viernes, 19 de agosto de 2016

Mamá en Apuros: Arreglos en el hogar



En casa somos un tanto dejados, he de reconocerlo. Este verano hemos querido aprovechar (muy a mi pesar, que me habría pasado todas mis vacaciones de picos pardos) una de las semanas de vacaciones para hacer unos arreglillos en casa, y me he dado cuenta (una vez hechos) de la falta que hacían.

Uno de ellos no ha sido cosa de dejadez, sino de no preguntar en el sitio adecuado. Resulta que nuestro cuarto de baño no tiene ventilación, y desde que somos tres duchándonos se extendió una mancha de moho por el techo que cubre la bañera. Le pintamos encima y volvió a salir. Pregunté en una tienda de pinturas y me vendieron un producto que mata el moho, pero que no lo elimina. Le di, lo maté y lo intenté quitar raspando el techo. Ni con esas. Pintamos de nuevo. De nuevo afloraron las manchas negras. 

En el sitio de pinturas nos dijeron que mal apaño tenía aquello. Que si estábamos seguros de que no era una gotera. He tenido goteras en otras partes de la casa y sí, estoy segura de que no son goteras. Es condensación.

Un día, comprando en el Lidl, nos topamos con un cacharro que absorbe la humedad. No demasiado caro y pequeñito, justo lo que necesitaba para el cuarto de baño. Lo compramos. Y ese fue el principio del fin (del moho). 

Nos dimos cuenta que al poner el deshumidificador después de las duchas ya no se condensaba humedad en el cuarto de baño. Y ahí nos decidimos a volver a preguntar en otra tienda de pinturas. 

Fue entrar y besar el santo. Le dijimos a la señorita que atendía: “perdone, pero tenemos moho en el techo del cuarto de baño y queríamos alguna pintura para taparlo y que no vuelva a salir”. La chica no tardó ni dos segundos en aconsejarnos lo que necesitábamos: un quitamanchas y una pintura antimoho (aquella que me aseguraron en la otra tienda que no exisitía). En dos días tuvimos solucionado el asunto: una para dar el quitamanchas, con lo que el techo quedó blanco inmaculado, y otra para dar el antimoho, con lo que esperamos no volver a tener el mismo problema. 

Tanto sufrir para tenerlo listo en dos mañanas.

Aprovechando el tirón de actividad que nos había dado, decidimos terminar, de una vez, la cocina. 

Hicimos obra en la cocina hará la friolera de diez años. La cambiamos entera, de hecho, la dejamos desnuda, en sus cuatro paredes de hormigón, para empezar de cero. Le sacamos centímetros por donde pudimos (nuestra cocina, como nuestro cuarto de baño, es de dimensiones reducidas). Bueno, nosotros no, los obreros, claro. Por suerte o por desgracia no me ha dado por la albañilería, ni a Papá en Apuros tampoco, aunque poco le falta. Fueron tan buenos trabajando, que me consiguieron el medio metro que necesitaba para poner un lavavajillas, aunque de tamaño pequeño. Pero menudo servicio hace. 

Peeeeerooooo, hubo una cosa que se quedó sin poner: la salida de la campana. No me acuerdo ya por qué fue o por qué no, el caso es que ya no les dio tiempo y Papá en Apuros, tan servicial él, dijo que no pasaba nada y que eso no tardaba él nada en ponerlo.

Nada. Diez años de nada se ha tirado la campana sin salida. Y menudo circo montamos para ponerla. Lo primero, la visita de rigor a la tienda de bricolaje. Nos fuimos al Brico Depot, que es más barata que el Leroy Merlin, quizás porque no se preocupa de la imagen y sí de los precios. En el Leroy parece que estas en el Corte Inglés de la ferretería, aunque el Corte Inglés tiene el suyo propio, y por los precios pues parece que también. Compramos tubo flexible, una unión, y una sección de tubo rígido para completar, aunque creíamos que no nos haría falta.

