martes, 30 de diciembre de 2014

Juego de tronos, George R.R. Martin



Debo ser de las últimas en incorporarme a la la lectura de tan famosa saga, y que además me he negado a ver la serie hasta que no leyera los libros. Y no quería leer los libros hasta que no me apeteciera, sin presiones, por favor.

Poca persona humana que no hay vivido en otro planeta el último año puede decir que no conozca nada de nada de la saga. Quien no ha leído los libros ha visto la serie, total, que por un lado u otro la historia de los Siete Reinos ha ido calando en la imaginería popular. Resulta difícil mantenerse al margen por completo, pese a que lo he intentando. Me han llegado nombres, lemas, y más o menos sabía quién era el malo y quién el bueno.

Finalmente decidí darle una oportunidad, y me embarqué entusiasta en la lectura del primero... para decepcionarme en los inicios. Era lento, y un poco tostón, la verdad. Demasiados nombres, y contaba algunas cosas del universo de los Siete Reinos como si todo el mundo estuviera enterado, es decir, sin explicar nada de ello, lo que hacía que me perdiera un poco. Al igual que con los nombres. Demasiados nombres, demasiados cargos, demasiadas casas. Me hierve la cabeza solo de recordarlo.

Pero continué leyendo y la historia me fue enganchando poco a poco. Empecé a ver por qué la saga se estaba conviertiendo en viral. Los personajes tienen una fuerza desgarradora, todos y cada uno de ellos, y que elija a unos cuantos para contar la historia desde su punto de vista, alternándolos, le da mucho dinamismo. Empencé a comprender por mí misma los elementos de ese universo de fantasía (los sept, los árboles corazón, el bosque de dioses), y ya no pude parar de leer. La historia la verdad es que arranca fuerte, ya desde el primer momento ves que no va a ser un cuento de hadas, sino una novela de gente cruel y de vida dura, y es parte de lo que le hace diferente.

La forma de narrar de Martin no es que sea especial, en mi opinión es más bien normalita, y además peca de meter demasiada paja. Tal como lo veo yo, el libro podría entenderse a la perfección si ocupara la mitad de páginas. Hay párrafos enteros que te describen los banquetes de los que disfrutan los señores, y se para a contar en qué consiste cada plato. Con la ropa pasa algo parecido, e incluso hay escenas enteras, con interacciones de personajes, que no aportan nada a la trama.

Sin embargo, aunque se hace pesado, la paja ayuda a meterse en el mundo de los Siete Reinos, lo sientes a tu alrededor como si fuera real.

Los personajes son el punto fuerte de la historia, como ya he dicho tienen mucha fuerza y son muy reales. Hasta el paje más superfluo podría ser real. Si hay algo que me gusta de la historia son los personajes femeninos. Si bien el mundo que describe es machista hasta lo insoportable (ha habido partes que me han enfadado mucho), los personajes femeninos no lo son. Cubren un espectro que abarca desde la dama más fina hasta la luchadora nata. Hay mujeres débiles y otras más fuertes, y cada una de ellas tiene su espacio en el mundo de los Siete Reinos. Cada una de ellas, desde la dama más fina hasta la bruja más cruel tienen muchos más aspectos que el principal que las caracteriza, huyendo de estereotipos. Uno de mis personajes favoritos es Arya, una niña que se niega a lo que la sociedad le tiene deparado, y lucha contra ello.

Debido a la paja, y a que dependiendo del personaje que escoja para el punto de vista algunos capítulos son un poco tostón, la lectura fue como una montaña rusa. Tan pronto avanzaba mucho como de repente iba muy lenta. Sin embargo, pese a todo, he disfrutado mucho la novela. La historia es muy buena, te atrapa sin remedio, y hasta tomas parte en la disputa. El final es un poco abrupto, y sorprendente, pero no inesperado. Seguiré leyendo la saga, aunque con un poco de moderación, para no agobiarme demasiado pronto. De hecho acabo el año terminando el segundo de la saga, tan solo leí un libro entre medias y ya tuve que empezarlo, no podía dejarlo tal como se quedaba en el primero.

Ahora entiendo por qué gusta tanto Canción de Hielo y Fuego.

viernes, 26 de diciembre de 2014

Mamá en apuros: Función de Navidad



Como viene siendo habitual por estas fechas en los colegios, la última semana de cole prepararon la función de Navidad. Para este año nos pidieron que disfrazáramos a cada niño de una cosa, y nos dieron una frase para que la ensayaran en casa. A MiniP le tocó de beso (o felicidad o corazón, pero elegí beso por la facilidad del disfraz), y su frase era "y una sonrisa de felicidad".

