martes, 30 de agosto de 2011

Los Juegos del Hambre (Trilogía), de Suzanne Collins


Gracias a la llamada de Lady Boheme, (mi hermana), de Leo, luego existo, he vuelto a participar en una lectura conjunta. Visto que la primera vez (El Tiempo entre Costuras, de María Dueñas) la experiencia resultó satisfactoria, he repetido con La Saga Distritos.

Los Juegos del Hambre (en realidad Saga Distritos, pero creo que nadie los conoce así), se compone de tres libros: Los Juegos del Hambre, En Llamas y Sinsajo. Los voy a reseñar juntos porque he leído los tres seguidos, y creo que podrían ser un solo libro. Es cierto que entre medias del primero al segundo pasan unos cuantos meses, y que el segundo y el tercero son completamente seguidos, lo que podría inducir a pensar que la autora escribió el primero pensando en dejarlo ahí, y que luego decidió continuar la saga. No lo sé. Pero es la sensación que me da. Aunque si es así, el final del primer libro no me gusta nada. Se queda un poco colgando, si no hubiera continuado con la saga me habría tirado de los pelos, pero afortunadamente, pude proseguir.

Katniss es una chica de 16 años que vive en el distrito doce de un pais postapocalíptico llamado Panem. Panem se compone del Capitolio, centro neurálgico del país, y de doce distritos más, que son los que abastecen al Capitolio. Antiguamente eran trece, pero durante los Tiempos Oscuros los distritos se levantaron contra el capitolio, y éste ganó la partida. Para recordarlo, destruyeron el distrito trece y lo mantuvieron así. Además, para que en los distritos no haya más ganas de levantamientos, les mantienen en la pobreza y les hacen pasar hambre, y una vez al año contribuyen con dos tributos especiales para el Capitolio: un niño y una niña de entre 12 y 18 años. Dos niños de cada distrito, que serán enviados a la arena, un escenario creado para la ocasión, para que luchen entre ellos a muerte. Sólo puede quedar uno, que será venerado como el gran vencedor, pues todo el país lo estará viendo por la tele. Desgraciadamente para Katniss, este año le toca a ella batirse con los otros 23 tributos. Dado que es del distrito más pobre, sus posibilidades son escasas. Y para colmo, el otro tributo del distrito doce es Peeta, el chico del pan, que le ayudó en un momento decisivo de su vida para salir adelante y no morir de hambre.

La narración de los libros es en primera persona, es Katniss, nuestra protagonista, quien nos cuenta la historia. Es una forma de narrar peculiar, porque aunque es en primera persona, no lo hace en pasado, sino en presente, y aquí la autora se luce. Es una forma narrativa muy complicada, que puede caer en la pesadez, o dejarte sin explicación para algunas cosas, pero no ocurre ni lo uno, ni lo otro. Magistralmente, Collins va oscilando entre pasado perfecto y presente de indicativo sin que resulte cargante ni extraño. Y Katniss conoce muy bien su entorno, el lugar tétrico y cruel donde le ha tocado vivir, de forma que transmite todo lo que ve, todo lo que sabe y todo lo que recuerda de una manera clara, lo que hace que lo vivas junto a ella.
Luego están los personajes. Katniss vive con su familia, su madre y su hermana Prim. Por ésta última daría su vida (literalmente, de hecho se condena por ella), y con su madre tiene una relación complicada. Su padre murió en una explosión en las minas de carbón, lo que hizo que su madre entrara en una terrible depresión que la sumió en su propio mundo. Fue Katniss, con once años, quien sacó a su familia adelante infringiendo las normas, saliendo del distrito a cazar y a vender lo cazado en el mercado negro. Gracias a la caza conoció a Gale, su mejor amigo, con el que comparte carne y silencios. Entre los dos existe el acuerdo tácito de cuidar de la familia del otro en el caso de que alguno falte. Y Peeta, el chico del pan, que la ayudó cuando más lo necesitaba. Haymicht es el único vencedor del distrito doce, y como tal, tiene que ayudar a los tributos de su distrito año tras año. Pero él solo ve el alcohol de la botella. Cada uno de ellos tiene su personalidad, su genio, su fondo y su forma. Son casi tangibles, lo que podrían ser tus vecinos si vivieras en el lugar horrible que es Panem. Y éstos son sólo los más importantes del distrito doce. Luego están los estilistas que preparan a los tributos para las cámaras (en el que destaca Cinna, el estilista de Katniss), los presentadores del reality, los tributos de los demás distritos, los espectadores que se agolpan en las calles del Capitolio para aclamar al futuro vencedor. Y la invisible, pero notable, presencia del Capitolio, del gobierno, del único dictador de Panem y de todos sus secuaces: agentes de la paz y los jueces de los juegos. Todos están presentes y tienen peso en la historia, cada uno el suyo, el imprescindible.
Y a pesar de ello, la historia es trepidante. Desde el principio, cuando se llevan a Katniss a los Juegos, pasando por la fase de preparación, donde la depilan, peinan, maquillan, y la hacen pasar por torturas varias para presentarla ante las cámaras con un aspecto espectacular, de estrella de cine. Y terminando en la arena: en los juegos, donde Katniss tendrá que luchar contra los demás, y donde siempre tendrá la duda de qué pasará cuando tenga que enfrentarse a Peeta. Aquí la autora no ha levantado la mano, describe las luchas, la sangre y la violencia con detenimiento, pero sin sobrepasarse. Lo suficiente para no ser “light”, pero tampoco tanto como para resultar ofensivo.
Me ha parecido un libro brillante. Te envuelve en su atmósfera depresiva (en el capitolio los Juegos son una fiesta, pero no olvidemos que son niños que van a morir), y en cierto modo terrorífica, donde empatizas con los personajes principales, odiando al capitolio tanto como ellos. En silencio, claro, no vaya a ser que maten a tu familia.
Lo único que no me ha gustado del libro, aunque ya lo he dicho, ha sido su final. Es un final muy abrupto, creo que para dejarlo ahí lo podría haber finalizado un poco antes. Aunque para continuar la saga está bien, porque te deja con ganas de más.

