Hoy es la presentación de mi primer libro.
Chan chan chaaaannnn
Tengo la cita cogida desde hace más de un mes. Cuando me lo propusieron en mi biblioteca acepté encantada. ¡Encantadísima! Estaba cumpliendo un sueño y ese era uno de los pasos. Ahora la gente me vería como lo que soy: una escritora (el primer paso es creértelo tú, obviamente). Y me dije: voy a escribir algo y lo voy a ensayar hasta la extenuación.
Jaja, yo del pasado.
Hoy ha llegado el día, por fin, y sí que he escrito algo. Pero no lo he ensayado. Apenas lo he leído una sola vez en alto. Y para cronometrar cuánto tardaba, que soy capaz de hablar como una metralleta y cinco minutos después, mandar a la gente a sus casas. Como siempre, he utilizado la estrategia del avestruz: he escondido la cabeza hasta que ya ha sido demasiado tarde.
Yo mirando horarios de vuelo a un país sin tratado de extradición, un poco más calva, sí, pero por el estrés |
Pero no puedo huír. Tengo un marido y una hija a los que quiero, no podría separarme de ellos. Y por más que le estoy insistiendo a Papá en Apuros no quiere irse a pasar el finde fuera, hacernos unos arreglillos en la cara y cambiar de identidad. Dice que es demasiado engorroso, que me ponga ahí delante y que haga lo que tengo que hacer. Cosas de haberse casado con un exmilitar, que no contemplan la no afrontación del deber.
El caso es que me debería de gustar. Y por un lado estoy encantada. Pero la parte encantada se ha visto reducida por el miedo, que ha ocupado toda la estancia y la ha dejado a la pobre acurrucada en un rincón mirando con ojos de pánico al propio miedo. Pero, ¿de qué tengo miedo?
Creo que el principal es que se descubra que soy una farsante. No una farsante en cuestión de haber pasado por el cáncer: eso es cierto. O de haber escrito el libro: todas y cada una de las palabras que aparecen (excepto el prólogo, claro), salieron de mis dedos tecleando en el portátil. Pero es que el síndrome del impostor es tan fuerte en mí como la fuerza lo era en Luke Skywalker, y no puedo evitar pensar que se me ven las grietas.
Es que ahora mi entorno me mira diferente. Ha descubierto en mi algo nuevo. Pero el caso es que no es nuevo, siempre ha estado ahí, solo que nunca me había decidido a sacarlo tan a la luz. Pero es una sensación extraña. Me miran como si fuese distinta. Algunas personas con el brillo de admiración en los ojos. ¡Madre mía que tengo fans! Menos mal que son pocos, porque no sabría cómo gestionarlo si fueran legión. Creo que acabaría más tarada de lo que ya estoy y me raparía el pelo a lo Britney Spears en pleno ataque psicótico.
Sabía que el día de hoy sería tenso. Siempre me pasa igual. La técnica del avestruz funciona hasta el mismo día del asunto que me da miedo. Ese día saco la cabeza, respiro hondo, y me enfrento a lo que sea. Puedo salir ganando, o puedo salir perdiendo, pero siempre acabo enfrentándome a ello.
Aún me queda día para prepararme las tarjetas. No voy a dar datos científicos sobre el cáncer porque creo que esos los puede mirar cualquiera por internet. Hablaré de lo que mejor sé: de mi experiencia y de cómo se me ocurrió escribirla y publicar después el libro. Espero hacerlo divertido, no quiero que se me duerman en la sala.
Aún me quedan horas para arrepentirme de haberlo hecho. Quién me mandaría a mi meterme en estos berenjenales. Con lo a gusto que estaba yo en mi casa tecleando para mi y para unas pocas personas en la red. Ahora me da con que quiero cumplir el sueño de mi vida y publicar, y vender libros. Pero nadie me advirtió que había que presentarlos. ¡Yo solo quería firmar en la feria del Libro! Sentarme allí y ver pasar a gente. No darles un discurso con el que se vayan contentos a casa.
Estoy hiperventilando.
Si quieres ser testigo de mi ascenso y caída, mi querida hermana se ha ofrecido a hacerme de CM y hacer un tuiteo a tiempo real del evento. Con fotos. También le pediré que haga algunos vídeos en IG. Pero no os creáis que lo hace altruistamente, no. Es que le pedí que se sentara conmigo en la mesa (ella es la prologuista), para no estar yo tan sola, y me dijo que mejor hacía fotos… Y para eso no debe estar en la mesa, claro.
Ahora me toca ponerme melodramática: si no vuelvo, si después de hoy decido retirarme en la selva y vivir como los nómadas, recordad que siempre os quise. Y que esa que decía que quería ser escritora no debía de ser yo… Sería una loca…
Lo dicho: mirad mis redes si queréis ver en directo cómo me explota la cabeza...