viernes, 3 de octubre de 2014

Mamá en apuros: Primera Carrera de la Temporada



Estaba en forma. Llevaba corriendo ya un año, era el segundo que tenía rutina, y mi estado físico estaba mejorando muchísimo. Pero llegó el cole de MiniP, el primer año, y con él los mocos, los constipados y las anginas. Se puso enferma cada dos semanas, más o menos, y le duraba tres días. Lo mucho, cuatro. Pero luego me tocaba mi turno. Pese a que yo ya fui al colegio hace muchísimos años, parece ser que no me había inmunizado del todo. No sé muy bien si es porque los virus son nuevos, o porque si mi sistema inmunitario se había olvidado de ellos, pero lo que para MiniP eran tres días de fiebre y atontamiento, a mi me duraba una semana. He llegado a tener anginas, con fiebre altísima incluida, hasta en tres ocasiones. Viendo dragones en el sofá estaba, tiritando tan a gusto... La última vez fue en junio, con la ventaja que supone sufrir fiebres de 40º en el calor del inicio del verano.

Con este panorama, una semana haciendo de sofá para mi pequeña enferma y la siguiente fusionándome con el chaislongue sufriendo los malditos virus, perdí la rutina de correr. Salía un día, y luego dos semanas en barbecho. Como además una tiene tendencia tripera, y pico por ansiedad, cuando me quise dar cuenta comencé el verano con un par de kilos de más encima.

Pero con el calor soy incapaz de hacer nada. Me aplatana. Me envenena. No puedo ni moverme. Sin la rutina grabada a fuego como la tenía el año anterior, me tentaba más una cervecita en la terraza de un bar que salir a morir licuada sobre el asfalto. Hay que entender que en el bar al que me refiero han puesto, con muy buena visión de comercio, un sistema de aspersión de agua que suelta cada cinco segundos una vaporización del líquido elemento para refrescar el ambiente, que te entran ganas de dormir allí.

De modo que pasó el verano, sin un moquete, ni un triste estornudo, pero con un calor de mil demonios y mi cuerpo poseído por un ente vago devorachuches. La ropa cada vez me queda más ajustada, y me desespero frente al espejo, pero a la hora de elegir entre zapatillas de deporte o sandalias para tomarla, elijo lo segundo.

Lo reconozco, me lo he buscado. En tres meses me he metido para el cuerpo otros tres kilos y medio. He pasado de estar en buena forma a estar en forma redonda.


Pero llegado septiembre, la normalidad, el colegio, las rutinas, he decidido volver a retomar los buenos hábitos. Echo de menos correr, me hace sentir muy bien, además sin esos kilos de más soy más feliz, he de reconocerlo. Ya no es sólo la estética, es que con sobrepeso me duelen la espalda y las rodillas, y me noto menos ágil.

La primera semana conseguí salir dos días, pero aún con muchísimo calor. Lo pasé fatal. Me deprime tener que parar a andar en un circuito que antes me hacía casi sin pestañear, y lo lenta que voy me desespera. Pero me repito como un mantra: si no salgo no mejoro, para mejorar hay que correr, y pongo un pie delante del otro contando hasta ocho una y otra vez para impedir a mi cerebro que me gane, utilizando los trucos que ya me conozco: si tampoco estoy tan mal, de verdad que no puedo más, párate que me duelen las piernas, vete a casa y deja de hacer el ridículo...

Para motivarme me apunté a una carrera nocturna en el pueblo donde vivo. Tan solo eran tres kilómetros, ¿qué es eso para mi? Fue un sábado a las diez de la noche.

Mis tiempos no son muy buenos, y los días anteriores de entrenamiento me hacían pensar que no aguantaría ni los tres, y menos en la cuesta arriba, que es donde la gravedad hace más mella en mi y no me deja avanzar. El mismo día de la carrera estuve a punto de arrepentirme, tuve que hacer un esfuerzo mental para convencerme que correr tres kilómetros a las diez de la noche era lo que más me apetecía en el mundo, que cenar y dormir estaban sobrevalorados, y, qué demonios, que íba a inaugurar temporada runnera con una carrerita.

Cuando llegué a la salida me sorprendió la cantidad de gente que estaba esperando para correr. La mayoría con ropa de deporte, pero algunos disfrazados, dando a la cita un ambiente muy festivo. Saludé a mis compañeras runners, las chicas con las que suelo ir a correr y a las que hacía mucho que no veía, y a la mamá del parque con la que me inicié en esto de correr, que no participaba porque estaba convaleciente de una operación de los ojos. Me notaba nerviosa, pero ya la sensación era distinta. Estaba en la calle, con las zapatillas y la ropa de deporte, rodeada de apasionados runners y me apetecía correr.

