viernes, 5 de septiembre de 2014

Mamá en apuros: Vacaciones en la playa (II), complicaciones



Ya he dicho que pasamos una semana en la playa. Sólo una de las 52 que componen el año. A mi se me hace poco, pero para ir a la playa suficiente. Demasiada arena (como ya sabéis).

Pues bien, casi todos los años suele ser una semana tranquila, en la que no ocurre nada extraordinario, nos dedicamos a ir a la playa o a la piscina y a conocer el entorno. Este año visitamos Peñíscola, que si bien es muy bonito, no creo que vuelva. Demasiada gente. Sin embargo, por la mañana íbamos a la playa, comíamos en el apartamento, y después de descansar, bajábamos a la piscina hasta la hora de cenar, cuando buscábamos un chiringuito barato y cuco que nos atendiera. Todo normal.

En los muchos por si acasos que suelo guardar en la maleta había incluído medicina. Apiretal y Dalsy para la niña (para los que no sean papás son la versión infantil y líquida del paracetamol e ibuprofeno en ese orden), y pastillas de paracetamol e ibuprofeno para mi. Digo para mi porque me he pasado los nueve meses del colegio enferma. Y no exagero. Cada quince días, más o menos, desde que empezó el cole en septiembre, MiniP amanecía con fiebre, mocos o dolor de tripa. A veces las tres cosas a la vez. Inevitablemente, a los dos días de que MiniP se curara, caía yo. Con la diferencia de que lo que a ella se le pasaba en un par de días sin consumir para nada su energía, para mi se convertía en una semana de puro sufrimiento y cansancio. Tres veces (tres, que se dice pronto), he caído con cuarenta de fiebre y anginas como pelotas de tenis. Y cada una de las tres han dado resultado una semana entera de baja. Menos mal que no tengo un trabajo precario (y aunque es una mierda doy gracias por ello).

Por eso llevé el arsenal. Por si acaso. No tenía intención de ponerme mala, y por supuesto no quería que MiniP se constipase, pero visto y estudiado nuestros antecedentes, usé la máxima que dice "más vale llevarlo y no usarlo que no llevarlo y necesitarlo", y lo eché a la maleta.

Por supuesto, Papá en apuros se rio de mi. Tiene ese extraño sentido del humor, al que no acabo de cogerle el tranquillo (y son ya catorce años juntos, creo que si no lo he cogido ya dudo que lo vaya a hacer), que hace que se ría de mis desgracias. Me dice que estoy mayor, que estoy pocha ya, que estoy blandita... Se ha pasado el año entero diciendo: "¿Otra vez estás mala?", cada vez que yo tosía. Pero ya se sabe lo que dicen, que quien ríe el último, ríe mejor.


Era el tercer día de playa. Salíamos de la piscina, y no sé que fue a decir Papá en apuros que no le salió la voz. Carraspeó y lo volvió a intentar. Lo consiguió pero no con su voz, al menos no con su voz normal. Se le había tomado. Así se quedó la cosa.
Pero al día siguiente le dolía la garganta, y a los dos días comenzó a tiritar. No es que hiciera mucho calor, la verdad, pero tampoco estaba la cosa para ponerse manga larga. Le toqué la frente, perlada en sudor, y estaba ardiendo. Por primera vez en catorce años (sí, el tiempo que llevamos juntos) Papá en apuros tenía fiebre. 
La roca. Hulk. Vikingo. Así se considera Papá en apuros. Porque no se pone malo nunca. Porque va en manga corta en invierno. Porque es un poco soberbio, también (y eso me gusta, no os vayáis a creer). Catorce años sin ponerse enfermo y tiene que caer justo en la única semana que nos vamos al año. Cincuenta y dos semanas para elegir, virus en casa para dar y tomar, y cae en vacaciones. Me hubiera reído si no lo hubiera tenido delante. Qué demonios, a quién voy a engañar. Me reí delante de él y con ganas.
Por la mañana decidimos ir al médico. Nos preparamos lo tres, MiniP y yo con vestidos cortos playeros y Papá en apuros con bermudas y jersey de manga larga. Encogido iba hacia el coche. Nos montamos, atamos a MiniP, me pongo frente al volante y le doy al contacto.

