viernes, 22 de diciembre de 2017

¡Feliz Navidad!



Tenía pensado escribir una entrada de Mamá en Apuros, pero es el último viernes antes de Navidad y además estoy liada con un proyecto del que sabréis en breve y que me tiene muy emocionada (los suscriptores os encontraréis un regalo de Papá Noel). De modo que me paso por aquí para desearos que paséis una muy buena noche en compañía de quienes más os apetezca.

¡Feliz Navidad!

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viernes, 15 de diciembre de 2017

Mamá en Apuros: Encuentro con Amaral



El jueves 7 de diciembre es una fecha muy mala para mí. Es una fecha en la que solíamos celebrar un cumpleaños —el de mi padre—, pero no podemos desde hace ya cinco años. Demasiados. El tiempo te distancia del dolor, pero la pena sigue ahí. Es un día que suelo pasar entretenida con algo, y este año me fui de compras con MiniP.

Hacía mucho que no me iba de compras con ella, y creo que ha digievolucionado o algo. Ahora es una especie de pokemon inquieto que no para de toquetear la ropa, que descuelga las perchas para enseñarme lo bonito que es todo y que no para más de dos segundos en el mismo lugar. Yo, que quería una mañana tranquila, de mirar lo que iba buscando —una camisa negra y un pantalón corto de vestir, para la cena de empresa, pero eso lo cuento en otro post—, me encontré que no podía despegar la vista de una niña de siete años que no me dejaba ni pensar con las constantes preguntas. El karma, que tiene maneras muy sutiles de vengarse…*

Estaba ya a punto de estallar cuando recibí una llamada. Miré el móvil y vi el número de mi hermana pequeña. Es muy raro, casi nunca me llama, hablamos mucho pero por mensaje. Lo cogí extrañada.

—Me tienes que hacer un favor —me dijo, tras los saludos de rigor.

—Que no sea muy pesado que no puedo coger mucho peso…

—El lunes me tienes que acompañar a un sitio… Espera, que te leo el email que me han enviado…

En la pausa que hizo para buscar el email, o simplemente que esperó para darle dramatismo, me asusté. Pensaba en juzgados, en cosas laborales, no sé… Algo malo.

—Si está leyendo este email —comenzó a transmitirme—, ¡enhorabuena! Ha sido elegido como ganador de una entrada doble para asistir al encuentro con Amaral…

No escuché más.

—¡¡¡¡¡¡¿¿¿¿¿Quéééééééééé?????!!!!!

Mi reacción fue incluso más exagerada que para cinco signos de exclamación. La dependienta del puesto de juguetes que estaba mirando con MiniP en ese momento me miró como si me estuviera dando un ataque, y efectivamente casi que me estaba dando uno.

—¿Un encuentro con Amaral? ¿En serio?

—Sííí.

—¿Y me vas a llevar a mi?

—Pues claro.

En ese momento cambió el día. MiniP siguió comportándose igual, no se relajó, pero nos debimos poner al mismo nivel, porque ya no era consciente de que estuviera alterada. Claro, que yo sí que lo estaba…

Pasaron más cosas ese día, pero no vienen al caso. También pasaron más cosas en los días que siguieron, tuve la cena de la empresa, pero como ya he dicho antes, eso se merece un post aparte. Tan solo añadiré que el día terminó y a mi me habían pasado dos cosas maravillosas: las entradas para ver a Amaral y que encontré unos pantalones de la talla 42 que me quedaban bien… (Probablemente den mucha talla, pero que me hizo ilusión).

Llegó el día. El lunes. Pude dormir bien, porque llegué tarde de la cena de empresa, y el domingo no dormí mucho, por lo que había acumulado sueño. No lo hice a propósito pero me vino bien, porque sino no habría pegado ojo. Los nervios, los nervios. Iba a ver a Amaral de cerca, mi grupo favorito de todos los tiempos, con permiso de los Héroes del Silencio, vaya.

Quedé con mi hermana en Atocha, con tiempo de sobra. Tuvimos un debate sobre dónde y cómo quedar, porque puede ser que yo sea un poco desastre y no me entere bien de la calle en la que quedamos y hasta podría pasar que estuviéramos esperando en estaciones equivocadas, pero no… Nos costó encontrarnos, a pesar de estar en la misma estación, pero después de dos minutos de wasaps mandándonos la ubicación, nos vimos. 

