viernes, 24 de enero de 2014

Mamá en apuros: Cumpleaños

(Esto lo escribí el año pasado, cuando mi peque tenía 2 y todavía no había empezado el cole. Como sabéis, el orden no es lo mío, por lo que en próximas entregas os podréis encontrar con post de cuando estaba embarazada o de cuando mini-P era bebé)


Mi pequeña crece muy deprisa. Y mi empeño en bajarla al parque y que juegue con otros niños se ha vuelto en mi contra. Empeñada en que no sea una asocial como su madre, resulta que ella, con dos años, tiene más vida social que yo con 34.
La invitaron al cumple de un amiguito del parque. Llevamos coincidiendo con él (y con su papá, ocasionalmente con su ahora embarazada mamá y con su abuela, la que más veces le lleva al parque) más de un año, pero aún así la relación, aunque cordial, no es muy cercana. Con los padres los saludos de cordialidad y algunas preguntas que (supongo) a veces les resulta incómodas. (No puedo evitarlo, mi curiosidad a veces tiene vida propia). Con la abuela ni eso, ella se limita a saludar y hasta ahí su educación.
El niño en cuestión ni me gusta ni me disgusta. Tiene algunas cosas que no me gustan, pero son pequeñeces que paso por alto porque la mayoría son provocadas por mi carácter agrio y asocial.
Resulta que a mi nena no es que le encante el niño en cuestión. Sospecho que le ve más como un rival que como a un amigo, porque es el mejor amigo del niño al que mi hija más quiere en el mundo. Y, claro, cada vez que aparece el niño B (el del cumple), acapara la atención del niño A, y se lo quita completamente a MiniP, y ella se queda aparte y cabizbaja. Una telenovela en chiquitito.
El primer problema que se te presenta cuando invitan a tu vástago a un cumpleaños es elegir el regalo. Que estamos en crisis ya lo sabemos todos, pero es que además yo soy de naturaleza ahorrativa. Vamos, que soy algo rácana con el dinero. No es nada personal, me viene de familia. En mi abuela se entendía, la mujer vivió su juventud durante la posguerra. En mi no, que he vivido la gran bonanza, pero aún así algo me queda. Mi presupuesto varía dependiendo de lo cercano que esté el niño en cuestión en nuestra vida. En este caso, poco. Con presupuesto en mano, toca decidir qué comprarle.
No soy persona que le importen las apariencias, pero aquí hace acto de presencia mi yo más superficial. Si le compras una baratija al niño te mirarán como a una rata que no es capaz de aflojar un pelín el bolsillo (cosa cierta, pero cuando me miran así me entran ganas de pegarles, y ante todo soy una persona pacífica, pero que dejes de mirarme así o te parto los dientes...), y si le compras algo demasiado ostentoso te miran como si te hubieras pasado tres pueblos porque no hay tanta confianza (y vuelvo a lo de antes, cierto pero no me mires así que no respondo...)
En este caso en concreto fueron otras mamás invitadas las que me salvaron la papeleta. Resulta que ellas habían hecho bote común (cosa que a mi yo más cruel le pareció fatal, por dejarme aparte, pero ese es otro tema) y ya habían cogido un regalo y buscaban algo para completar. Pero lo que tenían en mente, un juego de bolitas de pasta de maiz que se pegan con agua para formar figuras, se les pasaba del presupuesto. Para ser sinceros a mi también, porque tenía pensado gastar diez euros, y esto costaba quince. Pero hice el gran esfuerzo y me gasté cinco euros más a cambio de no comerme el coco.
El segundo problema que se te presenta en los cumpleaños de los amiguitos de tus vástagos es en el cumpleaños en sí. Cuando llegamos al local (lo hicieron en un local diáfano), la peque enseguida se fue a jugar con los niños, pero yo me tuve que quedar con los adultos. Y ahí viene el problema: socializar.
Socializar. Eso que para algunos no supone ningún problema para mi es un mundo. No soy capaz de sostener una charla trivial. Soy demasiado apasionada con mis ideas, y además soy rara. Como dice Fito, no digo diferente sino rara. No tengo gustos comunes, no suelo ver la tele y me paso la vida leyendo y (ocasionalmente) escribiendo. Lo único que tenía en común con la mayoría de adultos de la fiesta era que teníamos hijos de la misma edad. Pero eso tampoco es que una tanto, porque mi visión de la maternidad también es rara. Total, que me pasé la mitad de la fiesta mirando al techo y la otra mitad consolando a mi peque porque se asustaba cuando los globos se explotaban.
La fiesta en sí fue muy anárquica. Los niños estuvieron a su rollo jugando y los adultos alrededor de una mesa con comida. Los pepinillos son mi perdición y me posicioné cerca del cuenco que los contenía. Además me hinché a tortilla y a empanada. Cuando a los anfitriones les pareció bien sacaron la tarta, y vuelta para casa. Los regalos los fueron abriendo según llegábamos, así que no hubo más momento protagonista para el niño B que el momento de las velas y el cumpleaños feliz, pero duró cosa de media hora, puesto que la abuela le dedicó todo el repertorio que conocía que trataba de cumpleaños, y he de decir que la buena señora sabía muchas canciones. Le calculo una media hora.
Total, me sentí en tierra extraña. Los papás del cumpleañero se pasaron la tarde hablando con sus familiares y los amigos más allegados, dejando poco espacio para los demás, y cuando alguien se dignaba a iniciar conversación conmigo la alegría duraba poco, puesto que mi ineptitud social se hacía notar y enseguida se apagaba la llama.
Para MiniP tampoco fue muy bien la cosa. No lo pasó mal del todo, tuvo sus ratos. Pero cada vez que conseguía la atención del niño A llegaba el niño B y se la robaba. Y cada vez que se explotaba un globo salía corriendo a buscar la seguridad de su mamá (es decir, yo), con cara de socorro-que-ruido-se-acaba-el-mundo.
¿Mejorará la cosa con los años? ¿O, como me temo, empeorará? Ahora solo tiene 2 años y 4 amigos. Pero este año empieza el cole, y ya tengo pesadillas con los parques de bolas.