El coche no arranca.

En lugar del habitual ruido del motor, hace una especie de tos ahogada. Por más que le doy al contacto no sucede nada. El coche ha decidido ponerse malo, como Papá en apuros.

Llamamos a la mutua, y como resulta que estoy a más de cien kilómetros de mi casa no me traen a un mecánico, pese a que lo pago a base de bien cada año. En lugar de ello me ofrecen una grúa que recogerá mi coche y soy yo la que debe buscar un taller al que llevarlo. Eso sí, me dan ellos tres teléfonos de tres talleres, pero ninguno de Peñíscola, porque parece que allí no hay ningún taller.

Cuelgo malhumorada y con ganas de estrellar el teléfono contra el suelo, de pura frustración. No entiendo cómo me tengo que buscar yo la vida teniendo un seguro a todo riesgo. Papá en apuros está más malhumorado que yo, porque además del cabreo está el hecho de que se encuentra fatal, y no está acostumbrado a encontrarse mal. Frustración doble.

En ese momento la suerte nos sonrió. Estábamos aparcados en una pendiente, y por casualidad (o destino) lo habíamos dejado con el morro apuntando hacia abajo (la salida). En el momento en que iba a llamar a algún taller, o a coger el autobús para ir a Peñíscola, o a intentar meter la mano en el teléfono y sacudir a alguien para quedarme tranquila, en ese momento crucial llegó una familia, se subió a su monovolúmen, que estaba aparcado delante de nuestro coche, y se fue. Vimos el cielo abierto y el camino despejado.

Sin mucha esperanza nos montamos en el coche, esta vez fue Papá en apuros quien se puso al volante, quitó el freno de mano y lanzó el coche cuesta abajo. Arrancó la segunda vez que pisó el embrague, y ya no lo paramos hasta llegar a Peñíscola, donde, cosas de la vida, sí que había un taller.

Asunto zanjado, batería cambiada, cien euros menos en la cuenta y la tranquilidad de que el coche arrancaría cuando lo fuéramos a coger, y la libertad de ir, ahora sí, al médico.

En la consulta no tardamos mucho. Papá en apuros abrió la boca y la doctora le miró dentro. Hizo un gesto de asco mientras apartaba la cabeza y siseaba algo así como agggghhhh. Le dijo a Papá en apuros:

- Tienes amigdalitis.

A lo que Papá en apuros contestó:

- Lo dudo mucho - pausa dramática- Me las quitaron a los cuatro años.

- Pues entonces tienes la garganta inflamada. - Sin inmutarse. Se giró a la enfermera y le dijo - Ponle 150 de antibiótico.

- Sólo tenemmos 120.

- Pues 120.

Pincharon a Papá en apuros el antibiótico, y salió con una receta de más antibiótico, esta vez en pastillas e ibuprofeno. Y con la tranquilidad de que le hubiera atendido una doctora tan competente.

El resto de la semana transcurrió sin incidentes. Papá en apuros estuvo otro par de días malo, y mejoró la tarde antes de volver a casa. Por lo menos la última noche pudo tragar la cena sin morirse de dolor, y pudo pasarlo con nosotras sin temblequear a causa de la fiebre. Eso sí, ya no volvió a bañarse en la playa, ni en la piscina, y hasta el año que viene no vuelve a tocar.

Esperemos que la semana del año que viene, la única de cincuenta y dos que pasamos fuera, no sea tan movidita, y pueda decir hasta que me he aburrido de la playa y sus dichosos granos de arena.