Papá en Apuros se había quedado en casa terminando la cena de MiniP, pero prometieron venir a verme a la meta. Yo no hacía más que buscarles, pero ni rastro. Nos pusimos de las últimas casi en el mismo momento que daban el pistoletazo de salida.

Me lo tomé con tranquilidad. Era una carrera, sí, pero no estaba yo como para ir a hacer tiempo. Fui a disfrutar, y si podía ser, a no pararme a andar. A los ciento cincuenta metros escuché mi nombre, era la mamá del parque, con el amiguito de MiniP, que aplaudían y animaban. Saludé, riendo, y continué.

Escasos cincuenta metros más, mis dos amores, Papá en Apuros y MiniP, me jaleaban desde la acera. MiniP gritaba: "¡mamá, gánalos a todos!". Y yo pensando: como si pudiera...

Una calle cuesta abajo y, al doblar una esquina, vi a otra compañera runnera, ahora de baja por futura maternidad. Aplaudían y coreaban mi nombre. Eso me dió fuerzas para afrontar la cuesta arriba, medio kilómetro en continua ascensión, que ya sé que no era el Tourmalet, pero las grasas tiran hacia abajo. Pero todo lo que sube, baja, y coronado el ascenso, dimos la vuelta en una rotonda para volver al punto de partida. Ahí me dejé llevar y aceleré. Me encontraba bien, no era una carrera larga, y ver tanta gente animando, tanto en el circuito como en los márgenes me hacía sentir mejor todavía.

Volví a escuchar mi nombre. De hecho, lo que escuché fue mi segundo nombre. Una voz infantil gritaba: "¡mamá de MiniP!", y aplaudía. Era una compañera del cole de la peque, que le hacía ilusión verme correr, y a mi me hizo más ilusión que a ella que lo hiciera.

Llegaba a la meta con las fuerzas justas. La última calle y la misma entrada a meta eran subida, pero al ver a la gente animando me hizo venirme arriba. Ante todo, postureo, que no me vean sufrir por tres kilómetros de nada. Cuando vi a papá en apuros, justo tras la línea de llegada, con MiniP a hombros y con la luz del flash del móvil encendida, enderecé la espalda y sonreí. Crucé la meta como si no costara, y a punto estaba de desfallecer.Quedó inaugurada la temporada running con una carrera, que si bien no era muy larga ni costosa, me recordó lo importante: lo feliz que me hace correr.

5 comentarios:

  1. Aunque durante doce años hice taekwondo y los últimos tiempos entrenaba todos los días nunca me ha gustado correr. Es cierto que cada vez más gente dice que engancha mucho y en mi entorno muchos amigos y familiares son runners. Me alegro de que te superes y disfrutes tanto corriendo y de que nos lo cuentes claro. Me ha encantado la entrada. Muchos besos.

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    1. Me acuerdo que con dieciséis o diecisiete años una amiga y yo siempre decíamos que teníamos que empezar a correr, y nunca conseguía hacerlo. Siempre me llamó la atención pero he sido demasiado vaga para comenzar. Ahora, un vez empecé, me encanta, y engancha pero mucho. Sí que es verdad que hay gente que por mucho que corra nunca le termina de coger el punto. El caso es hacer algo que te haga sentir bien, ¿no?
      Muchas gracias, GOIZEDER, me alegro que te haya gustado.
      ¡Besotes!

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  2. Pues ya tienes lo importante, ya has empezado, ahora solo hay que coger el hábito. Ese "aplatanada" es de mi tierra.

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    1. Sí, ISA, ya tengo lo importante y además sí que lo he notado. Desde la carrera hasta ahora he mejorado mucho y estoy volviendo a coger el hábito. Aún me cuesta completar los tres días, pero por lo menos salgo dos en semana.
      No sé de dónde eres, pero te digo que tengo una mezcla importante: de Madrid, con madre extremeña, veraneando en Málaga y la mitad de mi vida pasada en un pueblo de Ávila. De algún lado habré cogido lo de "aplatanada", creo que lo uso de toda la vida... ;-)
      Gracias por pasarte. ¡Besotes!

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    2. Yo soy de Tenerife y eso de aplatanado es algo que nos suelen decir a los canarios.

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