viernes, 29 de julio de 2016

Semana Cultural en el cole: Homenaje a Don Quijote


Ya sé que estamos en verano, y como es verano, no hay cole. Lo sé, demasiado bien lo sé que aún no tengo vacaciones (pero que para cuando leáis esto ya casi, casi). Pero este post lo tenía escrito, y no lo he podido publicar por asuntos varios, y... Bueno, sin excusas. Que así puedo rememorar esos buenos tiempos del calendario escolar, en los que no tengo que hacer quinielas, ni tetris extraños para poder dejar a la pequeña bien cuidada mientras el matrimonio Apuros trabaja. Aunque eso da para otro post, lo escribiré alguna tarde entre baño y baño de piscina... De momento, aquí os dejo el documento, imaginaros que aún estamos por finales de abril...

Este año las mamás (locas) del cole estuvimos de suerte. En la reunión trimestral, celebrada como a mediados de abril, nos anunciaron que habría actividades con motivo de la semana cultural. Celebraban el cuatricentenario de la muerte de Cervantes, y querían celebrarlo por todo lo alto: con photocall, concursos, actividades culturales… Y habían pensado las profesoras que, si queríamos las mamás o papás podríamos hacer una actuación que tuviera que ver con El Quijote.

No terminó de hablar cuando varias manos ya estaban arriba. La mía también, por supuesto. Dos veces en un año… ¡estábamos de suerte!

Por supuesto, al pensar en Quijote y música, lo primero que se nos vino a la cabeza fue la canción de los dibujos animados. La parte mala es que no fuimos las únicas que lo pensamos. A las mamás de 3 y 4 años se les había ocurrido lo mismo.

Aquí quiero hacer un inciso para que no se me trate de excluyente. Digo, y voy a decir a partir de ahora mamás porque no hubo ni un solo papá que colaborara. No porque no se les ofreciera, pero hubo quien no pudo y hubo quien no quiso. Es verdad que hoy, en pleno siglo XXI, seguimos cargando más las mujeres que los hombres con estos temas. Tal como dijo uno de los papás interrogados: “esto a vosotras se os da mejor”. 

No sé por qué ni de dónde surgió la idea, quizás porque son escasas las canciones de El Quijote (aunque yo les habría llevado alguna de Mago de Öz, creo que no me habrían dejado…), o porque todas tuvimos la misma idea y nos agarrábamos a ella con los dientes apretados, pero el caso es que decidimos hacerlo conjuntamente. Los tres cursos. Todas las mamás.


Con las petardas. Vaya tela.

La parte positiva de esto es que no nos iban a esconder su baile para luego hacérnoslo bailar a todas juntas. La parte negativa es que las iba a tener que ver la cara durante los ensayos, y en el baile final. Y a mí que no me sale ser hipócrita…

Aquí, viendo que había tanta gente, me desvinculé un tanto, y de hecho tuve que faltar a algún ensayo. De modo que yo ni decidí ni organicé. Simplemente me dejé llevar. Oye, qué gusto, por una vez. Eso de llegar y preguntar: ¿dónde me pongo? Y obedecer. Ya sé por qué hay tanta gente que lo hace cada día.

En la semana de los ensayos al colegio se le ocurrió pedirle al AMPA un cambio de imagen del escenario. Claro, porque lo iban a usar para el final de la semana cultural, que iban a hacer entrega de premios, y… ¿no quedaría más bonito con una mano de pintura? El colegio ponía la pintura, pero necesitaban mano de obra. Y, vaya por algún dios, que al final siempre somos las mismas. 

Me pasé varios días de la misma semana pintando en dorado y azul con las mismas caras con las que luego ensayábamos. ¿De verdad no hay variedad? De todos modos, ya digo que tuve otras preocupaciones además de bailes y pinturas, y reconozco que no estuve tan al pie del cañón ni como otras veces ni como otras madres. 

Me tocó ser Quijote. Lo hablamos por el grupo, que por supuesto habíamos creado en el minuto cero, y hubo tres que se pidieron molinos, que de esto hablaré más adelante, también estaban cogidas las dulcineas y los sanchos, pero faltaba un quijote. Así que me tocó. Yo que quería ir mona por una vez, pues no pudo ser. 

