El viernes pasado vinieron mi madre y mi hermana, con los niños, a casa. Nuestra reunión del club del punto, vaya. Normalmente las hacemos en casa de mi madre, pero esta vez cambiamos porque había que hacerle un disfraz a MiniP. Ellas serían mis brazos.
Para la función de Navidad del colegio van a hacer una obra de teatro. No sé muy bien de qué irá, porque yo solo tengo la frase de MiniP, pero seguro que queda muy graciosa. Lo malo, los deberes que nos mandaron a los papás, que cada niño tiene que ir disfrazado de una cosa diferente. Y anda que lo ponen fácil. MiniP debe ir de felicidad, de beso o de corazón. Como ya había otra niña que iba de corazón, me decidí por el beso, porque la felicidad realmente no sé cómo iba a plantearla.
Para el disfraz compré tela de gomaespuma, en color rojo, que se queda muy tiesa, dibujamos unos labios por partida doble y los cosimos a la altura de los hombros. El día de la función se lo pondré, y me pintaré los labios para marcarle un montón de besos en la cara. Sencillo, pero es que no me da para más, ni la imaginación ni el brazo.
Mientras hacíamos el disfraz, los niños jugaban, en teoría en la habitación de MiniP. En la práctica correteaban por toda la casa, mientras gritaban. Se gritaban unos a otros y también porque sí, porque son niños y los niños son gritones. Adoro a mis sobrinos, adoro a mi hija, pero cuando se juntan a veces me gustaría atarlos y amordazarlos para que me dejen tranquila un rato. No lo he hecho nunca, claro, pero todavía son pequeños, aún tengo tiempo...
Se fueron pronto, no porque los echara (habría echado a los tres), sino porque tenían otros compromisos que atender, y me dejaron en casa a solas con una niña de cuatro años pasadísima de vueltas. Alterada es decir poco.
Le propuse ir a la biblioteca, que era el día del cuenta cuentos anual. Todos los años, en diciembre, montan el cuenta cuentos en el que todo el mundo que quiera puede apuntarse a contar un cuento, y todo el mundo que quiera puede ir a escucharlo. Empieza por las mañanas, para los colegios, y por las tardes para los que quieran asistir. A MiniP le entusiasmó la idea, y después de diez minutos saltando por el sofá, conseguí que merendara para salir de casa.
Una odisea y un caos. Conseguir que se pusiera los zapatos, el abrigo, los guantes... Y que esperara a que me abrigara yo, con la incomodidad de hacerlo con una sola mano... Ella no paraba, se colgaba del pomo de la puerta, dispuesta a abrir, se me colaba por medio, preguntaba una y otra vez si nos íbamos ya.
En un momento dado, ya colocándome el cabestrillo para el brazo, le dije que o se callaba o no íbamos a ninguna parte. No lo conseguí del todo, pero sí que conseguí tres segundos de silencio. Abrimos la puerta y salimos al descansillo.
Vivo en un bloque donde no hay ascensor, y ocupo la tercera planta. Generalmente esto no me causa problemas, ni siquiera cuando MiniP era bebé y había que subirla y bajarla en el maxi cosis o en brazos, pero siempre hay días malos.
MiniP salió corriendo para las escaleras. Yo le dije, una y otra vez, espérame, que voy yo delante. Ella se hacía la sorda. Bajó cuatro escalones bien, y yo ya lo veía venir: MiniP, espérame, o por lo menos agárrate. Ni caso.
Como cualquier niño, yo también lo he hecho de pequeña, a MiniP le encanta resbalar el pie por el escalón hasta caer en el escalón de abajo. Lo malo es que ha sacado muchos de mis genes, y en cuestión de equilibrio se parece demasiado a mi. Somos torpes por naturaleza. Yo lo vi como en cámara lenta. Resbaló el pie, y perdió equilibrio, cayendo, por suerte, de culo. Yo gritaba su nombre a pleno pulmón, y corría, pero sabiendo que no llegaría a tiempo y menos con un brazo inutilizado. A continuación, ya de culo, siguió perdiendo la vertical y rodó escaleras abajo hasta el siguiente descansillo. Un tramo entero que se bajó dando vueltas como una peonza. Toda la secuencia duró como dos segundos, pero yo lo viví como una pequeña eternidad.
