viernes, 29 de mayo de 2015

Mamá en apuros: Flash Back II



Es triste pero cierto, resulta que estaba en apuros antes incluso de ser madre. Embarazada de siete meses tuve que ir al dentista, y no es nada agradable, lo aseguro... Lo que no sé es cómo fui capaz de escribir la experiencia, pues MiniP se dedicó todo el embarazo a embotarme las neuronas y no me daba ni para leer, mucho menos escribir... Con la concentración que se necesita para ello...
Aquí comparto mi experiencia, tal y como la relaté entonces...

NO SIN MI MUELA

- No quiero ir.
Hago un mohín de niña pequeña. Sé que estoy pecando de infantil, pero es realmente como me siento, como una niña indefensa ante un gran peligro.
- Vaaamos, que no va a pasar nada... - P. se muestra paciente, y tiene una mirada entre preocupada y... sí, divertida también. ¿Qué le hará tanta gracia a mi no me hace ninguna?
- Sí va a pasar... Me van a hacer daño...
Sigo con mi mohín de niña pequeña, me duele la boca y tengo que ir al dentista a que me saquen la muela. Nunca me ha dado miedo el dentista, pero no sé si es por el embarazo o por la renuencia a perder otra muela más que me está costando horrores vestirme para ir al médico.
La niña se agita en mi interior, quizás contagiada por la ansiedad que se ha apoderado de mi. Pobrecita, todavía no ha nacido y ya tiene que soportar las extrañas neuras de su madre. Y lo que le queda, claro.
- Venga, y luego compramos helado. - P. ha recurrido al chantaje para motivarme.
- ¿Y podré comer helado ilimitado? - lo conozco, y luego me compra una tarrina diminuta aduciendo que es por mi bien y por el de la nena y bla-bla-bla. - ¿Lo prometes?
- Lo prometo...
Y así, con la vaga promesa de helado a mogollón me voy para el dentista (el de la seguridad social), aunque con escaso convencimiento.
Voy pensando en esperar un buen rato. De hecho llevo la nintendo. No me gusta esperar, pero en este caso no me importa, quiero aplazar el momento en el que me sienten en el sillón ergonómico y me pinchen la anestesia. Cuanto más tarde, mejor. No me importa, de verdad. Pero, cosas inexplicables de la vida, según llego me hacen pasar. ¿No había colapso en la seguridad social? Le voy a poner una queja a la Aguirre en persona, a ver si le quito esa ridícula sonrisa perenne que tiene en la boca.
“Helado, helado, helado, helado”, pienso mientras me sientan en el puto sillón. La nena se ha calmado, debe haber decidido pasar de mí. Pronto empieza. P. me coge de la mano y me da apoyo moral con la mirada. Es un cielo. Bueno, a veces. Es que ayer discutimos, aunque ya se nos ha pasado. Hoy es un cielo.
Me hacen firmar un consentimiento que provoca en mi ganas de huir. Pienso en la infección que tengo en la boca, y que eso no es bueno para mi bebé, pero no logra tranquilizarme. Pienso en tres kilos de helado para mi sola, y, bueno, algo hace. Entre tanto, todo ha comenzado.
La mitad de mi cara se convierte en un cosquilleo extraño. Y, cinco minutos después, cuando ese cosquilleo se ha transformado en una nada extraña (aunque dudo de que ese concepto exista, la nada es la nada), veo pasar frente a mis ojos un instrumento que semeja un destornillador plano. Cierro los ojos. No quiero mirar.
Presión, movimiento, pero no dolor. Eso es lo que siento mientras voy escogiendo mentalmente el sabor del helado, y prediciendo la sensación de placer que será pasarlo despacio por mi pobre encía dolorida.
Un “clinc” delata la presencia de mi muela fuera de mi boca, y un “ya está” triunfal de la doctora pone fin a mi tortura.
Me pone una gasa y me pide que muerda. Muerdo a pesar de que me da una dentera horrible.
Mientras me incorporo y cojo mis cosas me van dando las instrucciones del día: “no te enjuagues, come cosas blandas y templadas y sigue con el antibiótico, por lo menos hoy.”
- ¿Estás bien? - pregunta la doctora. - ¿Tranquila?
Asiento con la cabeza. No puedo hablar debido a la gasa y a que tengo la mitad de la cara dormida.
P. me mira.
- No, no está tranquila.
Y en ese momento le maldigo porque me conozca tanto. Los nervios escapan de mi cuerpo y un pequeño temblor se apodera de mi labio inferior. No quiero llorar en la consulta. Afortunadamente conseguimos salir antes de que ocurra, pero según cerramos la puerta tras nosotros, las lágrimas escapan de mis ojos.
P. me abraza y me consuela.
- Ya está, ya pasó. ¿Te duele? - niego con la cabeza enterrada en su pecho – Pues ya está. Vámonos para casa.
Mierda de hormonas. Me hacen llorar por una muela perdida.
- Ya verás, que dentro de nada te ponen los implantes y ya ni te dolerá la boca ni nada. Estarás preciosa.
Para eso todavía faltan cuatro meses por lo menos. Doña pataditas tiene que llegar al mundo para que yo pueda terminar de arreglarme la boca.
Salimos del médico y enfilamos para casa. En la calle me entran otra vez ganas de llorar.
“Mierda”, pienso mientras repaso las instrucciones de la doctora, “me he quedado sin helado.”