En el grupo de wasap éramos como quinientas personas, pero hubo un ensayo al que acudieron tres. De las faltantes habíamos notificado cuatro o así, de modo que una madre se enfadó y estalló por el grupo: quien no venga a los ensayos no baila. Así de sencillo. Pedimos, esta vez por favor, que quien no fuera a bailar se quitara del grupo, para evitar confusiones, y en un momento hubo una desbandada general. Ni que hubiera que evacuar por gases…

Tras dimes y diretes, ensayos por la mañana para las que no podían por la tarde, y ensayos de tarde para las que no podíamos por la mañana, nos quedamos las que íbamos a participar, con las ideas más o menos claras.

Los molinos. Las mamás que hicieron de molinos tuvieron la brillantísima idea de hacerse el disfraz con cartones. Con la inteligencia preclara que caracteriza a las mamás perfectas, se lo hicieron casi hasta los pies, de modo que casi no eran capaces de moverse. No iban a poder bailar, y para la coreografía necesitábamos que, al menos, se pudieran desplazar del sitio.

Yo es que no entiendo para qué existe internet. Yo lo primero que hice cuando supe que me iba a disfrazar de Quijote fue hacer búsqueda por Pinterest. Salieron mil y una forma sencillas de hacer un disfraz cómodo. Por curiosidad también busqué los molinos, y salieron también, y mucho más sencillos que de cartón, e incluso más sencillos que los de Quijote. Para mí el más complicado era el de Dulcinea (aunque había sido el que quería en principio). 

Llegó el día. Quedamos por la mañana para ensayar un poco, como una hora antes de la actuación. Bien, me dije, porque entre pintar el escenario, las idas y venidas a otros asuntos y los ensayos, aún no tenía el disfraz hecho. Estuve a punto de haberlo preparado la tarde anterior, en el cumpleaños de un amiguito de MiniP, pero al final se me fue el santo al cielo hablando con las otras madres. ¿Consecuencia? Las diez de la mañana y tan solo había hecho la mitad del disfraz: el casco y el escudo. Me salvó la mamá de MiniC, que se vino a ayudarme. Sin ella no habría terminado a tiempo.

Tuve sorpresa cuando llegué. Las mamás organizadoras habían preparado una mini obra de teatro, con el audio de un episodio de los dibujos animados, para que lo representara Don Quijote con Sancho y los molinos. Lo habían pensado así porque la canción se quedaba un tanto escasa, y así rellenábamos. Ya tenían todo preparado y ensayado, pero la madre que hacía de Don Quijote no se podía tirar al suelo por problemas de salud y el guión lo exigía. A mí, que no me gusta ser protagonista, me tocó. Bueno, me gusta un poco, para qué vamos a mentir.

Me dio tiempo a ensayar dos veces, lo justo para saber lo que tenía que hacer en cada momento. El diálogo no me lo aprendí, no me dio tiempo, pero al menos pude saber cuándo mover la boca y cuando no. Una barba de cartón impedía leer los labios. 

Y allí estaba yo: enfrente de unos 125 niños y niñas de entre 3 y 5 años, con una lanza de papel albal y un escudo de cartulina, haciendo que hablaba, montando un caballito de los de palo, y arremetiendo contra tres mamás petardas vestidas de molinos. Reconozco que lo pasé muy bien, quizás la parte de atacar a las petardas tuviera algo que ver… Pese a todos los pronósticos disfrutaron mucho con la actuación. Tras terminar por los suelos, envuelta en una carcajada general, nos despedimos y nos colocamos en nuestros puestos.

Siempre me sucede igual: tanta preparación, tanto ensayo y tanto nervio para que luego dure dos minutos escasos. Acabó en un pis pas, todas contentas y felices, y las pequeñas y pequeños, aún más. Tanto, que nos pidieron otra. Y nosotras con estos pelos.