Lo estuvimos ensayando en casa, incluso cogió su micrófono de juguete para hacer el ensayo más real. En el colegio también lo ensayaron, con un boli como micrófono primero, en el escenario con el microfóno real los últimos días antes del gran día.

Para poder ver la obra a los papás nos daban dos entradas. Este año lo organizaron mucho mejor que el pasado, y para poder explicar esto bien debo hacer un pequeño flashback. Esto me pasa por no haber escrito lo del año pasado en su momento.

Para muchos de los padres era la primera vez que acudiríamos a un acto de este tipo. Para todos era la primera vez que veíamos a nuestros peques, pero algunos tenían hijos mayores, por lo que ya conocían la experiencia. Hicimos cola, entramos, todos los padres de infantil (3, 4 y 5 años), y ya antes de empezar hubo jaleo.

No había sillas para todos, por lo que la gran mayoría tuvo que quedarse de pie tras los asientos, pero algunos padres, haciendo gala de la gran educación que deben darle a sus hijos, ocuparon el pasillo central que había entre los asientos, impidiendo el paso a todo el que se propusiera llegar hasta el escenario, incluido el propio director. Cuando éste pasó entre los padres pidiendo por favor que se retiraran de ahí, algunos se le enfrentaron creando un espectáculo bochornoso. Hubo gestos obscenos, gritos y salidas de tono. Algunos nos temimos que después de aquello dejaran de hacer el espectáculo navideño, y con razón. A la vuelta de vacaciones tuvimos una reunión de padres con profesoras en la que nos echaron una soberana bronca por nuestro comportamiento. Nunca me he sentido más en apuros como entonces.

Para evitar espectáculos parecidos, este año decidieron que cada curso tendría sus espectadores. Actuarían los de cinco años para sus padres, saldrían los padres y entraríamos los de cuatro años. Cuando terminaran los nuestros, saldríamos y entrarían los de tres años. Cada año tenía un color distinto de entrada, para evitar pillerías. Fue una idea muy buena, pues al final el espectáculo lo dieron los niños y no los padres, como debe ser.

Lo que no cambió nada fue el sabor a nostalgia que me dio. Tanto el año pasado como éste, todo tenía un color tan casero, un aspecto tan sencillo que me recordó mi propia infancia. Claro, que yo recuerdo el escenario de mi colegio mucho más grande que el de MiniP, pero no porque el nuestro fuera un teatro, sino porque yo lo sigo recordando con la visión de una niña. Imagino que para MiniP el escenario sería enorme, y un mar infinito de caras la estarían mirando desde las sillas, por más que fuéramos los padres de cincuenta niños.

Hicieron una obra de teatro muy tierna, en la que un niño preguntaba qué es la Navidad, y luego cada uno de los peques decía una frase, explicando así lo bonito de la Navidad. Cuando le llegó el turno a MiniP salió al escenario con otros tres niños, pero ella quedó la última. Cogió el micrófono, se echó el pelo detrás de la oreja con gesto inseguro, y dijo su frase, o por lo menos la mitad de ella. Empezó en voz baja, se le escuchó apenas "y una sonrisa", pero perdió la parte final: "de felicidad", en un murmullo ininteligible. Según soltó el micrófono todo el auditorio exclamó: "Ohhhhhh", movidos quizá por la pena, o como en mi caso, por la ternura que me inspiró. Claro que yo soy su madre, y a mi me parece tierna hasta cuando ronca.

Ocupó su sitio, sentada junto con los demás niños, y se dedicó el resto de la obra a divertirse con sus compañeros. Suspiré aliviada al ver que no había sufrido daños y que estaba pasándoselo bien.

Más tarde, cuando la recogí del cole, me preguntó:

- ¿A que lo he hecho muy bien, mamá?

- Lo has hecho bien, mi reina - le contesté.

Su profesora me corrigió:

- Lo ha hecho súper bien - explicó - En los ensayos no conseguimos que dijera la frase. Hoy por lo menos la ha dicho...

El futuro es incierto, pero no veo a MiniP en el mundo del espectáculo...

martes, 23 de diciembre de 2014

La soledad de los números primos, Paolo Giordano



«En una clase de primer curso Mattia había estudiado que entre los números primos hay algunos aún más especiales. Los matemáticos los llaman números primos gemelos: son parejas de números primos que están juntos, o mejor dicho, casi juntos, pues entre ellos media siempre un número par que los impide tocarse de verdad. Números como el 11 y el 13, el 17 y el 19, o el 41 y el 43. Mattia pensaba que Alice y él eran así, dos primos gemelos, solos y perdidos, juntos pero no lo bastante para tocarse de verdad.»

