de los dos mundos, pese a que podrías pensar que son los mismos. No, cada uno tiene sus rasgos distintivos y sus maneras de actuar.

Al principio, en la presentación de la historia y sus personajes me pareció una historia banal, vacía, de normal que me parecía. Ahora me doy cuenta que esa normalidad es muy difícil de conseguir. Que te creas a una pandilla de chicos de 18 años, entera, es todo un logro, y es sólo el paso previo a lo que te encuentras en la novela.

Porque una vez que comienza la partida te atrapa sin remedio. Y no sufres cuando pasas de un mundo a otro, porque de los dos quieres saber. En el mundo real, donde se juega al rol, va creando una atmósfera de inquietud, de tensión que casi suspiras aliviado cuando saltas al mundo imaginado. Pero el alivio dura un instante.

La narración es simplemente maravillosa. Las descripciones que hace Jesús Cañadas logran que veas el mundo, que veas lo que sucede en la novela, no sólo que lo imagines. Lo ves, lo vives, y en ningún momento se hace pesado. Tiene mucha lírica en sus letras, mucha metáfora, siempre original.

Y luego está el final. Es un final de los que me gustan, de los clásicos de novela gótica, donde se le deja al lector decidir si creer o no en lo que le han contado.

Recomendado, sin duda. Yo estoy deseando hincarle el diente a Los Nombres Muertos, hasta la fecha su última novela, que promete muchísimo, por historia, y después de esta lectura, por narrativa también.