No habíamos previsto tanto éxito, y cuando terminamos, nos miramos todas sin saber qué hacer. Pusimos de nuevo la canción, y esta vez animamos a los niños y niñas a bailar con nosotras. Obviamente, cada mochuelo acudió a su olivo, pero además recogimos mochuelos ajenos, cuyas madres o padres no habían podido o querido participar.

Tanto gustó, que la directiva del colegio nos pidió un bis al día siguiente. La lástima es que muchas de nosotras trabajábamos y no pudimos escaquearnos más. Preferimos, además, abandonar la carrera en la cumbre, para que nos recordaran como las estrellas que habíamos sido…



domingo, 10 de julio de 2016

Si Beethoven pudiera escucharme, Ramón Gener





He de confesar algo. En mi casa somos de ese 2% que ve la programación de la 2. Documentales, programas de libros (ese magnífico Página 2), y programas culturales. Nos encantan muchos de ellos. A la totalidad de la familia. Y en uno de esos días en que teníamos la televisión conectada en el segundo canal, apareció un programa que no habíamos visto nunca antes. Era This is Opera. 

Fue un descubrimiento, no solo porque habla de la ópera sin tapujos, sin distinciones, sin ostentación, sino porque a la peque le encantó. Mi mona de 5 años se entusiasmó por la ópera, y pedía a todas horas que le pusiéramos el programa. Cosa que hacíamos gustosos, claro. 

El programa estaba presentado por Ramón Gener, un señor que habla varios idiomas, toca el piano y que también canta. Y es un apasionado. De la ópera y de la vida, y lo mejor que tiene es que sabe transmitir esa pasión como pocos.

Ramón Gener sacó un libro, este Si Beethoven pudiera escucharme, que pese a que P. no suele leer mucho, quiso en cuanto se enteró de su existencia. Y lo tuvo. Vaya si lo tuvo. Y se lo leyó en un suspiro.

Yo lo dejé reposar un poco más, por aquello de la lista de lectura que acumulamos los que leemos mucho, pero al final me decidí a leerlo, sin saber muy bien qué me iba a encontrar.

Porque, ¿qué es SBPE? No es una autobiografía, aunque Ramón Gener cuenta bastante de su vida. No es un libro sobre una ópera en concreto, pero sí es un libro sobre música. La música está presente en todas las líneas del libro, casi que le puedes sentir vibrar si pones la mano encima. En esta novela, Ramón Gener cuenta la importancia que ha tenido en su vida la música, cuenta parte de su trayectoria, y lo que ha contribuido la ópera en todo momento.

Cada capítulo está dedicado a un compositor, del que nos cuenta parte de su vida, anécdotas, curiosidades interesantes, enlazadas con la parte de su vida a la que hace referencia. También incluye episodios de historia, reciente o algo más antigua, para ilustrar lo que pretende decir. Todo ello entrelazado e hilado en la narración.

Es verdad que peca un poco de libro de autoayuda disfrazado, que cae en algunos lugares comunes para ilustrar su filosofía de vida, pero debo decir que no me ha importado en absoluto. Al igual que no soporté otros libros del estilo (odié con toda mi alma a Quien se ha llevado mi queso, porque, como la mayoría de estos libros, toma al lector por idiota), éste lo he disfrutado. Lo he saboreado. Lo he escuchado y lo he sentido.

Hay una cosa que hace a Ramón Gener diferente, y que es lo que le ha hecho triunfar al final en conferencias y con sus programas de televisión, y es la pasión que transmite. Es un gran comunicador. Sabe transmitir perfectamente lo que él siente con la música, con la ópera, y consigue trasladarlo a oídos neófitos. Es esa pasión, que también tiene su novela, lo que conquistó a P., a mí e incluso a mi hija de 5 años.

Por cierto, que además, he de decir que es pura amabilidad. Fuimos a la Feria del Libro a que nos firmara el ejemplar, los tres. MiniP le había hecho un dibujo. Como llegamos pronto tuvimos la suerte de no encontrar a nadie esperando, por lo que pudimos charlar con él cinco minutos. Se mostró muy amable y agradable, y recibió el dibujo de la peque con una sonrisa. Esa misma tarde, colgó la foto del dibujo en el Facebook, agradeciéndoselo a MiniP. Fue todo un detalle, y a la peque le hizo muchísima ilusión.


