viernes, 5 de junio de 2015

Mamá en Apuros y el coche


 
 
Me encanta conducir.
A los 17 años mi padre me apuntó a la autoescuela. Tenía una extraña obsesión con que cada una de sus hijas se sacara el carné de conducir y, afortunadamente, se empeñó en pagárnoslo a cada una de nosotras. Sí, hasta a mi hermana la pequeña, que se lo sacó obligadísima pero que con los años ha sabido apreciar el esfuerzo que hizo entonces.
Antes de cumplir la edad legal ya estaba haciendo test. Poco después de cumplirlos me presenté a examen y lo aprobé. El práctico tendría que ser a la segunda. Hay una especie de tradición familiar que ha hecho que todos en casa lo sacáramos en un intento los test, al segundo el práctico. Curioso, sí, pero cierto. Lo de mi madre no cuenta, su práctico llegó a la tercera, pero la primera de ellas la anularon debido a problemas con el profesor examinador, así que legalmente fue a la segunda. Y a eso nos agarramos. Se lo sacó la mujer, por cierto, un año después que yo, cosa que tiene también mucho mérito.
Total, que llevo los mismos años conduciendo que la edad que tenía cuando empecé a conducir. Sí, todo este jaleo para evitar decir una cifra, porque no me importa cumplir años, pero me da un poco de vértigo mirar la vista hacia atrás y ver que han pasado ya… pues eso, muchos años.
Me gustó desde el primer día que cogí un coche. El de la autoescuela, por cierto. Mi padre se negó a enseñarnos. (Y menos mal…). Me apasiona, disfruto de ello y encima no se me da mal. No está bien que yo lo diga pero no soy una mala conductora. Tengo cierta tendencia a dejar caer el pie en el acelerador (que a veces me pesa mucho), a llevar la música excesivamente alta (para que no se me oiga cantar), y a despistarme de vez en cuando… Pero en estos… ya digo que muchos años, he tenido una multa y dos golpes.
El primer golpe casi fue con la L de novata. Estaba en un ceda el paso, un camión delante. El camión arrancó, yo miré a la izquierda para ver si podía pasar yo también y… ¡pum! Me empotré contra su trasera. Con tan mala suerte que lo que llevaba el camión por parachoques era una barra de hierro y abollé el coche de mi hermana. Bronca de mi padre, morros de mi hermana, el coche se arregló y aquí paz y después gloria. Bueno, paz, lo que se dice paz, no hubo, porque hoy día, después de lo que ha llovido, mi hermana aún me lo echa en cara.
El otro fue parecido, ya vivía con mi marido, y dejé chatito al coche. Como fue cosa de poco y no teníamos un duro lo dejamos pasar, con tan mala suerte que a la semana fue Papá en Apuros quién se comió el culo de otro coche en un ceda el paso, dejando al pobre Ibiza para el taller.
Lo llevamos a uno que nos recomendaron muy barato. Como a perro flaco todo son pulgas, lo barato lo pagamos caro. Al poco que nos lo dieran tuve que mirarle el aceite. Abrí el capó, lo miré y lo volví a cerrar. Todo fue normal hasta que, en carretera ya, vi como el coche abría la boca, así, como para saludar. Yo abrí también la mía, de hecho se me descolgó la mandíbula, y poniendo los intermitentes de emergencia, reduje la velocidad para pararme en el arcén. Un arcén inexistente, pero me aorillé todo lo que pude. Pero el destino no quiso, me lanzó una ráfaga de aire y me levantó el capó contra la luna delantera. En mi puesto de conductora me encogí, reflejo instintivo, y ya cuando paré y vi que la luna se había roto pero que yo estaba bien, me eché a llorar. También fue un reflejo instintivo.
La multa me la merecí. Hice un giro indebido.
 
