viernes, 27 de junio de 2014

Mamá en apuros: el adiós al amigo peludo.



Hoy no sé si será por el tiempo (está lloviendo) o qué, pero ando meláncolica. Estoy en un sinvivir. Quiero hacer muchas cosas y a la vez no me apetece hacer ninguna. Tengo dos libros a medio empezar y sin ganas de cogerlos. Mil historias en la cabeza que no sé cómo darles salida.

Es la nostalgia que me invade. Puede que solo sea cuestión de hormonas (pero que a nadie se le ocurra decírmelo), o puede simplemente que tenga un día tonto. Pero cuando tienes recuerdos tristes a los que acudir los días tontos se convierten en una tortura.

Y cuando ya creía que lo podría tener controlado, ha sonado el teléfono. Una corazonada me ha invadido antes de cogerlo, ya sabía qué pasaba. Eran mis suegros. El perro, Gun, ha muerto.

Había quedado con mi suegro esta tarde para ir a por el coche, que está en el taller, y me ha llamado el hombre, compungido, que no puede venir. El perro ha sucumbido a la edad, ya eran quince años los que tenía, y no quería dejar sola a mi suegra con él, mientras van a recogerlo.

La verdad es que tampoco ha sido una sorpresa, ya este fin de semana le hemos visto muy mal, pero me he puesto muy triste. Sólo los que amen a los animales serán capaces de entender el sentimiento. Se convierten en parte de la familia. Hacen compañía, comparten juegos. De hecho, mientras escribo ésto tengo a mi gato durmiendo junto a mi, que no me deja sola en ningún momento. Se acurrucó junto a mi cuando murió mi abuela, y estuvo a mi lado cuando lloré a mi padre. Es otro miembro más de mi familia, compuesto por papá, mamá, nena y gato. Y, en el caso de los abuelos, abuelo, abuela y perro.

El mayor problema, donde me convierto de verdad en una mamá en apuros, está en contárselo a MiniP. Sé que hay que normalizar la muerte, al fín y al cabo es parte de la vida. No se entiende la una sin la otra. Pero para MiniP el perro era su perro. Era su Gun, le cogía de la correa para pasearlo, jugaba a darle pastel de tierra y a leerle cuentos (también se los lee al gato, aunque aún no sabe leer). Va a ser su primera gran pérdida, porque no dudo que para ella era uno más de su familia, sin distinguir si era humano o no. Era demasiado pequeña cuando se fue su abuelo (mi padre), por lo que no lo recuerda. Y sé que esta pérdida la superará, pero me gustaría ahorrarle el sufrimiento por más que sepa que debe aprender a sufrir, porque esta vida está hecha de alegrías, pero también de dolor. Aunque no soy muy creyente, lo que me causa numerosos desconsuelos, espero de corazón que haya un sitio mejor para los perros, y que nuestro peludo, nuestro Gun, esté descansando con un gran hueso en el cielo de los perros.

2 comentarios:

  1. Yo no soy amante de los animales pero entiendo perfectamente todo lo que cuentas. Espero que el dolor dure poco y pronto solo queden los recuerdos alegres. Y que MiniP no esté muy triste.

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  2. Te comprendo perfectamente. Aún echo de menos mi perro y ya hace casi diez años que se nos fue. Y es que son uno más de la famillia. Como dice Isa, que el dolor pase rápidamente. Hay que quedarse con los recuerdos bonitos.
    Besotes!!!

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