Soy una firme y convencida defensora de que existe el cambio climático. Creo que es una realidad, creo que nos estamos cargando el planeta y que las estaciones ya no son como cuando yo era pequeña. Es por eso, a causa del cambio climático, que hemos tenido temperaturas casi primaverales hasta casi noviembre, y por lo que, cuando por fin ha llovido, después de meses y meses de necesidad de lluvia, lo ha hecho a mala leche.
El agua busca camino. Y si cae con tanta fuerza como las últimas lluvias que han caído por Madrid, no solo lo busca, sino que lo hace. Se lo fabrica. Serpentea por las calles, los tejados, las paredes, buscando pequeñas hendiduras por donde hacer su aparición. Y si son pequeñas, las agranda, con paciencia pero sin pausa, taladra hasta adentrarse en lo más profundo de nuestros hogares, feliz por aparecer donde no tendría que haber agua.
Y así pasó en el colegio de MiniP. El agua llegó en el momento justo, cuando estaban reformando el cole. Esas obras, que podrían haberse hecho en verano, cuando no suele llover (y no llovió) y cuando el alumnado y profesorado están de vacaciones, se pospusieron hasta unas semanas antes de empezar el cole.
Las voces anónimas que siempre se alzan, por supuesto se alzaron. Gritos de por qué, de si los niños y niñas tendrían que soportar ruido, polvo, incomodidades, pero las quejas no llegaron a ningún lado. Apenas un par de madres se acercaron al ayuntamiento, donde les dieron las explicaciones oportunas que admitieron gustosamente. Las demás madres y padres se conformaron con cuchichear a la salida, en los parques, pero sin dar la cara. Lo que suele pasar siempre.
Las obras avanzan a ritmo lento pero seguro. Demasiado lento a juzgar por los acontecimientos. Llegamos a octubre, y en las primeras lluvias torrenciales nos encontramos con que una señora gotera ha dañado una clase y material del aula.
De nuevo las voces se alzan, de nuevo la gran mayoría se conforma con quejarse.
Se toman medidas para arreglar la gotera, se llama a los seguros para cubrir los daños y se continúa con el normal funcionamiento del colegio. Hasta que llegó el diluvio universal.
Ese día los cielos se abrieron y seres místicos a los que habíamos enfadado vete a saber por qué nos tiraron agua a cubazos. Llegó ese día y con él, casi, el fin del mundo. Resulta que toda la planta de arriba del cole se había convertido en una piscina. De las ocho o diez clases que hay allí tan solo dos estaban secas, pero los accesos no. Los pasillos se convirtieron en ríos, y la situación fue un caos por lo menos la primera hora. Debido al mal tiempo algunos de los profesores llegaron tarde por el atasco, de modo que con menos personal hubo que meter a los alumnos en el gimnasio y de allí se fueron desviando por clases a lugares provisionales convertidos en aulas: la sala de profesores, la biblioteca, el laboratorio, etc…
Pero mientras dentro se intentaban organizar, acudía el alcalde, un inspector, la Comunidad, por fuera las madres se organizaban en pandillas, unas para recabar información, otras para crear caos. Porque si no, no me lo explico.
Es verdad que la gran mayoría de las madres y padres que se quedaron para ver qué sucedía sirvieron de mucha ayuda. Y de apoyo para las que no pudimos estar. Hay muchas y muchos que trabajamos y dejamos incluso antes a nuestros hijos o hijas en el desayuno, con lo que no podemos ir al ayuntamiento a meter presión, ni a que nos informen. Por suerte, y estoy muy agradecida, estuve constantemente informada vía WhatsApp, con lo que mi preocupación sobre el estado del colegio fue relativa. Hubo preocupación, porque se habló de cerrar el cole, se habló de trasladar a algunas clases a otros colegios, pero finalmente se concluyó que tan solo era problema de la impermeabilización del tejado, la estructura estaba perfecta. De modo que se buscaron aulas alternativas y se continuó con la actividad del colegio.
Pero hubo un grupo minoritario que alzó mucho la voz. Me imagino a esos padres y madres con antorchas en las manos, y azadas, en un grupo hostil, gritando en la puerta del colegio. En Facebook, ese lugar donde vale todo, alguien se encargó de tranquilizar al personal (recordad, hay muchos padres y madres que trabajan y no saben lo que sucede) poniendo que se había derrumbado el tejado del colegio, afectando a varias clases. Y que los niños seguían dentro, en un colegio que podría ser perjudicial para ellos. La noticia se propagó como la pólvora, y hasta hubo quien se creyó con capacidad para corregir una publicación de un medio de información local. En un comentario les corrigió diciendo: “No han sido humedades, se ha caído el techo”.
¿En serio?
A ver, soy tan histérica como la que más, pero confío lo suficiente en el personal que dirige el colegio como para que manden a casa a mi hija si el lugar no es seguro. Si hay gente que no tiene claro esto, ¿por qué continúan en este colegio? Actualmente en la Comunidad de Madrid existe la zona única, puedes pedir un traslado.
Hubo quien preguntó qué estaba haciendo el AMPA, como si el AMPA fuese un ente repara goteras, como si no lo compusieran los padres y las madres de los alumnos, tanto la directiva como la asociación entera.
Finalmente tras haber calado el agua caló la verdad. Se les dio nueva ubicación provisional para las clases afectadas y se llamó a una segunda empresa de construcción para que se dieran más prisa en arreglarlo. Tan solo había que esperar a que dejara de llover, y para eso no estábamos autorizados nadie.
Aunque creo que en algún muro de Facebook se han quejado de eso también…
La especialidad de muchas madres es crear el caos. Y oye, que pasan a secundaria y siguen creando el caos...En fin, esperaré a esa segunda parte, a ver cómo acaba todo.
ResponderEliminarBesotes!!!
Un abrazo desde Argentina. buen fin de semana
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