Tanto Alice como Mattia sufrieron un trauma de pequeños que los dejó marcados de por vida. Alice tuvo un desafortunado accidente durante una clase de esquí a la que la obligaba ir su padre. Mattia tenía una hermana gemela, igual en todo a él excepto en el intelecto, y una mala decisión tomada con seis años hizo que la perdieran para siempre. Desde entonces ambos crecieron al margen de la sociedad, una queriendo agradar, sin conseguirlo, el otro intentando hacerse invisible y queriendo sentir algo mediante los cortes que se hacía a sí mismo.

No todo cambia cuando se conocen, pero casi todo sí. Se hacen inseparables, sienten una especie de protección, de no estar solos en los márgenes que les hace sentirse seguros el uno con el otro. Crecen con una vida que nunca será normal, juntos pero separados por ese número par que nunca les dejará tocarse.

Me encantan las matemáticas. Me apasionan. Me entretengo haciendo divisiones y las derivadas me encantaban. Eran diversión sin límite para mi. Este equilibrio entre matemáticas y literatura no es muy frecuente de encontrar, pero cuando aparece un libro así lo disfruto muchísimo.

 
En La soledad de los números primos el autor sabe, como nadie, demostrar el paralelismo que hay entre las matemáticas y la vida. Hasta el caos se puede desarrollar mediante números y ecuaciones. Aquí tenemos dos vidas rotas, dos almas perdidas. Alice encuentra consuelo en Mattia y éste lo hace en las matemáticas, lo sintetiza todo en números, incluida su relación con Alice.

Todo en esta novela es especial. Los elementos que siempre destaco no fallan: la narración es fluida y amena, los personajes son fantásticos; la organización tampoco falla. La novela se divide en capítulos en los que se alterna la visión de Alice y Mattia, lo que le da agilidad a la lectura. Pero lo que realmente conquista es la historia. Es una historia tan atípica y a la vez tan normal. En lugar de héroes tenemos a dos antihéroes, que vagan por la vida con sus problemas a cuestas, sin afrontarlos del todo, sin olvidarlos tampoco. Un retrato realista de dos perdedores.

Lo que más me ha gustado es el final. Y me ha gustado porque no me ha gustado, a ver si consigo explicarme. Yo soy de las que prefieren los finales cerrados, porque si no me pierdo en divagaciones y en elucubraciones que generalmente no me llevan a ningún sitio. El final de La soledad de los números primos es un final abierto, pero realmente no podría ser de otra manera. Refleja, ni más ni menos, la continuidad de la vida. Es tan real, tan auténtico que aunque no me gusta que sea abierto, me ha encantado.

Recomiendo esta lectura, me parece un libro que merece un hueco en todas las estanterías, que entretiene pero que también hace reflexionar, hace pensar, en sus vidas pero también en la nuestra, en la fragilidad del ser humano y en la esperanza de recuperación. Leeré más del autor.
 
Por cierto que con esta reseña me ha pasado lo mismo que con la de la semana pasada, y es que buscando información y la portada en google he descubierto que hay una adaptación al cine. Dejo el trailer para los curiosos.

viernes, 19 de diciembre de 2014

Mamá en apuros: Rodando al CuentaCuentos




El viernes pasado vinieron mi madre y mi hermana, con los niños, a casa. Nuestra reunión del club del punto, vaya. Normalmente las hacemos en casa de mi madre, pero esta vez cambiamos porque había que hacerle un disfraz a MiniP. Ellas serían mis brazos.

Para la función de Navidad del colegio van a hacer una obra de teatro. No sé muy bien de qué irá, porque yo solo tengo la frase de MiniP, pero seguro que queda muy graciosa. Lo malo, los deberes que nos mandaron a los papás, que cada niño tiene que ir disfrazado de una cosa diferente. Y anda que lo ponen fácil. MiniP debe ir de felicidad, de beso o de corazón. Como ya había otra niña que iba de corazón, me decidí por el beso, porque la felicidad realmente no sé cómo iba a plantearla.

Para el disfraz compré tela de gomaespuma, en color rojo, que se queda muy tiesa, dibujamos unos labios por partida doble y los cosimos a la altura de los hombros. El día de la función se lo pondré, y me pintaré los labios para marcarle un montón de besos en la cara. Sencillo, pero es que no me da para más, ni la imaginación ni el brazo.

Mientras hacíamos el disfraz, los niños jugaban, en teoría en la habitación de MiniP. En la práctica correteaban por toda la casa, mientras gritaban. Se gritaban unos a otros y también porque sí, porque son niños y los niños son gritones. Adoro a mis sobrinos, adoro a mi hija, pero cuando se juntan a veces me gustaría atarlos y amordazarlos para que me dejen tranquila un rato. No lo he hecho nunca, claro, pero todavía son pequeños, aún tengo tiempo...