Reímos. Los nervios.
Mi hermana y yo quedando en un sitio concreto.


Encontramos el sitio gracias al gps del móvil, que nos fue indicando las calles por donde ir, y de repente había pasado el tiempo de espera y comenzaba el evento. No os voy a contar cómo fue, porque os voy a dejar el enlace abajo para quien quiera verlo. Fue una entrevista con unas cien personas de público, y tuvimos la oportunidad de hacer algunas preguntas. También tocaron un par de canciones en acústico. Estuve a unos dos metros de ellos. 

Me hizo especial ilusión, porque Amaral de alguna manera se ha convertido en un símbolo de la esperanza durante todo mi tratamiento. Cogimos las entradas de su concierto fin de gira poco antes de que me dijeran que tenía cáncer, y pasé todo el tratamiento pensando en que me tenía que poner bien para asistir al concierto. Fue como mi objetivo primordial. No pensaba solo en curarme, pensaba en que tenía que estar en condiciones el 28 de octubre para verlos en directo. Y lo estuve. Y no solo lo estuve, si no que a los pocos días del concierto me confirmaron que el tratamiento había hecho efecto y que ya no había restos de cáncer. Me dieron suerte. 



Cuando se abrió el turno de preguntas levanté la mano. Quería decir muchas cosas, pero tenía un encargo especial. MiniP me había hecho prometer que si podía hablar con ellos, les preguntara cómo habían empezado en la música. Y eso hice. Si veis el vídeo, esa voz temblorosa y que no termina de explicarse bien es la mía… Me contestaron ambos, con anécdotas graciosas, mirándome a la cara. La fan que llevo dentro se murió un poco de la impresión. 

Es curioso, porque creo que antes de haber pasado por la enfermedad no me habría atrevido a levantar la mano. Pero el lunes sí que me atreví, porque mi filosofía de vida ha cambiado. Hay que aprovechar los momentos que tienes delante, porque es muy posible que no se vuelvan a dar.

Amaral, Eva y Juan, estuvieron sublimes. Cercanos, humildes, con el aspecto que dan de no saber muy bien a qué viene tanto lío con ellos, si lo único que hacen es música. Como si eso fuera poco…

Decir que salí flotando en una nube es quedarse corta. Fue una experiencia genial, que recordaré siempre. Gracias Amaral, por darme tanto. Y gracias, Nunu, por llevarme.

*Dicen las malas lenguas que yo era algo así cuando era pequeña…

Aquí os dejo el vídeo, por si lo queréis ver... Pensaba que no me habían grabado, pero ayer me llevé un susto monumental al descubrir que me equivocaba... En el minuto 48 más o menos, hago mi intervención triunfal con cara de pánico... ¡Pero mereció la pena!



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viernes, 1 de diciembre de 2017

Mamá en apuros es feminista

El pasado sábado se conmemoró el día contra la violencia de género. No digo se celebró de forma consciente, porque creo que un día así no es para celebrarse. Es para que nos demos cuenta de que este problema existe y del calado que tiene.

Quien me conoce sabe que soy feminista. De hecho me suelen decir que soy demasiado feminista. Pero creo que se equivocan. Aquí o lo eres o no lo eres, pero no eres demasiado feminista al igual que no eres demasiado ser humano. De hecho creo que si no eres feminista entonces eres machista, porque sí que se trata una guerra de bandos, porque se trata de posicionarse y si no piensas que todas las personas somos iguales, entonces lo que estás pensando es que algunas son inferiores a otras.

