Vuelvo a participar en los Proyectos de Isi, que, inspirada quizás en las comilonas navideñas, nos propone reseñar algún libro de cocina que tengamos por casa. Pero no solo reseñarlo, no, sino preparar una receta de las que vienen en él.
Nada más leer la entrada pensé en el libro mítico de cocina que lleva en mi casa desde que yo era pequeña. Se trata de 1080 Recetas de Cocina, de Simone Ortega. El ejemplar que tengo yo es la duodécima edición, de 1982, pero, atención, se lleva editando desde 1972. Y sigue. El otro día fui a La Casa del Libro, y por curiosidad lo busqué... Y no tuve que buscar mucho: ahí seguía, con una pinta un poco más moderna, pero el mismo sin duda.
Por suerte, en mi casa (es decir, en la casa de mis padres) había varios ejemplares. Mi padre era encuadernador, y en su empresa trabajaban para Alianza Editorial, y mi casa entera parecía un showroom de su catálogo. De varios títulos hay ejemplares repetidos, y nunca nos vino tan bien como con éste título. Mi madre se quedó uno, mi hermana mayor otro y yo me traje otro para casa. Está viejo y ajado, porque ha estado más de una vez y más de dos en la cocina conmigo, pese a que yo no cocino demasiado (quizás sea por eso...)
Es un libro muy de andar por casa, no trae fotos, y las cantidades las mide por pizcas o por cucharadas de moka, pero para mi es un esencial en cualquier cocina.
Sin embargo no es de ese libro del que he hecho la receta.
Toda historia tiene un principio y la mía con las cupcakes comienza en Reyes del año pasado. Marian Keyes acababa de publicar Salvada Por los Pasteles, y mi amigo invisible (en mi casa los adultos nos hacemos así los regalos) sabía perfectamente que a mi me chifla esa autora. Me daba igual que no fuera una novela, ni que yo no cocinara, era la Keyes y lo quería.
Muy fiel a su estilo, hasta en un libro de recetas Marian Keyes destila originalidad y humor. Es un libro muy cercano, y que incluso para leerlo, muy ameno. Trae consejos, como los utensilios de cocina, qué hacer y qué no hacer para preparar un soufflé, etc. Y cuenta un poco cómo se metió ella entre los fogones a hacer pasteles ni más ni menos: para luchar contra la depresión. Y funcionó. Los días que se levantaba con la nube negra sobre su cabeza, preguntándose qué pintaba ella en el mundo, se ponía a cocinar y cuando acababa estaba demasiado cansada para suicidarse y había pasado otro día.
Le puse en un lugar de honor de mi estantería, prometiéndo que algún día haría una receta y allí durmió durante cinco meses.
Mi marido, quizás inspirado en este libro me hizo un regalo de cumpleaños digamos que peculiar. Quizás los que sean aficionados a la cocina lo conozcan, ahora creo además que sale en la tele, y es más frecuente, pero yo no lo había visto nunca. Me regaló una especie de sandwichera, con seis huecos redondos, para hacer cupcakes. Cupcake Maker, se llama, para que no haya confusiones. Cuando abrí el enorme paquete mi cara se quedó congelada en una sonrisa medio forzada y conseguí decir: "ahhh, qué chulo...", en lugar del "qué demonios es esto" que estaba pensando.
Pero lo estrené. Cogí una receta (la que me pareció más sencilla) del libro de la Keyes, y probé a hacer cupcakes, y me salieron ricas. Luego probé otra vez, y volvieron a salir ricas. Y en una de las veces que estaba experimentando, se me rompió el accesorio de varilla de mi batidora. Normal, mezclar la mantequilla con el azúcar es tarea ardua, y la pobre no aguantó. Pero para entonces ya me había picado esto de las cupcakes, y con un dinerillo que me trajeron los Reyes me compré una batidora-amasadora. Y aquí ya empiezo a ser una experta en cupcakes. Y también en magdalenas tradicionales. Aún ando experimentando, sobre todo con las coberturas, pero he descubierto que prepararlas me relaja y me divierte. Y más cuando me ayuda mi peque.
