viernes, 9 de marzo de 2018

El día de la presentación



Pues… sigo viva. Y sigo en el país. Finalmente decidí que la presentación de mi primer libro era algo bueno y que tenía que pasarlo… Quiero decir vivirlo, y disfrutarlo. Al final, pese a los nervios y las ganas de huir, lo disfruté.

El día, eso sí, se me hizo muy largo. A mi los nervios me dejan un revoltijo extraño en la tripa, y la presentación era a las siete de la tarde. Comí con mis sobrinos, intenté aprenderme lo que había escrito para la presentación pero apenas pude leerlo dos veces. A las cinco me fui para mi casa. Escogí la ropa, que ahora después de haber visto las fotos pienso que podría haber escogido otra cosa, me peiné medio decente, cogí mis libros y salí para la biblioteca.

Tuve el tiempo justo para tomarme una caña con limón (no me gusta la cerveza, pero si le echamos limón ya es otra cosa) para templar los nervios antes de entrar. Luego, como siempre pasa en este tipo de cosas, el tiempo se acelera sin que te des cuenta y ya estaba en una sala llena de gente que me apoyaba: familia, amigas, conocidas, para que les contara lo que les tuviera que contar.

Que ahí tenía mi mayor problema. ¿Qué esperaban escuchar? Yo les conté mi vida, claro, porque me encanta contar mi vida. Pero no sé si era eso lo que esperaban. Porque yo hablaba y hablaba, de manera entrecortada que era como me dejaban los nervios, y la gente me miraba, en silencio. Y yo pensaba: ¿les estaré aburriendo? Pero no se iban. Aunque puede que no se fuesen porque me conocían, para no hacerme sentir mal. 


Terminé de contar lo que llevaba preparado y vino la ronda de preguntas. Hubo algunas, cosa que me alivió, y ahí tuvimos un momento mucho más distendido. Después de eso la bibliotecaria me pidió que leyera un pasaje y abrí el libro y salió por uno de los post que más me gustan: La primera batalla, porque refleja la lucha de mi cuerpo contra el cáncer, que es como siempre he creído yo que era esa lucha. Leer algo que has escrito tú en una sala llena de gente que te escucha tiene tintes mágicos. Por el embeleso, por los aplausos, y por los abrazos que llegaron después.

Salí de allí después de firmar libros casi una hora. Ahí vi cumplido uno de mis grandes sueños: reconocimiento. Que la gente quiera tener tu libro firmado por ti es una de las muestras de respeto y cariño más grandes que existen. Para un escritor, claro. Significa que valoran tu obra y a ti por haberla escrito.

Gracias a todos por haber ido, por haberme apoyado, por haberlo leído y por alegraros tanto o más que  yo al revelaros el spoiler más grande: que estoy fenomenal y que Voldemort es historia.


Por si tenéis curiosidad, aquí está el texto que había preparado para contar. No os sorprendáis si no dije todo lo que pone ahí…

