Siempre me han gustado las cabalgatas de reyes. Ir a verla los 5 de enero ha sido una de esas costumbres que no he abandonado jamás desde mi infancia. Me encantan: la emoción, el colorido, los caramelos… Es magia en acción.
Cuando me vine a vivir aquí, a este pueblo, hace ya quince años, no perdí la tradición. Incluso antes de que nacieran mis sobrinos o mi hija, me bajaba a ver la cabalgata. Algunos años la vi en el pueblo de origen, con mis hermanas, y otros me quedé en Pueblucho para verlas con Papá en Apuros. Me acuerdo perfectamente del primer año. No esperaba que fuera fabulosa, ni que estuviera al nivel de donde venía, al fin y al cabo, cambié un pueblo con aspiraciones a ciudad (o una ciudad que aún tenía mucho de pueblo, depende de como se mire) de ciento treinta mil habitantes por uno que apenas supera los veintidós mil. Pero me sorprendió para bien, la cabalgata era modesta pero muy pintoresca: camiones decorados por asociaciones, carrozas tiradas por tractores y mucha ilusión. Creo que es la combinación perfecta.
Este año, desde el AMPA del cole, quisimos participar en la Cabalgata. Para nosotras fue un hito casi histórico, porque hacía como diez años que el cole de MiniP no participaba. El ayuntamiento nos proporcionaba el camión, y una pequeña subvención para los disfraces y la decoración, y a partir de ahí nos teníamos que apañar.
Hicimos llamamiento, al que acudieron al principio muchas personas, pero se fueron quedando atrás. Algunas por problemas de agenda, otras por aburrimiento, al final nos quedamos unas diez mamás. Y casi hay más deserciones.
Yo me agobié desde el minuto uno. Es verdad que no hace falta mucho para que yo me agobie y entre en apuros, pero es que hay cosas que me superan. Primero que había que ir al cole todos los días, para preparar la decoración del camión. Y el día de la Cabalgata había que estar desde primera hora para decorar y luego quedarse hasta el final para quitar todo lo que se había puesto al camión para devolvérselo al dueño. Pensé que lo haría este año, como novedad, y porque MiniP escuchó una conversación y cualquiera le quitaba la idea de la cabeza. Ella quería tirar caramelos.
Como el tema de la decoración nos llevaba mucho tiempo, tuvimos que pedir permiso al ayuntamiento para poder trabajar en el cole los días de vacaciones, porque nos pillaba el toro, por lo que me pasé las vacaciones de Navidad yendo todos los días al colegio.
Y, como colofón para terminar de agobiarme, las mamás del cole hicieron de las suyas.
Es que no sé qué pasa, que en cuanto nos juntamos más de cuatro para hacer lo que sea, acabamos por tirarnos de los pelos. Cuando se pidió colaboración, en principio se dijo que cada una en la medida de lo posible. Evidentemente si no ibas ningún día a ayudar no subirías al camión, pero hasta ahí. Y al principio fue bien, hasta que empezaron las quejas.
Que si esta no ha venido hoy, que si esta otra solo ha venido dos veces… Una de ellas llegó a pedir que se hiciera una lista para que firmara la gente, así se vería quién ha ayudado y quién no… Ahí yo, que había pasado por alto comentarios anteriores, me negué categóricamente. Y no le hice un piquete a la mamá en cuestión porque lo dijo por wasap, que si no se iba a enterar de lo que es explotación…
Se me hincha la vena solo con recordarlo.
Cada día le decía a MiniP: no te hagas ilusiones que lo mismo no vamos. Vemos la Cabalgata desde abajo y ya está. Ella me miraba con ojos asustados, buscando lo que había hecho mal para pedir perdón. Debo decir que tenía una lista larga, estas vacaciones han sido una pesadilla en cuestión de comportamiento. Pero a veces me sale la madre buenaza que todas llevamos dentro, y en vez de gritarla como es habitual, le sonreía y le decía que no era por ella, que me estaban tocando mucho las narices.
Me miraba como lo hace habitualmente, pensando que por qué le habrá tocado la madre loca, y seguía a lo suyo.
