viernes, 19 de mayo de 2017

Mamá en Apuros: El día de la familia




Como MiniP ya pasó a primero de primaria, hay muchas cosas que han cambiado con respecto al año pasado. Una de ellas es que ya no tenemos regalos del día de la madre ni del día del padre. En lugar de eso hacen el día de la familia.

Hay mucha controversia por este tema. Yo puedo entender la diversidad y el respeto hacia todo tipo de familias, de hecho educo a MiniP para que sepa que nuestro modelo (mamá, papá e hija) no es el único ni tiene por qué ser el “normal”, pero mentiría si dijera que no me molesta quedarme sin collar de macarrones en el día de la madre. Soy una materialista, lo sé.

Pero mandaron circular del cole que tal día se celebraría el día de la familia y que todo aquel o aquella que quisiera colaborar con una lectura de cuento, una manualidad o lo que se le ocurriera bienvenido sería. 

Al principio no le hice mucho caso porque como estaba recién operada (lo tengo pendiente de contar), y hasta arriba de calmantes pues no me apetecía mucho pensar. Y por apetecer se puede entender que me resultaba un poco imposible. Siempre he tenido mala cabeza, pero la falta de concentración que me da el enantium no es normal. Ahora, también es verdad que así soy mucho más feliz, estilo Homer Simpson, que me pongo a imaginar mi país del chocolate y a dar saltitos por la calle pegando bocados a perros de chocolate… (Hummmm… Chocolaaaateeeee).



Pasados unos días (avisaron con mucho tiempo de antelación), volví a ver el papelito de la circular (lo pegué en la nevera, para recordarlo) y se me encendió una bombilla. ¿Por qué no les escribía un cuento en el que aparecieran los niños y niñas de la clase de MiniP? ¡Ja! Genial idea.

Hablé con la profesora de MiniP, y le dije que quería contar un cuento en el día de las familias, pero necesitaba saber si el evento era para una clase solo o para las dos. Le conté mi idea, pero es lo que le dije: no voy a contar un cuento para veinticinco niños y niñas y dejar a otros veinticinco con la cara como un poema porque a ellos no se les ha nombrado. Me dijo que lo consultaría con la otra profesora y que me diría algo.

Al día siguiente, al recoger a MiniP del colegio me llamaron las dos tutoras. Me acerqué a ellas con un nudo en la garganta: eran dos contra una y encima yo no estaba en mi mejor momento, operada como estaba. Pero no querían nada malo, tan solo proponerme una opción: ¿no podría incluir a los cincuenta niños y niñas en el cuento? En un arrebato de valentía acepté. Les pedí una lista con los nombres y una cualidad que más o menos les describiera y lo haría. La lista me la mandaron al día siguiente. Ya tenía todo lo que necesitaba para empezar.

Eso fue un martes, y tendría que leer el siguiente lunes. Tiempo de sobra para hacerlo.

Además, iba a hacer un poco de trampa, ya que tenía un cuento que escribí hace muchos años para el hijo de mi amiga, que leyó en su clase de la guardería (imaginad si hace años que el niño en cuestión está en el último curso del colegio), pero yo pensaba que sería quitar unos nombres y poner otros y no. Porque se me había olvidado que la primera versión era para niños más pequeños y porque tenía que meter a cincuenta niños en lugar de diecinueve. Pero sin miedo, yo podía con ello. Hasta con calmantes.

El miércoles busqué el cuento. Lo encontré.

El jueves estuve muy cansada todo el día y no pude encender el ordenador.

El viernes encendí el ordenador, pero para escribir el post de mamá en apuros que tocaba publicar ese mismo viernes. Siempre on the limits.

El sábado estábamos los tres en casa (papá, mamá y MiniP), y estuvimos procrastinando en familia. Ya sabéis, familia que procrastina unida permanece unida.

Imagen de aquí


El domingo me empecé a poner nerviosa. No había reescrito ni una sola palabra. Madre mía. Y la lectura sería el lunes. Más me valía ponerme las pilas.

Por la mañana no hice nada, salvo salir a dar un paseo.

Por la tarde Papá en Apuros se llevó a MiniP con la bicicleta y aproveché para quedarme tranquila en casa y escribir el cuento. La verdad es que se me dio bien (es cierto que lo tenía escrito casi todo, pero añadí partes y tuve que incluir a los cincuenta niños), y casi había terminado cuando llegaron Papá en Apuros y MiniP del parque. Lo terminé, lo repasé y lo di por bueno.

Ya solo quedaba imprimirlo.

Ups.

Resulta que el ordenador de mesa había decidido fallarnos un poco y no encender. Parece ser que es cosa del botón de encendido. Pero es que, además, la impresora no tiene tinta. Aunque quisiera conectarla al portátil no imprimiría nada más que algunas líneas en negro (nota mental: comprar tinta de impresora). Bueno, no pasa nada, lo llevo a una copistería antes de subir a la clase y punto. Miré por internet el horario y resulta que la copistería abría a las diez. Yo había quedado con las profesoras que subiría a las 9:15. Mierda.