Recomendado, tanto si os interesa la ópera como si no. Después de leerlo os interesará, seguro.



viernes, 8 de julio de 2016

Fin de semana de Sierra y Bicicletas. Segunda parte: Bicicletas.


(Si te has perdido la primera parte puedes leerla aquí)

A la mañana siguiente nos levantamos temprano. Papá en Apuros protestó, porque es verdad que por más que ajustemos, siempre se nos va el tiempo y acabamos llegando, según él, tarde. Según yo llegamos bien, pero es que para P. llegar puntual supone media hora de antelación.

Apenas había cuatro gatos cuando llegamos, pero ya había ambiente. Las metas hinchables, la música a toda pastilla (electro latino de ese tan malo, pero en fin), las niñas y niños con sus camisetas rosas de la organización… MiniP era un hatajo de nervios, quería saber por dónde íbamos a ir, y quería salir ya. Entretanto esperábamos a los sobrinos, que venían con TíoJ, pero no llegaron a tiempo. Nos llamaron a la línea de salida y ahí que nos plantamos los tres, MiniP sufriendo porque sus primos no habían llegado.


Dieron la salida, y de primeras tuvimos que subir una cuesta algo empinada. Papá en Apuros le plantó la mano en la espalda a MiniP y ahí que fueron subiendo. Pero yo… No, no es que me pesara el culo (posibilidad que cabía, de hecho), el problema fue otro. Yo que creía que las complicaciones se habían terminado el sábado… Pues no. Cuando arranqué con la bici me percaté de que el manillar estaba torcido con respecto a la rueda, no mucho, pero torcido al fin y al cabo. Se lo dije a Papá en Apuros que me aseguró que lo había dejado bien. Él siguió hacia arriba con MiniP y yo casi me caigo porque no solo estaba torcido, sino que no estaba apretada la tuerca, por lo que en una pequeña maniobra se torció del todo y yo casi voy al suelo. Pero no.

Papá en Apuros ni se percató de que me quedaba atrás, pero tuve la gran suerte de ser casi atropellada por mi cuñado. Afortunadamente él siempre lleva herramienta (lleva un Leroy Merlin dentro de la mochila) y me apretó el manillar en un pis pas.

Ahí pude ver el primer atisbo de la gran organización de la marcha: uno de los del Club nos esperó hasta que estuvimos listos para mostrarnos la ruta. Y por fin, con el manillar arreglado, iniciamos carrera mis sobrinos, su padre y yo misma. Por suerte cogimos a los demás enseguida.

La ruta era sencilla pero no llana. Plagada de cuestas, arriba o abajo, daba igual porque era lineal y las que cogías hacia abajo en la ida te tocaba subirlas a la vuelta. Enseguida llegamos al primer punto de avituallamiento, para los de la ruta corta, que sería en torno a 6 km. Los sobrinos quisieron dar la vuelta ahí, pero su padre les instó a continuar. MiniP quiso seguir. Ella iba a por la larga, y cuando se le mete algo en la cabeza…

Continuamos y, con alguna dificultad en algunos tramos, sobre todo en las cuestas arriba que se hacía atasco porque la mayoría se bajaba para empujar la bici, llegamos al punto de avituallamiento de la ruta larga: ahí daríamos la vuelta para retornar al punto de salida.

Los de la organización tenían montado un chiringuito donde nos ofrecían fruta cortada (plátano, sandía y melón), y bebidas energéticas para reponer. Hubo fruta y bebidas para todos, no faltó hidratación ni alimentación para nadie. Desde el primero hasta el último sació sed y hambre. Y debo decir que tras una ruta a las 10 de la mañana a pleno sol de junio, la sandía entra de miedo.