Buenas tardes y bienvenidos, bienvenidas.
Veo mucha gente conocida aquí. Eso es bueno. Aquí veo… sí, mi familia también ha venido. Para esa persona del fondo, que es la única que no conozco, todos los que están sentados aquí son familia, amigos y conocidos. Pero no te vayas, que te querremos igual.
Llevo un mes dándole vueltas a la presentación. La verdad, no tenía ni idea sobre qué decir. Y la sigo sin tener. 
El caso es que he escrito durante casi toda mi vida. Aquí tengo a la familia de testigo: desde bien pequeña siempre llevaba un cuaderno y un boli a cuestas. En cuanto tenía un momento, me sentaba y escribía. Si me preguntaban qué quería ser de mayor yo respondía sin dudar: escritora. Me parecía un sueño… 
Pero a veces, si los trabajas, los sueños se cumplen. Y hoy estoy más cerca de cumplir uno de ellos. Ahora me considero escritora, porque escribo, porque he publicado y porque estoy trabajando para seguir publicando. Pero no había tenido en cuenta que los libros hay que venderlos, y para ello a veces hay que presentarlos.
Sentarse aquí, delante de un montón de gente y contar lo maravilloso que es tu libro para que te lo compren. Y ahí me fallan las palabras. ¿Qué narices cuento yo para convenceros de lo maravillosa que es mi obra?
Bueno, algo se me ocurrirá. Soy escritora, ¿no?
Creo que debería empezar a hablar sobre cómo se gestó este libro. Es un libro muy especial, para mi significa mucho porque es el primero, pero también porque es un símbolo. Un símbolo de cómo se pueden transformar las cosas malas que nos pasan en algo bueno. Porque si de algo estoy segura es de esto: si no hubiera pasado un cáncer no estaría aquí ahora mismo. 
Es evidente: no habría escrito un libro sobre mi experiencia superando un cáncer, claro… Pero no estoy segura de que hubiera dado el paso tan firme que di este año para publicar una novela. 
Pero empecemos por el principio. Hoy es día 23 de febrero. Dentro de un mes, justo, se cumple un año del diagnóstico. Por estas fechas, hace un año, ya había tenido los síntomas y en el fondo yo intuía que algo no iba bien en mi cuerpo. 
Sobre todo porque yo siempre he sido de reglas regulares y escasas y sangraba como si estuvieran sacrificando a un cochino en mi útero. Las visitas al ginecólogo no fueron muy agradables, y volvía del potro de tortura… perdón… el potro de tort… la camilla esta tan maja que tienen los ginecólogos en sus consultas, como si me hubiera atropellado un camión.
Pero cuando por fin determinaron que tenía un carcinoma, y me hicieron pruebas que dijeron que estaba localizado y que era tratable, con una seguridad que yo no he tenido en mi vida, me relajé. Seguía teniendo la sensación de que algo no iba bien en mi cuerpo, pero ya sabía lo que era. Y sabía que se podía tratar. Aunque no sería agradable.
El blog ya lo tenía. Lo abrí el año que nació mi hija. Al principio escribía reseñas de los libros que me leía, más que nada para que no se me olvidaran. Ya entonces tenía mala memoria. La de ahora ni os cuento…
Un par de años después empecé con la sección de Mamá en Apuros. Decidí contar cosas que me pasaban, primero con la maternidad, después lo hice extensible al resto de mi vida, pero pasadas por el filtro del humor. El humor es el mejor invento de la humanidad. Yo no soy capaz de enfrentarme a muchas cosas, pero lo consigo si le pongo el filtro del humor.
Recuerdo que cuando me dieron el diagnóstico me dijeron: escribe. Escribe de lo que sientes, tú que siempre estás escribiendo. Y eso hice. 
Primero me abrí un archivo para usarlo de diario. Pero me pareció deprimente. Ay, si pienso que no me va a leer nadie sale mi lado más lúgubre, y mientras lo escribía me surgió una duda: ¿me corto las venas o me las dejo largas? Lo borré, porque una sola letra haría llorar a la persona más dicharachera. 
Entonces me decanté por la otra opción: dejármelas largas. Ya tenía el blog, ya tenía la sección, solo me faltaba aplicar el filtro del humor. Y eso hice. Y semana tras semana fui contando mi experiencia, lo que me sirvió de desahogo. No volví a tocar el diario. 
Pasó el tiempo, y lo que en principio parecía una montaña insalvable se había convertido en el cerro que había dejado atrás. Había terminado el tratamiento y se acercaba la primera revisión. Parecía que estaba conteniendo la respiración durante los tres meses de espera. Pero las fechas llegaron, me hicieron las revisiones y salieron mejor de lo esperado. Estaba perfecta. Voldemort era historia.
Todo el aire contenido durante tres meses (metafóricamente, no podría haber vivido tres meses sin respirar, obviamente) lo solté de golpe. Pero se me formuló otra pregunta: ¿y ahora qué?
Físicamente aún tenía que mejorar. 
Pero, ¿ahora qué iba a contar en el blog? ¿Cómo iba a pasar a otras cosas? ¿Y qué pasaba con lo que había escrito?
Y como estaba enchufadísima estudiando cómo publicar una novela, que ya tenía escrita, recabando información sobre autopublicación, sobre cómo ser escritora del siglo XXI y un largo etcétera, se me encendió la bombilla. ¿Y si publico los post del cáncer?
Y me puse a ello. Pensaba que iba a ser más fácil: reunirlos, darles un pequeño revisado y lanzarlos, pero cuando me puse a revisarlos, y pensar en venderlos me dije: ostris, que esto lo va a leer gente, y casi entro en pánico.
Pero la realidad me dio una colleja y me dijo: ya lo ha leído gente. Y superé el pánico. Terminé el trabajo y lo lancé.
Desde el minuto cero que tuve la idea tuve claro que el libro iba a ser benéfico. Está en digital y en físico, a un precio más que asequible en cada formato, por dos razones. Primero, me parece mal hacer pagar por algo que yo había colgado de forma gratuita en la red. Y segundo, quería aportar un granito de arena a la AECC, que está presente en todos los hospitales donde he estado, y si leéis el libro os daréis cuenta de que solo con mi enfermedad han sido tres. Luego he visitado otros en calidad de acompañante, y también han estado allí.
Así que esta es la historia. Lo malo de que estemos aquí es que os habéis comido un spoiler como una casa: la protagonista de la historia está como una rosa. 
A día de hoy ya he cerrado otras dos fechas para abril. Pero no estoy preocupada... Tengo más de un mes para volver a prepararme algo... ¡Yo del futuro, esta vez no te fallaré!

Aprovecho para decir que ya tengo casi preparada la mudanza... ¡Sí! Me mudo de casa... Pero de casa virtual. A partir de la semana que viene podréis disfrutar de contenidos más específicos en mi página de escritora. ¡Os espero allí!


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