La receta que he preparado se titula: Cupcakes de toda confianza
Necesitamos:
125g de mantequilla
125g de azúcar
2 huevos batidos
1 vaina de vainilla
125 g de harina
1/4 sobre de levadura en polvo
Esto es lo que pide la receta, pero yo he sustituido la vaina de vainilla por unos 80g de cacao en polvo, de ese que se utiliza para hacer chocolate a la taza. También puedes echarle esencias de varios sabores, o ralladura de naranja, o de limón, o café disuelto en dos cucharadas de agua hirviendo. Yo sólo he probado las de chocolate y salen buenas. Otra variación que le hago es que en lugar de mantequilla le echo margarina, porque es lo que se usa en casa. (Pero ya digo que salen ricas)
En un cuenco (que sea grande) incorporas la mantequilla y la bates. Hay que batirla bien, hasta que quede una masa esponjosita. Cuando ya la tengas dominada, añade el azúcar y sigue batiendo. Según la Keyes debe quedar una masa blanquecina y esponjosa, pero a mi me queda amarillita. Quizás sea por la margarina.
Se añaden a continuación los huevos, de uno en uno. Es decir, un huevo y se bate y otro huevo y se vuelve a batir. Aquí puede pasar que la masa se corte un poco, pero la solución es fácil: se tamiza un poco de la harina y se bate de nuevo hasta que se haya solucionado.
En este punto yo añado el cacao en polvo, lo bato junto a la mantequilla y me queda una masa chocolateada que me comería tal cual. Y mi peque también.
Por último se añade la harina tamizada, con la levadura incorporada. Y con una espátula de goma se va doblando la masa sobre sí misma para unificarla con la harina. Dice la autora que cuantas menos vueltas mejor, pero la verdad es que yo tardo un ratito.
Ya tenemos la masa. Ahora se llenan las cápsulas de magdalenas más o menos unas dos terceras partes. Para esto yo me ayudo de una cuchara para servir helados, porque despega la masa que da gusto. La idea no es mía, la vi en un programa de televisión.
Por último habría que meterlos al horno, previamente calentado a 160º, pero yo las meto en mi súper sandwichera, y en unos diez minutos las tengo listas. Lo único malo, que al ser de seis huecos tengo que hacer varias tandas.
Una vez hechos, se ponen a enfriar en una rejilla y ya les puedes hacer la cobertura.
Como podréis comprobar no soy muy disciplinada a la hora de seguir recetas, porque para la cobertura no he hecho ningún caso al libro. Es que la cobertura del libro pide más o menos la misma cantidad de mantequilla que de azúcar, unos 250g, y me parecía exagerado. Así que la primera versión la decoré con merengue, al que le añadí colorante y quedó rosa, y luego hubo otra versión con ganaché y lacasitos.
La del merengue me quedó regulera, porque era la primera vez que hacía merengue y se notó. Pero el ganaché quedó bien rico. Y es muy fácil de hacer. Es una tableta de chocolate para fundir, que tienes que dejar líquida al baño maría, y le añades la misma cantidad que tengas de chocolate de nata para montar. Yo tenía una tableta de 200 gramos de chocolate, pues le añadí un brick de 200 ml de nata. Y un poco de azúcar, no fuera a ser que se quedara demasiado amargo, pero eso ya va en gustos de cada uno. Cubres el cupcake con el ganaché y le añadí lacasitos. Bueno, los lacasitos los añadió MiniP, que es mi pinche de cocina.
De hecho ahora mismo tengo a MiniP hojeando el libro de Marian Keyes y a cada hoja que pasa me está diciendo: "¡Ay, mami! Tenemos que hacer de estas". Incluye el plural, por supuesto.
¿Qué os parece mi receta? Espero que os haya gustado.