Tras un rato de asueto, en el cual MiniP con su primo MiniA se entretuvieron en regar las plantas con Aquarius, por si tenían sed, y el mayor, MaxiS, protestaba porque la ruta era muy larga y tenía muchas cuestas, volvimos a la carga. Esta vez nos repartimos mejor, y cada adulto nos encargamos de un niño. Yo me quedé con mi sobrino el mayor, al que le costaron algunas subidas pero que en general lo hizo muy bien. Para no gustarle mucho la bici, no se le dio mal. Papá en Apuros asistía a MiniP, la subía empujándola con una mano en la espalda. Y TíoJ con MiniA.

A un kilómetro y medio de la meta, en una de las paradas para cruzar una carretera, MiniP miró muy seria a su padre y le dijo: Papá, tenía que haber escogido la ruta corta. Pero como ya era tarde, Papá en Apuros se encogió de hombros y escondió la sonrisa, para que la peque no se enfadara. Lo podías haber pensado antes, le dijo, en cambio, que llevo toda la ruta empujándote en las cuestas arriba...

La organización se había encargado de hacernos cruzar las dos carreteras que cruzaban el circuito con total seguridad, parando el tráfico tanto a la ida como a la vuelta. Se encargó también del avituallamiento en ruta. Y nos recibió con más avituallamiento: más bebida energética y un festín digno de campeones. Había tortilla, ensaladilla rusa, embutidos, fruta. No faltaba de nada.


A MiniP se ve que se le despertó el hambre, porque se comió cuatro cuadrados de tortilla, pese a que en principio la declinó porque, según ella, no le gustaba. Los demás también picamos y repusimos líquidos. Lástima que como era una marcha destinada a los más pequeños no disponían de cerveza, habría sentado de miedo…

Por suerte el fin de semana terminó mejor de lo que había comenzado. La carrera fue muy divertida, con tanta camiseta rosa, y cada niño y niña esforzándose al máximo junto con los adultos. La organización se merece una medalla de oro, estuvimos muy a gusto y se nota el detalle con el que habían preparado todo.

Fue la primera vez que participamos, pero dejamos marcado en el calendario el evento, porque va a ser uno de nuestros fijos en familia.

PD: Las fotos son de la organización, las podéis ver en el blog del Club Cliclista La Morcuera.

viernes, 1 de julio de 2016

Fin de Semana de Sierra y Bicicletas. Primera parte: la sierra




Nos apuntamos a una marcha ciclista que organizaba el Club Ciclista La Morcuera, del pueblo de Miraflores de la Sierra, en Madrid. El evento se llamaba La Morcuera Kids, era su segunda edición, y como su nombre en spanglish bien dice, iba dirigido, fundamentalmente, a niños.


Dejamos formalizada la inscripción por internet. Totalmente gratuita, por cierto. Ya solo nos quedaba esperar al domingo, madrugar (bastante) para estar allí a las 9 para recoger el dorsal para MIniP y su camiseta de regalo, y poco después, empezar a pedalear. Pocos días antes del evento anunciaron que abrían plazo de recogida de dorsales el sábado por la tarde, debido a la gran acogida que tuvo la iniciativa. De modo que nos planeamos el fin de semana.

Por suerte mis suegros tienen una parcela en un pueblo de la sierra de Madrid, a media hora de Miraflores. Así que nuestro fin de semana iba a ser sencillo: el sábado bajaríamos con las bicis a la casa de la sierra, por la tarde pasaríamos por Miraflores a por el dorsal, dormiríamos allí (cenita de barbacoa previa) y por la mañana madrugaríamos (pero ya no tanto) para asistir al evento. Pero la vida al final nunca es tan fácil como parece a priori.

