Papá en Apuros tuvo que viajar tres días a Grecia por trabajo. No suele salir mucho, pero cada vez que se va nos desestabilizamos un poco. Tenemos tan bien cogidas las rutinas, que una alteración así nos machaca mucho. Y yo voy que no me da la vida, para qué nos vamos a engañar. Por las tardes no supone mucho problema, porque es a lo que estoy acostumbrada, pero por las noches es el horror.
Ayudar a ducharse a MiniP, más preparar la cena, más poner la mesa, más pegar gritos para que MiniP ayude a poner la mesa. En algún hueco de ese circo tengo que ducharme yo, y después de cenar recoger la cocina mientras MiniP se lava los dientes, para luego acompañarla a la cama, leer con ella, y quedarme allí hasta que se duerma.
Así me ha pasado, que me pasé los tres días que a la mínima me convertía en la niña del exorcista, más tensa que la cuerda de una guitarra. Casi me quedo afónica de tanto que he alzado la voz, y en conciencia diré que no me gusta cuando me comporto así, y MiniP lo sabe, y por eso me mira como si estuviera susurrando. Por eso y porque le encanta sacarme de quicio.
Quedamos en ir a recoger a Papá en Apuros, no sé muy bien si porque estábamos deseando que llegara para equilibrarnos o porque nos lo pidió él. Le dijimos que nos diera un toque cuando bajara del avión, así él podría recoger la maleta mientras llegábamos nosotras.
He ido ya alguna que otra vez al aeropuerto, pero para mí siempre supone un lío. Como ya sé que me pierdo, puse el gps del móvil, pero por hacerle caso y no perderme acabé yendo por una carretera de peaje. Tras esa decepción, decidí ignorarle cuando, una vez dentro del aeropuerto, me mandaba para el lado de Salidas, en lugar al que yo quería ir, que era Llegadas.
Aunque tengo que reconocer que dudé. Por un momento no supe muy bien a qué lado ir. Porque sí, cuando vas a coger un avión, te vas, pero siempre tienes que llegar al aeropuerto. No puedes ir a Salidas si no has llegado primero, ¿no? Es una cuestión filosófica casi al mismo nivel que el árbol del bosque que no hace ruido cuando se cae si no hay nadie para escucharlo… Es difícil pensar cuando tienes la música puesta y además detrás de ti va una niña preguntando por todo, repitiendo lo que dice el gps, por si no lo habías oído la primera vez, o cantando a pleno pulmón una canción distinta a la que suena en el equipo de música. A veces creo que quiere terminar de volverme loca no sé por qué extraña razón, y lo malo es que lo está consiguiendo. Estoy peor de lo mío…
Por fin llegué a Llegadas, y como la intención era recogerle y salir pitando, paré el coche en una zona destinada a taxis y llamé a Papá en Apuros por teléfono.
No me lo cogió. Volví a llamar, insistiendo un rato. Tampoco tuve suerte.
Suelo ser una Mamá valiente, pero no me gusta nada dejar el coche en un lugar que no es adecuado. No aparco en pasos de cebra, no lo subo a las aceras, nunca en doble fila… No lo hago porque como con la edad me he vuelto un poco rancia, cuando veo un coche estacionado en mal sitio, y sobre todo si molesta, me pongo a relatar como una abuela de las de antes. Que si qué poca vergüenza, que toda la calle es suya, así pensamos en los demás, cualquier día saco la llave y te lo rayo. Normalmente los dueños no están, pero si están suelo alzar la voz, aunque no haga contacto visual. Por eso no me gusta quedarme en un sitio mal colocada. A veces, para que se bajen o suban pasajeros, pero siempre conmigo al volante, por si en algún momento dado tengo que quitarlo de en medio.
De modo que a la tercera vez que llamé y no me contestó, tuve que mover el coche del lugar destinado a taxis, porque capaz soy de salir y rayarme el coche a mí misma. Y ahí empezó la aventura.
Salí despacio, no sabía muy bien qué camino elegir. Intenté no desviarme de la T2, pero el camino es un poco lioso, y al final, después de dos vueltas, decidí aparcar en el primer parking que encontré. Cuando bajé del coche, justo enfrente de la terminal, me llevé la mano a la frente: acaba de aparcar en Salidas.
Entramos. Supuse que por dentro podría llegar a Llegadas, ojalá me hubiera valido llegar a Salidas, porque, joder, ya había llegado. Tuve que distraerme con otra cosa porque me estaba empezando a doler la cabeza. No sé cómo pude aprobar la filosofía de COU…
Seguí los carteles, pero estaban encima de un ascensor y no supe muy bien qué significaba aquello. En mi defensa diré que mi neurona se había quedado pillada con el tema de las salidas y las llegadas y ya no daba para más. MiniP seguía exigiendo respuestas para cada una de sus numerosas preguntas y yo estaba más cerca que nunca de que me estallara la cabeza con humo negro, como en los dibujos animados. Por suerte se me ocurrió preguntar a una señora que se acababa de montar en el ascensor, con identificación del aeropuerto, y me indicó muy amable el camino. Primero tenía que bajar en el ascensor, luego seguir por un pasillo, bajar de nuevo por las escaleras mecánicas y ya estaría.
