viernes, 1 de mayo de 2015

Primera Carrera con MiniP



Hace poco ha sido la carrera anual de donde vivo, diez kilómetros. Me apunté aunque estaba baja de forma porque le tengo especial cariño a esta competición. Cuando me vine a vivir aquí me dije que algún día la correría, y finalmente fue esa carrera la que me enganchó al running.

Fue hace tres años, cuando había una versión de cinco kilómetros, y sin apenas entrenar nos apuntamos otra mamá y yo. Dos inconscientes. Pero nos salió bien la jugada, y al año siguiente repetí. El pasado no porque seguro que estaba enferma, me pasé constipada o con anginas más de la mitad del año. Pero no quise dejar pasar este también.

Volví a tomarme en serio lo de entrenar, aunque tan solo a un mes vista de la carrera. Tenía ritmos muy lentos, llegando incluso a tener que parar a andar, pero no me desanimé. Llegó la semana de la carrera y aunque no las tenía todas conmigo, quise enfrentarlo con buen ánimo.

Pero el mejor apoyo lo tuve en MiniP. Para que luego venga aquí a quejarme de lo duro que es ser madre, si luego encuentro en la canija más apoyo del que cabría esperar. Tanto, tanto, que el domingo de la carrera vino a la cama a saltar encima mío para que no me durmiera. Gracias a que fueron tan solo veinte minutos antes de que sonara el despertador, llega a venir una hora antes y creo que me la hubiera comido. Tengo muy mal despertar, casi parezco un orco, y no solo por los pelos que se ponen mientras duermo.

Después de desayunar bajé a por el dorsal. Lo mejor de correr en casa es que no tengo ni que madrugar ni que estar una o dos horas por ahí perdida esperando a que den la salida de la carrera. Subí a casa con mi dorsal en la mano, y aguantamos unos diez minutos antes de que a mi hija le diera casi un síncope por si se hacía tarde.

Las cosas como son, ninguno en casa tenemos premio por pacientes. Será un rasgo genético o algo, pero es una de las cosas que más rabia me da de MiniP. Es totalmente incapaz de esperar. Te pregunta en bucle si ya ha llegado la hora de irse. He llegado hasta el punto que si tenemos algún evento, un cumpleaños o que hayamos quedado con otro amiguito o amiguita para jugar se lo digo cinco minutos antes de salir de casa. Por no escucharla. Es mucho peor que cuando nosotras éramos pequeñas y preguntábamos si ya habíamos llegado en algún viaje en coche. Nosotras lo limitábamos al coche. MiniP es con todo.

Bajamos antes de la hora, como digo, pero ya había ambiente en la calle. MiniP danzaba a mi alrededor, toda nervios y excitación, y fue ella la que me empujó a calentar. Vio a todos los demás corriendo, y prácticamente me obligó a mi también. Pero ella, claro, se puso conmigo. Calentamos los músculos, y luego trotamos calle arriba y calle abajo un rato.

Poco antes de que dieran la salida a la carrera absoluta comenzó la pesadilla. Vino la protesta acompañada de la pregunta:

- ¡Yo quiero correr! ¿Por qué no puedo correr?

Después de la absoluta sí que había carreras para los pequeños, pero tan solo se podían apuntar desde el año que cumplen los seis. A MiniP aún le falta un año.

- No puedes, porque en la organización no te dejan.

- ¡Pues yo quiero correr contigo! - patada al suelo - Anda, déjame, que voy deprisa...

Conseguimos convencerla para que me dejara correr sola (no sin esfuerzo), con la promesa de que preguntaríamos a alguien de la organización si podía correr.

Arrancó mi prueba y, la verdad, se me dio mucho mejor de lo que esperaba en un principio. Conseguí terminar en una hora y tres minutos, orgullosa de mi misma, y cansada pero feliz. En cada vuelta vi a mi peque animar y a Papá en Apuros grabarme en vídeo (no sé para qué, si me veo fatal en ellos, pero bueno). Terminé, me dieron mi bolsa del corredor, mi aquarius y mi camiseta.

Mientras corría, Papá en Apuros y MiniP habían preguntado a la organización. Nos salió mal la jugada, puesto que esperábamos que nos dijeran que era muy pequeña para correr. Sin embargo la respuesta fue: "Si quiere correr, que corra. Que se ponga la última y ya está".

De modo que tuvimos que esperar un buen rato, ya que la carrera de los pequeños era la última. Yo le advertí que aunque corriera no iba a tener camiseta ni bolsa, pero no la disuadió (y fue la segunda vez en el día que metimos la pata, como se verá más adelante).

Por fin, después de lo que parecieron eones (probad a esperar al menos una hora con una niña ansiosa porque llegue lo que espera) llegó el momento de la carrera. Al ser tan pequeña pasé yo con ella, y dieron el pistoletazo de salida. MiniP salió corriendo como una loca, y me iba exhortando para adelantar a todo el mundo. No sé ni de dónde sacó fuerzas, ya que llevaba desde las siete y media de la mañana sin parar de correr, pero se marcó los quinientos metros de la prueba sin pestañear, ni quejarse. Cuando enfilábamos la última recta, acotada ya por vallas metálicas, un policía me quiso echar del circuito. Si hubiera corrido con dorsal me habría retirado, pero no pensaba dejar sola a la niña en el batiburrillo que se formaba para recoger la bolsa. Además, no sabía si la dirían algo por no llevar dorsal, preferí protegerla como la mamá histérica que soy a veces.

Poco antes de eso nos encontramos a una niña que lloraba y se quejaba a gritos. Era un año mayor que MiniP (corría con dorsal), y clamaba que no podía más."No puedo más", lloraba, toda ella boca abierta. Pero, curiosamente, pese a quejarse como si la estuvieran matando, no paraba de correr. Iba despacio, casi tropezando con sus propios pies, pero sin parar. MiniP ni siquiera la miró. La adelantó sin compasión, como el animal competitivo en el que se está convirtiendo (lo ha sacado de su padre).

Llegamos a meta, yo casi más contenta que ella. El orgullo me hinchó como una pelota y por eso salgo con tantas lorzas en las fotos. Hicimos fila para pasar por el escáner de dorsal, un método que me pareció muy eficaz para controlar que no se les escapara ningún niño, y cuando llegamos les advertí que MiniP no llevaba. No importó, nos dejaron pasar.

Y ahí MiniP me echó la mirada de superioridad que la hace tan insoportable a veces, porque le dieron su bolsa (a mi me dieron otra), y su camiseta correspondiente. Se la tuvimos que poner inmediatamente, y casi ni la puedo meter a la lavadora por si se le borra el dibujo.

Al final fue un día doblemente satisfacctorio. Completé diez kilómetros con quinientos metros, y fueron éstos últimos los que más feliz me hicieron.

3 comentarios:

  1. Me encantan los valores que le estáis inculcando a mi sobrina. Por un lado, será lectora voraz gracias a que ya es usuaria de biblioteca y a verte leer o hablando de libros siempre que puedes. Por otro, será una persona activa, deportista, por lo mismo.

    Me hace gracia que al final os diesen bolsa a las dos xD

    ¡Besines!

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  2. Dos grandes campeonas!!!
    Besotes!!!

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  3. Me alegro de que disfrutaráis tanto de la carrera las dos. Muchos besos.

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