No me voy a entretener más con los otros dos libros de la saga. Creo que quien se lea el primero, debería leerse los otros dos. No porque sean especialmente buenos, que no lo son. De hecho el segundo, En Llamas, tiene unos altibajos de ritmo impresionantes, una primera parte un tanto pesada, y una segunda muy acelerada, para acabar, de nuevo, sin un final de punto redondo. El tercero, Sinsajo, es más rápido y tiene más enganche, pero ya empieza a caer en giros argumentales previsibles o poco creíbles. Aún así, creo que merece la pena leerlos. Más que nada, y como ya he dicho, porque los he considerado como un solo libro. Uno que va perdiendo fuelle según va avanzando, pero que cuenta una historia hasta el final de sus consecuencias.

Conclusión final: original del todo la idea no es, ahí está Battle Royale, de la que me han hablado, porque yo no la he visto, o La Larga Marcha, de Stephen King. Aunque a mi me ha dado más la sensación que está basado en la antigua Roma. Los niños no dejan de ser gladiadores (que eran esclavos, o posteriormente cristianos) que se tienen que matar entre sí en el coliseo para disfrute del pueblo romano. Hasta el lugar de la lucha de los Juegos se llama arena, como la del coliseo. Y también he encontrado otras similitudes. Los nombres de muchos personajes, como Octavia y Flavio, estilistas de Katniss. Y en el Capitolio es el único lugar de Panem donde se vive bien, sus ciudadanos se entretienen en mirar por la tele cómo los niños de los demás distritos se matan año tras año, y el resto del tiempo lo dedican a cosas superficiales: decoraciones de cuerpo imposibles, cambios de color de piel, de pelo, implantes de silicona, en los labios, en los pechos, implantes de comillos, de bigotes de gato, de cuernos. Como en la antigua Roma, cuyos ciudadanos, casi los únicos que vivían bien de todo el imperio, se dedicaban a aparentar y a hacer fiestas en las que se comía hasta reventar, y luego se vomitaba para volver a comer. (Detalle que aparece también en el libro, aunque creo que es en el segundo). Pero es una historia muy, pero que muy entretenida, que te engancha hasta cuando están depilando a la pobre Katniss, y que cuando terminas de leer el tercer libro, sientes que ya está, que ha concluido. 

