EL SOBRE MORADO
Llegó
tan cansada que casi se salta la rutina de abrir el buzón. Se había vuelto a
quedar a echar horas, a terminar los pedidos, y con éste ya llevaba cinco días
seguidos de jornadas extendidas. Su trabajo no consistía en estar sentada en
una silla ocho horas, pendiente del ordenador. No. Ella tenía un trabajo físico,
en el que debía cargar peso y seguir el ritmo durante toda la jornada. Por eso
después de cinco días llegaba con los pies arrastrando y el alma a cuestas.
Casi
pasa de largo el buzón. Aunque nunca le llegaba nada lo
miraba todos los días. Ecos de su infancia, de cuando tenía muchos amigos
postales y casi todos los días le llegaba una carta a casa. Ahora siempre se
quedaba con las ganas, o con la desilusión de ver una carta y comprobar que era
del banco.
Pero
hoy tenía una sorpresa deparada. Abrió la
puertecilla metálica y descubrió un sobre morado, de papel de alto gramaje,
opaco a la luz.
Se
mordió el labio inferior, una medio sonrisa quería escaparse de
su boca. Pero el cansancio era más fuerte y no apareció. Miró el sobre durante
lo que le pareció una eternidad, miles de años podrían haber pasado sin ella
enterarse.
¿Qué podría ser? Se preguntó. ¿Quién
le habría escrito?
De
repente una parte de su cerebro se reactivó y
enseguida comenzó a hacer elucubraciones. Por el tipo de sobre parecía una
invitación de boda. Pero no sabía de nadie que se fuera a casar, y esas cosas
se sabían. La única pareja de su entorno que había estado cerca de casarse habían
sido, precisamente, ella y su novio. Pero no salió bien, y por eso ahora vivía
sola y se veía obligada a echar horas extras en el trabajo. Arrugó el ceño y
sacudió un poco la mano, como para espantar una mosca o los malos pensamientos.
No,
invitación de boda no sería.
Quizás
tenía un admirador secreto. Preferiría que fuera una nota de un admirador a que
fuera una carta de su exnovio pidiéndole perdón. No quería volver a ser segundo
plato de nadie, él hizo su elección y no fue a ella a quién escogió. Ya lloró
bastante y ya lo superó. No quería volver a pensar en ello. Pero en un
admirador…
Tal
vez la había visto por la calle, o era algún
vecino. Seguro que le había llamado la atención pero no se atrevía a decirle
nada en persona. No era nada descabellado. No estaba en su mejor momento, pero
sabía que era atractiva. Seguro que sería un admirador.
Se
dio cuenta de que llevaba un rato admirando el buzón
abierto y el sobre de su interior, y miró a los lados, avergonzada. No había
nadie en el portal, lo que le hizo suspirar de alivio, y estiró la mano para
coger el sobre.
Era
áspero al tacto. Lo miró por el anverso y el reverso. No había
nada escrito. Sus dedos viajaron solos hacia el cierre y comprobó que no estaba
pegado. Abrió la solapa mientras sentía el corazón acelerado.
Esperaba
una carta. O tal vez algún recorte. Incluso habría entendido
que hubiera letras cortadas de una revista, como hacían los psicópatas de la
tele. Pero no estaba preparada para lo que encontró.
El
sobre estaba vacío.
Cerró
el buzón con hastío y se encaminó hacia su casa. Hoy sería otro día igual, nada
marcaría la diferencia.
Qué desesperanza en este relato... Has sabido plasmar muy bien el cansancio de la protagonista, su monotonía... Y esa ilusión por parecer que esa vida monótoma parecía que iba a cambiar. Pero no...
ResponderEliminarBesotes!!!