Dos días antes del día C (de Cabalgata), mis esperanzas se vieron insufladas. MiniP amaneció con dolor de garganta, y estuvo toda la mañana pachuchona. Con pocas ganas de jugar, tumbaba en el sofá, sin querer salir a la calle. Le advertí: si te pones mala no vamos, que va a hacer mucho frío. Pero nada, se ve que las ganas le pudieron a la enfermedad, el día C se levantó como una rosa.
Lo contrario que el día, que amaneció nublado como si fuera Londres. De camino a casa de AbuelaT, MiniP y yo nos temíamos que como el día siguiera así no se nos vería en la carroza. Ni con señaladores de los de los aeropuertos…
Me libré del montaje del camión, ya que trabajaba por la mañana. Para que no dijeran mucho, a las dos de la tarde les hice el relevo, cuando estaba ya todo montado, pero para hacer vigilancia y que no se colara nadie en el cole a estropearnos el trabajo. A las cuatro fui a recoger a MiniP, y volvimos directas a seguir vigilando. Y antes de que nos diéramos cuenta, ya eran casi las seis y había que ir al lugar de encuentro.
Ahí me empezó a entrar el gusanillo. A emocionarme. Pero no mucho, era tan solo la adrenalina previa al espectáculo.
Nos acomodamos en el camión. Al final entramos todas las mamás, excepto dos, que se quedaron abajo para ir dando indicaciones al conductor. Por el camino al recinto ferial, desde donde salían las carrozas, pusimos la música, un súper equipo que llevábamos, y ahí ya empecé a animarme. Algunas de las mamás que venían eran muy fiesteras, y me terminaron de animar. Ya antes de salir me había puesto de pie y estaba bailando.
Y llegó el momento. La carroza se puso en marcha, y comenzamos el trayecto. Y descubrí, desde dentro, la magia de la Cabalgata de Reyes. Ves a la gente admirando el trabajo que has hecho, con dedicación y mayor o menor acierto, pero con ilusión, y todo el mundo sonríe. Y pide caramelos. Y los que conoces te llaman y te saludan, y los que no conoces también te saludan. Y hasta te perdonan el caramelazo que se han llevado en un ojo.
Hay de todo, como en botica, porque algún animal todavía sigue habiendo, que recoge los caramelos del suelo para volverlos a tirar a la carroza, y con mala hostia. A esos les habría tirado piedras. Y luego están las quejas, que si pocos caramelos, que si vaya rollo y que si tal. Internet no es el único feudo de los trolls…
Pero la gran mayoría de la gente va de buen rollo. Va a ver un espectáculo, a ver a los Reyes Magos llegar, para luego dejar los regalos en casa de cada niña y cada niño. Es la magia de la que hablaba en el otro post de la navidad, es la ilusión, es el hacerlo real solo por creer en ello.
Y todo el camino bailando, riendo, y sorprendiéndome de mi anormalmente certera puntería. Porque manda narices, que no juego a los dardos porque peligran las ventanas, pero caramelo que tiraba, caramelo que dejaba ciego a alguien. ¡Soy una killer!
MiniP se bajó antes de terminar el trayecto, vino su padre a vernos y se fue con él, aburrida ya la pobre. Dos niñas más se durmieron, no sé cómo con tanto escándalo, pero se quedaron fritas, y una de ellas cuando despertó, vomitó, dejándonos un bonito regalo dentro de la carroza. Para los niños fue cansado y no tan guay como esperaban.
Pero para las mayores fue una fiesta que no nos importaría repetir. Pese a todo.
Es que estas fiestas yo creo que la disfrutamos más los mayores que los peques. Ver la ilusión de ellos, las caritas de felicidad... Eso tiene que ser!!! Menos mal que al final las madres se portaron y se pudo disfrutar del día!
ResponderEliminarBesotes!!!
Sí, menos mal, MARGARI que pudimos disfrutar, y qué verdad es que lo pasamos mejor los mayores. Fue un chute de buen rollo, la verdad, a ver si me dura para el resto del año.
ResponderEliminar¡Besotes!