Las reseñas de la lectura conjunta:

La  Caverna Literaria
Leo, Luego Existo


Los Juegos del Hambre
400 páginas
En Llamas
416 páginas
Sinsajo
400 páginas
Suzanne Collins
Editorial Molino
(Lectura digital)





lunes, 22 de agosto de 2011

La forma del agua, de Andrea Camilleri


El ingeniero Luparello aparece muerto dentro de su coche en el aprisco, lugar frecuentado por prostitutas y proxenetas. Todo parece indicar que ha muerto por causas naturales, pero al inspector Salvo Montalbano no parecen cuadrarle las cosas. ¿Por qué el ingeniero, de intachable reputación, fue a morir precisamente al aprisco? Según va avanzando en su investigación descubre que no todo es lo que parece...

Es el primer libro que leo de este autor, y prácticamente del género. No conocía a este autor italiano, amigo de Manuel Vazquez Montalbán, escritor prolífico, cuyas novelas más famosas son las protagonizadas por el inspector Montalbano, bautizado así en honor a su amigo. Lo descubrí gracias a un compañero de trabajo, padre reciente, que ha llamado a su hijo Salvo, ya que tanto a su mujer como a él le encantan las novelas de Camilleri. La curiosidad pudo conmigo, y me dije que si alguien había bautizado Salvo a su hijo, alguna buena razón habría. Ahora puedo afirmar que la hay, de sobra.
Lo primero que me llamó la atención fue la forma de narrar de Camilleri. Tiene una fina ironía que destila por cada una de sus frases, casi te puedes imaginar al narrador omnisciente con una media sonrisa en los labios, como queriendo decir: “nos entendemos, ¿no?”. En este libro además hace una crítica social y política de una manera muy sutil, sin hacer violencia, pero con gran ingenio y mala leche.
Lo segundo que me ha sorprendido ha sido su protagonista. En general todos los personajes están bien definidos, incluso los dos primeros que aparecen, que son los que encuentran el cadáver, y que aparecen poco en la novela, hasta la viuda, que tampoco es que aparezca mucho, pero que resulta clave en la investigación. Pero es Salvo, el inspector, el que más me ha llamado la atención. Porque me ha enamorado. Me esperaba el típico inspector de novela negra, un tipo huraño, trasnochado y malhablado. Que fume como un carretero y se lleve mal con sus superiores. Pero me he encontrado con Salvo Montalbano, un hombre maduro, con una relación a distancia que mantiene como puede. Que se resiste a los cantos de sirena de una jovencita que le anda detrás. Que no sólo se lleva bien con su superior inmediato, con el que cena de vez en cuando, sino que tiene una mano izquierda increíble para tratar con todos sus superiores, jueces, testigos y víctimas. Que le encanta la cocina, y cocinar. Que admite de asistenta a una madre cuyos dos hijos han sido encarcelados por él mismo. En fin, es el contra-inspector, lo contrario a lo que estaba acostumbrada por las películas y las series.
Yoda inspeccionando la forma del agua
Y la historia es aparentemente sencilla, pero engancha. No hay una mega-trama oculta que va surgiendo según va avanzando la trama, pero hay algunos hilos de los que tirar, alguna pequeña sorpresa que Montalbano va desenterrando. Y poco a poco, gracias a sus pesquisas y a su brillante inteligencia, Salvo llega a la verdad. ¿Pero qué hace con la verdad? Eso es lo que más me ha gustado del libro, su final.
Me ha gustado mucho el diálogo entre Montalbano y la viuda, de donde saca el título:
- ¿Y eso cómo es posible?
- A usted le corresponde averiguarlo, si le apetece. O bien puede dar por buena la forma que le han dado al agua.
- No entiendo, perdone.
- Yo soy siciliana, nací en Grosseto y me trasladé a vivir a Montelusa cuando nombraron gobernador a mi padre. Poseíamos un trozo de tierra y una casa en la ladera del Amiata, y allí pasábamos las vacaciones. Tenía un amigo más pequeño que yo, hijo de campesionos. Yo debía de tener unos diez años. Un día vi que mi amigo había colocado en el borde del pozo un cuenco, una taza, una tetera y una caja cuadrada de hojalata, todos llenos de agua, y los estaba observando atentamente.
- ¿Qué haces? - le pregunté.
- ¿Qué forma tiene el agua?
- ¡El agua no tiene ninguna forma! - le contesté entre risas -. Toma la forma que le dan.