Se fueron pronto, no porque los echara (habría echado a los tres), sino porque tenían otros compromisos que atender, y me dejaron en casa a solas con una niña de cuatro años pasadísima de vueltas. Alterada es decir poco.

Le propuse ir a la biblioteca, que era el día del cuenta cuentos anual. Todos los años, en diciembre, montan el cuenta cuentos en el que todo el mundo que quiera puede apuntarse a contar un cuento, y todo el mundo que quiera puede ir a escucharlo. Empieza por las mañanas, para los colegios, y por las tardes para los que quieran asistir. A MiniP le entusiasmó la idea, y después de diez minutos saltando por el sofá, conseguí que merendara para salir de casa.

Una odisea y un caos. Conseguir que se pusiera los zapatos, el abrigo, los guantes... Y que esperara a que me abrigara yo, con la incomodidad de hacerlo con una sola mano... Ella no paraba, se colgaba del pomo de la puerta, dispuesta a abrir, se me colaba por medio, preguntaba una y otra vez si nos íbamos ya.

En un momento dado, ya colocándome el cabestrillo para el brazo, le dije que o se callaba o no íbamos a ninguna parte. No lo conseguí del todo, pero sí que conseguí tres segundos de silencio. Abrimos la puerta y salimos al descansillo.

Vivo en un bloque donde no hay ascensor, y ocupo la tercera planta. Generalmente esto no me causa problemas, ni siquiera cuando MiniP era bebé y había que subirla y bajarla en el maxi cosis o en brazos, pero siempre hay días malos.

MiniP salió corriendo para las escaleras. Yo le dije, una y otra vez, espérame, que voy yo delante. Ella se hacía la sorda. Bajó cuatro escalones bien, y yo ya lo veía venir: MiniP, espérame, o por lo menos agárrate. Ni caso.

Como cualquier niño, yo también lo he hecho de pequeña, a MiniP le encanta resbalar el pie por el escalón hasta caer en el escalón de abajo. Lo malo es que ha sacado muchos de mis genes, y en cuestión de equilibrio se parece demasiado a mi. Somos torpes por naturaleza. Yo lo vi como en cámara lenta. Resbaló el pie, y perdió equilibrio, cayendo, por suerte, de culo. Yo gritaba su nombre a pleno pulmón, y corría, pero sabiendo que no llegaría a tiempo y menos con un brazo inutilizado. A continuación, ya de culo, siguió perdiendo la vertical y rodó escaleras abajo hasta el siguiente descansillo. Un tramo entero que se bajó dando vueltas como una peonza. Toda la secuencia duró como dos segundos, pero yo lo viví como una pequeña eternidad.

Cuando llegué hasta ella estaba llorando. La levanté, esperándome lo peor, y lo único que tenía era un susto tremendo en el cuerpo, y un arañazo en un costado. La abracé y la consolé, lo único que podía hacer, y en dos segundo se le pasó el llanto, señal de que no se había hecho nada.

Mi corazón tardó algo más de tiempo en volver a su sitio, y a latir de forma normal, pero por fuera quise aparentar templanza, que no diga mi niña que tiene una madre histérica. Que la tiene, qué le va a hacer, pero cuanto menos se note mucho mejor.
La biblio decorada para contar los cuentos

Al final fuimos a la biblioteca, donde se relajó y disfrutó de todos los cuentos que contaron, algunos con más gracia y otros algo más sosos, pero todos con un gran mérito. Nos fuimos porque se hacía tarde, no porque acabara el espectáculo, pero tal como había estado por la tarde veía que si se hacía más tarde nos iba a armar un pollo para cenar, debido al cansancio. No se quería ir, y tan solo accedió cuando me hizo prometer que haríamos un cuenta cuentos en casa, y que el año que viene saldríamos nosotras a contar uno.

De modo que no sólo me llevé un susto horrible, si no que ahora tengo que preparar un cuenta cuentos en casa, y un cuento para contar el año que viene en la biblioteca. Menos mal que tengo un año entero para prepararlo.

martes, 16 de diciembre de 2014

La mujer del viajero en el tiempo, Audrey Niffenegger





Contraportada: Una fascinante y muy poco convencional historia de amor: Henry es bibliotecario y padece una extraa disfunción genética que le hace viajar involuntariamente en el tiempo; Clare, su mujer, es artista. Su amor es apasionado y solo aspiran a llevar una vida normal. Sin embargo, los viajes al pasado y al futuro de Henry, que a veces producen situaciones comprometedoras y otras divertidas, son un desafío a su relación.

Una novela que invita a pensar en la perdurabilidad del amor y el paso del tiempo, en la emoción irrepetible de las primeras sensaciones, tanto en una relación como en la vida. Una lectura que, llevando de la sonrisa a la emoción, conmueve. Y una historia original e inolvidable.