5 comentarios:

  1. Me he sentido identificada... Mi hija con diez años tiene una vida social envidiable... La mía es casi nula. Y es que tampoco soy muy sociable, así que lo de ir a los cumpleaños se convierte en una historia parecida a la tuya. Bueno, cuando ya está´en el cole al menos algo más de confianza coges con los padres de las criaturas y ya eres capaz de preguntar qué talla usan. Que la ropa siempre viene bien. Y siempre hay algunas tiendas donde se puede comprar aún baratito. Pero mientras dura el cumpleaños mi conversación casi es parecida. Intento disimular levantándome para ver a la niña de vez en cuando y pensando que pase la hora prontito... Menos mal que ya pasó la edad de los parques de bolas... Ahora ya queda con sus amig@s más cercanos y al cine. Y al menos en el cine hay que estar calladitos...
    Besotes!!!
    Besotes!!!

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    1. Bueno, Margari, al menos no estamos solas en el mundo... Mira que me considero rarita (desde luego no encajo en cualquier sitio), pero me alegro de no ser la única porque eso quiere decir que tampoco soy tan especialita.
      La mía tiene 3 años, así que todavía me queda parque de bolas para rato... ¡Ufff!
      Gracias por leer y comentar.
      ¡Besotes!

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  2. Jajaja! Ahora empezaré con esa fase así que te agradezco que me prepares para lo que voy a encontrar... Ay, madre.
    Un besote, guapa

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    1. Uff, esto y más... Madre mía, qué vida llevan los peques... Aún nos queda andadura... Pero con ánimo y buen humor podemos con todo.
      Gracias por leerme y comentar.
      ¡Besotes!

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  3. Me encanta que te quejes de poco sociable cuando a) eres la más sociable de la familia y b) te pones a hablar con cualquiera. Yo creo que ese día no era tu día, que no es representativo de lo que eres tú.

    ¡Besos!

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