martes, 24 de junio de 2014

Cómo seducir a un hetero, Diego Manuel Béjar



Supuestamente basado en hechos reales (y digo supuestamente porque ya sabéis cómo soy de escéptica), cómo seducir a un hetero cuenta en primera persona el cuelgue de Diego con el kioskero de su barrio, Jorge, hasta el punto de llegar a engañarlo e irse a compartir piso con él pese a estar pagando su propia hipoteca. Todo empieza a complicarse y a caer en una espiral aparentemente imparable con la que al final se estrella.

Me enviaron este ejemplar de la editorial, es literatura gay, por etiquetarlo de alguna manera (que somos mucho de etiquetar), pero yo, aunque heterosexual, no tengo prejucio ninguno (o eso me gusta creer) y me dispuse a leerlo con la mejor de mis intenciones.

En una visión global la novela no está mal. Pero no supera un análisis más profundo. Me gusta ser sincera en mis reseñas y ésta no va a ser la excepción. Empezaré por lo positivo, y seguiré por lo que menos me ha gustado.

La historia engancha, eso hay que concedérselo. Empieza de menos a más, e incluso llega a tener momentos de vergüenza ajena en las que te entran ganas de gritarle al libro, al protagonista, aún a sabiendas que no te puede escuchar.

La narración está en primera persona, un tipo narrativo supuestamente sencillo pero con el que es muy fácil cansar, sin embargo aquí el autor lo sabe llevar muy bien, incluso cuando hay cosas evidentes para todos menos para él. El tono que ha elegido para el libro es muy jocoso, el autor/protagonista se sitúa siempre desde la ironía, riéndose de sí mismo y de lo estúpido que fue. Pretende ser una narrativa fresca, fácil de leer y con algún poso de moraleja. Pero no termina de ser tan fresca como desea.

El primer punto donde me suelo fijar, antes incluso que en los personajes es, si los hay, en los diálogos. Y todos los diálogos de este libro son forzados. Puede ser que esté basada en hechos reales, pero los diálogos no lo son. O por lo menos no lo parecen. Es lo que más frescura le quita a la novela. Y luego los exabruptos exagerados tampoco ayudan. Yo no dudo que entre sí los gays se llamen a sí mismos maricones y cosas varias, pero aquí no lo han sabido plasmar de forma natural (o de manera que alguien ajeno al mundo gay lo considere natural).

Y segundo punto, los personajes. No están bien profundizados. Al protagonista lo conocemos por sí mismo, pero no es capaz de transmitirnos algo transcendente de los que le rodean. Ni siquiera del kioskero, o de su mejor amigo, que son los contrapuntos del principal. Al kioskero no hay quien le entienda, que yo no digo que no haya tíos así, pero qué mínimo que una explicación, y el amigo se tira toda la novela como si supiera algo importante y luego se lo queda para él mismo.

Y esto me lleva a la historia. Que no está mal, es adictiva y tiene un punto final que me dejó con la boca abierta y el corazón encogido, pero que se deja hilos suculentos sin rematar.Sin embargo, como lectura light, cumple su función. No es de lo mejor que he leído pero también hay que reconocer que es una ópera prima, y en este caso se nota mucho. Como lectura intermedia, o como lectura de piscina (o playa si hay suerte) puede pasar. Ahora, no esperes que te cambie la vida, porque es una novela muy pasable.

Gracias a la editorial Stonewall por enviarme el ejemplar.

4 comentarios:

  1. Creo que este no es para mí...

    Besotes

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    1. Pues uno menos para la lista, SHORBY, que no todo nos tiene por qué gustar a todos. ¡Besotes!

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  2. Tampoco me llama, así que lo dejo pasar.
    Besotes!!!

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    1. Te digo lo mismo, MARGARI, uno menos a engordar la lista.
      ¡Besotes!

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