Esta lectura, como tantas otras, me la recomendó mi hermana, pero como cuando ella lo leyó yo estaba embarazada y me dijo: "tienes que leer este libro... pero no ahora". De modo que me puso la miel en los labios y luego me castigó sin ella. Pasó el tiempo, y cuatro años después lo vi en una de mis visitas a casa, y me lo llevé. Y debo decir que tenía razón, como siempre. Me ha encantado.

Para empezar es una historia muy original. Está dividido en tres partes, y cada capítulo está nombrado y luego explica de quién va a tratar, de cuándo va a tratar, y qué edades tenían en ese entonces cada uno de los protagonistas. Porque lineal, lo que se dice lineal, no es. Pero sí que sigue un patrón, y este es el de la historia de amor.

Porque es el motor del libro. El intenso amor que se profesan Henry y Clare. Ese amor que genera envidias, que mueve montañas, y que vuelve inexistente al resto de la humanidad. Ese amor que todo el mundo quiere tener pero que no todo el mundo tiene. Esa es la gran historia de este libro, lo demás tan solo es decorado. Lo que pasa es que es un decorado muy bueno.

Alterna dos voces narrativas, la de Clare y la de Henry, que van contando la historia en primera persona. Esto dota de agilidad a la lectura. Y si sumamos la dosificación de información, obtenemos una novela que seremos incapaces de dejar de leer. Durante el tiempo que me ha durado, apenas la he soltado, aunque no fuera a leerla. La llevaba siempre encima, por si tenía un segundo en el que atisbar en la vida de la pareja. La narración es muy fluida, y el contenido no se queda desmerecido del continente. Los saltos en el tiempo están integrados de una manera muy natural, y contado de forma muy realista. Si yo tuviera que imaginarlos, los imaginaría así, tal como lo cuenta la autora. La historia de Clare y Henry podría ser la de cualquiera... O quizás no, pero es muy interesante. Y no son los únicos personajes de la novela.

Todos los personajes están muy bien tratados, definidos y creados. Hasta los que apenas son nombrados. Todos tienen cuerpo, y todos forman parte de esta historia, que ya digo que es lo mejor de la novela.

Se nos forma un puzle, del que al principio tenemos algunas piezas sueltas, sin saber muy bien cómo van colocadas. Luego nos van dando más pistas, pero de vez en cuando nos dan una pieza que vemos que no encaja, o no queremos verla encajar, porque al final el dibujo queda completo aunque nosotros no queramos. Me encanta el final, es sorpresivo, es conmovedor y es una putada pero es como tiene que ser.

Me parece que la autora arriesgó escribiendo algo diferente, y que le salió muy bien. Me ha gustado mucho desde todos los puntos de vista, quizás por el hecho de que el amor no está tratado de forma empalagosa, o por los saltos en el tiempo y la visión tan distinta que da de algo que no es nuevo. Creo que es un libro a tener en cuenta, por lo menos sale de lo cotidiano y eso es muy de agradecer.
 
Buscando la portada del libro en internet, he descubierto que han hecho la película, con un par de actores que además me gustan mucho. Yo no tardaré en verla, a ver qué tal han tratado la historia, pero de momento comparto aquí el trailer, por si a alguien le pica la curiosidad tanto como a mi.

viernes, 12 de diciembre de 2014

Mamá en apuros: Decorando el cole



Como el año pasado, han pedido colaboración en el cole de MiniP para decorar el hall del colegio. Parte de mi elección por este cole fue que en infantil tienen una casita aparte, donde hay cuatro aulas, con entrada independiente del colegio principal. Me recuerda a mi niñez, donde yo iba la zona infantil estaba también en otro edificio. Nostalgias aparte, cada dos aulas tiene un recibidor propio que es donde ponen las decoraciones de las distintas estaciones del año, y la de Navidad toca a los papás.

El año pasado me lo perdí, pero este he aprovechado la baja para ir a echar una mano. Literalmente. He ofrecido mi mano libre para lo que fuera necesario y al final no se ha dado mal la cosa.

A primera hora, justo después de dejar a los peques en el cole, nos hemos ido algunas mamás a tomar un café para hacer tiempo. A mi es que esto de marujear no me gusta nada, así que me he tomado el café casi que a disgusto y todo... Dejando el modo irónico a un lado, a la que volvimos ya había otras cuatro mamás y dos papás preparándolo todo para la decoración, y nos hemos acoplado muy bien.

