La profesora de mi hija es una mujer muy amable, que habla siempre en un tono sosegado, que te recibe siempre con una sonrisa. Atiende a todos los padres igual, con interés, pero con quien mejor se porta y a quien mejor atiende es a los niños.
Pero la odio.
Sí, ya sé que suena feo, tampoco es que la odie todo el tiempo, tan solo es a ratos. Los que ya me conocen ya saben que soy un poco neurótica, de modo que tampoco es preocupante que tenga sentimientos tan fuertes unos ratos sí y otros no.
El caso es que, como digo en el primer párrafo, no es una persona odiable. Más bien todo lo contrario. Pensándolo en frío he tenido mucha suerte de que a MiniP le tocara una profesora tan atenta y tan cariñosa. La he visto hablando con los niños, la he observado, y es increíble. Les presta toda su atención, les escucha y siempre les contesta a lo que le preguntan con la respuesta y la emoción que los peques esperan. Como es normal, los niños sienten adoración por ella. Sus caras cuando la miran son poemas, ni Pablo Neruda podría describir el sentimiento que se les refleja en el rostro a los pequeños. Se la comen con los ojos, y a besos y abrazos los más lanzados. Ella se deja querer por todos y a todos achucha por igual.
Y los niños la adoran.
Y ahí viene mi problema. Que la adoran como si fuera una diosa egipcia. Por lo menos MiniP.
Supongo que serán celos de madre. Tengo muchos. Mi bebé está creciendo, y está conociendo mundo. Y aunque es algo muy positivo que sepa que puede confiar y estar a salvo con más adultos aparte de su padre y su madre, a mi en el fondo me duele un poquito que quiera a otras. Suena mezquino, lo sé, pero ya he dicho que eran celos y los celos son mezquinos.
De todos modos esos celos aún los supero. El problema ha empezado este año, que MiniP habla más y me cuenta más cosas. Cuando me habla del cole todas sus frases empiezan con: SúperE (su profesora) ha dicho... SúperE ha hecho...
MiniP es un poco marisabidilla. Con sus cuatro añazos se cree que sabe más del mundo que yo, porque hasta lo que no sabe se lo inventa. Primero te lo pregunta. Pero si la respuesta no le satisface, te dice que eso no es así y te cuenta una milonga.
— Mamá, ¿por qué ese árbol está sin hojas?
— Porque es invierno y se le han caído todas.
— Nooo — ahí utiliza un tono que ya me pone de los nervios. — Las hojas se caen en otoño, que nos lo ha dicho SúperE.
— Y por eso ahora no tiene, cielo. — Suspiro.
Se queda pensando.
— Pues está sin hojas porque así le salen más luego — Y se queda tan ancha.
— Pues vale, cariño —. Admito mi derrota y tiro de ella para que siga andando.
SúperE está presente en cada discusión que tenemos. Si le escribo una palabra, está mal porque su profesora la escribe de otra manera. Si me pregunta cuánto son dos más dos, y le pongo los dedos para que cuente, también mal porque SúperE levanta el pulgar y yo el dedo índice. Si estamos en otoño, pero hace frío y MiniP dice que es invierno, por sus narices que es invierno ya que se lo ha dicho... ¿quién? Pues SúperE.
Pero lo más fuerte vino un día, mientras comíamos. Comemos ella y yo solas, todos los días, ya que Papá en Apuros come en su trabajo. Había pasado un mes o dos de su cumpleaños, pero MiniP está obsesionada, y quiere que todos los días sean su cumple, o por lo menos que no quede tanto. Todos los días se queja porque falta mucho.
— Mamá — se puso una mano en la cabeza — Me aburro de que no sea mi cumpleaños. ¿Cuánto falta?
— Uff, MiniP, aún falta mucho. Casi un año entero.
— Jopetas, yo quiero que sea ya noviembre.
— ¿Noviembre para qué, cariño?
— Pues para que sea mi cumpleaños.
Ahí la que se echó las manos en la cabeza fui yo.
— Cielo, tu cumpleaños es en agosto.
— Nooo — otra vez ese tono odioso en el que parece que dice la palabra no en dos tiempos: no o.
— Sí, cariño.
— ¡No! — ahí ya se estaba enfadando — Porque SúperE me ha dicho que mi cumpleaños es en noviembre.
Miré al techo, buscando inspiración en el gotelé.
— Cariño — intenté mantener la calma, no gritar o no reirme — tú naciste en agosto. Yo estaba allí, te lo aseguro, y SúperE no estaba.
— ¿Sí? ¿Estabas allí?
— Claro, cielo, antes de nacer tú estabas en mi barriga...
Mierda. Error.
— ¿Y cómo me metí ahí?
— Esto... uffff... Tú dile a SúperE que tu cumple es en agosto, anda...
Pero aún señalándole el grave error que SúperE había cometido, para ella sigue siendo una súperheroína. Claro que el error no habrá sido de su profesora, seguro que MiniP la entendió mal. SúperE es casi perfecta... Salvo cuando se equivoca...
Creo que debo guardar mis celos en otra parte...
Ni se te ocurra guardártelos en otra parte tú sigue compartiendo tus celos y todas tus experiencias de mamá en apuros que me encantan y así me voy haciendo una idea de lo que me espera jeje. Muchos besos.
ResponderEliminarAhora nos falta el capítulo de cómo se metió MiniP en tu barriga pero yo se lo encargaría a SúperE, seguro que ella sabe explicarlo mejor.
ResponderEliminarPues tiene razón Isa, que le pregunte a SúperE lo de la barriga, que seguro que sabe explicarlo mucho mejor.
ResponderEliminarY tú sigue compartiendo tus celos, que va a ser mucho mejor para ti. Estas cosas no hay que guardarlas. Y no te preocupes mucho, que ya se le acabará el idilio...
Besotes!!!
Me encanta que le tengas celos a la profesora, ¡jajaja! Pues anda que no te queda... ;)
ResponderEliminarLo de la barriga ha sido un puntazo, a ver cómo sales de esa la próxima vez que te lo pregunte.