Cuando llegué hasta ella estaba llorando. La levanté, esperándome lo peor, y lo único que tenía era un susto tremendo en el cuerpo, y un arañazo en un costado. La abracé y la consolé, lo único que podía hacer, y en dos segundo se le pasó el llanto, señal de que no se había hecho nada.
Mi corazón tardó algo más de tiempo en volver a su sitio, y a latir de forma normal, pero por fuera quise aparentar templanza, que no diga mi niña que tiene una madre histérica. Que la tiene, qué le va a hacer, pero cuanto menos se note mucho mejor.
La biblio decorada para contar los cuentos |
Al final fuimos a la biblioteca, donde se relajó y disfrutó de todos los cuentos que contaron, algunos con más gracia y otros algo más sosos, pero todos con un gran mérito. Nos fuimos porque se hacía tarde, no porque acabara el espectáculo, pero tal como había estado por la tarde veía que si se hacía más tarde nos iba a armar un pollo para cenar, debido al cansancio. No se quería ir, y tan solo accedió cuando me hizo prometer que haríamos un cuenta cuentos en casa, y que el año que viene saldríamos nosotras a contar uno.
De modo que no sólo me llevé un susto horrible, si no que ahora tengo que preparar un cuenta cuentos en casa, y un cuento para contar el año que viene en la biblioteca. Menos mal que tengo un año entero para prepararlo.
Buf menudo susto menos mal que los peques son de goma. Ala ya tienes deberes para escribir. Besos.
ResponderEliminarY no veas, GOIZEDER, que no se le ha olvidado para nada. Nos dio recital en nochebuena, y ayer que nos juntamos para el cumpleaños de su tío también. Sacó cuentos y los tuvimos que contar por turnos... ¡Menuda pieza! ¡Besotes!
EliminarAy Pi, de verdad que leyendo estos posts me reafirmo en mi intención de no tener descendencia. Demasiado estrés. No digo que no haya alegrías, pero yo no podría con esto.
ResponderEliminarEn todo caso, me alegro de que solo fuera un susto, y también me alegro de lo del cuenta cuentos del año que viene, porque creo que te lo vas a pasar genial, aunque en principio dé un poco de apuro ponerse delante de tanta gente a contar un cuento :)
Te aseguro, ISI, que yo tampoco creía que iba a poder con estas cosas, pero al final encuentras las fuerzas. Con esto ni te animo ni te desanimo a tener descendencia, eso es algo totalmente personal en lo que no me gusta meterme. La verdad es que no sabes lo que es hasta que no lo vives, porque aunque tengas sobrinos (no sé si es tu caso, lo fue en el mío) no es ni parecido. Pero no todo son buenos momentos, hay un montón de cosas que no te suelen contar: el sueño que pasas cuando lleva una semana sin dormir, por ejemplo.
EliminarPero sí, quedó en un susto, aunque podría haber sido peor. Pero eso es mejor no pensarlo...
Aún no sé qué cuento contaremos, menos mal que tengo un año para pensarlo...
¡Besotes!
Menos mal que todo se quedó en un susto. Se cae una y tiene dolor mínimo para una semana... Y nada, a prepararse bien ese cuentacuentos! Si es que lo que no hagamos por estos niños...
ResponderEliminarBesotes!!!
De goma, MARGARI, los niños son de goma. Creí que se había roto un brazo, pero nada, al día siguiente no le dolía nada. Y yo con una caída de nada la muñeca rota...
EliminarY qué verdad es, lo que no hagamos por ellos...
¡Besotes!