La verdad es que no sé por qué no me he aventurado con este género antes, porque lo cierto es que sí que me gusta. Lo consumo en películas y en series, hay pocas de detectives y misterios que no haya visto. Desde luego no será la primera vez que siga los casos del educado Montalbano, y creo que investigaré también junto con otros detectives.

La forma del agua
Andrea Camilleri
Editorial Salamandra
221 Páginas
(Lectura digital)



viernes, 12 de agosto de 2011

Rock and Reflections Dreams: ¿Libertad de expresión?


Según la RAE, existe lo que se llama libertad de pensamiento, que quiere decir “Derecho de manifestar, defender y propagar las opiniones propias”.
Todos estaremos de acuerdo en que, actualmente, disfrutamos de libertad de pensamiento en este país. Yo lo profeso cada día en mi vida diaria, y casi cada semana a través de este blog. Y como yo, los que me leen, o los que llevan su propio blog. Para eso lo escribimos, para vertir nuestras opiniones. Pero (siempre hay un pero), siempre, siempre, desde el respeto. Según mi opinión personal, esa que me permite la libertad de pensamiento, a esta definición le falta una coletilla. Siempre he escuchado que la libertad de uno termina donde empieza la del prójimo. Y estoy de acuerdo. No considero libertad a defender tus ideas, o tus gustos a base de insultos. Porque insultando se pierde toda la razón, y el insulto es la defensa de los que no tienen argumentos, bien sea porque no tienen la suficiente inteligencia como para desarrollarlos, o porque directamente no tengan ningún argumento y crean en los que les dictan los demás.
Todo esto viene a cuento porque hace poco mi hermana tuvo una polémica con una escritora. Publicó en su blog su parte de una historia de desencuentros, y esto desató una avalancha de insultos, tanto en su blog, como en las redes sociales. Ella (mi hermana), me ha pedido encarecidamente que no haga más alusión a este tema, pues pasa de problemas, por eso no voy a decir ni el nombre de la escritora ni lo que de ella escribió en su blog. Solo decir que hizo referencia a un asunto, contó su parte de la historia y no faltó al respeto a nadie. A cambio recibió insultos hacia su persona, hacia su blog y hasta amenazas. Todo ello bajo la protección de la escritora, ya que incitó a los insultos, aunque fue lo bastante lista para no insultar ella. Sin embargo, como moderadora de su página de facebook ni siquiera intentó calmar los ánimos, ni dar un toque de atención ante las faltas más graves. Es más, incluso su marido y (casi lo peor) su editor, en una falta de profesionalidad fraglante, también se unieron al coro de insultos. Al final mi hermana, viendo que casi peligraba su integridad física (la llamaron puta y la amenazaron en su propio blog), retiró el post de su blog. De esta manera en principio ganó la escritora, porque se retiró lo que hablaba mal de sus actos, pero en realidad creo que no ganó nadie: mi hermana porque no pudo exponer su verdad, y la escritora porque no tuvo toda la publicidad que esperaba. Porque estoy convencidísima de que incitó a su séquito a que insultara a mi hermana para que su nombre fuera resonando por las redes, ya se sabe: “que hablen de mi, aunque sea mal, pero que hablen”. Y eso es lo que me hace preguntarme quién tiene libertad de expresión o de pensamiento: quien expone su caso sin faltar a nadie, exponiendo su verdad de la manera en que sabe, o quien insulta para decir que esa verdad no es cierta.
Todos los blogueros estamos expuestos a estos casos. Yo hace poco tuve un caso de un “troll”, que nos acusaba a los blogueros de causar el paro en el mundo editorial, concretamente entre los correctores editoriales. Habría dejado el comentario, pero tenía un tinte especialmente insultante, y se refería a compañeras blogueras en malos términos. Si no hubiera sido así, lo habría dejado, porque cada uno puede expresar su punto de vista, pero, repito, siempre desde un respeto. Este tipo de gente debería preguntarse primero: ¿cómo me gustaría que me rebatieran mi opinión? ¿Diciéndome que soy gilipollas o, por el contrario, diciendo que quizás esté equivocado por x motivos? Y, después de responderse a sí mismos, entonces replicar a aquello con lo que no están de acuerdo.
Seguiremos vertiendo nuestras opiniones personales desde este gran escaparate que es internet, y seguiremos recibiendo insultos de los que creen que esa es su libertad de expresión. Porque, por desgracia, vivimos en una sociedad que está perdiendo los modales, que enseña que lo que tú piensas es lo correcto, y que hay que defenderlo aunque sea indefendible. Para eso se inventaron los insultos, ¿no?