15 comentarios:

  1. Inspira confianza la doctora... Anda que... Me he acordado de la única vez que he visto a mi madre enfadarse pero enfadarse bien con el médico que tenía cuando era chiquitita. Tendría cuatro años y me llevó al médico porque estaba con una tos bien fuerte. Pregunta inteligente del pediatra... ¿La niña fuma? ¡¡¡¿?!!!
    Bueno, espero que ya esté bien. Y que no haya el mismo tino en las próximas vacaciones.
    Besotes!!!

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    1. Qué fuerte lo de tu pediatra... ¿Que si fumabas con 4 años, MARGARI? ¿De verdad lo preguntó?
      El día de vuelta ya se encontraba mucho mejor, gracias. Esperemos que para las próximas no ocurra nada parecido...
      ¡Besotes!

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    2. De verdad de la buena! Si ese día empezó mi madre todas las gestiones para cambiar de médico...
      Más besotes!!!

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  2. Hola guapisima,soy otra mama en apuros a la que ya conoces,mi miniC le pillo el dedo en el cole a tu miniP,jajaja,ya has caido en quien soy,solo decirte que me encanta tu blog,me divierto mucho al leerlo,esta genial.

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    1. ¡Encantada de verte por aquí, MAMÁ DE MINIC! Me alegro muchísimo que te guste el blog... Por cierto, MiniP todavía se acuerda de lo del dedo, pero que sepas que MiniC sigue siendo su mejor amiga...
      ¡Besotes!

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  3. Lo siento por Papá pero yo me he reído, anda que si me toca la doctora...

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    1. No te sientas culpable, ISA, yo también me reí lo suyo... Él no, a él no le hizo ni pizca de gracia, pero es lo que tiene cuando tienes fiebre, que pierdes un poco el sentido del humor... XD La doctora era para devolverla a la facultad de medicina, a que estudiara un rato más...

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  4. No estaba en condiciones de enfadarme con la doctora, pero....tela con algunos profesionales

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    1. No, PAPÁ EN APUROS, no estabas en condiciones... Y ya habías gastado el cabreo con los de la mutua del coche...
      Encantada de que te pases por aquí, puedes repetir siempre que quieras. ;-P

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  5. Ay madre! No sé si me da más rabia lo del coche o lo de que el vikingo se ponga malo justo en vacaciones. La verdad es que es mala suerte!
    Tengo que hacer yo una entrada con todo lo que me ha pasado justo también en la semana de exámenes, que parece que también coincide justo con todas las desgracias habidas y por haber.

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    1. Si te digo la verdad, ISI, me dió más rabia lo del vikingo, porque como no se pone malo nunca es un enfermo malísimo. Y más en la playa... Un horror...
      Ay, sí, cuéntanos tus visicitudes, que las cuentas muy bien...
      Espero que te vaya todo estupendo en los exámenes (o te haya ido, que no sé si te queda alguno)
      ¡Besotes!

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  6. Pues sí que ha venido cargada de sobresaltos la única semana, como tú dices, entre las 52 del año para disfrutar. La siguiente, es lo que nos consuela en estos casos, siempre será mejor.
    Un abrazo,

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    1. Pues sí, CARMEN, que parece que todos los sobresaltos vienen juntos. Esperemos que el año que viene disfrutemos los tres sanísimos y felices.
      ¡Besotes!

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  7. No lo puedo evitar me he reído un montón pero me da pena el vikingo. La médico no tiene perdón y lo del coche me ha recordado a algo que nos pasó. Al salir de la primera clase de preparto emocionados y relajados por los ejercicios de respiración y relajación el coche no arrancaba. Llamar al seguro grúa llevarlo al taller y por supuesto adiós relajación jaja. Muchos besos.

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    1. Qué rabia da, GOIZEDER cuando no te arranca el coche, ¿verdad? Y encima cuando vas relajadísimo... Es como una pequeña traición. El vikingo se repuso en cuatro días, lo malo es que ya no cató ni playa ni piscina... Jajajaja, pero eso le pasa por meterse conmigo. Yo me constipo en período lectivo, cuando hay que constiparse, hombre...
      A la doctora la mandaba yo otra vez al MIR.
      ¡Besotes, guapa!

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