Para empezar, había un paso intermedio entre nuestra casa y la casa de la sierra. A Papá en Apuros le flipan las bicis. Y tiene una de montaña que compró de segunda mano, que es muy buena, pero se ha quedado obsoleta. Así que se dedicó a buscar bicis por internet y vio una que le gustó mucho en una tienda de segunda mano de San Sebastián de los Reyes. Y como nos quedaba de camino…

Pues montamos mi bici y la de la peque en el maletero, y la de Papá en Apuros en el portabicis. Llegamos al sitio, aparcamos y bajamos solo su bici. Nos vamos al sitio. De camino íbamos dudando. ¿Estaría todavía o la habrían vendido? Papá en Apuros les escribió varios mensajes por la web interesándose por ella, y aunque no contestaron a ninguno, esa misma mañana aún estaba colgada la foto. 
Papá en Apuros con su bici antigua


Llegamos a la tienda. Tuvimos que esperar una eternidad pese a que no había nadie dentro. MiniP se entretuvo haciendo que era un coche en un circuito de dos carriles que tenían pintado en el suelo y que daba la vuelta al local entero. Papá en Apuros miraba bicis. Yo seguía a MiniP, regañándola cuando el volumen de su motor subía mucho de decibelios. Cuando por fin se dignaron a atendernos, nuestros peores temores se vieron confirmados: no tenían la bici. Pero tampoco mostraron mucho interés en vender otra, porque a la pregunta de si tenían algo parecido, su contestación fue que no, y sin intención de enseñarnos ninguna otra. No me gustó el sitio, desde luego no pienso volver a ir.

Nos volvimos al coche, decepcionados. Hay sitios que venden porque tienen que vender, pero desde luego no porque le pongan mucho empeño. Pero pergeñamos un plan b: ir al Decathlon, donde había una bicicleta, nueva, que también le gustaba a Papá en Apuros. Pero, claro, había un problema: no íbamos a entrar a comprar y a dejar en el coche colgada la bici antigua. De modo que decidimos ir a la casa de la sierra, (aún quedaba un trecho), dejar las bicis, volver, comer e ir a comprar una bicicleta nueva. Dicho y hecho. Fue lo más sencillo de toda la tarde.

Comimos una hamburguesa de esas taaaan sanas del Burger King. Todo por el regalo del menú infantil, que es lo que verdaderamente le gusta a MiniP. Para bajar la comida, dimos un paseo hasta la gran superficie de deportes, atravesando otro centro comercial destinado a outlets, y cuando quisimos llegar al gigante francés, ya teníamos la hamburguesa en los tobillos. Y eso sin pararnos a mirar escaparates. Una vez dentro fue como dijo Julio César: vini, vidi, vinci. Entramos, miramos la bici, le gustó, le convenció y nos la llevamos. La pagamos, la cargamos en el coche, y nos fuimos tan contentos para la casa de la sierra.

Allí Papá en Apuros se puso a ajustar mi bici y la de MiniP. Empezó por la de la peque. Hinchó una rueda, y tuvo que luchar con la bomba para soltarla. No quería salir. De repente… ¡boom! Una explosión sorda, y los tres mirando un pitorro en la mano de Papá en Apuros. La goma estaba tan pasada que se había roto por el pitorro del aire.
Imagen de aquí


Sopesamos las opciones. No había ni una tienda de bicis en los alrededores que estuviera abierta un sábado por la tarde. Y dudábamos mucho que en los chinos del pueblo de al lado (a unos 15 km) tuvieran recambios de bicis de 16 pulgadas. Solo nos quedaba una opción: otros veinte minutos hasta el gigante francés de los deportes. 

Pues allá que nos fuimos. 

En el camino MiniP se durmió. Es el único sitio donde se echa la siesta: el coche. Si nos quedamos en casa no para quieta para no sucumbir al sueño, pero como en el coche va atada, no tiene escapatoria. Así que para que no se despertara, Papá en Apuros me dejó en la puerta, entré, compré, y de vuelta a la casa de la sierra. En total, más o menos, otra hora perdida. Pero por fín lo teníamos todo listo.

Papá en Apuros se puso, por fin, a ajustar todas las bicis, sin ningún percance más, y MiniP y yo nos entretuvimos tirando algunos globos de agua. Por suerte no hubo ningún otro incidente, pero con tanto ajetreo, idas y venidas, al final no compramos para hacer barbacoa. 

Otra vez será. Ahora tocaba dormir, que el domingo sería el gran día de marcha de bicicleta...

(Continuará el próximo viernes...)