El pasillo tenía una cinta transportadora, para poder llegar al otro extremo sin necesidad de mover un músculo, y como a MiniP le hizo gracia encontrarse unas escaleras mecánicas pero lisas, nos montamos en ella. Como mis nervios no aguantan tanta lentitud, pese a que la cinta se movía por mí, yo también decidí contribuir, andando también. Cuando llegué al final del trayecto me giré para darle la mano a MiniP, pero ella no estaba. Miré más para atrás y allí estaba ella, con cara de felicidad, siendo transportada de un lado a otro del pasillo. Me sonrió. Le pregunté por mímica que qué hacía y me contestó, también por mímica: me dejo llevar.
Su inocencia desarmó mi mal humor. Además, ya había encontrado el camino correcto. Cuando bajábamos el último tramo de escaleras me llamó Papá en Apuros. Estaba fuera, fumando un cigarro en la zona de los taxis. Miré por las cristaleras, y no le vi, pero pude ver claramente el lugar donde había parado el coche un rato antes. Salimos fuera, para buscarle. Había dos zonas de taxis, seguimos andando hasta el final para ver si lo encontrábamos. Cuando se nos terminaron los taxis volvimos a entrar a la terminal. No habíamos encontrado a Papá en Apuros.
Desanduve mis pasos y antes de que pudiera hacerlo yo, me volvió a llamar. Resulta que se había subido a buscarnos y estaba ya donde la cinta transportadora. Le dije que no se moviera, que íbamos para allá, pero me dijo que iba a buscarnos. Fuimos a su encuentro, pero nos quedamos donde las escaleras mecánicas, porque resulta que había dos, una de rampa y otras de escalera. Ya nos habíamos cruzado sin vernos una vez, no quería que nos volviera a suceder.
Por fin le vi aparecer al final del pasillo. Avisé a MiniP, al verle se le iluminó la cara de alegría y salió como una flecha a por él. La luz que irradió se comió toda mi oscuridad, todo el agobio sufrido en los tres días y en los últimos quince minutos. Después de ella saludé yo. Me entraron ganas de amarrarle para que no se volviera a ir.
En un golpe de suerte encontré el camino de vuelta al coche, y pudimos regresar casi sin incidentes a casa. El que me pitara un coche porque me metiera en una salida en el último momento no cuenta. Es que se me olvidó poner el gps…
Menos mal que yo no conduzco... Sí, no tengo el carnet de conducir. Me da pánico! Y lo peor es que ahora mi marido trabaja fuera y empiezo a necesitar el coche... Tengo que superar este miedo y empezar a plantearme sacar el carnet. Ays...
ResponderEliminarY después de mi rollo, uf, sí que los niños parecen en muchas ocasiones tocar la teclita adecuada para ponerte de los nervios. Menos la que luego también saben apretar la teclita adecuada para arrancarte la sonrisa.
Y los aeropuertos no son aeropuertos. ¡Son laberintos!
Besotes!!!
Yo conduzco desde los 18, MARGARI, y siempre, siempre, me ha encantado. La independencia que te da un coche no es comparable con nada, ni con el mejor de los transportes públicos. Lo único que soy un poco pato con las distancias y recorridos, vamos, que me pierdo en línea recta, pero desde que existe el GPS y más desde que está dentro del móvil, ya tengo a quien echarle la culpa...
EliminarLa peque está en su etapa más rebelde, y me temo que esto cada vez va a peor...
¡Gracias por comentar!
¡Besotes!
¡Menuda odisea, Pi! Imagino lo que tiene que ser aquel aeropuerto... Yo sólo he conducido hasta el de Jerez, pero aquello es poca cosa. Y entiendo la fascinación de MiniP por esa cinta. He estado en el aeropuerto de Madrid en cuatro ocasiones, y en las cuatro me vine con las ganas de pasar por ahí (cosas de la vida, no perdí tiempo en probarla pero luego me paré en un stand promocional de la Wii). Me alegra ver que al final todo salió bien, a pesar del jaleo. ¡Ah, y aquí tienes a otro al que le encanta conducir!
ResponderEliminarMuchos besos.
JESÚS, yo también habría perdido el tiempo en el stand de la wii... MiniP tiene fascinación por sacarme de quicio, se me da de miedo, además.
EliminarIr al aeropuerto, cada vez, es una odisea, si lo consigues de forma victoriosa te deberían dar puntos del carné de conducir...
¡Gracias por pasarte!
¡Besotes!