Estos han sido mis incidentes con los coches en casi dos décadas (así dicho parece que duele menos). Por lo demás, soy la reina aparcando y mantengo la distancia de seguridad. Papá en apuros no opina lo mismo, pero conduzco mejor que él.
Hasta el otro día.
Aprovechamos una fiesta de la capital que él no trabajaba, y yo estaba librando para llevar el coche a cambiar el aceite. A Leoncio, no al pobre que acaba de salir del taller. Vamos los dos, cada uno con su coche, para ir luego a hacer unas cosas y por si no nos lo daban a tiempo para ir a por la peque al cole. A mi me tocó ir al taller mientras él aparcaba en el súper. Vale. Voy al taller.
La zona del taller está imposible para aparcar, por lo que decidí dejar el coche en el vado junto a la puerta abierta del mecánico, que también le pertenece. Voy con la música a tope, medio dormida, pero bien. Giro el volante, subo a la acera, y cuando ya llevo la mitad del coche metido oigo un ruido un tanto desagradable. Así como de desgarro.
Aprieto los dientes y salgo del coche. Veo un maldito bordillo en mitad de la acera, rozado. Inspecciono el coche y no veo nada. Me encojo de hombros. Habrán sido los bajos.
Cuando sale el mecánico, un chico que tendrá mi edad (un jovencito, vaya…), le digo:
- Creo que me he cargado el coche.
- Ya te he oído, ya…
Lo miramos los dos y no vemos nada. Comento, así como de coña:
- Menos mal, porque si no Papá en Apuros me mata…
Le dejo las llaves y me voy. Cuando me encuentro con Papá en Apuros se lo cuento. Él frunce el ceño.
- Ya te has cargado el coche.
- Creo que no le he hecho nada.
Pero cuando volvemos a recogerlo, tras el cambio de aceite, el mecánico se me acerca y me susurra bajito:
- No quiero comentarlo en alto, pero sí que le has hecho algo al coche.
Me lo señala y ahí está: una cicatriz en la talonera bajo la puerta trasera. Tuerzo la boca, entre culpable, y por qué no decirlo, aliviada porque donde está casi no se ve.
- Cariño – le llamo la atención a Papá en Apuros – Que sí que le he hecho algo al coche.
- Sabía yo que lo habías roto…
Apenas lo miró. El mecánico se rascó la cabeza.
- Pues sí que se lo ha tomado bien. Si llego a ser yo…
- Es chapa. – Le digo, un poco mosqueada.- No me puede decir nada porque siempre que me pasa algo luego el la lía peor. Y además, el coche también lo pago yo.
Me sentó un poco mal. ¿Por qué tendría que cabrearse Papá en Apuros, y por qué tendría yo que estar preocupada? Me ha pasado, lo asumo y punto. Si se puede se arregla, y si no, nos buscamos la vida, pero mi marido no me va a echar la bronca como hizo mi padre con mi primer golpe. No dependo de esa manera de él, no soy una menor de edad en ningún aspecto, y me parece triste que una persona de mi edad tenga tan asumido como normal ese comportamiento.
El chaval (que sí, que chaval) del taller lo hizo con toda su buena intención, porque él tiene normalizado que si una mujer tiene un golpe en el coche tiene que rendir cuentas al marido porque él conduce muy bien y el coche es su pertenencia. Da igual que lo paguen los dos juntos. La mujer lo conduce en usufructo, no en propiedad.
Ese día me marché a casa dándole vueltas a dos sensaciones, una buena y una mala. La mala sensación que me quedó fue la del machismo (sí, lo siento si la palabra duele, pero es machismo) del mecánico del taller. Pero me hinché de orgullo, he aquí la buena sensación, por la reacción que, en esto y en otras muchas cosas, tiene Papá en Apuros. Como no podía ser de otra manera, se comportó como el compañero de vida que es, y nos acabamos riendo juntos del arañazo.
 

 

6 comentarios:

  1. Luego que si los "micromachismos" son tonterías, pero a mí me parece muy grave que un chaval de tu edad tenga esa mentalidad. ¿Le habría dicho lo mismo a P. si el coche hubiera sido el tuyo y el arañón lo hubiera hecho él? Nos queda mucho camino por recorrer.

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    1. A mi lo que me parece grave, LADY es que esa mentalidad no solo la tiene un chaval de mi edad, sino también muchas mujeres con las que he hablado. Por supuesto que a P. no le habría dicho nada, y lo gracioso es que sé positivamente que el comentario de P. también habría sido: "mi mujer me va a matar". XDD
      Queda mucho, por suerte algo se avanza pero seguimos siendo nuestras propias enemigas.
      ¡Besotes!

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  2. Qué triste que hoy en día sigan así las cosas. A mí me encanta conducir me saqué el teórico a la primera y el práctico a la tercera hace once años. A mi padre también le gustaba mucho y me enseñó mientras iba a la autoescuela. A Pablo en cambio no le gusta nada. Esta semana me ha llegado justo mi primera multa. Muchos besos.

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    1. ¡Te estrenas este año con las multas! ¡Bienvenida al club, GOIZEDER!
      Qué triste que sigamos viendo cosas de este tipo, y peores, como lo de: "mujer tenías que ser" y ese tipo de chistecitos. En fin, seguiremos en la lucha...
      ¡Besotes!

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  3. Pues sí, qué triste encontrarte gente joven pensando aún así... En fin...
    Besotes!!

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    1. Y lo más triste, MARGARI es que no es lo raro... Sí que es verdad que cada vez es menos gente, pero que siguen siendo muchos...
      ¡Besotes!

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