lunes, 1 de agosto de 2011

Número Puk, de Coan Gómez

Escuchamos una voz que le dice a un hombre que está encerrado, no le va a decir dónde, y que no va a poder escapar de allí. Día tras día le va contando todos sus pecados con excesivo detalle, sin omitir ni una sola gota de sangre, porque resulta que el cautivo tiene mucho que ocultar. Le va juzgando y condenando hasta que el cautiverio llega a su final, el captor, juez y verdugo, dice su última palabra.

Fui a la presentación de este libro con Goizeder y mi hermana, y tuve la fortuna de hablar con el autor. En esta presentación nos interpretó las primeras páginas de Número Puk, y desde entonces tenía unas ganas locas de leerlo. La crónica de la presentación está aquí.

Número Puk es un relato muy crudo, muy detallista, de un psicópata asesino cautivo por otro psicópata asesino. Son muy pocas páginas, pero muy intensas, de sangre, de apetito sexual depravado y de angustia. La sangre la ponen los dos, el captor y el cautivo, y la angustia la aporta el lector al verse atrapado junto con el asesino que está siendo juzgado por esa voz anónima, a la que no conocemos hasta el final. Porque la narración está escrita en primera persona, pero siempre como si nos estuviera hablando a nosotros. Al cautivo, en realidad, pues es una especie de diálogo en el que solo escuchamos la voz del secuestrador, y tan solo imaginamos las respuestas, las lágrimas o incluso el desconcierto del preso por las respuestas que da el interlocutor.

Esta forma de narrar me ha resultado un poco antipática. E incluso un poco pesada. Además, a lo largo del relato, el captor le va narrando a su secuestrado todos los asesinatos y vejaciones sexuales que ha causado, con tal lujo de detalles que no podría saber nadie más.

El estilo de narración me ha gustado mucho, salvo por la voz narrativa, claro. Pero la redacción es muy limpia, las descripciones son muy realistas, y lleva un ritmo muy bueno, ni acelerado ni demasiado lento. Tampoco es que la novela de mucho más de sí, es un relato corto, unas cien páginas, pero para lo que cuenta es suficiente. Es una historia demasiado agobiante como para extenderse en más en páginas.

Un aviso a navegantes: no es una novela apta para estómagos sensibles. A mi, particularmente, en principio me parecía una mezcla entre Dexter y Saw. Pero está mucho más cerca de éste último. Es una sucesión de actos violentos, descritos con un detallismo que raya en lo obsceno. Personalmente creo que llevo leyendo libros de este tipo (parecidos, si soy sincera no había leído uno tan crudo) demasiado tiempo, porque a mi no se me ha movido ni un pelo del flequillo. Pero sé de mentes menos preparadas que podrían pasarlo realmente mal con Número Puk. Eso es lo que lo hace bueno.

Pero, aunque tiene todos estos puntos positivos: buena narración y mejores descripciones gores, la historia en sí no me ha gustado. Empieza bien, pero luego me ha resultado predecible. Y poco sostenible, en realidad. En algún momento he dejado de creer en la historia, he dejado de pensar que lo que me contaba podría ser realidad (en algún mundo alternativo, quizás), y la sensación de estar dentro del libro se desvanecía por momentos. Hay varios hechos concretos que mi mente no se ha creído, pero no puedo revelar cuáles, porque estropearía la magia a otros lectores que tal vez encuentren estos hechos mucho más creíbles que yo. Reconozco que son temas que cada mente trata de una forma particular. Esta irrealidad que yo veía a otro le puede parecer perfectamente creíble.

Coan Gómez en la presentación de Número Puk


En resumen, sentimientos contradictorios con respecto a este libro. Por un lado crea una atmósfera cruel y angustiosa que me encanta. Por otro, el argumento flojea hasta llegar a un final que no me ha gustado. Sin embargo, recomiendo su lectura, con la advertencia de antes: no apto para sensibles. Y, por supuesto, estaré atenta a futuras novelas de Coan Gómez, seguro que la próxima me convence más el argumento, y se convierte en una novela redonda.


Número Puk
Coan Gómez
Ediciones Oblicuas
90 páginas