lunes, 8 de agosto de 2016

Yo, Claudio de Robert Graves




En el comedor de casa de mis padres había un montón de libros. Qué digo, en casa de mis padres había un montón de libros. Creo que en el único sitio donde no había libros era en la cocina (y ahora que lo pienso, ahí estaba el de 1080 recetas de cocina…) Mi padre era encuadernador y no sé si es que les daban los libros excedentes o se los llevaba él, el caso es que teníamos hasta títulos repetidos.

¿Cómo no íbamos a ser lectores en casa?

A lo que iba, en el comedor de mi casa había colocados, junto a la tele (y en las estanterías de encima, y dentro de las puertas del mueble) un montón de libros. Uno de ellos era este Yo, Claudio.

Y supongo que a base de verlos cada día de mi vida, a la hora de desayunar, comer, cenar, y en las horas de asueto de ver la tele, pues como le que cogí algo de inquina. No me llamaban nada esos libros. No me llamaban con cantos de sirena, o tal vez lo que pasaba era que tenía tan escuchados esos cantos que ya ni me inmutaba. Por un oído me entraban y por el otro, sin hacer conexión mental, me salían. Alguna vez los abría, los ojeaba y los volvía a dejar. 

Por eso cuando tocó en el Club de Lectura esta historia del emperador romano hice un mohín de fastidio, a la par que me invadió la nostalgia. Lo de la nostalgia quizá de para un mamá en apuros, porque no sé si será la edad, o las ausencias, que cada vez se me tiñen los recuerdos de un sepia de película…

Fastidiada o no, comencé la lectura. Una lectura que me pareció eterna. De hecho, acudí a la cita mensual del club sin haber completado la novela. Me pareció una lectura farragosa, lenta, costosa, con muchos nombres y con una sucesión de hechos en algunos momentos inconexos, pero la resolución final (que voy adelantando) es que mereció la pena.

Siempre me ha interesado la historia de Roma, recuerdo retazos del instituto, donde di una asignatura que era Mitología griega y romana (al final la romana es una copia de la griega), y tras leer Yo, Claudio despertaron en mí muchos recuerdos.

Al parecer Robert Graves basó su novela falsamente autobiográfica, en hechos reales. O casi. Vamos, se documentó, y de distintos legajos supervivientes al paso del tiempo, fue tejiendo la historia de este emperador que lo tenía todo en contra, hasta a su propia familia, que nunca le quiso.

Quizás lo que más llame la atención de la vida romana de la época es lo exageradamente brutos que resultaban. Entiéndase brutos como faltos de lo que hoy consideramos humanidad. No tienen reparos en matar, ya sea a adultos o incluso a niños, y jalean la violencia de modo que hoy día nos causaría vergüenza. Por lo menos a algunos, porque hay una gran parte de la humanidad que no ha superado la fase romana.

Pese a la cantidad de nombres que componen el árbol genealógico, pese a lo lioso de la historia, y lo lento de su lectura, es un libro que me ha cautivado. Si no fuera por eso no habría podido terminarlo. La historia que narra al final te atrapa en sus garras de acero, y sufres con la crueldad de cada emperador, con la eficacia de manipulación de la abuela de Claudio, Livia, a la que no le temblaba la mano para envenenar a quien se pusiera entre ella y el Imperio. Pero lo que más me impresionó fue la locura de Calígula. Sabía que era malo, pero no que estuviera tan loco…

No es una novela fácil, la verdad es que no me extraña que no me atreviera con ella cuando pasé de leer infantil-juvenil a cualquier género que se pusiera en mis manos, allá por los quince años. No era edad, y yo tuve mucho pavo para comprender que una narración difícil puede esconder una gran historia. Pero ahora ya lo voy comprendiendo. Poquito a poco, que aún me queda algo de pavo (caducado, sí, pero pavo al fin y al cabo).

Aquí os dejo un vídeo de la serie que realizaron para la televisión:




Por ello no puedo por menos que recomendar Yo, Claudio, con la advertencia. Es un esfuerzo, pero merece la pena. Sobre todo si os interesa (como a mí) la vida romana. No tiene desperdicio.

2 comentarios:

  1. A mí me gustó (yo iba para clásicas). Después he leído otras versiones de la vida de Claudio, así que habrá que tomárselo como lo que es: una buena novela.
    Oye, y qué suerte tener hasta libros repetidos. En mi casa también había muchos libros y eso condiciona bastante.
    Un abrazo.

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  2. Sí, JANE, desde luego es una buena novela.
    La verdad es que fui muy afortunada en mi infancia, con tantos libros a mi alcance. Y no solo libros, que mi padre en cuanto podía también nos traía cuentos, infantiles y juveniles, para que no fuera solo literatura adulta lo que tuviéramos a mano. Y en cuanto abrieron la biblioteca del barrio nos llevó a hacernos socias. Se preocuparon bastante por lo de la lectura, y así salimos, mis dos hermanas y yo, lectoras compulsivas.
    Gracias por pasarte. ¡Besotes!

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