Últimamente he visto muchos movimientos por las Twitter y Facebook, que son las dos RRSS que yo más utilizo, reivindicando este tema. Poniendo sobre la mesa aspectos que parecían estar escondidos para algunas personas, mujeres dando testimonios de los agravios que sufrimos a veces cada día. Uno de ellos fue a raíz del caso de Hollywood, en el que una actriz pidió a las mujeres que contáramos nuestros casos particulares de acoso bajo el hagstag #metoo. Es abrumador la cantidad de post que salieron sobre el tema. Y los que no salieron, porque nos cuesta contarlo. Nos cuesta sacar a la luz temas delicados en los que nos sentimos atacadas, indefensas, y hasta pudimos temer por nuestra vida. Pero, ¿por qué no podemos ir solas por la noche? Llevaba mi coche, el camino a casa no lo haría andando sola, y el aparcamiento quedaba bien cerca del portal. ¿Acaso no puedo caminar cien metros solas sin que pueda sentirme atacada?

En Twitter hace poco colgaron las 31 cosas que hace una mujer que vuelve sola a casa. Si lo queréis ver está aquí. Ha sido un éxito de tuit, porque todas nos sentimos reflejadas en esas 31 cosas. Y esto me indigna. Nosotras hemos aprendido a defendernos. Pero, ¿por qué ellos no han aprendido a respetarnos? Nos educan en la desigualdad: nosotras somos, siempre, el bando perdedor. Porque ellos se arropan entre sí, si no nos pueden atacar individualmente lo hacen en manada. Y sí, he escogido esa palabra conscientemente.

Como madre lo veo. Y no lo veo solo en mi hija. Yo la intento educar en el feminismo, apoyada incondicionalmente por Papá en Apuros, que intenta despojarse de los machismos que a todos nos quedan dentro. A mi incluida. Es verdad, no es fácil ser feminista, porque a veces te descubres en frases, en comportamientos, que esconden machismo disfrazado de «es que esto ha sido así toda la vida». Pero lo bueno es intentarlo, y a MiniP inculcarle desde bien pequeña que es perfectamente válida para todo. Válida como puede serlo un chico. Me preocupa, porque está entrando en la edad en las que las niñas dejan de verse igual que los chicos, y se sienten inferiores, por ejemplo, en matemáticas. A veces creo que me paso, porque se indigna mucho cuando le dicen que no puede jugar a algo porque es niña, o que la manden a jugar con muñecas. O cuando ve un anuncio de muñecas en el que tan solo salen niñas. Me dice: «Mamá, pero es que eso está mal, porque los niños también pueden jugar con muñecas». Me la comería a veces.

Y ahí es donde yo quería ir a parar. Ponemos el foco feminista en las niñas. Y está bien, o lo estaría, si también lo pusiéramos en los niños. Está más o menos aceptado que las niñas jueguen con coches, o con pistolas, pero seguimos sin ver bien que los niños jueguen con muñecas, carritos, o a maquillarse. Y me alucina que padres y madres de mi generación, con mi edad o incluso aún más jóvenes, fomenten la diferencia, que sigamos inculcándoles a nuestra prole los roles de género.

No me sirve de mucho que yo en casa le diga a MiniP que no existen diferencias entre niños y niñas, y que los juguetes no tienen género si luego en el colegio los niños (masculino) le dicen que no se creen que ella tenga coches de juguete porque es una niña y las niñas solo tienen muñecas. Tampoco sirve si ven que un niño (siete años) se ha dedicado a tocarles el culo a las niñas durante el recreo, y lo que hacen es reírle la gracia. Esto lo he visto yo con mis ojos, y de hecho tuve que llamarle la atención a un niño en la piscina el verano pasado. Le pregunté: «¿Es tu culo? Si no es tuyo no tienes por qué tocar». El niño en cuestión me miró como si yo fuera el demonio, con miedo. Era la primera vez que le regañaban por ese tema, parece ser. Porque, claro, él, como niño que era, tenía derecho a tocarle el culo a quien quisiera. Eso, con siete años. Cuando crecemos con esa convicción, luego un no no es suficiente.

Al menos hemos avanzado algo. La lucha ya es visible, y además se ha generalizado. Ya la palabra feminista no es solo un insulto, sino una forma de vida. Debemos todas y todos hacer introspección y pensar en qué futuro queremos construir, si uno en el que podamos convivir mujeres y hombres como iguales, o seguir como hasta ahora…

Recomiendo ver esta charla de la escritora Chimamanda Adichie en la que explica, mucho mejor que yo, por qué todos (todos y todas) deberíamos ser feministas.