viernes, 6 de marzo de 2015

Mamá en apuros: Soy la tonta del flequillo



Hace unos años, cuando aún no era mamá (aunque en apuros he estado casi toda mi vida) fuimos, por primera y última vez, de vacaciones con un grupo de amigos. En total éramos seis personas, de las cuales tan solo dos chicas.

El caso es que el viaje no salió muy bien. Papá en Apuros y yo no hemos sido nunca muy sociales, y eso de aguantar según qué cosas pues no nos sentaba muy bien. Nos gusta ir por libre, y parecía que todo lo teníamos que hacer en comandita. Un día propusimos un viaje en barco, y hubo polémica. Dos de los componentes del grupo, en contreto la otra chica y su pareja, no dijeron nada, ni que sí ni que no, hasta que estuvimos frente al mostrador para coger las entradas. Parece ser que sentó mal que hiciéramos una excursión con la que no todos estábamos de acuerdo.

Otro tema polémico era la puntualidad. Para cualquier cosa que quedáramos, la otra chica bajaba, por sistema, media hora tarde. Llegamos a engañarla con la hora, pero ni aún así, tardaba la vida en peinarse el flequillo, o esa explicación le quisimos dar. Porque, eso sí, cuando por fin se dignaba a aparecer, lo hacía sin una palabra de disculpa en la boca pero con el pelo perfectamente alisado y el flequillo sobre la frente como un muro estático.

El caso es que han pasado los años. Ya no hay contacto, el recuerdo de esas vacaciones (en las que pasaron aún más cosas que no vienen a cuento ahora) se ha quedado como una anécdota, y nos sirvieron de prueba para no salir con nadie más de viaje.

Todo este rollo viene al caso porque hace poco decidí un cambio en mi look. Llevo ya un par de años dejándome el pelo largo, y me apetecía cambiar sin un corte drástico. ¿Qué hice? Me corté el flequillo. Evidentemente fue mi peluquera, no yo. Pero no fui a mi peluquería habitual, decidí probar con la que le corta el pelo a MiniP, es vecina y estoy muy contenta con el trato y el resultado. Yo con el pelo tengo varios problemas además de muchas manías, y es que tengo mucha cantidad, y dos remolinos al frente que dificultan bastante el peinado. Le dije a la peluquera: corta, flequillo corto, que ya crecerá. Y se me olvidó añadir la palabra relativo. Relativamente corto, debí haber dicho. Cuando me acordé las tijeras ya habían hecho su trabajo, por encima de la línea franca que tengo marcada imaginariamente. Una frontera invisible, por encima de la cual el flequillo vence a la gravedad y queda de punta, en lugar de al estilo Cleopatra, que es como a mi me gusta.

Para poder superar ese efecto tengo que tirar de secador. Yo, que soy una bala duchándome, que me da pereza hasta echarme una gota de crema por no perder el tiempo, me vi abocada a peinarme. En mi vida me había visto en semejante tesitura. Yo, que en dos minutos me paso el peine, para desenredar y listo. Que me corto el pelo a capas y despuntado para que me quede bien con el secado al aire, y si no queda bien pasando, que una no tiene maña y mucho menos ganas de andar con cepillo redondo y secador tres horas para colocar un pelo que luego una brizna de viento te descoloca.

Pues le cogí el gusto al secador, oye. Venga con el aire para abajo, para domar el remolino rebelde. Y qué bonito el flequillito todo lisito, cada pelito en su sitio. Que después de desenchufar el aparato del demonio me quedo otros cinco minutos admirando la obra en el espejo, colocando pelos rebeldes. Y en una de esas me vino el fogonazo del recuerdo.
Asi queda el flequillo tras el paso del secador

Me he convertido en la tonta del flequillo. Soy como la tiparraca con la que tuve la infortuna de compartir vacaciones. No salgo de casa sin pasarme el secador, o (casi me da vergüenza reconocerlo) recurrir a otras prácticas menos ortodoxas. He llegado a ponerme una cinta en el pelo para que bajara el flequillo, en plan muñeca nueva en su caja. Sí, lo sé, está a punto de írseme de las manos.

Menos mal que me di cuenta a tiempo, y ahora de vez en cuando utilizo una horquilla. Cuando veo que la necesidad casi me puede, que mis manos tantean solas en busca del secador, respiro hondo, controlo la pulsación y me recojo el flequillo en un ladito, con un horquilla en lo que una amiga llama el peinado de la niña tonta. Lo que no voy a hacer es ir con el pelo de punta, por ahí no paso.

