Después de tantas esperas, de la operación, de la postoperación, de las citas y un lío que hubo en mi hospital de referencia, por el que gracias a una administrativa que recoge las citas me hizo creer durante unos días que mi expediente ya no estaba allí, con la ansiedad que este hecho provocó en mí, después de que le tuviera que dejar los papeles y salir corriendo por no arrancarle la cabeza, y comerme el te lo dije cuando me llamó para darme la cita, después de todo eso, llegó el día en que tenía que ver a mi oncóloga por primera vez.
Bueno, allí nos plantamos Papá en Apuros y yo, con nervios y algo más… Tenía una sensación en el fondo del estómago que no era del todo buena, una premonición, algo no tenía que ir como debía. Estuvimos en la sala de espera un cuarto de hora cuando, de repente, una bombilla se me iluminó. Fue como un pinchazo. Como en los dibujos animados cuando el personaje salta con una bombilla encendida dibujada sobre su cabeza y gritando: “¡Eureka!”. Solo que yo no grité eureka, sino que susurré mierda cuando saqué el móvil y vi el mensaje de la cita.
No era ese día. Me había confundido.
Por suerte me había presentado un día antes, y no había perdido la cita. Papá en Apuros me quería matar o algo así, por la mirada que me echó. Había perdido de trabajar para nada, solo porque se me había metido que ese día era día 3, cuando en realidad era día 2. (Por lo que realmente no es que me confundiera de cita, sino de día de existencia, y es que no tengo calendarios en casa).
Pues nos fuimos a casa.
Y por fin, al día siguiente, llegó el día de la cita con la oncóloga, donde me explicó muy bien en qué iba a consistir el tratamiento, dónde iba a ser, y me instó a preguntarle dudas. Salí muy tranquila (mentira, salí igual de nerviosa que entré, tranquila solo en un aspecto) porque me dijo que era muy probable que no se me cayera el pelo (cosa en la que acertó. Ahora que lo pienso, acertó en todo). Puede parecer una tontería, pero era la pregunta que más me hacía MiniP, y lo que más me preocupaba (después del índice de supervivencia, claro). Me parecía que sería un impacto psicológico muy fuerte, que además de a mí, afectaría a la peque, y por nada del mundo quería que MiniP se viera afectada más de lo imprescindible.
Para variar, salí de la consulta con más tiempo de espera. Mi tratamiento consistiría principalmente en radio externa y una dosis semanal de quimio. El problema es que mi hospital no tiene servicio de radiología, por lo que esa parte me tocaría en La Princesa. Y me tenían que llamar de allí para una consulta inicial, y luego esperar otra vez a que me dieran el día de comienzo.
Y yo lo que quería es que empezara todo ya, para poder empezar a tachar días en el calendario y terminar cuanto antes. No soporto esperar, y el karma me ha dado de esperas más de dos tazas.
Pero esta vez tampoco tuve que esperar mucho, al cabo de pocos días me llamaron, y tuve consulta con el doctor de radio.
Me encontré con un señor raro, pero raro bueno. Es como si fuera tímido, pero sin embargo me explicó las cosas muy bien explicadas, y ya me dio fecha de inicio del tratamiento. Me contó más exhaustivamente en qué consistiría la radio externa, y me dijo que me darían también cinco sesiones de radio interna, una semanal, que no podía coincidir ni con quimio ni con la radio externa. Esto lo cuento porque más adelante cobrará importancia. Sabía que no sería cómodo, pero… Mejor lo dejo para otro post.
Salí de allí con la recomendación de que cuando fuera a la radio externa tendría que ir con la vejiga llena, que antes me llamarían para un tac para delimitar los puntos de referencia (que fue en esa misma semana, y me marcaron tres puntos con tatuaje), y que me llamarían para empezar, pero que sería aproximadamente el viernes, el lunes o el martes venideros.
Total, salí ya con el estómago encogido de los nervios de lo que vendría, que ya se acercaba la verdadera prueba.
Pero aún tendría que esperar (¡más!) hasta que me llamaran por teléfono para concertar la cita en firme.
¡Dios, dame paciencia, porque si me das fuerza me los cargo a todos!
Adelante con los faroles, como decía mi padre. Estamos contigo. Un abrazo grande.
ResponderEliminarMuchísimas gracias, JANE! He estado un tiempo que no podía con mi alma, a ver si ahora que he recuperado ganas me vuelvo a insuflar vida al blog. También contaré lo de las fuerzas...
EliminarUn besote bien fuerte!