Este año mandaron a los peques como "deberes" que hicieran una figura del belén. A cada uno le tocó una distinta, para poder armar un belén como dios manda. Bueno, eso de que se lo mandan a los peques es un decir, es más bien labor para padres, porque los canijos con 4 años no sabrían ni por dónde empezar. MiniP llegó a casa diciendo que le había tocado hacer la bandera. Su padre y yo nos miramos sin entender, y cuando leí el papel me entró la risa. MiniP se enfadó, que a ver cómo le explico yo que no es malo equivocarse, y que no me río de ella. Me encantan estos lapsus, lo malo es que luego se me olvidan, y como cada vez habla mejor, pues comete menos. El caso es que no le tocaba hacer la bandera (ya estaba eligiendo el color de la tela) sino la lavandera. Papá en apuros fue el brazo ejecutor, y yo la capataz toca pelotas. MiniP casi se limitó a mirar. Al final no nos quedó mal. Hoy he comprobado que ha habido trabajos mejores, y peores. Y, lo peor de todos, los tramposos.

Porque te puede quedar más churro o menos, pero la cosa era hacerlo con materiales que tuviéramos por casa. Pero había un herrero comprado, con casa y todo, de los que te venden en los chinos; un cerdo que era un muñeco de plástico disimulado con témpera, y hasta un soldado de Herodes que era un madelman con una capa de fieltro. Por no mencionar que no teníamos niño Jesús. Hoy era el plazo para entregar los muñecos, pero el más importante ha fallado. Nos consolamos diciendo que como todavía no había nacido...

Ha sido divertido pegar estrellitas en el papel que tapa la pared, colocar los muñecos y echar la tierra y la paja en el suelo, una vez organizado todo el belén. Pero lo más divertido han sido los niños. Aprovechábamos cualquier necesidad para abrir la puerta de las aulas y atisbar dentro. Todos los peques se revolucionan al estar allí padres, cosa inaudita, pero los nuestros más, claro. Me enternece ver a MiniP pegando botes y gritando: "¡mami!", pero más aún cuando hemos puesto como excusa ir a por piedras al patio, pasando por mitad de la clase, y la he oído decirle a un compañero: "esa es mi mamá". Y yo que casi no quepo por la puerta de lo que me he inflado...


Luego otros niños han pedido ir al baño, y ahí han salido, seis o siete uno detrás de otro, que nos miraban y remiraban, y saludaban al pasar. Me da a mi que muchas ganas de hacer pis no había, la verdad.

Y para ser una madre asocial, no he pasado un mal rato, la verdad. Sólo ha habido una mamá que me ha tocado las narices, pero tampoco es la primera vez. Y es que hay alguna que parece que sólo ella tiene hijos. Como madre, desde fuera, es cargante y empalagosa, supongo que su hijo estará encantado, pero los demás no tenemos por qué aguantar sus tonterías. Se pasa las normas por el forro, siempre lo ha hecho, y las pocas veces que hemos hablado lo ha hecho como si me estuviera haciendo un gran favor. Hoy no ha sido la excepción.

En cuestión organizativa no puedo decir nada, porque nos hemos separado en varios grupitos y no me he juntado con ella. Pero es verdad que no ha participado mucho en las risas ni en los comentarios, pero ahí tampoco voy a echar nada en cara a nadie, cuando soy la primera que si está atravesada no abre el pico. Pero cuando hemos acabado las profesoras han salido a ver el trabajo terminado, y con la euforia y la alegría, nos han hecho unas fotos. Una de las profesoras ha sugerido que con nuestros hijos, pero la otra se ha negado, previendo las protestas de los demás. Pues sin los hijos, ningún problema.

Tras la profe que nos ha hecho la foto se ha asomado toda la clase, y la mamá en cuestión ha llamado a su hijo para que se pusiera en la foto. El niño la ha ignorado. Ella ha seguido llamándole, incluso le ha puesto tono de enfado, pero el niño parece ser que tenía más sentido común que ella, que hasta que no le hemos dicho que de eso nada, que o todos o ninguno, no ha parado de intentar que su hijo se pusiera con ella en la foto.

Sé que es una anécdota absurda, pero es que, lo confieso, le he cogido manía a la tipa. A mi eso de que se pasen a los demás por el forro me da mucho por saco, y si yo no puedo esperar justo en la puerta a mi hija para que los demás padres vean a los suyos, pues ella tampoco. Pero a ella le da igual, se lo dices un día, y otro, y otro, y ella sigue haciendo lo que le da la gana. Hasta que a alguien se le hinche una vena, como ya ha pasado, y casi llegan a las manos...

Finalizado el trabajo, y recogido todo, tan solo nos quedó despedirnos de los niños (le tiré un beso a MiniP, que me devolvió), y nos fuimos para casa.

