Vivo en un pueblo relativamente pequeño, ya lo he dicho alguna vez. Hay bastantes habitantes, pero dada su cercanía con la capital la mayoría de ellos son nocturnos. Es decir, vienen a casa a dormir, después de pasarse el día trabajando. Lo que antes se llamaba ciudad-dormitorio y que tanto abunda en la periferia de las grandes ciudades.
El caso es que el pueblo no es muy allá. Con la excusa de la crisis ha entrado en decadencia y está sucio. El ayuntamiento hasta ahora no se ha preocupado ni de limpiar ni de arreglar nada. Yo, como otras mamás en apuros, veo con tristeza como van desapareciendo columpios de los parques. Los retiran cuando se estropean, pero no los reponen.
Lo único que hay en más cantidad que bares son peluquerías. Vamos, que los que no van encervezados van muy bien peinados. O encervezadas y peinadas. O ninguna de las dos. Si ha habido algún intento de abrir algún comercio de corte moderno, enseguida se ha venido a pique. Los dos parques de bolas que hay son bares con acceso a la piscina, como el que conté la semana pasada.
Vamos, que de ofertas culturales mejor ni hablamos. Lo más cultural que hay por aquí son los encierros en las fiestas, y yo que estoy en contra del matrato animal, pues no los disfruto. Ah, las fiestas, esos días al año donde la gente se saca la barbacoa al parque, frente al portal de casa, y se lían a asar chorizos, pancetas y morcillas, atufando al vecindario. Claro, que la mayoría del vecindario está rondando cerca de la barbacoa, con una cerveza en la mano y un botellín en la otra.
Y sin embargo tenemos una biblioteca que ocupa un edificio entero. Y de tres plantas.
Cuando me mudé aquí una de las primeras cosas que busqué fue la biblioteca. Y ahí me planté, frente a un edificio enorme, con la boca abierta y el corazón desbocado. No me lo podía creer. Que un pueblo así tuviera (tenga, aún sigo sin creerlo) una biblioteca tan descomunal (para el contexto, sé que las hay más grandes y más bonitas, pero para lo que tiene alrededor es descomunal). Y encima, totalmente gratis. Me saqué el carné casi antes de empadronarme, y la visitaba de vez en cuando. A veces más a menudo, otras más espaciado, pero siempre la tenía presente.
Y luego llegó MiniP. Y fue bebé y no me atrevía ir ni a coger un libro por si lloraba y molestaba. Pero luego creció. Tampoco mucho, no tendría ni dos años cuando la llevé para hacerse su propio carné. Y empezamos a ir más o menos una vez por semana.
Ahí es cuando he empezado a conocer la biblioteca de aquí y todo lo que ofrece. Porque no todo son libros.
La sala infantil es genial. Tiene mesas de estudio, cuatro puestos de ordenador, y una gran moqueta para que los peques se sienten con sus cuentos. A MiniP le encanta ir, se coge un cojín, y empieza a curiosear por los estantes. Coge un cuento, se sienta, lo hojea, y lo deja en el cesto. Importante, en el cesto, no en la estantería. Vuelve a levantarse. Coge otro, lo hojea, me lo cuenta, inventándoselo, por supuesto, y lo vuelve a dejar. Los que quiere llevarse (hasta cinco) los va dejando aparte. Me he llegado a encontrar con montones de hasta ocho cuentos, la peque mirándome con ojitos de cordero degollado, pidiéndome que cogiera con mi carné los que no podía llevarse ella con el suyo.
Una vez al mes, la biblioteca trae un cuenta cuentos. El año pasado fuimos a casi todos, son gratuitos y muy entretenidos. O por lo menos la mayoría lo son. Pero lo mejor es que, de vez en cuando, también traen cuenta cuentos para adultos.
A finales del curso escolar pasado fuimos Papá en Apuros y yo a uno, cuya autora ya vi con MiniP y me había gustado mucho. Era la primera vez que iba a un cuenta cuentos para adultos, y me podía la curiosidad. Se trató, simplemente, de lo que era: un cuenta cuentos, solo que en lugar de ratoncitos y animalitos, el temario era más adulto, pero igualmente divertido.
Este año, con objeto de celebrar el día de las bibliotecas, que se celebra el 24 de octubre, trajeron también una actividad para adultos. David, de Espantanieblas Teatro, venía a contarnos las leyendas de Bécquer.
Y allá que fui, con una de mis MAA, ya que Papá en Apuros se tuvo que quedar con MiniP (problemas de logística, qué le vamos a hacer). Y qué decir del cuenta cuentos… Solo que fue genial.
El actor salió a escena cantando una coplilla, vestido de época, con su capa, sus medias y su sombrero con pluma. Cuando terminó de cantar se presentó, nos habló del amor romántico y nos contó la historia de Manrique. Entre medias fue intercalando distintas leyendas del gran poeta, como Ojos Negros o la grandísima El monte de las ánimas, haciendo partícipe, a la vez, al público. Tanto la MAA como yo nos reímos muchísimo, ella lo pasó peor que yo, ya que cada vez que el autor se dirigía a ella se encogía en la silla y le entraba la risa nerviosa.
Pero además de reír, vivimos las historias. El narrador era un grandísimo autor, tanto que casi pude ver niebla surgiendo entre las patas de las sillas, la cama con dosel, e incluso casi pude ver en él a una mujer cuando nos estaba contando el diálogo de una.
Lo único malo de la jornada fue la poca afluencia de gente. No estuvo vacío la sala, pero tan solo se llenaron dos filas de las sillas que estaban dispuestas. Luego oigo quejarse a los vecinos que en este pueblo no se hace nada, pero cuando se hace, nadie acude. A no ser que haya toros o comida de por medio…
Agradezco infinitamente a la biblioteca por el aporte en cultura que realizan.
Nunca he ido a un cuentacuentos para adultos pero me has tentado. Qué haríamos sin las bibliotecas. Yo uso muchísimo la de nuestro pueblo pero con el peque aún no puedo ir a los cuentacuentos que hacen muchos y no veas las ganas que tengo. Por lo menos le gusta darle los libros y el carné a la bibliotecaria así se va acostumbrando jejeje. Muchos besos.
ResponderEliminarAntes iba a muchos cuentacuentos para adultos, sobre todo en mi época de facultad y me lo pasaba muy bien. Me has picado ahora. Voy a tener que curiosear en la agenda de mi ciudad a ver si puedo ir a alguno. El problema son los horarios...
ResponderEliminarBesotes!!!
Soy muy fan de la biblio de tu pueblo desde el flashmob ese que hicieron hace años. Aquí también hacen cosas, pero por ejemplo el club de lectura se llena un montón, a ver si en el de enero tengo más suerte y consigo plaza...
ResponderEliminar¡Besicos!
Nos encanta tener usuarias blogueras, gracias por compartir
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