Cuando llegamos a casa nos dimos cuenta de que el tubo no nos valía, la sección de unión era de un diámetro menor que el agujero de la campana. Otra vez de vuelta a la tienda.

Ya con todo listo, nos pusimos manos a la obra. Para acceder a la zona del techo tuvimos que quitar la nevera… ¡Y aquello se convirtió en una película de terror! ¿De dónde sale tanta grasa, por favor? Después del impacto visual que supuso aquello, dejé a Papá en Apuros que se pegara con el tubo flexible para llevarlo hasta la campana mientras yo cogía el KH7 y me liaba a bayetazos con la suciedad. 

Que a ver, no es que una sea muy limpia (ya lo sabéis de otros post), pero sí que intento que todo esté lo más decente posible. Afortunadamente el quitagrasas es poderoso y no tuve que frotar mucho, pero sí visualizar los churretes de grasa cayendo por las paredes, y he de confesar que aún tengo pesadillas. 

Pero lo peor vino después. Cuando tuvimos que poner el tubo que va hacia la calle. Aprovechamos la suerte de que el tubo que compramos, más estrecho, cabía dentro del que ya estaba puesto, pero antes hubo que echar a los inquilinos.

El nido. Llevamos con un nido allí dentro varios años. Cuando empieza el otoño escuchamos ir y venir a los pajaritos, suenan sus patitas por dentro del tubo y luego se van. En primavera se les siente salir a todos, volando. Pero, por muy divertido que resulte, no los queremos allí. 
Afortunadamente no había pajaritos en el nido


Tras probar infructuosamente varios métodos, en los que Papá en Apuros casi pierde un ojo bajo un montón de guarrería, decidimos echarlo al patio utilizando un trozo cuadrado de plástico de protecciones que teníamos por ahí (cosas de la vida). En el primer intento cayó una lluvia de pajitas al patio, y al mirar hacia abajo nos dimos cuenta de que el vecino (es un chico) del bajo tenía ropa tendida. 

Dudamos. Quisimos ser malos vecinos, tirar el nido y luego hacernos los longuis, pero nos pudo la buena educación que ambos recibimos. De modo que bajé a avisar, y el vecino, muy amable, quitó la ropa. 

Ahí tuvimos vía libre. Metimos el plástico, que ocupaba casi todo el hueco, y empujamos con un palo. Papá en Apuros empujaba mientras yo miraba por la ventana para comprobar que cayera entero. Y sí, entero cayó, un pedazo de nido inmenso, y tuvimos la enorme puntería de colarlo en el barreño que el vecino se había dejado en el suelo del patio. 

Ya con la vía libre, terminamos los empalmes y volvimos a colocar la nevera en su sitio, ya limpito todo.

Había sido un día productivo, pero llegó la hora de irse. Tenemos más arreglos que afrontar, pero como son más recientes, creo que pueden esperar un poco más, que estoy de vacaciones. Espero que no sean diez años…

A la que nos bajamos a la calle, a sufrir disfrutar del infierno calorcito, decidí terminar de ser buena vecina, y pasé por el patio a tirar el nido. Me vino genial que tuviera allí el barreño, ya que así no tuve que tocar la guarrería que era el nido con las manos. Me dio pena infinita ver un cadáver de pajarito allí, pero me alegré de que ya no estuviera en mi cocina. 

Al tirarlo a la basura pensé que este invierno echaré de menos a los pequeños visitantes.

2 comentarios:

  1. Pues al final con la tontería hicisteis muchísimo!Lo del moho es que según donde preguntes...mira que decirte que no existía...
    Un beso!

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  2. Gracias por los consejos sobre el baño. El nuestro, a pesar de tener ventana al exterior, también tiene moho y hay que pintar de vez en cuando. A ver si encuentro ese deshumidificador pequeño y barato porque el que tenemos es un trasto que pesa un quintal.
    ¡Sí que te dio fuerte este verano! Para otro te tumbas a la bartola y te relajas ¿eh?
    Un besote.

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