El premio de consolación fue a la salida del cole. MiniP se acercó a mi con una gran sonrisa y me dijo, en su tono de conspiración:

- Te he visto esta mañana... En mi cole...

martes, 9 de diciembre de 2014

Keep Calm and Read in English: Lectura conjunta Jodi Picoult



Hoy traigo dos novelas cortas que en su momento estuvieron gratis en internet, cosa que nos anunció Isi, con la idea de hacer una lectura conjunta sobre ellas. Me apunté, como a todo lo que organiza Isi, con valentía y con muchas ganas. Lástima que se me juntó con otra lectura conjunta y no pude estar pendiente del todo de los comentarios en las redes sociales. Al ser tan cortas compartirán reseña.

Forman parte del reto de lectura en inglés, Keep Calm & Read 10 books in english, y con estos haría seis libros leídos en inglés. No es el objetivo, pero se le acerca bastante más que el año pasado, que leí uno o dos.

Larger than life


Cuenta la historia de Alice, que se encuentra en África, estudiando la memoria de los elefantes. Ha viajado hasta allí desafiando a su madre, que quería para ella un futuro más prometedor, y que nunca está contenta con la vida que lleva. Un día se encuentra a varios elefantes muertos por los cazadores furtivos, y, muy cerca de allí, a la cría de uno de ellos aún viva. En un arranque de locura, ya que los investigadores no deberían involucrarse, solo observar, decide llevárselo a su campamento y cuidarlo, al menos unos días. Al principio lo introduce a escondidas, y luego le ayudarán algunos compañeros, convirtiéndose la cría de elefante en la mascota del asentamiento.

Es una historia muy tierna, a la par que dura. Está contada en primera persona por la protagonista, en un tipo de narración muy sencillo que apenas me ha costado seguir, y el vocabulario, salvo cuando se ponía algo técnico, no me ha costado entenderlo. Lo que le ha hecho muy ameno es que intercalaba el presente con flashbacks de la infancia de la protagonista, lo que te hace conocerla profundamente y entender sus motivaciones.

El final es muy emotivo, la verdad es que si lo piensas no podría resultar de otra manera. Me ha gustado mucho y lo he entendido bien, lo que le ha hecho subir puntos y afrontar la siguiente lectura con menos miedo.

Where there´s smoke


En este relato corto nos encontramos con una vidente que tiene su propio programa de televisión. Ve fantasmas desde pequeña, y tiene a dos espíritus que son sus consejeros, y guías cuando conecta con el mundo del más allá. Lleva al programa a una joven viuda de un soldado estadounidense, que murió en Irak como un héroe, pero en la conexión algo falla, él le dice que murió por fuego amigo, y algo en el plató se incendia. Es tratada como antiamericana, y para arreglarlo, decide ayudar a un congresista y a su mujer, cuyo niño pequeño ha desaparecido. Ella promete encontrarlo, asegura que está vivo, pero el final no será el esperado.

El principio de éste me costó un poco entenderlo, porque como juega con el mundo fantasmal me pierdo en las palabras que tienen una segunda intención, y cuando se encuentra al niño en su habitación, rebuscando en los cajones, tuve que leerlo un par de veces más para que me quedara claro. Pero a partir de ahí, y teniendo en cuenta que hablábamos de una vidente, todo fue mucho más fácil.

En cuanto a narrativa es bastante parecida a Larger than Life, aunque la historia me gustó más la primera. Lo cuenta todo en primera persona, intercala recuerdos con el presente, y desarrolla la historia hasta llegar a un final inesperado y conmovedor. En comparación con Larger than life pierde ésta, pero porque a mi no me van demasiado las historias tan suaves, y la pequeña elefanta me robó el corazón. De todos modos también engancha, no me costó leerla (salvo el principio) y lo entendí todo bastante bien.

Estas dos lecturas me han hecho enorgullecerme, porque creía que se me iban a dar peor, que iba a consultar muchas más veces el diccionario, pero todo lo contrario. Me han gustado y no me han costado entenderlas.

Gracias, Isi, por organizarlo todo.

viernes, 5 de diciembre de 2014

Cuatro semanas de escayola (más)



De pequeña siempre quise romperme un hueso. Preferiblemente de la mano, y a poder ser la izquierda, no fuera a ser que no pudiera escribir. Sé que suena raro, he de decir (no sin cierto orgullo) que era una niña extraña, pero me tranquiliza saber que no era la única. Era por la escayola. La escayola te daba un toque guay. Y si había algo que quería más que nada, de pequeña, era ser guay. Ahora estoy orgullosa de ser rara, me encanta, pero los años de colegio y de instituto no fueron tan fáciles. La seguridad de la que hago gala ahora la he ido adquiriendo con los años.