Eso sí, aún no he llegado tarde a ningún lado por peinarme el flequillo. Sabiendo la necesidad de peinarme el pelo rebelde, me preparo con más tiempo. Faltaría más, una se ha vuelto tonta, pero maleducada nunca.

Y mientras, espero que crezca lo suficiente para que el peso haga su trabajo, que sobrepase la línea roja y me pueda desintoxicar del uso del secador.

9 comentarios:

  1. El primer paso para superar una adicción es reconocerla jeje así que vas bien y mientras no llegues tarde... Muchos besos.

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    1. Sí, por eso es el post, es el reconocimiento de mi problema, ya le puedo poner solución. Y yo solo llego tarde por culpa de MiniP... Jejejeje
      ¡Gracias por comentar!
      ¡Besotes!

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  2. Ufff q ganas tenía de poder dejarte un comenterio...si me costó...pero como ya sabes ,no eres la única mamá en apuros.Yo y las tecnologías no nos llevamos bien .Me encanta leer tus experiencias ,como escribistes una vez ...las penas de algunos consuelo de muchos.Bueno,no era exactamente así lo q escribistes pero se entiende igual o eso creo jajaja.Yo creo q no somos pocos coquetas sólo es q sabemos aprovechar el tiempo y aveces poco es mucho.Además este año se a usado mucho ir casual.Pero con lo apuros q has pasado,como se te ocurrió cortarte el fleco .Aims ...nunca ,nunca fleco ni corte por encima del hombro !!!Lo q me e ahorrado en luz !!!Gracias x compartir tus experiencias y por contarlas así de natural.

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    1. Muchas gracias, SORAYA por dejarme tu comentario, mucho más después de lo que te ha costado...
      Creo que tienes razón, que no es una cuestión de coquetería sino de no querer perder un tiempo precioso que podríamos estar utilizando para otras cosas... Sí, me arrepiento de haberme cortado el flequillo, pero ya poco puedo hacer... Y el pelo ya llevo dos años con él largo, pero también se me ocurrió cortarlo al estilo pixie, un desastre...
      Gracias a ti por leerme.
      ¡Saludos!

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  5. Mi pareja y yo tampoco somos muy sociales. Y a la hora de viajar menos. Que nos gusta mucho aprovechar bien el tiempo e ir a todos los sitios posibles y siempre están quejándose de que están cansados. Así que mejor por libre.
    Y yo para los pelos no tengo paciencia! El mejor regalo que me hicieron fue la plancha. Me doy una rápida pasada y ya está el pelito hacia abajo. Bien peinado no sé, pero al menos de punta no me queda. Y ya está. No, que no tengo paciencia para arreglarme.
    Besotes!!!

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    1. Yo antes de hacer deporte sólo caminaba en vacaciones. Como a tí y a tu pareja, MARGARI, nos gusta ver todos los sitios posibles, ya que no sé si voy a tener la oportunidad de volver, y poca gente hay que nos siga el ritmo. Por eso desde entonces vamos siempre solos (Papá en Apuros, MiniP y yo).
      La plancha es una pasada, pero me la secuestró mi hermana... Yo creo que ya somos suficientes para montar el club de las despeinadas... Yo tampoco tengo paciencia, y según van pasando los años lo veo de lo más innecesario...
      Gracias por pasarte por aquí.
      ¡Besotes!

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  6. Yo con el pelo, después de años de pelearme, he llegado a un acuerdo: yo lo mimo y le doy de comer (mascarilla e hidratante) y él se queda rizado y bonito en vez de encrespado. Casi siempre me funciona y ya ni espumas, ni secador ni nada. Creo que sólo me he secado con secador cuando me he duchado muy tarde para poder irme a dormir con el pelo seco. Aún tiene días rebeldes, que decide que no quiere ni rizarse y claro, tampoco se alisa milagrosamente, pero días malos tenemos todos, así que el pelo también tiene derecho a ello.

    Y ya es que ni el flequillo me lo aliso. Y he decidido que el liso no va conmigo, que mi pelo tiene que ser libre, como el sol cuando amanece, él es libre, como el mar. Y total, que te tengo que devolver la plancha, que ya no encaja en mi etapa de "acepto mis rizos".

    ¡¡Besos fuertes!!

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