Plan B. Tenía que buscar un plan B, pero los calmantes no me dejaban discurrir. Fue Papá en Apuros quien me solucionó la papeleta.

— ¿Por qué no te llevas el portátil?

Ah, jolín, qué buena idea.

Pues me llevé el portátil.

Ese día Papá en Apuros no trabajaba por lo que pudo acompañarme. Subimos a la clase según se iba la fila y la profesora nos recibió con una gran sonrisa. A MiniP se le iluminó la cara al vernos a los dos allí (me sentí más que recompensada con eso), y todos sus compañeros se revolucionaron un poco.

Mientras venían los compañeros de la otra clase su profesora nos comentó que éramos los ÚNICOS padres que se habían ofrecido a hacer algo el día de la familia. Y no lo entendí. 

Porque, a ver, es verdad que no ha habido mucho feeling con las tutoras este año. Que ha habido muchos desencuentros y que no hemos (por ambas partes: padres y profesoras) conseguido un acercamiento real. Pero el día de la familia no era para contentar a las tutoras, sino para ilusionar a los peques. Tan solo ver la cara de ilusión que puso mi hija (y sus compañeros) cuando entramos en la clase merecía la pena cualquier esfuerzo que se hubiera hecho. Aunque, como he explicado arriba, mi esfuerzo se limitó al día anterior, pero puedo decir en mi descargo que vivo drogada.

Me pareció una pena que de cincuenta niños y niñas (¡50!) solo hubiéramos acudido la familia de una de ellas. Pero, aparte de la pena que me dio, de repente me cayó (porque yo quise echármela encima, todo hay que decirlo) una responsabilidad: que disfrutaran con el cuento.

Me cogí la silla de la profesora, ya que no aguanto mucho de pie, y menos con el ordenador en la mano, y encendí el ordenador. Busqué el pdf que había creado con el cuento, y como mi portátil es un convertible lo puse en modo tablet: la pantalla gira 360 grados y además es táctil. 

Me senté y comencé a leer. Los nervios se apoderaron de mi y al principio me temblaba la voz. Tuve que respirar hondo para procurar serenarme, porque estaba viendo que me desconcentraba y no acertaba con las palabras justas. Casi como un milagro lo conseguí, les conté el cuento entero y por lo que pareció les gustó mucho. 

Papá en Apuros me informó que cuando les decía su nombre se les iluminaba el rostro, y que se iban buscando unos a otros para decirse: “eres tú, tú”. 

Se abrió turno de preguntas y una de las niñas que estaban delante me preguntó, sorprendida: 

— ¿Cómo has hecho para doblar así el ordenador?

Sonreí y le dije:

— Es que es un ordenador especial.

MiniP nos dio el regalo que habían hecho para la familia (un puzle que había dibujado ella, que luego nos costó hacer porque como no le gusta mucho pintar había dejado casi todas las piezas en blanco, y un punto de libro), y la profesora nos premió a Papá en Apuros y a mi dejando que nos quedáramos un rato en la clase, viendo cómo trabajaban. Aceptamos encantados.

Con mucho, ha sido la experiencia más gratificante del año, con respecto al colegio. Casi les perdono que nos dejaran sin función de Navidad. Casi.

Aunque para el año que viene les voy a proponer que la función la hagan para mi sola (bueno, y para Papá en Apuros también, venga), ya que nadie se animó a participar en este día de la familia. 

En condiciones normales a lo mejor no sería tan mala, pero como puedo alegar enajenación mental a causa de los calmantes…

2 comentarios:

  1. Qué poca participación por parte de los padres! Cuando mi hija estaba en primaria, sobraban hasta padres cuando el colegio proponía una actividad. Si mi madre hasta me preguntaba si era yo quien iba al colegio en vez de mi hija, de la de veces que estaba ahí. Y si ha habido desencuentros con las profes, pues hay que resolverlos en otros momentos. Porque ese día es para tus hijos. Si es que recuerdo siempre la ilusión en la cara de mi hija cuando me veía ahí. Igualito que ahora, que cuando voy me pregunta que qué hago ahí... Ays, cómo pasan los años...
    Oye, tienes que contarnos sobre la operación! Todo bien, a que sí? Y sí, ahora tienes todo el derecho para alegar enajenación mental, así que aprovecha!
    Besotes!!!

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    1. A mi también me gusta mucho participar. Tengo grabado en la memoria la cara de MiniP de cada vez que me ha visto en el cole haciendo algo. Y el otro día un compañerito suyo me pidió que le tenía que volver a contar el cuento, pero con dibujos. Casi me lo como...
      La operación la cuento este viernes.
      Gracias por estar ahí.
      ¡Besotes!

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