Pero eso era de pequeña. Ahora que de verdad me he roto algo, de hecho una mano, pero la derecha, no estoy tan contenta. Se ha pasado la fascinación del primer día, cuando le di rotuladores a MiniP para que me la decorara, y en la que creía que en quince días estaría curada. Ahora solo me queda un hastío continuo, un dolor intermitente y un picor esporádico.

Que estoy harta, vaya.

A la semana de la caída tuve revisión con el trauma. Me hicieron una radiografía y la consulta fue rapidísima. El doctor, sentado en su silla y mirando la foto de los maltrechos huesos de mi mano me dijo:

- Muy bien, no se ha desplazado - se echó hacia atrás en la silla - A veces aún con la escayola se desplaza y hay que colocarlo, pero afortunadamente no es el caso. - Me enseñó dónde estaba la fractura, y mirándome a los ojos añadió - Pues te vuelvo a ver en cuatro semanas.

Un rugido me nació en lo más profundo del estómago, y como poseída por la niña de la exorcista, pregunté yo, a mi vez:

- ¡¡¡¿¿¿¿CÓMO????!!!

Juraría que le vi al doctor una sonrisilla maliciosa, aunque fue tan fugaz que no puedo asegurarlo.

- ¿No te dijeron nada en urgencias?

Negué con la cabeza.

- Y mi doctora me dijo que eran tres semanas de escayola, como había sido una rotura limpia...

- No. Una fractura es una fractura - dijo el doctor - Y cualquier fractura necesita cinco semanas de escayola. Llevas una, te faltan cuatro. - Sonrió.

- Pues, nada. Hasta luego.

El resto del día me quedé en estado semi catatónico. Sólo dos palabras daban vueltas por mi cabeza, una y otra vez, como en una mala película. Cuatro semanas. Cuatro semanas. Cuatro semanas. Me daban ganas de decir que ya, que la broma me había hecho mucha gracia, pero que ya era hora de terminarla. Pero como sé que no puedo estar así para siempre, me di un par de hostias mentales y espabilé. Cuatro semanas, pues cuatro semanas. A pasarlas.

Pero cada médico que veo me desmoraliza más. Resulta que me llamaron de la mutua del trabajo. Aunque no fue accidente laboral, la mutua hace seguimientos de las bajas largas. Según mi versión es porque como ellos pagan parte de la baja, si te pueden mandar a trabajar, lo hacen. La versión de la mutua no varía mucho de la mía, te lo dicen con palabras técnicas y dando más rodeos, pero viene siendo lo mismo. Prima el dinero sobre la salud.

Como ya los conozco, y con algún accidente laboral no me han tratado con el respeto que creía merecer, iba con la escopeta cargada. En modo defensa on. Encima me hicieron esperar un poco, lo que no calmó precisamente mis ganas de guerra.

Cuando por fín pasé al despacho me encontré con un médico serio, pero que resultó muy amable. Miró el informe, y lo primero que dijo fue:

- Llevas de baja veinte días... ¡Uy! Esto está muy tierno todavía.

Abrí los ojos como platos.

- Tengo cita en un mes, para que me quiten la escayola.

- ¿Con rayos equis?

- Sí.

- Uff, y si te la quitan. - me vio la cara de susto y añadió. - A veces quitan la inmovilización a las cinco semanas, pero depende de muchos factores. Y eso no querrá decir que esté curado. Un hueso fracturado son, más o menos, unas seis u ocho semanas.

Lo que ya no quise preguntar si esas seis u ocho semanas incluían la rehabilitación o no. No quise, para evitarme más sustos, porque lo que sí me llevé fue otro disgusto.

- Tú tranquila - me dijo el doctor, amable - Relájate, y cuida la mano. Que las navidades las pasas en casa.

Y yo que creía que como muy tarde a primeros de año empezaría a trabajar...

Y es que sí, estar en casa está muy bien, pero estoy hasta el mismísimo moño. Echo de menos andar corriendo para todos lados, sin tiempo para hacer nada, pero feliz aprovechando cada segundo del día con distintas cosas para hacer poco de mucho. Y no que ahora tengo tiempo para todo pero lo que me falta es un brazo para hacerlo. Voy haciendo poco, y mal. Doblo la ropa con la mano izquierda, dejándolo casi peor que si no lo doblara. Paso el aspirador, porque es estilo escoba y lo puedo pasar con una sola mano...

Me salva la wii y el ordenador. La wii porque algo puedo hacer con ella, cogiendo el mando con la izquierda. Me encanta hacer yoga con la consola, y tiene muchas posiciones para las que no necesito la muñeca derecha. Y el ordenador porque puedo seguir escribiendo, aunque sea con una sola mano, y desahogarme y hasta lloriquear un poquito, aunque peque de autocompasiva, y así paso los días menos apurada.