 

10 comentarios:

  1. Buf a mí me quitaron las cuatro muelas del juicio dos una semana y las otras dos a la siguiente y la primera vez me mareé y monté un numerito.... no me quiero ni imaginar si hubiese sido en el embarazo. Muchos besos.

    ResponderEliminar
    Respuestas
    1. Es que es muy desagradable, GOIZEDER, lo malo es que fue a causa del embarazo que me las tuvieron que quitar, lo que lo hace aún peor... En fin, ya pasó...
      Gracias por comentar. ¡Besotes!

      Eliminar
  2. Ayyy, lo has contado tan bien que lo ha sido como vivirlo yo misma, la verdad.

    Saludos!

    ResponderEliminar
    Respuestas
    1. Espero haberte ahorrado el dolor, CARMENZITY...
      ¡Besotes!

      Eliminar
  3. Ufff, justo la semana que viene me quitan las dos muelas del juicio que me quedan, espero que vaya un poco mejor que las primeras, porque aunque no se me hinchó ni nada, fue muy desagradable. Sobre todo ese sonido chirriante... iiiiiiigh!!!

    ResponderEliminar
    Respuestas
    1. Bueno, LADY, te puedes dar con un canto el los dientes (¿has visto qué bien traído?), que ni se te hinchó ni se te puso morado. Lo desagradable creo que es inherente a que te quiten una muela.
      De todos modos, te daremos mimitos.
      ¡Besotes!

      Eliminar
  4. No quiero ser cruel ...pero me alegró saber que alguien tambien llora cuando va al dentista y le van a quitar una pieza dental.Bueno, en general, me dan ganas de llorar cada vez que tengo que ir al dentista aunque sea para la limpieza.Me encanta tu manera de expresar tus sentimiento ,se sienten.Me encantan los viernes !!!

    ResponderEliminar
    Respuestas
    1. SORAYA, eso no es ser cruel, es ser humana. No me gusta nada ir al dentista, me lo tomo como algo personal, qué le vamos a hacer...
      Gracias por el cumplido, y me alegro mucho de que te encanten los viernes y que yo contribuya a eso... ¡Besotes!

      Eliminar
  5. Ays, todavía no he necesitado quitarme ningún diente o muela. Empastadas sí que tengo varias muelas. Y voy tranquilita. Pero no sé cómo iría si tuviera que qutarme alguna pieza...
    Besotes!!!

    ResponderEliminar
    Respuestas
    1. MARGARI, espero que no lo necesites nunca, porque aunque no duela el proceso (después sí que duele algo, aunque tampoco es un dolor inmenso, comparado, por supuesto al dolor de antes de quitártelas) es tremendamente desagradable.
      ¡Besotes!

      Eliminar

Te invito a comentar, pero siempre desde el RESPETO. Me guardo el derecho a borrar cualquier comentario que considere que falta al respeto de cualquier manera. ¡GRACIAS!